Desde los primeros escritos de Freud podemos rastrear su interés por los diferentes aspectos de la vida del niño: su sexualidad, sus fantasmas, como reconstruye su pasado, como se inicia su culpabilidad, su angustia y los conflictos que esto le genera. Desde 1893- 95, los estudios en colaboración con J. Breuer evocan por primera vez el papel patógeno de los traumatismos infantiles en el terreno sexual. En la interpretación de los sueños (1900) propone que el sueño es el guardián durmiente contras las excitaciones externas e internas que reactualizan un deseo infantil inconsciente. Luego analiza los sueños de deseos no realizados en niños pequeños. Y en 1905, con Tres ensayos para una teoría sexual culmina el estudio de la sexualidad del niño y del adolescente, con la descripción de su valor perverso polimorfo y las etapas de la sexualidad.
Durante todo este periodo la observación de los niños, sus actitudes ante la represión que ejercen las figuras de autoridad, la emergencia de su sexualidad, es seguida con sumo interés por parte de Freud y de sus colaboradores, reunidos en los encuentros que fueron denominados “sesiones de los miércoles por la tarde”. Es ahí donde Max Graf, el padre de Herbert Graf, comenta las vicisitudes del despertar sexual de su hijo, sus observaciones, y como él y su esposa “habían convenido educar a su primer hijo con el mínimo de coherción, sólo estrictamente el preciso para mantener las buenas costumbres”. Después de dos años de observación el niño empieza a desarrollar una fobia y el tratamiento aplicado para su curación va a ser el psicoanálisis. El padre, discípulo y amigo de Freud va a ser el encargado de aplicarle el psicoanálisis bajo la atenta supervisión de Freud. Esta circunstancia no era insólita en este momento. Max Graf no era médico, no tenía experiencia, pero aun no existían analistas infantiles, así que, contando con la colaboración de Freud, al que va relatándole pormenorizadamente las ocurrencias de Herbert-Hans, se inicia el primer psicoanálisis infantil, recogido posteriormente (1909) por Freud en Análisis de la fobia de un niño de cinco años. Es más, Freud concluía diciendo, “solo la unión de la autoridad paterna y la autoridad médica en una sola persona y la coincidencia del interés científico y del interés familiar hicieron posible dar al médico analítico un empleo para el cual había sido inadecuado en otras condiciones”.
La cura se llevo a cabo con la atenta escucha del discurso de un niño de cinco años por parte de un analista (su padre) que buscaba la mayor neutralidad posible, bajo la supervisión de Freud. Estaban incluidos los acontecimientos cotidianos, los sueños, los recuerdos, se suscitaba asociaciones de ideas para recordar lo olvidado y reconstruir los fantasmas originarios. El análisis de la transferencia y las interpretaciones dadas en la transferencia permitían al niño comprender su mundo interior y sus conflictos, para no necesitar la defensa de la represión, ni expresarlos a través de los síntomas. Por todo esto el análisis del pequeño Hans podría ser considerado como el primer psicoanálisis de la historia, al menos así lo entienden C y P. Geismann, aunque otros autores, como L. Grimberg, piensa que no puede ser conceptualizado ni como “análisis”, ni como “infantil”, por las circunstancias especiales en que fue realizado el trabajo, “ya que no se basó en la investigación del desarrollo de una relación transferencial y se dio como proceso exclusivamente verbal. Desde ese punto de vista, es más correcto tomarlo como una ayuda paterna psicoanalíticamente orientada”. Añade Grimberg que aunque el historial de Juanito es de inapreciable valor para el conocimiento y la comprensión de la sexualidad infantil, deja sin resolver el arduo problema del abordaje directo del niño, la posibilidad de comunicación con él, de lograr asociaciones libres y la duda acerca de su capacidad o no de establecer una relación transferencial sobre la cual se desarrolla el proceso analítico. Estas dudas siguen siendo motivo de controversia y discusiones, así como lugar de fricción y confrontación de las diferentes escuelas y analistas.
En cualquier caso parece que el tratamiento aplicado por su padre al pequeño Hans dio buenos resultados y Herbert Graf dio testimonio de ello en diferentes momentos de su vida, tanto en su presentación a Anna Freud en 1970, ya con 67 años y en su autobiografía, Memorias de un hombre invisible, con la que se ofrece como una persona que se desarrolló saludablemente y con éxito.
El caso del pequeño Hans no fue el único. Fueron muchos los discípulos de Freud que estudiaron y observaron concienzudamente a sus hijos y que procedieron a psicoanalizarlos, siguiendo las instrucciones impartidas por el maestro. Tal es el caso de C. G. Jung, que analiza a su pequeña hija Agathlí de cuatro años, e intercambia correspondencia con Freud sobre los descubrimientos de los que es testigo acerca de la curiosidad sexual de su hija, y también de otros dos hijos suyos, llevado por su interés en el psicoanálisis infantil. Jung forma a varias mujeres para que puedan trabajar como analistas infantiles, entre ellas su propia esposa Emma Jung, Maria Moltzer, Sabina Spielrein, Mira Oberholzer. Después de su ruptura con Freud en 1913, los trabajos de Jung y colaboradores dejan de ser considerados ajustados al psicoanálisis.
Animado también por las publicaciones sobre la observación de niños, en Berlín Karl Abraham inicia el análisis de su hija Hilda que duró dos meses, y de las observaciones y anotaciones que hiciera entonces tenemos noticia por varios artículos publicados por Abraham y posteriormente por la biografía que de él escribió su hija Hilda Abraham, convertida en analista didacta de la Sociedad Británica. Abraham tenía entre su clientela tanto a adultos como a niños, no encontrando ningún inconveniente práctico, ni teórico en analizar a niños, incluso animaba a sus analizados y discípulos a que realizaran esta tarea, como es el caso de M. Klein con el análisis de su hijo pequeño.
