Migrando en la identidad

Revista del CPM número 10

Por Jorgelina Rodríguez-O’Connor

Jorgelina Rodríguez-O’Connor
Psicoanalista.
Miembro didacta del CPM.

 

Habitualmente los psicoanalistas hacemos hablar a los pacientes para ejemplificar situaciones clínicas y cuestiones de la teoría. Habitualmente hablamos de otros (analizandos) a otros (analistas y quienes quieran escucharnos), pero no de nosotros…

Ahora salimos a hablar con otros… este espacio trata de eso: hablar fuera del consultorio, hablar como ciudadanos y psicoanalistas con otros ciudadanos sobre este momento que vivimos:

Actualidad del resurgimiento de los nacionalismos, de grandes migraciones, exiliados, expatriados y refugiados… Momentos de confrontación y diálogo, de encuentros y desencuentros, momentos en los que está presente el tema de la identidad, que traen a primer plano la pregunta de quiénes somos y quiénes son los otros….

¿De qué modo abordar la identidad?

Hablar de la identidad desde el psicoanálisis es complejo, porque éste no es estrictamente un concepto psicoanalítico. Es un concepto que hace más a la psicología social que ningún otro.

Construimos nuestra identidad a través de otros.

Al decir de Edward Said: “La identidad no puede concebirse ni funcionar como algo puro” [1] , pero tampoco como un puzzle: un puzzle persigue una meta, hay una imagen final en la que deben encajar todas las piezas y en la que cada una debe ocupar su lugar y donde se tiene la seguridad del resultado final…

Todo lo contrario: la identidad se acerca más a un movimiento.

La identidad es un término prestado al Psicoanálisis. Prestado para reunir en él las identificaciones, porque de lo que Freud habla es de identificación.

Son numerosos los autores que desarrollaron las complejas y diversas formas en que se desarrolla la identificación, pero no es el caso recordarlos ahora. Podríamos decir que donde otros hablan de identidad Freud propone el concepto de identificación.¿Quiere esto ya decirnos algo? Y aún así, a lo largo de su obra se muestra siempre insatisfecho del concepto. En “Psicología de las masas y análisis del yo” [2] , le dedica un capítulo. Y uno de los modos de la identificación lo define como lazo afectivo con el objeto, lo compara al enamoramiento.

Pero hay un punto, referido a la psicología de los grupos, que resulta muy interesante a nuestros fines, un punto que le lleva a oponer la identificación —que enriquece la personalidad— al proceso inverso: cuando el objeto viene a ponerse en el lugar del ideal.

Cuando una idea religiosa, política o un líder son colocados en el lugar del Ideal del yo , el resultado es que los miembros de un grupo mantienen una identificación recíproca entre sí y una identificación a una idea, creencia o líder a quien se someten por encarnar ese Ideal .

Identificación que se da en los fenómenos de masa donde lo individual es sustituido por lo grupal. Donde la conciencia es sustituida por la obediencia, la creatividad del psiquismo queda barrida por la repetición.

Así en los nacionalismos, en los fundamentalismos, se comparte unacreencia común que viene a desmentir una pérdida narcisista, y a mantener la certeza de que no hay límites para sus metas.

El punto de partida de este trabajo fue personal, a partir de una pregunta que siempre me hacen: “¿de dónde eres?”.

¿De donde soy?

Siempre me llama la atención. ¿Por qué lo preguntan? (la respuesta puede ser argentina, española). ¿A qué hace la respuesta? Sólo tiene sentido cuando se supone que el otro es diferente. Parecería que uno es de donde uno nació, de donde soy parece entonces asimilarse a quién soy.

¿Por qué preguntan si no por el lugar donde nací?

Del mismo modo que no elegimos el lugar en el deseo de nuestros padres, que no elegimos el sexo, ni nuestra constitución genética… no elegimos ni el tiempo en que nacemos, ni el lugar donde nacemos.

¿Por qué definir la identidad por el lugar de nacimiento?

Como dice Bauman “en ese amasijo de problemas que llaman ‘mi identidad’ se daba una importancia especial a mi nacionalidad” [3] .

¿Quién lo pregunta, desde dónde lo hace? ¿Quien lo pregunta marca inconsciente/conscientemente una diferencia? ¿A qué hace ésta diferencia?

Vuelvo al principio: ¿qué es la migración sino un movimiento?

No puede sorprender hablar de migración en la identidad.

Los mitos, tan queridos al psicoanálisis, están llenos de migraciones (como bien recuerdan León y Rebeca Grinberg [4] en un pequeño y clásico texto: “Psicoanálisis de la migración y el exilio”): Edipo y Moisés son dos claras referencias de migraciones, de exilios, dos ejemplos tomados por Freud.

