Ortodoxia, ideología y confusión en la práctica psicoanalítica

por | Revista del CPM número 30

REVISTA DEL CENTRO PSICOANALÍTICO DE MADRID – Nº 30

 

Ortodoxia, ideología y confusión en la práctica psicoanalítica.

Rómulo Aguillaume

 

Resumen.

La relación entre teoría y practica psicoanalítica ha constituido una preocupación presente desde los comienzos del psicoanálisis. Igualmente, la propuesta freudiana de una ciencia al margen de toda proposición ideológica aumentó, aún más, las dificultades de una práctica en donde es difícil reconocer un “common ground”, en el sentido en que Wallerstein pretende unificar todos los modelos psicoanalíticos, o un campo freudiano en la pretensión lacaniana de delimitar el estricto campo de los fenómenos psicoanalíticos. Si en las teorías es difícil encontrar ese “common ground” en la practica resulta imposible. Y sin embargo, la necesidad de encontrar un referente claro sobre lo que es una práctica psicoanalítica se impone. Esta comunicación pretende señalar como entre la investigación y la curación se desarrollan dos modelos de práctica y teoría psicoanalítica, responsables de la confusión que surge en el dialogo entre ambas posiciones.

Introducción.

El primer trabajo que escribí, pensándome ya psicoanalista, se titulaba Ideología y formación psicoanalítica. Lo presenté en aquel congreso de la IFPS que se celebró en Madrid en 1984.( IV Scientific Conference of the IFPS Madrid, Sept. 2-6 1984). En aquella época yo pensaba, y en ocasiones sigo pensando, que el Psicoanálisis era una ciencia al margen de la ideología porque ésta pertenecía únicamente al campo de las ciencias sociales.

Aunque el título del trabajo hace alusión a la ortodoxia preferiría corregirme y referirme a la teoría, con independencia de que tenga pretensiones ortodoxas o no. En cualquier caso el preguntarnos ¿en que consiste una práctica psicoanalítica?, se imbrica inevitablemente con el problema de la ideología y en la construcción de las teorías.

No es en el modelo teórico sino también en la práctica psicoanalítica donde la ideología se introduce y produce ese efecto de confusión, que se pone de manifiesto en los intento de diálogo entre las distintas orientaciones. Digo posiciones ideológicas para referirme a las metas que animan los tratamientos y que en la medida que son un a priori, fuerzan a encontrar esa meta de la que se parte. Las metas entrañan, sobre todo, los conceptos de salud que manejamos y los caminos que nos conducen a ella, desde hacer consciente lo inconsciente hasta donde estaba el ello el yo debe advenir.

Así pues, mi intención es reflexionar brevemente sobre la imbricación entre teoría, práctica e ideología y contribuir, en la medida de lo posible, a la confusión reinante.

La teoría.

El psicoanálisis se definió en sus albores como una técnica de investigar los fenómenos psíquicos, como una terapia de los cuadros clínicos y como una teoría de la mente surgiendo de lo anterior. Esto es, una técnica de observación y una pretensión terapéutica. Así pues, desde un principio la teoría surgiendo de una práctica y una corroboración terapéutica. Es en Inhibición síntoma y angustia, donde Freud hace un recorrido para mostrarnos la modificación de la teoría en función de los fracasos terapéuticos fundamentalmente. Pero sería un error pensar que la teoría psicoanalítica solo tuvo su fuente en la dimensión terapéutica. La teoría psicoanalítica se ha desarrollado también en la interrogación que las ciencias sociales hacen de su propio campo de observación. El intento de síntesis de ambas posiciones no siempre fue posible. Igualmente el propio Freud señaló desde un principio la división de objetivos del conocimiento teórico y de la practica. La teoría psicoanalítica, el conocimiento teórico busca contenidos de verdad mientras la práctica busca efectos de eficacia. Así, entre verdad y eficacia se desarrolla la ciencia del psicoanálisis y, podríamos añadir, como ocurre con todas las ciencias.