En cualquier caso surgían serias dudas y discusiones acerca de la conveniencia de analizar a niños por lo que suponía de levantar represiones que podían convertir al infantil paciente en un ser descarriado, sujeto a unas pasiones irrefrenables. En este sentido empieza a tomar interés el combinar la cura psicoanalítica con una educación sexual y psicoanalítica, de forma que, como O. Pfister afirmaba (1908), no se trata de liberar la sexualidad, sino de sustituir una represión inconsciente, y por lo tanto provocadora de conflictos y síntomas, en una represión consciente, al servicio de la personalidad moral.
El interés que Freud tenía en la observación del juego de los niños está patente en Más allá del principio del placer. Es ahí donde recoge cómo su nieto le revela la importancia del juego en la búsqueda del placer y la defensa contra el displacer. Además el juego va a aparecer como una técnica que el ser humano utiliza para establecer una economía psíquica que corrige las angustias de pérdida de objeto, y como consecuencia, las tendencias depresivas. A la vez que testimonia el aprendizaje progresivo de la distinción entre objeto interno y externo. Con el juego del carretel, y la expresión gozosa del niño, mientras exclamaba “fort” “da”, Freud observa como repitiendo su doble gesto de desaparición y aparición del objeto, el niño pasaba de un estado pasivo en el que experimentaba el acontecimiento, a una independencia activa, gracias a la cual decidía la marcha y el retorno del objeto
, y así podía vengarse del abandono de la madre. La tendencia a la repetición de lo reprimido y el deseo de dominio, como factores esenciales en la actividad lúdica del niño, fueron posteriormente, utilizados en la práctica psicoanalítica del juego con el niño.
La pionera del psicoanálisis infantil fue sin duda Hermine Hug-Hellmuth, nacida en Viena en 1871, aunque fue silenciada y olvidada, apenas citada, hasta 1974 que fue publicado su texto sobre técnica de análisis infantil. Los motivos de este silenciamiento no son solo debido a las resistencia general hacia el psicoanálisis infantil, una serie de acontecimientos desgraciados potenciaron su olvido. Mujer luchadora y estudiosa, pudo doctorarse en la Universidad de Viena, llevar un análisis largo e intenso y ejercer tanto su labor pedagógica como analítica. También ella observa a los niños, y el más próximo a ella será su sobrino Rolf, muchacho conflictivo desde la niñez que fue atendido por diversos analistas y en diferentes instituciones.
La actividad de Hug-Hellmuth fue notable, participaba en las actividades de la sociedad psicoanalítica vienesa, en congresos, publicaciones, libros. Su obra es amplia y rigurosa. En ella desarrollará una teoría del psicoanálisis infantil según la cual el juego es uno de los medios que emplea el análisis. En su artículo A propósito de la técnica del análisis infantil, habla de lo que en común tiene el análisis del niño y del adulto, la recuperación de la salud mental, el restablecimiento del equilibrio psíquico perdido a causa de impresiones conocidas y también desconocidas, por nosotros. Ella dice que el análisis de los niños es análisis constante del carácter y educación. No habla de una psicología educativa, ni de consejos educativos, sino de un verdadero psicoanálisis que tome en cuenta las necesidades educativas. Aquí ya está en cuestión la dualidad educación/ psicoanálisis que va a ser el eje de las controversias posteriores entre diferentes escuelas, representadas de manera más significativa por la polémica A. Freud y M. Klein.
El método que explica Hug-Hellmuth contiene el germen de lo que posteriormente va a consistir en esencia el análisis infantil; marco, método, transferencia negativa y positiva, interpretación, resistencias y el problema de los padres. En relación a ellos, anuncia las dificultades que van a aparecer en el tratamiento y la paciencia y explicaciones que hay que ofrecerles. Además es comprensiva con la difícil tarea de ser padres, e incluso habla de que si los padres se sometieran a un análisis antes que el niño, menos niños necesitarían análisis.
La tenaz y profunda labor realizada por Hug-Hellmuth fue fatalmente truncada por su muerte, llevada a cabo a manos de su sobrino Rolf cuando presuntamente intentaba robarla. El escándalo del que fue objeto el psicoanálisis, al que se consideraba impulsor, o por lo menos responsable, de la degeneración del joven, no se hizo esperar. Los detractores del psicoanálisis aprovecharon la ocasión para atacar con saña a los psicoanalistas que destapaban los impulsos reprimidos en los niños y jóvenes, creando pequeñas bestezuelas capaces de cualquier maldad. El psicoanálisis fue declarado culpable, incluso algún periódico hablaba de la alerta ante la invasión de psicoanálisis infantil. Después de estos acontecimientos que sacudieron íntimamente a los psicoanalistas, aunque se expresó el reconocimiento que se debía a su obra, pionera indiscutible del análisis infantil, Hug Hellmuth fue prácticamente olvidada, e incluso ninguna de las otras dos grandes figuras A. Freud y M. Klein, reconocieron su innegable aportación e innovaciones, y ambas se consideraron con méritos de iniciadoras de teorías, incluso aunque en ocasiones fuera imitada, sin ser citada. Para algunos autores, conocedores en profundidad de su obra Hug-Hellmuth fue innegablemente la pionera del psicoanálisis infantil, poniendo, con sus aportaciones, todas las bases que hicieron posible la creación del mismo. Su obra actualmente está siendo reexaminada por lo que aún hoy contiene de valioso.
