RESEÑAS DE LIBROS – Cada noche, cada noche

Revista del CPM número 31

Por Maria Torrejón

REVISTA DEL CENTRO PSICOANALÍTICO DE MADRID – Nº 31

 

 

“Cada noche, cada noche”

Reseña de María Torrejón.

La novela tiene un arranque fuerte, emotivo –a la protagonista le han diagnosticado un cáncer inoperable— de los que hacen temer al lector que quizás no se vaya a mantener el mismo nivel de interés. Por fortuna, pronto se comprueba que no es así: el libro consigue captar desde el principio la atención lectora para no soltarla en ningún momento a lo largo de sus páginas. Hay una acción constante –que no es trepidante, no se trata de un libro de acción— pero sí que la información y el avance de la trama están dosificados de una forma tan equilibrada que hacen que el interés no decaiga.

Uno de los valores que puede apreciarse en la novela es su elevado contenido intelectual. Invita, por una parte, a seguir explorando en algunos capítulos de la literatura universal –una virtud muy estimulante— y, por otra, a reflexionar sobre una serie de cuestiones. La más presente es la pederastia, que vendría a ser el tema central de la novela; otras están tratadas de forma más tangencial: el suicidio asistido, las relaciones paterno-filiales y sus complicados conflictos, etc. Pero todas has sido abordadas desde puntos de vista originales, genuinos y, por tanto, enriquecedores para el lector. A su vez, la autora aporta pensamientos jugosos en relación con otras materias como la vida, la muerte, el cuerpo humano, los demás, la soledad…, en definitiva, lo que nos importa a todos y que siempre interesa a la literatura: la naturaleza y la experiencia humanas.

Es una obra en la que la ficción y la realidad se entrelazan sin fusionarse, de modo que la separación entre una y otra queda perfectamente clara. El motor que hace avanzar la novela son las averiguaciones que realiza la protagonista sobre su madre fallecida prematuramente y las indagaciones encaminadas a conocer el por qué quiso que ella tuviera a su alcance, en su mayoría de edad, una información determinada, así como la consecuente actuación derivada de esas investigaciones. Pero, a su vez, existen también conflictos de índole interna, no solo de la protagonista, sino también del resto de personajes como individuos. Batallas que cada uno ha de librar consigo mismo. Todos estos conflictos están relacionados entre sí y nos permiten obtener una visión global de lo que ocurre.

La historia, la información que se va desgranando a lo largo del libro, la vamos a conocer a través de tres tipos distintos de textos:

1) Los escritos en tiempo real, en 2009, por la protagonista-narradora, Dolores Schiller.

2) Los escritos por la protagonista en el pasado, una serie de anotaciones que ella realizó en una época pasada, en los que da voz a otro personaje importante, el tío Humbert.

3) Los diarios infantiles de Dolores Haze o Dolly, la madre de la protagonista.

Estos son, además, los personajes principales: la protagonista, Dolores Schiller, su madre, Dolly, el tío Humbert, y junto a ellos, el padre, Dick Schiller. Todos ellos son convincentes, tienen autenticidad como personajes y son coherentes con su identidad, tanto en sus comportamientos como en sus motivaciones.

El argumento central es el empeño de la protagonista en redimir la imagen de la madre, en librarla póstumamente de su destino injusto. Dolores Schiller, en una especie de ajuste de cuentas con el pasado, pretende devolver a su madre la dignidad. Y para ello, del mismo modo en que Superman da varias vueltas al mundo para volver a un momento anterior en el tiempo y poder cambiar el curso de los acontecimientos, Dolores Schiller lo que hace es rebuscar en el pasado a través de varios escritos, propios y ajenos, y tomar las riendas de sus acciones para librar a su madre del lugar donde quedó en la memoria de la gente. Y lo hace sin ninguna clase de superpoderes, sino dentro de razonamientos lógicos, creíbles, que cuadran en la mente del lector de forma cabal.

Pero Dolores Schiller no solo pretende redimir a su madre, a su vez quiere redimir al personaje de Lolita, de Navokov, del triste lugar en el que la ha situado la interpretación oficial. De modo que ajusta cuentas con la verdad falseada de su madre, pero también con la complicidad pública hacia la pederastia que se narra en Lolita, que ha pasado al imaginario colectivo no como la historia de abuso que es, sino como una historia de amor –un amor imposible y atormentado— cuando desde las primeras páginas el propio protagonista confiesa la desviación que padece y de la que es consciente. Y el personaje de Lolita ha pasado como una provocadora, una perversa y diabólica joven consciente del poder sexual que posee, cuando en realidad era una niña de doce años, huérfana, sola, sin nadie más en la vida que su abusador, del cual dependía. La novela de Lola López Mondéjar nos hace recapacitar sobre esa infamia y sobre cómo el pensamiento hegemónico, instalado en la perspectiva única del protagonista masculino, ha decidido pasar incluso por encima de la intención del autor, que dejó muy claro que Lolita lloraba cada noche, cada noche.

La autora tiene la habilidad de situarnos de forma eficaz, a través de sus diarios, en el lugar de la adolescente, dándole voz y forzándonos a cambiar la perspectiva a la otra parte, a la de la niña. También nos hace vivir con ella el despertar y el descubrimiento de la sexualidad en la misma infancia, cuando se está muy lejos de poder comprender el alcance y la complejidad del sexo y cuando, por tanto, no puede atribuírsele a nadie un erotismo ni una madurez de adulto, ni por supuesto puede ser juzgado como un adulto.

Me doy cuenta ahora de que nunca me había apetecido acercarme a la obra de Nabokov, que la tenía al alcance en la biblioteca de casa, porque el tema me producía un enorme rechazo. Sobre todo por esa trampa, que ha solidificado, de considerar al verdugo como la víctima y de revestir de un halo intelectual lo que no es más que un mero y clarísimo abuso sobre una menor. Y esta novela lo que ha hecho es, por una parte, abrirme los ojos respecto de una idea que en parte ya era mía, aunque lo fuera de forma vaga, sin la maduración que tiene ahora tras la lectura, y, por otra parte, me ha invitado a acercarme –por fin, y eso debo agradecérselo también— a la extraordinaria obra de Nabokov.

Cada noche, cada noche es, sin duda, un libro que merece la pena leer.

Marian Torrejón

Es escritora. Al pie de una pared sin puerta es su última novela.