La unidad de teoría y práctica ha sido una pretensión que no siempre ha sido posible. “La precisa conjunción entre terapia eficaz y conocimiento verdadero como producto del método psicoanalítico, no puede considerarse como uno de los rasgos innatos de la práctica psicoanalítica” (Kächele, pág. 413 ) Sin embargo, en la obra freudiana la teoría y la práctica son imposibles de dilucidar en su relación ya que el propio Freud no dejó reglas claras sobre la práctica, y en más de una ocasión hizo depender la práctica de su propia idiosincrasia.

Sin embargo la práctica psicoanalítica se convirtió en técnica, esto es, reglas fijas , el denominado encuadre, a partir del cual no solo se conseguían efectos terapéuticos sino contenidos de verdad que permitían el desarrollo de una teoría específicamente psicoanalítica. La teoría, se dice, ha cambiado considerablemente a lo largo del tiempo, pero para algunos no ha ocurrido igual con la técnica.

Veamos que quiere decir que la teoría ha cambiado a lo largo del tiempo. Algo cambia cuando los postulados y conclusiones de origen pueden ser contrastados en sus diferencias con los presentes. Si consideramos la obra freudiana como el referente de origen, es difícil encontrar teorías dispares que no sigan considerando la obra freudiana como su fundamento. Así pues, no hay una teoría psicoanalítica, sino una multitud de teorías que reclaman para sí su contenido de verdad. Recordemos al respecto lo que decía Freud en Nuevas conferencias de introducción al psicoanálisis: “Les dije que el psicoanálisis se inició como una terapia, pero no quise recomendarlo al interés de ustedes en calidad de tal, sino por su contenido de verdad, por las informaciones que nos brinda sobre lo que toca más de cerca al ser humano: su propio ser; también, por los nexos que descubre entre los más diferentes quehaceres humanos.”

Así pues, si es el propio ser lo que investiga el psicoanálisis, no es de extrañar el sin fin de teorías que puedan ir surgiendo. Al menos dos orientaciones se harán posibles: los que centran su teoría como terapia y los que la centran en el ser (esto dicho sin ironía).

Los que lo centran en la terapia tienen la clínica, o mejor, el setting psicoanalítico y la eficacia terapéutica como su referente fundamental. Es el psicoanálisis con pretensiones científicas, el que dialoga con la neurociencia.

Los que se centran en el ser, o para empezar a concretar, los que hacen del psicoanálisis una herramienta de investigación de la dimensión cultural, que se apoyan en el lenguaje y que tienen en una cierta hermenéutica su referente fundamental.

Dos orientaciones, dos psicoanálisis diríamos, uno que investiga con la creencia del efecto terapéutico que producirá dicha investigación y, otro psicoanálisis que busca el efecto terapéutico de forma directa. Entre investigar y tratar se abrió una brecha responsable, en parte, de esos dos psicoanálisis que señalamos.

La Práctica.

En los años sesenta-setenta los kleinianos informaban de su práctica así[1]:

“Una paciente llegó a su primera sesión con quince minutos de atraso y se acostó en el diván, quedándose inmóvil y sin articular palabra. Al cabo de unos minutos expresó que vivenciaba la sesión como sus exámenes orales, ante los cuales reaccionaba con mucha nerviosidad y angustia y que, por otra parte, había hecho la asociación con su noche de bodas, en la que también sintió mucho miedo, que logró disimular de tal modo que su suegro le dijo que parecía una estatua. Le interpreté entonces que ella estaba reproduciendo conmigo la experiencia del examen oral y de la noche de bodas, y que temía que yo la desflorara para meterme dentro de ella e investigar sus cosas. Que también aquí se había comportado como una estatua con su rigidez e inmovilidad inicial, con el propósito no sólo de disimular su ansiedad sino de defenderse de la posibilidad material de que la penetrara.”