Formada y analizada por su padre, Anna Freud inicia su labor como psicoanalista, con una base profundamente pedagógica, fruto de sus estudios como maestra y el ejercicio de la profesión de magisterio. Dado que ella es nombrada miembro de la Sociedad psicoanalista de Viena en 1922 y que por aquel entonces era imposible la práctica del psicoanálisis a los no médicos. Anna Freud se convierte oficialmente en psicoanalista infantil. Ambas cuestiones, la formación de psicoanalistas infantiles y el reconocimiento del análisis profano van a ser punto de interés a lo largo de toda la vida.
A lo largo de los años Anna Freud se interesó por el papel de los padres y de los educadores en la formación del niño y en su contribución, con actitudes inadecuadas, al desarrollo de la neurosis. Es por esto que propiciaba una educación de los niños, una formación psicoanalítica que comprendiera cuáles eran los medios más adecuados y menos cohercitivos para ellos, “cual es para cada edad la dosis adecuada de satisfacción permitida y las limitaciones impuestas a la vida pulsional”. Guiada por este espíritu funda varias escuelas para niños abandonados o perturbados, y es en estas escuelas donde los maestros, versados en la teoría psicoanalítica, podrían hacer más saludables a los niños.
Anna Freud hace una exhaustiva observación de los niños en las escuelas y hospitales donde asistió, en su consulta, siguiendo la tendencia de observar a los niños ya iniciada en las reuniones de los miércoles. Ella contribuyó a crear lo que fue luego una psicología psicoanalítica infantil, e interpretar dos tipos de datos, los de las observaciones directas y los que provenían de las reconstrucciones operadas en los adultos. Pero dentro de los primeros había que insistir en la diferencia entre lo observado y las pulsiones ocultas, las manifestaciones inconscientes. De esta manera el juego de los niños se convirtió en fuente de información para relacionar cada elemento con la manifestación pulsional específica que lo causó, para poder sacar conclusiones inmediatas. La observación de los niños luego continuó en Londres, el la Hampstead Clinic, y así se podría sacar conclusiones al confrontar el comportamiento de los niños con las hipótesis analíticas existentes sobre las tendencias ocultas de la vida mental.
Su obra Psicoanálisis del niño publicada en 1927 recupera una serie de conferencias pronunciadas en el Instituto psicoanalítico de Viena en 1926 con el título Introducción a la técnica psicoanalítica infantil, y se puede considerar uno de los primeros intentos de sistematizar un método de análisis de niños. Ahí presenta los puntos fundamentales de su técnica: la necesidad de una fase preparatoria, por la necesidad de suscitar en él una conciencia de enfermedad y estrechar unos lazos que ganen el afecto del niño y sustraerlo de las influencias desfavorables.
En cuanto a los medios técnicos ella cuenta con el análisis de sueños, ensoñaciones y el análisis de los dibujos. El juego está muy restringido, pero en los sueños el contenido manifiesto y latente son casi iguales. Tanto las situaciones placenteras como dolorosas pueden ser elaboradas en los sueños, incluso en niños de corta edad. Para ella es, sin disfraz, realización de deseos. En niños más grandes, con un superyo más estructurado funciona la elaboración onírica. También como parte de la técnica sugiere asociaciones sobre el material de ensueños diurnos, y fuerza fantasías asociadas a ellos.
Referente a la transferencia, Anna Freud considera que los niños no pueden desarrollar una neurosis de transferencia, porque sus primitivos objetos de amor, los padres, están vivos y ejerce una influencia en la realidad y no sólo en la fantasía, como en el adulto neurótico. Como resultado hay que conseguir que exista una transferencia positiva. El analista infantil no puede ser una sombra como con el adulto.
Con respecto a la labor educativa, al considerar el superyo del niño en proceso de formación el analista tiene que reemplazar durante toda la duración del análisis el yo ideal del niño. Por todo esto ella es muy reservada en cuanto a las indicaciones del análisis infantil, recomendando prudentemente que se aplique sólo a niños cuyos padres sean analistas o tengan una preparación en psicoanálisis.
En el X Congreso internacional de psicoanálisis de Innsbruck, en 1927, un año después de la publicación de un libro, coincide con M. Klein que lee su importante y definitorio artículo Symposium sobre análisis infantil, en el que de una manera rigurosa y sistemática va argumentando sus puntos de vista y diferencias con A. Freud, divergencia que estallan quince años más tarde en las célebres Controversias.
M. Klein se había psicoanalizado con S. Ferenczi y K. Abraham y ambos, que tenían puestas sus esperanzas en el psicoanálisis infantil, supieron ver en ella la sutileza y habilidad para entender y observar a los niños. Esto, unido también a su no formación médica, la hacia apta para dedicarse cada vez con mayor afán y profundidad al análisis de niños. Ella, como tantos otros, tuvo a su tercer hijo, Erich, como primer paciente, y le sirvió, con el seudónimo de Fritz, de material para varios de sus primeros artículos.
Las divergencias con A. Freud en lo que respecta a la teoría y sus consecuencias en la técnica del análisis de niños son numerosas. Klein considera posible y necesario explorar el complejo de Edipo, no hay que ejercer una acción educativa, como no es necesario ni aconsejable un periodo de preparación que facilite la transferencia positiva.
Para Klein el niño de dos ó tres años ha dejado atrás la parte más importante de su desarrollo y de la formación de su estructura psíquica. La forma en la que el niño se comunica con los demás, está mediatizado por la manera como haya introyectado las imágenes y cómo se han conformado dentro de él los objetos internos.
