Metapsicologia del afecto

Revista del CPM número 29

Por Eduardo A. Reguera Nieto

FREUD A TRAVÉS DE GREEN. EL PROBLEMA METAPSICOLÓGICO DEL AFECTO.

FREUD THROUGH GREEN. THE METAPSYCHOLOGICAL PROBLEM OF AFFECT.


Reguera Nieto, E.A.

 

Resumen: A través de una viñeta clínica en la que se relata el caso de una paciente con marcadas conductas cleptómanas, se procede a evaluar el nexo entre el mecanismo defensivo de la represión y los componentes ideativo-afectivos reprimidos. Particularmente, se incide sobre la naturaleza del afecto en su relación con las representaciones inconscientes y la investidura energética de las mismas. En este sentido, se expone la evolución de la teoría de los afectos desde los escritos metapsicológicos freudianos hasta las concepciones recientes de André Green. Por último, se analiza el carácter intersubjetivo del afecto según Green frente a teorizaciones más privativas e individuales del mismo.

Palabras clave: afecto, representación, metapsicología, insight, represión, pulsión, investidura, Edipo.

Abstract: Through a clinical vignette on a case of a patient with marked kleptomaniac behavior, we proceed to evaluate the link between the defense mechanism of repression and repressed ideational-affective components. We particularly focus on nature of affect in its relation to unconscious representations and their energetic investiture. In this sense, we expose t
he evolution of affect theory from Freud’s metapsychological writings until recent André Green’s conceptions. Finally, the intersubjective nature of affect according to Green is analyzed vs. individualistic theories thereof.

Key words: affect, representation, metapsychology, insight, repression, instinct, investiture, Oedipus.


Introducción y viñeta clínica


Hace un año tuve la oportunidad de entrar en contacto con una paciente particularmente interesante, derivada por presentar conductas cleptómanas graves. Llamémosla Estela. De robos superfluos había pasado poco a poco a robar en tiendas artículos cada vez más exclusivos, que las más de las veces regalaba a familiares o amigos después. Todo se conjuraba como que si el in crescendo que parecía regir su vida en los últimos años fuese a acabar con el encuentro de la Ley como fue el caso. Después de la última vez que fue sorprendida, la paciente acabó en mi consulta con una evidente confusión de emociones. Alternativamente, pasaba de racionalizar sus conductas apelando al latrocinio de los políticos a mostrarse impotente y apabullada por el carácter inconsciente de sus motivaciones. Criada en un barrio muy humilde, una más de muchos hermanos mantenidos por un padre regente de un pequeño negocio y una madre ama de casa. Más allá de las durísimas condiciones materiales de su niñez, otros elementos dominaban su relato de entonces. El padre, con grave secuelas físicas de una enfermedad antigua, aparecía como una figura que solamente podía inspirar “lástima”, alguien “que se pasaba todo el día mirando por la ventana”. Su madre tenía un amante, cosa que era conocida por todo el barrio y por el propio padre, que incluso mandaba a veces a buscar a los hijos al taller del tal persona. El amante aparecía dotado de todas las características de la vitalidad, masculinidad y potencia que faltaban en su padre. Era curioso cómo la paciente sostenía al principio contra viento y marea que los otros niños del barrio la solían rechazar por “ser pobre”, cuando cada vez fue más evidente para ella en las sesiones que era la peculiaridad de su familia en una época difícil en lo moral la que generaba comentarios y rechazos de los demás.


Más allá de una historia personal con muchos matices, en una de las sesiones pudimos retrotraernos al primer robo significativo, que solía aparecer curiosamente velado en las ocasiones en que traté de explorarlo. Estela se encontraba en plena pubertad y decidió ir a comprar en un supermercado cercano artículos para maquillarse. Allí mismo decidió, que bueno, que no tenía demasiado dinero y eran algo caros, por lo que los robó metiéndolos debajo de la blusa con gran tensión. Fue sorprendida en la salida por un trabajador, quien seguramente se habría fijado en el evidente estado de excitación. Hasta ahí nada muy extraño. A partir de entonces se suceden una serie de elementos que contribuyen a explicar por qué este primer robo de una larga serie fue reprimido de manera muy significativa. La paciente relata en consulta cómo, sin tener una clara conciencia de ello, sintió que dicho trabajador le ofreció guardar silencio a cambio de favores sexuales. La paciente relata en consulta cómo rechazó furibunda dicha insinuación y salió corriendo de allí, muy confundida. Pero no acaba ahí la turbación de Estela, por cuanto fue corriendo a buscar a su madre, llegando hasta la casa del amante de ésta. Comenzó a relatarle lo sucedido y sintió nuevamente que de alguna forma volvía a aparecer el elemento sexual. De hecho, añade que tal persona le sentó sobre sus piernas y ella notó claramente “que había algo ahí abajo, algo duro” en una clara referencia a una erección de este hombre. Nuevamente la paciente sale corriendo de allí en un estado de ansiedad, turbación y probablemente, de confusa excitación.