Metaforizando la condición laboral, podemos decir que hay migraciones por cuenta propia, el que más o menos libremente elige emigrar, por curiosidad, por ideal o deseo, y que hay migraciones por cuenta ajena : los que emigran por la guerra, la pobreza, la economía, la falta de libertad, las dictaduras.

Unos y otros tienen la misma tarea: una nueva realidad se impone y con la desaparición de la anterior, un trabajo de duelo acerca de lo perdido o de lo que se ha abandonado, pero con respecto a lo nuevo, la nueva realidad, queda el trabajo de conocer, incorporar, apropiarse o no –subjetividades mediante— de ese presente. Tarea titánica entonces del que migra: hacia un lado el duelo, hacia el otro el trabajo de apropiación.

La identificación, el lazo afectivo, como dice Freud, al lugar del nacimiento es parte de nuestra identidad, pero no el único. Hablar de identidad nacional es hablar de una identidad que hace referencia a ese punto del narcisismo.

Una identidad cerrada a lo nacional es una identidad narcisista.

(Hace unos días decía Jordi Bernal en Sabadell “esta suerte de narcisismo melancólico que domina la vida pública catalana desde hace veinticinco años… no ha podido evitar su paso por la consulta del psicoanalista”)

Ese lugar donde nacemos, que además no elegimos, es el lugar del narcisismo. El punto de partida, lo que heredamos y no elegimos. Otras identificaciones pueden elegirse pero ésta viene dada y no se puede renunciar a ella. Es nuestra pero es el pasado, aunque para algunas personas tenga la fuerza de un permanente presente.

¿Puede uno cambiar su identidad?

No. Se puede uno transformar, desaparecer, enmascarar… pero esas primeras huellas permanecen, a veces encuentran la oportunidad de reaparecer, se deterioran, se contaminan de otras marcas… como un palimpsesto, una tablilla donde las marcas de nuevas escrituras sepultan las anteriores. Añadimos, acumulamos, sumamos… Nos enriquecemos. Todo esto, nos aleja de esa primera marca dada por el lugar donde nacemos. Pero además lo hacemos inevitablemente con otros, con esos otros que son ‘no yo’.

La identidad nacional no es como las otras, recuerda Bauman, “tiene como objetivo el derecho del monopolio para trazar el límite entre el nosotros y el ellos, permitirá otras identidades si no son sospechosas de colisionar con la lealtad nacional” [5] .

Y
así, a identidad nacional excluye al otro.

De este modo el emigrante es recibido como el otro, el extraño a mí, y no como ciudadano.

Es el viaje migratorio que arranca del narcisismo ilimitado, el que transformará en compañero del mismo viaje al que viene de fuera, del afuera del yo… Porque en definitiva es el reconocimiento de que todos vamos en el mismo barco.

El emigrante ya ha dado ese paso, por elección, por amor, por decepción o por imposición. No puede ya ejercer su identidad nacional.

Bauman recuerda la anécdota: cuando le iban a nombrar Doctor en la Universidad de Praga le preguntaron qué himno quería (para seguir la costumbre de acompañar el acto con un himno) si el de Polonia o el de Gran Bretaña, y se encontró pensando que de su Polonia natal se había visto obligado a marcharse puesto que le privaron de la cátedra. En Gran Bretaña había encontrado trabajo pero se sentía extranjero… Su mujer le sugirió entonces el himno europeo, de esa manera no renunciaba a ninguno sino que elegía algo que integraba a ambas naciones. Pero si pensamos en la identidad sólo como el lugar donde se nace, él ya había tenido que renunciar, como tantos emigrantes a la identidad nacional.

Estas cuestiones de himnos, banderas y naciones también son retomadas, de modo muy distinto, en una canción de Jorge Drexler:

perdonen que no me aliste
bajo ninguna bandera,
vale más cualquier quimera
que un trozo de tela triste

Volviendo a la cuestión que los de fuera plantean a quienes los acogen —voluntaria o forzadamente— se trata de reconocer en el otro lo mismo que reconozco en mí, pero ello implica un trabajo psíquico.

Es “Lo que Freud denominó ‘el narcisismo de las pequeñas diferencias’ por el cual un grupo, una etnia, un pueblo se cohesiona o consolida excluyendo o destruyendo al diferente. Esas diferencias al ser pequeñas destacan con mayor claridad que el excluido es el hermano, con el cual se desidentifican para poder liberar el odio sin culpa, mientras el líder representaría al padre idealizado. Para reforzar la posición narcisista siempre tiene que existir un “otro” al que excluir o eliminar y ese es el núcleo de la intolerancia[6] , como nos recuerda Fanny Schutt.