En la técnica M. Klein reemplaza las asociaciones verbales del adulto por el juego de los niños encontrando que en el juego el niño usa los mismos medios de expresión filogenéticamente arcaicos, el mismo lenguaje que en los sueños. Detrás de toda actividad lúdica hay un proceso de descarga de fantasías masturbatorias que operan con un continuo impulso a jugar, con el mismo mecanismo de la compulsión a la repetición. Hay que analizar todos los elementos del juego en conexión con los sentimientos de culpa, interpretándolos hasta el menor detalle. Además lo que el niño habla mientras juega tiene el valor de asociaciones. Después de una interpretación es fácil observar el cambio del juego en el niño como efecto de la misma, a la vez que aumenta el placer en el juego, disminuye su ansiedad y se afianza la relación analítica. En el juego el niño expresa sus fantasías inconscientes reprimidas, y también permite el análisis de la situación de transferencia y resistencia, la supresión de la amnesia infantil y de los efectos de la represión, hasta el descubrimiento y análisis de la escena primaria.
La secuencia que sigue M. Klein es la siguiente: primero se interpreta la angustia inconsciente y luego las defensas que lo provocan. En un segundo momento se destaca el carácter transferencial de esa angustia y se la vincula con su prototipo. La angustia no está basada en un peligro real sino en una fantasía. En tercer lugar la interpretación completa de la angustia se vincula con las pulsiones hostiles contra la madre y el padre, surgidas de la forma positiva y negativa del complejo de Edipo.
Con respeto a la transferencia Klein difiere de A. Freud ya que considera que el niño transfiere al analista los mimos impulsos amorosos y hostiles que originariamente se dirigen a los padres. Klein interpreta desde el comienzo la transferencia negativa y adapta en su totalidad el método analítico de los adultos al psicoanálisis al de los niños, aunque considera que la técnica de juego debe ser completada con la expresión hablada del paciente, sobre todo en niños en el periodo de latencia y pubertad, de manera que el paciente emplea el máximo de lenguaje, ya que la expresión oral significa una mayor adaptación a la realidad.
Klein fue invitada por E. Jones a Inglaterra, y luego de un tiempo de introducción se instala allí definitivamente. La rotundidad de sus afirmaciones, su espíritu innovador y luchador y la importancia de sus descubrimientos pronto hicieron que se rodeara de un numeroso grupo de adeptos y colaboradores que a su vez, con las observaciones que realizaban en el análisis de niños, contribuían a expandir y fomentar las teorías kleinianas. Posteriormente, con la llegada de los analistas de la escuela de Viena a Londres, motivada esencialmente por el conflicto bélico que se desarrollaba en Centro Europa, las disidencias y discusiones entre las dos teorías, la aportada por Klein y por A. Freud, se hacen más intensa.
Klein tiene que defender sus posturas, subrayando que sus planteamientos no se alejan de los descubrimientos de S. Freud, sino que se fundan en los mismos principios y los abundan. Los conceptos que son cuestionados se refieren a la existencia de un psiquismo precoz, capaz de establecer relaciones de objeto y de mecanismos de defensa tales como introyección y proyección, de formas pregenitales del Complejo de Edipo y de un Superyó precoz, que no es el heredero del complejo de Edipo, sino constitutivo del Edipo prematuro. El descubrimiento de una posición depresiva y la existencia de una neurosis infantil en el niño desde los 6 meses, resultante de la elaboración de una angustia psicótica. Importancia del instinto de muerte, y su replanteamiento de la sexualidad femenina, con identidad propia.
Las Controversias, nombre con el que se designó las discusiones que tenían lugar para estudiar y debatir los textos de ambas autoras, se convirtió entre otras cosas, en una lucha por el poder y por la formación de candidatos en la Sociedad Psicoanalítica Británica. Es sorprendente, como subrayan algunos autores, la atmósfera de intransigencia, incluso de sospecha recíproca que envolvió a los dos grupos y aunque las Controversias surgieron con el ánimo de discutir y contrastar dos teorías y dos modelos diferentes, parece que la finalidad era comprobar que el trabajo de Klein no podía considerarse analítico, llegando el caso de no estar dispuestas a ceder, reflexionar y muchos menos corregir algunos de sus puntos de vista. El Grupo Anafreudiana se consideraba el legitimista, y el kleiniano intentaba convencer de que su postura era aún más freudiana y ortodoxa.
Concluyen las Controversias en 1944, y aunque los seguidores de Ana Freud no estaban en el Comité de Formación, se buscó posteriormente una solución que satisficiera a las partes, quedando la Institución dividida en tres grupos, liderados por A. Freud, y M. Klein respectivamente y el tercero, denominado Middle Group o de los independientes. Gracias a esta maniobra no se escindiría ni disolvería la Sociedad Británica.
Posteriormente A. Freud queda ligada a la Hampstead Clinic y más tarde difundiría sus ideas en los Estados Unidos, arropada por un grupo numeroso de psicoanalistas vieneses afincados allí; mientras que M. Klein es ignorada, incluso censurada y criticada, hasta que se instaló allí Bion abriendo nuevamente las polémicas en torno a ella y con referencia a A. Freud.
A Freud trabajó con Dorothy Burlinghan en la fundación de una “nursery” dedicada al cuidado de niños pequeños en tiempos de guerra. Allí se ofrecía a los niños la posibilidad de contar con una persona de referencia estable, una madre de sustitución, e incluso, un padre sustituto, dando formación adecuada a las personas que iban a tratar con los niños.