(Grimberg, 1973, Pág. 161)

Ahora una viñeta clínica del año 2012 publicada por un relacionalista, intersubjetivista o interpersonalista (es difícil saber la diferencia).

Es una viñeta que ejemplifica (las comunicaciones psicoanalíticas ejemplifican nunca demuestran, otra diferencia con el método científico) como tratar la ansiedad de comienzo en una sesión:

P. No sé que decir, …Ud. pensará que estoy perdiendo el tiempo y se lo hago perder (él continua hablándome de Ud. El silencio persistió).

A. Tal vez en este momento su silencio es una forma de que yo sepa que tiene en la mente algo que es difícil de expresar, no sé por qué causa.

P. (en un tono de queja) ¡veo que me ha retirado el tu!

A. No, lo siento, ha sido un descuido, es que a veces rigen otras costumbres. Continúa si te parece.

El método psicoanalítico, se nos enseñó fundamentado en, al menos tres parámetros: la asociación libre, la transferencia y la interpretación. Y, de todas maneras, más allá de estos parámetros la práctica del psicoanalista va a venir marcada por las metas que su orientación teórica le ordene.

Una de las últimas orientaciones freudianas en cuanto a las metas del análisis fue aquella frase, convertida en célebre por obra y gracia de Lacan, y que dice: “Allí donde estaba el ello, el yo debe advenir” (Nuevas conferencias de introducción…). La interpretación de esta frase marca, también, esa división en dos a la que hacemos referencia. Para un psicoanálisis, y no solo el lacaniano, la indicación pasa por (en palabras de M. Mannoni):“el advenimiento del sujeto a su historia, en el sentido de la realización de la verdad del sujeto (Lacan) ¿Quien habla a través del sujeto? ¿Y que significa para el paciente la reconquista del inconsciente? Pero también: ¿Quién desea? ¿Y a que precio va a reencontrar el sujeto, en el curso del trayecto analítico, una palabra como propia? (. M. Mannoni: De la pasión del ser… Pág. 32)

Pero, para otros, la orientación que expresa Freud es clara: se trata de fortalecer el yo, concebido como un sistema de defensas, que haga posible una adaptación a la realidad. En esta orientación se enfatiza el comportamiento en detrimento del análisis del fantasma, como se plantea en la orientación anterior. Como decíamos al hablar de la teoría, aquí también nos encontramos con dos psicoanálisis: uno orientado al fortalecimiento del yo,y el otro preocupado por la realización de la verdad del sujeto.

La ideología.

En psicoanálisis la ideología se esconde tras el concepto de cura y tras la práctica que la sustenta. Freud, en Psicoterapia de la histeria, esto es, en los comienzos nos dice: “…después de haber acertado los motivos de su resistencia, tenemos que intentar desvalorizar tales motivos o, a veces, sustituirlos por otros más importantes. En este punto cesa la posibilidad de concretar en fórmulas la actividad psicoterapéutica”. (Psicoterapia de la histeria. Freud. Biblioteca Nueva 1972. Pág. 154) En algunos momentos hacemos de maestros, confesores, educadores que trasmitimos una concepción más libre del mundo etc.

Como vemos, una práctica así concebida colocaba al analista en la posición de un maestro del que aprender, y lo alejaba de una práctica donde la neutralidad y la interpretación eran condición indispensable. La ideología, los valores del analista encontraba aquí sus mejores posibilidades.

Del concepto de ideología tomamos los dos aspectos clásicos. El primero, que la ideología es la forma mediante la cual tomamos conciencia de la realidad y que reflejan intereses, deseos o percepciones de clase. Es decir, determinadas por el lugar que el sujeto ocupa en un sistema. Ideas a nivel consciente, pero que de algún modo se forjan fuera de la conciencia. Son ideas que crean la ilusión de conocer la realidad. El segundo aspecto, se referiría precisamente al aspecto falso de ese conocimiento: ideología se opondría a conocimiento verdadero. Pero, quizás, podríamos señalar un tercer aspecto de la posición ideológica, con independencia de su carácter de falsedad o de inconsciencia. Me refiero a la forma que adquiere la transmisión y la aceptación del conocimiento: una transmisión desde la autoridad y una aceptación desde la identificación. Ya nos lo decía Freud en Psicología de las masas y análisis del Yo.