Pese al carácter traumático e intrusivo de este primer encuentro con la sexualidad de mi paciente, yo sabía que era probable que tuviese relación con la catarata de robos que a partir de entonces tuvieron lugar. Siempre se había referido a los robos practicados como algo que “me daba mucho morbo”, algo “que me dejaba eufórica”, lo cual se acompañaba en el lenguaje no verbal de una cierta coquetería. Había por lo menos algo inequívocamente sexual. Además reconocerle la dureza de esas primeras experiencias y la precocidad de ella, interpreté que era probable que dichos encuentros le hubiesen producido “morbo”, cosa que la paciente aceptó a regañadientes en la sesión. A pesar de ello, en la siguiente sesión la paciente reconoció que ya en casa se “había puesto fatal”, que “me vinieron muchas náuseas”, pero que ahora se encontraba mucho mejor. Una catarsis en toda regla que además había contribuido a la aparición de lagunas mnémicas relacionadas con el primer robo.La paciente estaba extrañadísima, me preguntaba reiteradamente “cómo se puede olvidar algo tan fuerte.” Para mí, psiquiatra aspirante a psicoanalista, todo aquello fue muy ilustrativo, una corroboración emocionante de la teoría, una sorpresa pese al conocimiento teórico.


Aparición de interrogantes terapéuticos


Había tenido lugar un evidente insight dinámico en el que un conocimiento había penetrado la barrera de la represión, lo cual forzaba al Yo a entendérselas con un deseo inconsciente (Etchegoyen, 2010). Yo andaba por entonces leyendo los escritos metapsicológicos freudianos, los cuales volví a repasar, especialmente La Represión y Lo Inconsciente. Y, tras leerlos detenidamente, aparecían en mi mente una serie de problemas que no lograba desentrañar. En el caso de mi paciente, el primer robo había sido reprimido de una forma muy notoria, desapareciendo de forma radical de la conciencia durante años. Y a todas luces, parecía que el afecto predominante, o quizá el más problemático, el “morbo” había sido desplazado a los posteriores robos.


Entonces… ¿sobre qué recae exactamente la represión? ¿La representación inconciliable para el yo o el afecto concomitante? ¿Cuál es el objetivo último, apartar de la mente dicha representación o impedir el desarrollo del afecto? ¿Existe un insight emocional y otro intelectual? O bien, como sostiene Etchegoyen, ¿el insight ostensivo (el que devela una verdad previa) aúna los dos componentes en sucesivos pasos? (Etchegoyen, 2010). Leyendo a Freud, quedaba claro que el primer robo había sido reprimido en conexión con lo reprimido primordial y al mismo tiempo, por efecto de la censura preconsciente. O sea, por atracción de lo inconsciente y repulsión por parte de lo preconsciente. Hasta ahí, bien. Pero no dejaba de plantearme si dicha represión en mi paciente había tenido por objetivo apartar las representaciones de la mente o abortar el desarrollo completo de una serie de afectos muy peligrosos para una púber. Entre la noción de representación inconciliable y el peligro de desbordamiento traumático del yo había dos concepciones muy diferentes de la represión.


Aspectos metapsicológicos freudianos


En el artículo de La Represión Freud planteaba que “la esencia de la represión consiste en rechazar algo de la conciencia y mantenerlo alejado de ella” (Freud, La Represión, 1979). Pero más adelante, en el mismo artículo, descompone la agencia representante de pulsión en monto de afecto y representación propiamente dicha. Concluye que el “destino del monto de afecto de la agencia representante de pulsión importa mucho más que el destino de la representación”, por lo que “los mecanismos de la represión tienen algo en común, la sustracción de la investidura energética”.