En la Clínica Hampstead, donde desarrollaba su trabajo, se prestaba atención tanto a los niños como a sus padres, tanto en forma de tratamientos como de consejos y orientaciones. A pesar de sus esfuerzos no hay un reconocimiento oficial, avalado por la I.P.A. que considere al análisis infantil y a su formación, con la misma categoría que el análisis de adultos. Y es en Viena, en 1970 cuando las propuestas de A. Freud se hacen más claras y taxativas. El análisis de niños no es una subespecialidad del análisis de adultos y aunque haya múltiples resistencia a considerarlo con la misma entidad, tiene un estatus y una organización que requieren un reconocimiento oficial, y pide a la I.P.A. que reconozca y promueva una formación analítica que incluya la formación del análisis infantil para todos o que acepte la independencia del psicoanálisis infantil, igual que el del adulto. Las discusiones, aunque fructíferas y con interlocutores como A. Segel, Diatkine, Levobici, Lampl de Groot y Kestemberg, no consiguen el reconocimiento por parte de la I.P.A. de una formación específica y un estatus de psicoanalistas infantiles.
Fueron muchos los analistas que formaron parte de ambos grupos irreconciliables, del lado de A. Freud, conocida como la escuela vienesa, se encuentra entre otras Anny Katan, Tola Rank, que introdujo el análisis infantil en Boston donde fue analista didacta; Dorothy Burlingham que publica en 1935 un artículo donde estudia las relaciones del analista con los padres y descubre los posibles tipos de madre y las consecuencias para el tratamiento de los niños.
En torno a Klein podemos destacar a Paula Heimann con la que Klein estuvo muy unida hasta que por motivos personales y teóricos (Klein no estuvo de acuerdo con el planteamiento de Heimann en su artículo Sobre la contratansferencia, a la vez que Heimann disiente de Klein en Envidia y Gratitud).
Joan Riviére, didacta muy activa en la Sociedad Psicoanalítica Británica, jugó un papel muy importante en la venida de Klein a Inglaterra y colaboró eficazmente en las Controversias, con presentación de artículos decisivos. Participó en la publicación del libro Desarrollos en Psicoanálisis de M. Klein.
Susan Isaacs, pedagoga y psicóloga, fue pionera en Inglaterra en el estudio del desarrollo del niño. También, junto con Joan Rivière participó activamente en las Controversias y publicó el artículo Naturaleza y función de la fantasía, obra de una gran transcendencia en el pensamiento kleiniano.
En medio de las disputas y discusiones que surgen en torno a Klein y A. Freud, y como máximo representante del grupo.
Independientemente se encuentra D. W. Winnicott.figura de una talla excepcional y de una creatividad única, supo conservar siempre su independencia tanto de juicio y crítica, como de teoría. De su papel como mediador y árbitro entre ambas en los periodos durante los cuales fue presidente de la Asociación, son fiel reflejo las cartas que dirigió tanto a A. Freud como a M. Klein y a otros miembros del Comité de Formación, recogidas y recopiladas en el libro “El gesto Espontáneo”. La aproximación de Winnicott al psicoanálisis se inicia después de haberse formado como médico pediatra, trabajo que practicó durante toda su vida y que le permitió llegar a tener una experiencia clínica con niños por el hecho de haber atendido a muchos miles durante su práctica en el Paddington Green Hospital, trabajo que mantuvo hasta el final de su vida.
La obra de Winnicott es inmensa, y se encuentra repartida en diferentes volúmenes que recogen toda su aportación a la teoría y a la técnica analítica. Su capacidad de observación del niño, la sutileza de sus descripciones, la calidad de sus afirmaciones y la creatividad de sus aportaciones hacen de él un personaje irrepetible.
Los temas que más le interesan y a los que dedicó más atención son, el desarrollo del ser humano, desde el estado de dependencia absoluta al de dependencia relativa y posteriormente de independencia. La teoría de los instintos, introduciendo nuevas ideas sobre agresividad, sin propósito destructivo. Su teoría del objeto: donde especifica el paso desde el objeto subjetivo al objeto percibido objetivamente. El concepto de objetos y fenómenos transicionales, desarrollados en esa zona intermedia y potencial, donde se desarrollará más tarde la creatividad y la cultura, zona de juego y fuente de sublimación. La teoría del self verdadero y self falso. Sus conceptos teóricos acerca del encuadre en la situación analítica y la relación que tiene, como ambiente facilitador, con el papel de la madre suficientemente buena, capaz de contener y sostener al niño en crecimiento.
En cuanto a la técnica del análisis de niños, su forma de entrar en contacto con ellos en esa zona potencial a través del juego sin reglas, el squiggle games, nos permite observar la agudeza, creatividad y ternura con la que Winnicott se acercaba a cada uno de sus pequeños pacientes.
Su obra es muy conocida y extendida porque fue ampliamente divulgada, ya en su origen en forma de charlas, conferencias, incluso su propio programa de radio en la BBC. Posteriormente su obra ha sido muy difundida por su albacea testamentario y discípulo M. Khan y su esposa, también analista Claire Winnicott. Entre otros analistas que se han inspirado y revisado su obra, se encuentran A. Green y R. Rodulfo.