Pero el propio Freud admite la ideología como capaz de efecto terapéutico y así nos dice sobre la religión: “Su técnica consiste en deprimir el valor de la vida y en desfigurar de manera delirante la imagen del mundo real, lo cual presupone el amedrentamiento de la inteligencia. A este precio, mediante la violenta fijación a un infantilismo psíquico y la inserción de un delirio de masas, la religión consigue ahorrar a muchos seres humanos la neurosis individual” (Ver cita en Freud)

Un autor, Adolf Grunbaum, hizo un estudio profundo desde el punto de vista epistemológico, de esos dos psicoanálisis a los que me he referido. Un psicoanálisis científico (posiblemente el de preocupaciones terapéuticas) y un psicoanálisis hermenéutico, el representado por P. Ricoeur (que no era psicoanalista). Al parecer descubrió Grunbaum, lo que denominará el tally argument, esto es que solo el recuerdo real, emocionalmente presente e interpretado por el analista tiene efecto terapéutico y, eso sí permite al psicoanálisis su pretensión científica. Así pues, en el sentir de Grunbaum las derivas psicoanalíticas que no tienen en cuenta esta proposición terapéutica son meras ideologías.

Evidentemente en la larga obra freudiana encontramos posiciones en que ambos psicoanálisis están presentes, uno con pretensiones científicas y otro como meras especulaciones de características ideológicas.

Y la confusión.

Los que tenemos responsabilidad docente deberíamos tener en cuenta estos dos psicoanálisis, que se manifiestan fundamentalmente en la teoría aunque en la práctica sea más difícil encontrar su diferencia.

El Babel psicoanalítico, al que se refieren algunos para definir la situación en que se encuentra el psicoanálisis, explicaría bíblicamente los fundamentos de la confusión. Han surgido tantos idiomas en la torre psicoanalítica que la confusión está asegurada. Cada idioma tiene sus fundamentos teóricos y sus pretensiones terapéuticas y la comprensión entre ellos se ha hecho imposible. ¿Qué nivel de diálogo puede haber entre un defensor de la asociación libre como forma concreta del diálogo psicoanalítico y un defensor de un diálogo sencillo y natural como defienden los relacionalistas? Esto en la práctica. En la teoría nos haríamos la misma pregunta: ¿Qué nivel de diálogo puede haber entre quien considera el yo y su fortalecimiento como meta terapéutica y quien considera el yo como una impostura y asiento de las relaciones imaginarias?

El que surjan diferentes teorías dentro de una ciencia siempre ha sido un acontecimiento frecuente e, incluso deseado, ahí tenemos aún la teoría corpuscular y la teoría ondulatoria pugnando en el campo de la física, sin que por ello se vea cuestionado ni la ciencia física ni el sujeto que defiende una u otra posición. En el psicoanálisis no ocurre lo mismo: las distintas teorías reclaman para sí la totalidad del conocimiento y el sujeto que la ostenta es el que se considera psicoanalista. Solo es posible mantenerse en esa posición convirtiendo el psicoanálisis en una ideología. No existe una ciencia básica del psicoanálisis capaz de integrar los distintos modelos psicoanalíticos pues, ni el recurso a Freud como referente último impide una interpretación partidista y excluyente del otro.

Ante la ausencia, posiblemente imposible de una ciencia psicoanalítica, deberemos fortalecer nuestras posiciones teóricas con todas las posibilidades que las convicciones ideológicas nos brindan.


[1] Grimberg, L. Culpa y depresión. Paidós. Bs. As. 1973