Narcisismo, poder político y líder

Revista del CPM número 21

Por Fanny Elman Schutt

Resumen de la ponencia presentada en la IV Jornadas del Centro Psicoanalítico de Madrid:

El texto trata básicamente de la relación entre el psicoanálisis del líder,  la teoría del narcisismo y la cuestión del poder.

 

Se vinculan los conceptos psicoanalíticos del yo ideal, ideal del yo e ideal del superyó, intentando establecer entre ellos una clara diferenciación.

Se pone de relieve la modalidad del ideal del superyó correspondiente al funcionamiento regresivo del ideal del yo y que se manifiesta en un líder por ejemplo, como predominio absoluto de un ideal personal de poder,  invadiendo al superyó, que deja de ejercer así su función de límite.

Finalmente se hace referencia al papel de la idealización en el ámbito reducido de la sesión de un tratamiento de orientación psicoanalítica, constituyendo un obstáculo para el desarrollo del proceso inherente a este tipo de tratamiento.

El título de la ponencia es el reflejo de la confluencia de dos trabajos previos míos. Un artículo y un libro que tienen ambos la peculiaridad de relacionar psicoanálisis y política.

El primero “Narcisismo y poder político” (1995) publicado en la revista Claves de la razón práctica, fue el resultado de un diálogo con una destacada dirigente política en el contexto del último año del gobierno de Felipe González.
Transcribiré de este artículo un párrafo que sintetiza el sentido del conjunto del texto: “Hay una concepción narcisista del poder convertido en un fin en sí mismo, en la realización de los viejos sueños infantiles de omnipotencia que desdibuja progresivamente su necesaria subordinación a una ética de la responsabilidad. Este poder egocéntrico, en tanto significa sobre todo, privilegios, prestigio, inmunidad y que pretende muchas veces impunidad, elude la responsabilidad, se va cerrando sobre sí mismo alejado de quienes le otorgaron legitimidad y se hace conservador independientemente de la ideología que lo sustenta.”

Un tiempo más tarde redescubrí un libro tan excepcional como poco conocido sobre el perfil psicoanalítico del Presidente Wilson escrito por S. Freud en colaboración con un personaje muy vinculado a la política de nacionalidad norteamericana llamado William Bullitt.

Cuando éste le propuso dicha colaboración a Freud en 1932 era un corresponsal experto en política internacional europea y había ejercido funciones diplomáticas muy importantes junto al presidente Wilson y que reanudaría más adelante durante el gobierno de F. D. Roosvelt.

Como consecuencia de su carrera política demoró considerablemente la publicación del fruto de su colaboración con Freud, reteniendo el manuscrito hasta su muerte en 1967. El libro en cuestión, excluido de las obras completas de Freud, permaneció muy marginado, yo diría ignorado.

Al comenzar la primera década de este milenio me propuse por un lado investigar las motivaciones de tan excepcional colaboración y por otro lado rescatar el aporte freudiano muy diluido en el conjunto del texto publicado. Todo esto dio lugar a un libro editado en el año 2005 por Biblioteca Nueva titulado La fascinación del líder.

¿Por qué este título?

Porque el material que consideré perteneciente a Freud por su estilo y por el enraizamiento en sus concepciones teóricas previas, giraba alrededor de la cuestión del líder y constituía a mí entender un eslabón perdido que dentro de la secuencia de su obra era imprescindible recuperar.

Una vez introducido en la obra freudiana el concepto del narcisismo en 1914, al imprimir a su teoría el giro de los años 20, lo extiende a la función del ideal constituyendo el concepto del ideal del yo, producto de la transformación simbólica del yo ideal narcisista.

En su trabajo sobre psicología de las masas  planteó la cuestión del líder en sus aspectos más positivos, encarnando un ideal que cohesiona a quienes se han identificado con él a través de ese ideal y al mismo tiempo que se han identificado entre sí e introduce la instancia del ideal del yo.

El ideal del yo diferenciado del yo ideal narcisista se constituye como el contrapeso cultural de las pulsiones destructivas y se sitúa al lado del superyó sin confundirse con él, representando los valores éticos y estéticos, los principios que orientan al yo.

Años más tarde, Freud en el prólogo al libro sobre el presidente Wilson, en otra etapa de su desarrollo teórico y en otras circunstancias históricas, presenta a otro tipo de líderes y dice: “locos, visionarios, víctimas de alucinaciones, neuróticos y lunáticos han desempeñado grandes papeles en la historia alcanzando la condición de líderes…. habitualmente han naufragado haciendo grandes estragos…Son a menudo los rasgos patológicos, el refuerzo anormal de ciertos deseos, la entrega a una sola meta sin sentido crítico y sin restricciones lo que les facilita el acceso al poder”.

La ambición del poder, partiendo de un deseo de poder absoluto, fascina y abduce al reactualizar los viejos sueños infantiles de omnipotencia. El poder fascina y abduce, sobre todo el poder cuando se presenta como absoluto.

Esto es la consecuencia en el psiquismo de la transformación regresiva del ideal del yo en ideal del superyó, concepto que como tal solo aparece en el texto antes citado sobre el presidente Wilson. Se manifiesta en todo líder en el cual predomina un ideal personal de poder y este ideal invade al superyó que no solo deja de ejercer así su función de límite sino que incita y exige la realización del ideal contribuyendo a la pérdida del contacto con la realidad.

Así por ejemplo W. Wilson cuando se encamina hacia Versalles aclamado como líder mundial, por su promesa de garantizar una paz eterna sin vencedores ni vencidos se siente Dios, el salvador que se impone, un ideal de paz inalcanzable para la humanidad.