Dentro de la tradición de la Escuela Kleiniana destacamos la labor, aunque no solo como analista infantil, de Betty Joseph, Donald Meltzer, sobre todo por sus aportaciones al análisis del autismo infantil. Esther Bick y su concepto de objeto piel como contenedor de las angustias infantiles psicóticas, y también con la observación a lactantes y la revalorización de la importancia de los factores del mundo externo en el desarrollo del niño. También observa los patrones de conducta sobre la base de los modelos del vínculo materno-infantil, que luego se recrean en la transferencia. Frances Tustin, en su trabajo sobre objetos y fenómenos autistas que también pueden manifestarse en el tratamiento con pacientes neuróticos.
Dentro de los pioneros del pensamiento del psicoanálisis infantil, desarrollando su labor en los primeros tiempos y aunque menos difundidas, no nos podemos olvidar de Eugenia Sokolnicka nacida en Varsovia en 1884. De raíces judías, estudia en Francia con Janet, alumno de Charcot y luego en Suiza donde conoce a Jung. Posteriormente va a Viena donde se analiza con Freud. Desde 1914 es invitada a las sesiones de los miércoles. Posteriormente, se analiza durante un tiempo con Ferenczi, que intercambia información con Freud sobre ella, ya que al parecer le super
visó un caso, dado que era una paciente difícil, irritable, que se enfrentaba frecuentemente. A pesar de todo Freud la recomienda en París en 1921. Allí analizó a R. Lafforgue, quien posteriormente la apoyó. En 1926 funda la Sociedad Psicoanalítica de París. Su trágica muerte en 1934, después de una depresión y su apartamiento de la docencia, hizo que fuera relegada de la escena psicoanalítica. En 1920 publica “Análisis de un caso de neurosis obsesiva infantil” (después del de H. Von Hug- Hellmuth, contemporáneo a los de Klein,y antes que los de A. Freud). Es uno de los primeros análisis de niños publicados. Es un caso de fobia al tacto con rituales muy severos. La cura analítica se apoya en la transferencia como eje del análisis, pero no utilizó el juego, sino la verbalización y basado en un lazo afectivo con el niño. Hace interpretaciones de la angustia de castración y sobre la sexualidad. Incluso recurre a técnica activa siguiendo el modelo preconizado por su maestro Ferenczi.
Sophie Morgenstern nace en Polonia, en Grodno 1875, estudia medicina en Zurich y trabaja con Bleuler. Llega a Francia en 1924 en contacto con E. Sokolnicka con quien se analizó. Vivió y trabajó en París, en la Salpêtrière hasta su muerte. En 1937 publica “Psicoanálisis infantil”. Es reconocida como una de las pioneras del análisis infantil, y en la utilización de la técnica particular del dibujo. Se suicidó al día siguiente de la entrada de los alemanes en París.
Conocedora en profundidad de la obra de Freud, estaba bastante de acuerdo con el planteamiento de A. Freud acerca de la estructura psíquica y de la función del superyo. También como ella piensa que sólo se debe aplicar el psicoanálisis a los niños neuróticos, en esto disiente de Klein, y también en cuanto a la técnica a utilizar en los niños. Incide mucho en la toma de contacto con el niño en la cura, facilitándole la creación de la transferencia positiva. Piensa también, como Ana Freud que el inconsciente en el niño es más próximo y actual y el camino que lleva a su origen es menos complicado.
El rol de los padres es importante en el trabajo de los niños, sobre todo por la inmadurez del superyo, incluso juzga oportuno practicar, en algunos casos, un psicoanálisis a los padres.
Como técnica usa el dibujo, el juego y los sueños. Ella cree que el conflicto interior inspira realizaciones artísticas y permite acceder a los conflictos inconscientes.
Relata el caso de un niño de 10 años que presentaba desde hacía dos un mutismo persistente. El niño se comunicaba a través del dibujo, generalmente de animales enormes y amenazantes. Repite el dibujo de un lobo con la lengua fuera. Ella se lo interpreta como un desplazamiento de un temor a su padre, y de su angustia de castración, siendo su síntoma –el mutismo- la expresión de la angustia. El caso fue un éxito y el niño recuperó el habla. A partir de entonces aplicó el dibujo en los tratamientos y lo sustituye por la asociación libre.
El juego es el medio más eficaz para penetrar en el inconsciente infantil. Interpreta el juego solo cuando el niño está preparado para ello.
Cree que un conocimiento y explicación de la vida instintiva es de gran ayuda para los conflictos neuróticos y que los padres saldrían beneficiados de tener una guía útil sobre sus hijos para ayudarlos en la educación.
Fue una de las primeras psicoanalistas que en Francia practicaron el análisis de niños. Tiene bastantes publicaciones de artículos y un libro. Fue continuadora de Freud y de A. Freud, una de sus alumnas fue François Dolto.
Mlle. Rampert propone una nueva técnica: un teatro de títeres con personajes típicos: madre, tía, institutriz, padre, médico, etc. Trajes para representar al policía, al diablo, etc. Así el niño evidencia conflictos y situaciones que difícilmente expresaría hablando y permite que satisfaga fantasías sádicas y masoquistas.
Sin embargo este método no era válido para niños muy inhibidos, ni para niños muy pequeños. Además los personajes eran claramente sustitutos de los padres reales y ponen al niño en un situación difícil para expresar sus conflictos, que no eran interpretados, ni por tanto elaborados.
René Spitz es uno de los representantes de la tendencia genetista dentro del psicoanálisis infantil, para el cual la relación objetal es consecuencia del vínculo evolutivo que une al hijo con su madre y es precisamente esta relación el motor de la construcción del psiquismo, Spitz se apoya en los estudios de la psicología genética. En su libro “El primer año de la vida del niño”, relata con precisión meticulosa sus investigaciones basadas en la observación de bebes. Sus descubrimientos sobre los tres organizadores del psiquismo, la sonrisa como representante del rostro de la madre, la angustia en el octavo mes, y la aparición del gesto de negación, son fruto de esta larga experiencia. También es conocido su concepto de hospitalismo y la noción de depresión anaclíctica.
