Auge de la extrema derecha en Europa, América del Sur y EEUU. Las encuestas predicen la posible victoria de Donald Trump en las próximas elecciones, así como un aumento del voto a diferentes partidos de esta corriente.
Extrema derecha contraria al concepto de «modernidad liquida» de Bauman, pudiendo entenderse quizás su afloramiento como manifestación de lo sólido, de un populismo donde sus líderes se consideran únicos representantes de los intereses nacionales, de la Realpolitik o política del poder. Y, por todo ello, incitan a la desconfianza en la democracia.
Pienso en algunos de ellos y en cómo dibujarlos psicológicamente. En un Donald Trump que proclama ser hostigado por la prensa mientras está siendo investigado e imputado por cargos como falsedad documental, delitos sexuales, manipulación electoral…
O en el actual presidente argentino Javier Milei, ultraderechista o «trumpista» para la prensa de izquierdas, y anarco-capitalista o ultraliberal para la prensa de derechas, o «el peluca» para muchos argentinos.
Puede que ambos compartan su posición antisistema. Son showmans, provocadores, y utilizan expresiones bastante agresivas en la escena pública. Con diferencias: un Trump burdo, arrogante, «gánster» para algunos norteamericanos, frente a un Milei mezcla de mesías y rockstar.
La primera ministra Giorgia Meloni heredera del neofascismo italiano, quien describe a Milei como «personalidad fascinante», se presenta con una imagen más dialogante y por tanto más cercana a un político tradicional, con buenas maneras.
Con un origen político distinto, Santiago Abascal, recientemente reelegido presidente y G. Meloni, con sus respectivos partidos Vox y Fratelli d´Italia comparten parecidos proyectos políticos y también rasgos: autoritarismo, populismo, rechazo a los inmigrantes, defensa de la familia tradicional con oposición a las nuevas formas de emparejamientos y acérrima defensa de la patria. Ambos, más moderados que otros líderes, tanto en la puesta en escena como en sus discursos, con matices diferentes.
Hay parecidos ideológicamente, hay también diferencias en sus proyectos y contenidos y claro en las formas de transmisión y expresión. Y aunque las voces en las calles los etiquetan de loco, psicópata, narcisista , histriónico, o perverso, no es posible establecer ningún perfil psicológico ni individual ni común a ellos donde encajarlos.
¿O es el factor Psi el que no encaja en la política?.
Reyes García Miura.
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