En Lo Inconsciente, Freud ya asevera que la “sofocación del desarrollo del afecto es la meta genuina de la represión” (Freud, Lo inconsciente, 1979). Tras el proceso represivo, las representaciones seguirían existiendo así como “formaciones reales” en el inconsciente, mientras que “al afecto inconsciente le corresponde sólo una posibilidad de planteo a la que no se le permite desplegarse”. Si hay algo a lo que no se le permite desplegarse, es que efectivamente existe ese algo, ¿no? Freud define aquí las representaciones como “investiduras de huellas mnémicas” mientras que los afectos serían “procesos de descarga”. Aplicando la teoría a mi paciente, encajaba el hecho de que, tras la catarsis, apareció una laguna mnémica completa, intacta. Pero lo que encajaba mal era el tema del afecto. No era nada obvio que robar tenga que producir un estado de “morbo”. Según Freud, el “desarrollo del afecto se hace posible desde este sustituto consciente, cuya naturaleza determina el carácter cualitativo del afecto” (Freud, Lo inconsciente, 1979). Tras levantar la represión, pudimos reconducir en sesión dicho afecto a sus causas originarias. Yo no podía dejar de considerar que había un “morbo” inconsciente hacia aquellas figuras, desplazado después a los robos.


La represión recaería, como sostienen Laplanche y Pontalis en su Diccionario de Psicoanálisis, no sobre la pulsión ni sobre el afecto, sino sobre el representante representativo de la pulsión, el componente más ideativo. O sea que en el inconsciente sólo existirían representaciones y cargas sin cualidad. El afecto sería entonces la experiencia subjetiva de tal descarga. Los mismos autores señalan en la entrada del vocablo psicoanalítico Representación cómo “la distinción entre la huella mnémica y la representación como catexis de la huella mnémica, si bien implícitamente presente, no es expresada siempre con claridad” (Laplanche & Pontalis, 2004).


Problemática teórico-clínica del afecto


Entonces pensaba yo que por qué razón unas huellas mnémicas se recactetizan y otras, no. En los escritos metapsicológicos freudianos habría así una falta de definición de una hipotética instancia o dispositivo biológico que traduzca los afectos cualitativos de las sucesivas vivencias del sujeto en quantum de afecto. ¿Por qué algunas huellas se cargan y son susceptibles de caer bajo la represión? ¿Cómo se regula este proceso? A mi entender, en el Diccionario de Psicoanálisis se cortocircuitaba la explicación haciendo recaer la represión sobre la parte representativa de la pulsión. A pesar de reconocer el carácter indefectiblemente energético que conlleva el término representación, declinan explicar cómo tiene lugar este proceso de catexis y por qué razón.


Es la teoría de André Green la que reactualiza la metapsicología freudiana así como las relaciones entre pulsión, representación, afecto y objeto. A partir de las patologías limítrofes y otros trastornos no neuróticos, desarrolla cómo la teorización freudiana de los afectos en su relación con las representaciones se basaba en las psiconeurosis de transferencia. En estas patologías, el método de la asociación libre se encargaría precisamente, tal como es expuesto por Green, de “acentuar el desequilibrio entre esos dos componentes”, afecto y representación (Green, Acerca de la discriminación e indiscriminación afecto-representación, 1998). Sin embargo, en las patologías limítrofes y también en las psicosomáticas, el papel de los afectos se postula como demasiado central como para ser un mero acompañante de las representaciones.


Reconceptualización por Green de la teoría del afecto


En contra de ciertas corrientes psicoanalíticas actuales, Green sostiene que el afecto “incluso abordado desde el punto de vista de la conciencia, continúa siendo un perturbador enigma que se extiende más allá de los psicoanalistas” (Green, Acerca de la discriminación e indiscriminación afecto-representación, 1998). Dado que el Yo es la sede de los afectos, Green se pregunta sobre los orígenes de los mismos, dado que en la teoría freudiana se negaba al inconsciente la capacidad de generar afectos. Critica el desligamiento que ha obrado gran parte del psicoanálisis entre la pulsión inconsciente y el afecto, concretamente a Laplanche por pretender “despulsionalizar” el inconsciente. Según Green, “el sentido en suspensión […] no es verdaderamente significativo hasta el momento en que lo despierta una reinvestidura que se produce en un contexto muy diferente” (Green, La madre muerta, 1986).