Tenemos entonces la tarea de estar alertas en nosotros cuando surge ese narcisismo de las pequeñas diferencias , que siendo inevitable, no debe conducir al desaliento —en el pasado reciente tuvimos un claro testimonio de esta cuestión en el conflicto, guerra, de los Balcanes . Esto sería abrirle las puertas a la intolerancia. Se trata de hacer jugar nuestra identidad.

Sólo un autor: Winnicott. Él hace una diferencia entre el juego reglado ( game ) y el jugar ( playing ). Este jugar/jugando es el que hace a la creatividad del psiquismo. El psiquismo para identificarse primero tiene que crear al otro pero tomando al otro. Creatividad de lo transicional, de ese fenómeno que es el bebé y es la madre, de ese momento paradojal, dice él, porque el objeto estaba ahí y a la vez es creado por el niño.

Aquí lo transicional de Winnicott, el ENTRE, el espacio potencial viene en auxilio de lo que quiero explicar.

La identidad en la migración se crea, pero la migración hace identidad, migrando se dejan de lado unas identificaciones y se apropian otras… más bien diría que (se) suman, no restan.

Migrando desaparecemos para quienes nos aman y para quienes nos odian, para los que éramos. Migrando aparecemos como extranjeros a otros, desaparecen los testigos de lo que somos… y desaparece el juego de esa identidad. Somos… los mismos, siendo otros.

Pero ¿no es eso lo que ocurre a todos, emigrantes o no? ¿Acaso el tiempo vivido no es una emigración? ¿No dejamos atrás una identidad? Siendo los mismos para nosotros mismos, ¿no nos volvemos diferentes para otros? ¿Acaso no dejamos atrás esa primera identidad narcisista, como dice Freud?

En la identidad de cada uno se anudan identificaciones inconscientes y otras conscientes, unas heredadas y otras construidas pero el psiquismo siempre está estableciendo vínculos nuevos.

Invito a pensar la identidad en permanente migrar, en permanente jugar, jugando jugarnos en el encuentro con otros , pensar la identidad de modo intersubjetivo, interrelacional, diferenciándonos y asemejándonos, los unos y los otros, los de acá y los de allá, con los del pasado, los del presente y los del futuro.

La idea que intento transmitir aquí del jugar / jugando/ migrando, de crearse una identidad propia, que abandone la posición narcisista cerrada y acabada queda reflejada en este párrafo de la novela La piel fría:

“ Jugábamos nada más, pero jugábamos… y el juego por inocente que sea pone al descubierto igualdades y afinidades, porque cuando jugamos con alguien no existen las fronteras, ni las jerarquías, ni las biografías; el juego es un espacio de todos y para todos” [7] .

Bibliografía

Bauman, Zygmunt. Identidad , Ed. Losada, 2005

Beller,Delly. “Acerca de las Herencias” en Variaciones sobre clínica psicoanalítica , coord. por Ana Berezin, Siglo veintiuno Argentina. 2003

Bonells, Jordi. La segunda desaparición de Majorana. Ed. Funambulista. 2005

Kristeva, Julia. Extranjeros para nosotros mismos . Plaza y Janés.1991.

Freud, Sigmund. Psicología de las masas y análisis del Yo. 1921. Amorrortu Editores, tomo XVIII.

Grinberg, León . Teoría de la identificación . Tecnipublicaciones. 1985

Grinberg, L. y Rebeca. Psicoanálisis de la migración y del exilio . Alianza Editorial, 1.984

Laplanche y Pontalis. Diccionario de psicoanálisis . Paidós, 1966

Said, Edward. Freud y los no europeos . Globalrhythm. 2006

Sánchez Piñol, Albert. La piel fría . Edhasa, 2003

Schutt, Fanny. La fascinación del líder. En torno a un libro olvidado de S. Freud sobre el Presidente Wilson . Biblioteca Nueva. 2005

[1] Said, Edward. “Freud y los no europeos”Globalrhythm. 2006

[2] Freud, Sigmund. “Psicología de las masas y análisis del Yo” 1.921.Amorrortu editores, tomo XVIII

[3] Bauman, Zygmunt. “Identidad”, Ed. Losada, 2005

[4] Grinberg, L. y Rebeca. “Psicoanálisis de la migración y del exilio”Alianza Editorial, 1.984

[5] Bauman, Zygmunt. “Identidad”, Ed. Losada, 2005

[6] Schutt, Fanny. “La fascinación del líder” Biblioteca Nueva.2005

[7] Sanchez Piñol, Albert. “La piel fría”