M. Mahler provenía de Viena, donde realizó su formación con A. Freud y Ferenczi, y se asentó posteriormente en Nueva York, influyendo notoriamente en el acercamiento psicoanalítico del niño en Estados Unidos. Ella descubre como en el proceso de separación/individualización por el que ha de pasar el niño con respecto a la figura materna, existe una serie de fases que van desde la autística normal, pasando por la simbiótica, para que pueda darse posteriormente el proceso de separación, exploración del entorno, vuelta a la madre y toma de conciencia de la separación para poder entrar en el campo del lenguaje y de la representación simbólica. Las aportaciones al estudio del autismo, entendido como un déficit en la utilización intrapsíquica que hace el niño de su partener maternal durante la fase simbiótica, y las técnicas empleadas para el tratamiento de las psicosis infantiles, tanto autistas como simbióticas, proporcionaron herramientas muy útiles para el abordaje terapéutico de patologías severas en la infancia.
E. Erickson. También emigra a Estados Unidos y ejerció durante muchos años como psicoanalista infantil. El desarrolló muy ampliamente el concepto de identidad y su formación en el individuo. Para él, en todo ser humano están en juego tres aspectos: lo somático, lo psíquico y lo social; y estos no pueden ser estudiados separadamente, sino como partes de un mismo proceso, por el cual se adquiere la identidad. Cada aspecto aclara, interviene, condiciona y explica lo que ocurre en el otro. De esta manera se tiene una visión más amplia del conflicto y este se torna más inteligible y explicable. En la clínica, Erickson intenta un abordaje que incluya la colaboración de la familia y de otros profesionales, como pediatras o maestros, que coadyuven a la integración de los diferentes aspectos que constituyen la identidad del niño, puesta en peligro por la falla de alguno de ellos.
Bruno Bettelheim fue otro de los vieneses que se afincaron en el continente americano. Desde el principio se interesó por los niños aquejados de autismo infantil, decidiendo, en alguna ocasión, acoger a niños en su propio hogar. Internado en un campo de concentración en su juventud, bajo el dominio de los Nazis, él relacionó su interés en trabajar con niños autistas con el sentimiento de culpa que acompaña a las personas que lograron sobrevivir a
la reclusión en los campos de concentración. Durante muchos años dirigió una Institución encargada de acoger a niños psicóticos, y en ella aplicó los principios del psicoanálisis infantil, más cercano a las teorías de A. Freud y partidario de la existencia de una relación entre el bebe y su madre que funciona desde el inicio. En el autista existe una imposibilidad para pensar verbalmente, basada por un lado en una disposición constitucional y también a sucesos traumáticos muy precoces. Su experiencia en el campo de concentración permitió a Bettelheim comparar el estado de “situación extrema” que sufrían los encarcelados, con los del niño autista, preso de ninguna esperanza.
El psicoanálisis infantil tuvo una amplia difusión en Argentina, sobre todo de la mano de Arminda Aberastury que a su vez impulsó la obra de Melanie Klein entre los psicoanalistas argentinos. A. Aberastury fue la pionera y además la promotora de formación para analistas jóvenes. Su trabajo se extendió a la creación de grupos de estudios en colaboración con pediatras y odontólogos, además de la creación de grupos de padres y de orientación a otros profesionales relacionados con la infancia. Con respecto a esto, Silvia I. Fendrick llega a afirmar sobre los grupos de madre que realizaba A. Aberastury que constata las mismas contradicciones en que incurrió Klein: la distancia entre sus postulados oficiales en los que el mundo fantasmático del niño no guardaba relación con ninguna causa exterior y su secreta convicción en la responsabilidad de los padres, más aún de las madres, en las dificultades de los hijos. También se interesó por explicar y aplicar la técnica psicoanalítica, y considera, al igual que M. Klein, que lo único que puede hacer consciente lo inconsciente es la palabra, para lo cual el objetivo en el tratamiento es la interpretación.
El movimiento psicoanalítico en Argentina ha sido muy fructífero, y los grupos de formación aunque no forman en exclusividad a analistas infantiles, si se incluye esta enseñanza en una parte de la formación, y en muchos de los Hospitales Públicos se ha impartido formación y aplicado tratamiento psicoanalítico para los jóvenes pacientes.
En Francia François Doltó ha sido considerada como una figura mítica dentro del psicoanálisis infantil, aunque para algunos autores se limitara a hacer psicoterapia psicoanalítica en lugar de psicoanálisis. Ella parte de la necesaria y estructurante relación de la madre y el bebe, la diada, desde donde el sujeto se humaniza a través de la palabra, con la que la madre da sentido al cuerpo y a las sensaciones del bebe. Pero esta diada es estructurante solo si la madre tienen en mente al padre, para que el bebé no quede aprisionado en la complacencia del deseo materno. Su función también es la de realizar las castraciones simbolígenas, que inician, liberan y permiten sublimar, significando además el paso para una mejor autonomía.
F. Doltó prestaba gran atención al entorno familiar y dabe gran importancia a las entrevistas preliminares, para averiguar quien es el que sufre, la dinámica familiar, el lugar del niño en el narcisismo de los padres, el entramado madre-infans, el contexto y la lengua hablada para ver el significado del niño en la economía psíquica de la madre. A veces realizaba “entrevistas terapéuticas” al modo como fueron concebidas y realizadas por D. W. Winnicott.