A pesar de sus grandes dotes de estadista en Versalles se empecinará en sus propuestas ideales, sin tomar en cuenta los intereses opuestos de sus aliados y sin poder negociar adecuadamente para firmar finalmente un tratado que resultó nefasto para esa humanidad que pretendía salvar en el curso posterior del siglo XX.
Stefan Zweig describe magistralmente en sus Momentos estelares de la humanidad el contraste entre su trayecto victorioso hacia Versalles y el regreso como un hombre que ha perdido la fuerza moral que lo animaba cuando era saludado como un redentor, pero que no puede enterarse de su fracaso, reniega de él.
Freud en uno de esos párrafos sublimes que nos ha dejado dice:”El hombre que instala a Dios en su superyó sube por un estrecho paso la montaña de la grandeza, balanceándose sobre el abismo entre la neurosis y la psicosis. Si no puede cumplir las exigencias de la realidad, inventa realizaciones imaginarias hasta llegar al delirio, sustituyéndolas por bellas palabras”.

La retórica wilsoniana lo demuestra pues domina en ella un concepto diferente al de la manipulación y engaño concientes, el mecanismo descubierto por Freud de la renegación ,  que produce una creencia siguiendo la fórmula del fetichismo que se podría enunciar así:”Sé que no pero si
n embargo creo que sí”, con lo cual la creencia se ha fetichizado y se hace inamovible.

Entre el líder y sus seguidores, quienes creen y quieren creer en sus promesas, constituyen con él una trama narcisista poderosa sobre la base muy frágil de la idealización masiva que alimenta una fervorosa incondicionalidad pues alguien piensa y decide por todos ellos.

La historia y en particular la del siglo XX nos ofrece muchos ejemplos al respecto de liderazgos totalitarios.

Las certezas compartidas con el líder y reforzadas por él, otorgan una seguridad y una superioridad enorme sobre los no creyentes o disidentes.

El líder no siempre engaña conscientemente, sino muchas veces necesita creer y hacer creer en lo que dice, demostrarse infalible y protegerse de toda interrogación.

En Freud su inicial antipatía por Wilson por sus promesas incumplidas se trocó en un sentimiento de compasión por considerarlo una figura quijotesca. Mi hipótesis es que utilizó en 1932 a Wilson, un estadista ya desaparecido, para expresar sus inquietudes por un líder emergente en su entorno que sería extremadamente mortífero, A. Hitler.

El cuestionamiento de la idealización y de las ilusiones derivadas de ella recorre toda la producción psicoanalítica, particularmente la freudiana. No solamente a nivel teórico sino a nivel de la práctica en la cual se podría manifestar por el poder de la sugestión.

Freud introdujo el método psicoanalítico y la técnica derivada de él pretendiendo superar el método hipnótico catártico para minimizar lo más posible el efecto de la sugestión. Hay que tener en cuenta, sin embargo, que la sugestión puede infiltrarse a través de una modalidad de la transferencia: la idealizada que comparte con la transferencia negativa el carácter de obstáculo resistencial al proceso analítico.

El espacio acotado de la sesión psicoanalítica permite visualizar en escala reducida los efectos de la idealización hasta su extremo: la fascinación que impiden la participación activa del paciente idealizador en el sentido del reconocimiento de sus motivaciones, conflictos y mecanismos de defensa; eje fundamental sobre el cual gira el trabajo analítico.

Freud comenzó su conocimiento del funcionamiento psíquico con el descubrimiento de lo inconciente a través del análisis de sus propios sueños para extenderlo luego a la cura de sus pacientes neuróticos y más tarde la ampliaría al estudio de las relaciones sociales. En su autobiografía confesaba que “después de un rodeo por la psicología individual y las psicoterapias puedo abordar por fin las cuestiones que me apasionaban desde mi juventud: temáticas culturales, religiosas y sociales”.

Por otro lado el pscoanlista  André Green actualmente en sus Ideas directrices para un psicoanálisis contemporáneo afirma: “Un psicoanálisis que disocie todo aquello de lo que es testigo en el mundo y lo que está obligado a reconocer, se vuelve literalmente esquizofrénico”.

Demás está decir que estoy totalmente de acuerdo con esta afirmación de Green y en ese sentido me sigue pareciendo muy relevante y necesario que el psicoanálisis aborde temas como el de estas jornadas en las que he tenido el privilegio de intervenir junto a personas pertenecientes tanto al ámbito psicoanalítico como a otros , generando así un intercambio muy fructífero e indispensable para la el psicoanálisis y para su aportación de la dimensión inconciente de muchos fenómenos que trascendiendo lo individual tienen consecuencias a nivel social o político.

 

Fanny Elman Schutt

La autora, nacida en Buenos Aires, Argentina, es médica psicoanalista y ejerce sus tareas clínicas y de formación a nivel privado en Madrid y Barcelona desde el año 1976.

Es miembro de la IPA  y miembro invitada en la Asociación Psicoanalítica de Madrid. Participa además como docente y conferenciante en diversas instituciones.

Ha publicado diversos trabajos desde el año 1963. Como ejemplo de los mismos  citaremos un artículo denominado” Narcisismo y Poder político” publicado en el año 1995 en la revista Claves de la Razón Práctica y en el año 2005 publicó un libro titulado” La Fascinación del líder” y que lleva como subtítulo” En torno a un libro olvidado de S. Freud sobre el Presidente Wilson”, editado por Biblioteca Nueva.

claudiaschutt@gmail.com