Es precisamente la inhibición de meta de la pulsión asociada al encuadre analítico lo que provoca una retención de la experiencia requerida para la constitución de huellas mnémicas y una apertura hacia el camino de la verbalización y elaboración (Green, El analista, la simbolización y la ausencia en el encuadre analítico sobre los cambios en la práctica y la experiencia analítica, 2011). Green concluye que en el psiquismo existen diferentes formas de ser inconsciente, de tal forma que “las formas de ligadura y desligadura que transforman a las representaciones, no parecen aplicables al afecto” (Green, Acerca de la discriminación e indiscriminación afecto-representación, 1998), el cual conocería un número mucho más limitado de destinos: vuelta contra el sujeto y transformación en su contrario, formación de afectos opuestos complementarios, desplazamiento, inhibición y supresión. Acuerda con Freud que la censura inconsciente no alteraría la realidad de las representaciones inconscientes, pero en lo relativo al afecto inconsciente, se hace “desaparecer la cualidad que constituye lo esencial de aquello gracias a lo cual puede ser reconocido, incluso antes de que se plantee la pregunta sobre su sentido” (Green, Acerca de la discriminación e indiscriminación afecto-representación, 1998). Pese a que ello concuerda con las tesis metapsicológicas freudianas, Green va más allá y afirma que dichos movimientos sin cualidades deben guardar la “capacidad de volverse contra sí mismos, de producir su contrario, de constituirse simétricamente en complementariedad u oposición, quizá siguiendo modelos de tomados de organizaciones corporales” (Green, Acerca de la discriminación e indiscriminación afecto-representación, 199
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Al concebir los procesos afectivos como una “anticipación del cuerpo de un sujeto con otro cuerpo” en el que el resultado fuera una “interpenetración sexual y amorosa” o bien, “una agresión mutilante”, señala el carácter del afecto como “preparación para tal eventualidad y el efecto de su previsión acelerada” (Green, Acerca de la discriminación e indiscriminación afecto-representación, 1998). Desde posicionamientos lacanianos y a partir de los deseos incestuosos edípicos, Nasio señala que “cuando uno desea a alguien, lo desea siempre en su carne. Desear es lanzarse fuera de uno mismo en busca de la piel, del cuerpo del otro” (Nasio, 2010). Posteriormente, el psicoanalista argentino descompone tal deseo en tres deseos fundamentales, “deseo de poseer sexualmente el cuerpo del Otro, deseo de ser poseído por el cuerpo del Otro y deseo de suprimir/destruir el cuerpo del Otro” (Nasio, 2010). Según este autor, tales deseos, junto con sus correspondientes fantasías inconscientes, son las que generarían los afectos problemáticos de la crisis edípica.


Esta conceptualización del psiquismo en Green como “la relación entre dos cuerpos, de los cuales uno está ausente”, unifica en mi opinión las tres concepciones del afecto más utilizadas en las diferentes corrientes psicoanalíticas, la del afecto como descarga, como tensión o como afecto señal. Green acude de nuevo a Freud para justificar tal especulación con base clínica, aseverando que el “representante psíquico de la pulsión busca la satisfacción, para lo cual moviliza las huellas de las representaciones de objeto dejadas por anteriores experiencias de satisfacción” (Green, Acerca de la discriminación e indiscriminación afecto-representación, 1998).


El afecto sería así el “producto derivado de un movimiento en busca de una forma”, la “prosecución dinámica de lo que, partiendo del cuerpo, vuelve a él siendo portador en forma inmediata de las esperas, las esperanzas y los miedos del encuentro con el objeto” (Green, Acerca de la discriminación e indiscriminación afecto-representación, 1998). Se remarca así la condicionalidad intersubjetiva del afecto, ya que el representante ideativo sería lo investido por dicha parte pulsional, a caballo entre sujeto y objeto. Green defiende que la diferenciación entre representación, afecto y pulsión es artificial. De esta forma, la relativa discriminación entre representación y afecto observable en los mecanismos de defensa de las diferentes psiconeurosis de transferencia, se debería a “este encuentro entre las excitaciones procedentes del cuerpo periférico y la memoria dinamizada de los objetos que aportaron la satisfacción”, encuentro que propiciaría la “diferenciación entre representante-ideativo y afecto, resultado de la elaboración psíquica” (Green, Acerca de la discriminación e indiscriminación afecto-representación, 1998).