Dirigió y creó la institución “La casa verde”, lugar de atención de niños y madres, recuperando algunas de las primeras ideas de A. Freud. En sus últimos años se dedicó ampliamente a la divulgación de las ideas del psicoanálisis infantil, tanto en seminarios como en diferentes medios de comunicación.
Una figura central en el psicoanálisis infantil de los últimos tiempos es S. Levovici, que representa uno de los pilares del psicoanálisis de Francia. Su obra es muy amplia y profunda, y hace hincapié en la necesidad del análisis de la transferencia en los niños, realizado por analistas expertos y sagaces. El demuestra que en el niño se produce efectivamente una neurosis de transferencia, diferente de la neurosis infantil. Lo que se repite solo adquiere valor en la situación ligada a la neurosis de transferencia, que recupera una situación del pasado para darle un sentido.
Sus posiciones teóricas están ampliamente expuestas en sus numerosos artículos y libros que han servido de manual de referencia tanto para psicoanalistas infantiles como para psiquiatras (Como exposición queda el “Tratado de psiquiatría del niño y del adolescente”, en colaboración con R. Diatkine, M. Soulè, o la Revista “La psiquiatría del niño” junto a Ajurriaguera y Diatkine). Sus posturas tienen una clara referencia a A. Freud en cuanto a la prudencia, la necesidad de una preparación antes de iniciar el tratamiento y la restricción en las indicaciones, pero también baraja las aportaciones de Klein sobre las posiciones esquizoparanoides y depresivas, y el concepto de identificación proyectiva.
Para él, el psicoanálisis de niños también tiene en cuenta la “parentalidad” porque introduce a los padres de los padres en la vida fantasmática del niño. También cobra sentido y tiene en cuenta las consecuencias de la neotemía, la distancia entre las capacidades biológicas del recién nacido y la posibilidad de desarrollo autónomo, que es lo que incita a que se produzca la angustia de desamparo.
La teoría del apego de J. Bowlby es considerada por muchos como la teoría mejor sustentada del desarrollo socio emocional, y se ha desarrollado históricamente como una variante de la teoría de las relaciones objetales. Se basa fundamentalmente en la observación de la interacción precoz madre-hijo, y considera el apego como una conducta dirigida no a la búsqueda de alimento o sexo, sino de proximidad y vínculo con el otro, al que considera con mejores posibilidades para enfrentarse al mundo, y al que necesita para poder obtener una base segura en su desarrollo. La teoría de Bowlby centra sobre todo la atención en los efectos de los cuidados maternos no sensibles al niño, en el desarrollo de su personalidad. Para él es importante tanto la forma real en la que un niño es tratado por sus padres, como las representaciones internas que tiene de ellos, y sobre todo, se centra en la interacción de lo externo y lo interno.
No podemos terminar este recorrido sin hacer referencia a S. Bleichmar. Para ella el psicoanálisis de niños oscila entre dos polos que operan como obstáculos constantes para pensar nuevos fundamentos de la clínica: el que da por sentada la existencia del inconsciente desde los orígenes y concibe a este inconsciente desde una determinación endógena, y el que “ubica” al niño sea como falo o soporte del deseo materno, sea como síntoma de la pareja conyugal.
Por una parte lo infantil, en tanto inseparable de lo pulsional, alude a un modo de inscripción y funcionamiento de lo sexual, y en razón de ello, lo infantil es inseparable de los tiempos de constitución del inconsciente. Lo infantil no puede ser definido sino en relación a lo originario, que es lo que va a parar al fondo del inconsciente y que se constituye por après comp.
La realidad estructurante del inconsciente infantil, aquella que tiene que ver con el inconsciente parental y el edipo, no es la realidad de la familia: es más reducida y más amplia al mismo tiempo. Es más reducida porque no son todas las interacciones familiare
s las que se inscriben en el inconsciente del niño, es más amplia porque se desplaza a través de objetos sustitutos que cobran significación por su relación con los objetos originarios.
Para S. Bleichmar, la propuesta de descapturar al niño del deseo de la madre o del deseo de la pareja conyugal, constituye hoy una impasse en psicoanálisis.
Lo intrasubjetivo, objeto del análisis, se manifiesta como intersubjetivo, por ejemplo, conflicto con el colegio, cuando se trata de conflicto entre las representaciones amorosas, preconscientes, hacia la madre y las representaciones hostiles, reprimidas, desplazadas a la maestra. Para la autora este modelo, en el cual se pueda precisar diversos movimientos que hacen a la constitución del aparato psíquico infantil, permite avanzar en la descaptura tanto del biologismo como de genetismo evolucionista, sin estar sometido al formalismo estructuralista. De esta manera se podrá imaginar nuevas posibilidades de abordaje de los procesos clínicos en la infancia.
Estas son una de las cuestiones donde se mueve el psicoanálisis infantil hoy día, junto con temas de complejidad tales como los efectos de los cambios familiares dentro de la sociedad actual en el psiquismo infantil, o el eterno problema del papel de los padres en el análisis de niños, la formación del analista infantil, la accesibilidad del tratamiento psicoanalítico en consultas hospitalarias, etc.
La historia del psicoanálisis infantil es corta, sus vías de profundización, investigación y aplicación son muy amplias, los focos abiertos para debatir cada vez más numerosos y nuestro objeto de trabajo y de estudio sigue siendo el niño, el mismo y a la vez diferente niño que despertó el interés de Freud mientras observaba el juego de su nieto con una bobina.
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