Repercusiones clínicas


En parte, Freud ya anticipa dicho avance teórico en Inhibición, síntoma y angustia. En este artículo modificaba parcialmente su visión del afecto postulada en La Represión y Lo Inconsciente, de modo que considera aquí al afecto como recuerdo filogenético de la especie, con un papel ya más importante que el de mera descarga. De esta forma afirmaba que “los sentimientos tienen una base común corporal en la alteración interna, la cual va tomando mayor dimensión psicológica a medida que se suceden las vivencias de satisfacción y dolor con el objeto” (Freud, Inhibición, síntoma y angustia, 1979). Green recoge y amplía el concepto de pulsión en su relación con el elemento significante y con el afectivo. Sostiene que el posterior desarrollo freudiano de la moción pulsional en El Yo y el Ello trasciende la separación representación-afecto, fusionándolos de una manera no jerárquica. Asegura así que precisamente lo que caracteriza a las formaciones del inconsciente es que “mociones pulsionales, afectos, representaciones de cosa, representaciones de palabra, se comunican unos con otros y se influyen mutuamente en su estructura” (Green, El analista, la simbolización y la ausencia en el encuadre analítico sobre los cambios en la práctica y la experiencia analítica, 2011).


Es Green el que hereda dicha teorización y salta de nuevo sobre el hiato sujeto-objeto. En un caso clínico como el que expongo al principio se trataría de estudiar, como sostiene Green, la “orientación interna de la investiduras y la lucha contra su posibilidad de llegar a una concreción significativa” (Green, Acerca de la discriminación e indiscriminación afecto-representación, 1998). Y en dicha toma de significado, habrá que prestar especial atención, además de al elemento pulsional, a la respuesta imaginaria del objeto, respuesta que siempre aparecerá antes que la del objeto real. Nuevamente como dice Green, “una introyección se produce sobre la pareja investidura – respuesta interna y externa, convertida en totalidad indisociable” (Green, Acerca de la discriminación e indiscriminación afecto-representación, 1998). Se unifica de esta forma la polémica entre lo pulsional y lo objetal como estructurante del psiquismo.


De esta forma, la teoría de Green recoge, actualiza y amplía la metapsicología de Freud. En lo relativo a mi experiencia clínica, me ha permitido unificar teorías en las que se enfatiza la relación objetal o la dinámica transferencia-contratransferencia con el elemento pulsional. Siguiendo a Green, es la interpretación psicoanalítica la que permite una nueva “vectorización de la pulsión” (la cual no era posible para el paciente por sí solo) en el sentido de nuevas vías de verbalización que permitan construir una nueva simbolización para el paciente. Esto último sería el objetivo preferente de los procesos internos del analista (Green, El analista, la simbolización y la ausencia en el encuadre analítico sobre los cambios en la práctica y la experiencia analítica, 2011). La labor de “figurabilidad” del analista según Botella como “puesta en inteligibilidad” de los elementos heterogéneos del psiquismo del paciente estaría íntimamente unida a la noción freudiana de ligar la energía psíquica (Botella, 2014). Creo que acierta igualmente al ilustrar como ciertas corrientes psicoanalíticas actuales han pretendido eludir el problema, especialmente las más relacionales. Convierten las pulsiones en meros acompañantes de los afectos y de los objetos, sin detenerse a estudiar más concienzudamente la intrincación entre ellas. Esto da lugar a una inevitable tendencia a la “desexualización del campo analítico” (Green, El analista, la simbolización y la ausencia en el encuadre analítico sobre los cambios en la práctica y la experiencia analítica, 2011).Decretan una suerte de positivismo y unilateralismo de los afectos en el que no hay cabida de una dimensión imaginaria de los mismos. Lo que hay (afectivamente) es lo que hay, sin vuelta de hoja. Tal y como sostiene acertadamente Green, el Edipo debe seguir siendo considerado en el psicoanálisis contemporáneo “la referencia estructural indispensable”, si bien sus precursores genéticos oral, anal y fálico no deben ser buscados en la pura realidad ni en una total estructura fantasmática generalizada sino “en el fantasma isomorfo del Edipo: el de la escena primitiva” (Green, La madre muerta, 1986). En mi caso, me ha permitido entender más detalladamente ciertos aspectos de la clínica, como el de la represión que relato. De esta forma, pude entender el movimiento de la pulsión hacia el objeto imaginario, el papel de los objetos reales externos y la reintroyección de todo ello nuevamente en el psiquismo. Y cómo cada uno de estos movimientos generaba afecto(s).


Cuestiones finales


De alguna forma, la metapsicología de Freud y Green me ayudó a entender que Estela no solamente habría sufrido dolor moral en aquel problemático encuentro con la sexualidad adulta. Si todo lo concerniente a aquel primer robo había caído bajo una radical y prolongada amnesia, tenía que tratarse del Edipo. Volviendo a los diferentes destinos de la representación y el afecto que desarrolla Green, se podía hipotetizar que efectivamente el elemento representativo – ideativo había sucumbido a la represión pero el afecto, el “morbo”, había sido desplazado a los robos. No cabía derivar el afecto consciente, el “morbo”, del sustituto en la conciencia de la representación reprimida. De alguna forma, parece que la adolescente Estela había suscitado – ya no sabremos en qué medida inconscientemente -el deseo adulto, primero en el trabajador y después, en el amante de su madre. Pese al carácter ilegítimo socialmente de dicha relación, el amante parecía representar el papel de figura incestuosa a la que se dirigían las pulsiones de la paciente. La represión vendría así a cubrir y a proteger a la paciente frente a dichas pulsiones sexuales y agresivas, frente al robo por parte de la paciente del amante de su madre. Tal y como hablaba la paciente de esta persona en las sesiones, quedaba claro un cierto placer en las descripciones de su potencia y virilidad, evocando en mí lo que escribe Nasio en lo relativo a la fantasía edípica de ser poseído por el Otro, “el niño obtiene placer seduciendo a un adulto para convertirse en su objeto” (Nasio, 2010). La hipótesis más plausible era una cierta seducción por parte de la paciente, una respuesta traumática y perversa de las figuras adultas y una represión en el psiquismo de la paciente sobre lo pulsional, desplazado en adelante a los robos. La metapsicología permite así reunir en tiempos de confusión epistemológica afectos, pulsiones y representaciones, de forma coherente y clínicamente significativa.

 

Eduardo A. Reguera Nieto

Psiquiatra.

Centro de Salud Mental de Moncloa (Madrid).

Fundación Jiménez Díaz

Centro Psicoanalítico de Madrid

e.reguera.nieto@gmail.com

Bibliografía


Botella, C. (2014). Sobre el trabajo de figurabilidad. Mentalización. Revista de Psicoanálisis y Psicoterapia , II (I).

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Freud, S. (1979). Inhibición, síntoma y angustia. En Obras Completas (J. L. Etchverry, Trad., Vol. XX). Amorrortu.

Freud, S. (1979). La Represión. En Obras Completas (J. L. Etcheverry, Trad., Vol. XIV, págs. 135-152). Buenos Aires: Amorrortu.

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Green, A. (1998). Acerca de la discriminación e indiscriminación afecto-representación. Psicoanálisis APdeBA , XX (3).

Green, A. (2011). El analista, la simbolización y la ausencia en el encuadre analítico sobre los cambios en la práctica y la experiencia analítica. Revista de Psicoanálisis (63), 27-66.

Green, A. (1986). La madre muerta. En Narcisismo de vida, narcisismo de muerte. Buenos Aires: Amorrortu Editores.

Laplanche, J., & Pontalis, J. (2004). Diccionario de Psicoanálisis (1ª, 6ª reimpresión. ed.). Buenos Aires: Paidós.

Nasio, J. (2010). El Edipo. El concepto crucial del Psicoanálisis (Biblioteca de Psicología Profunda ed.). Buenos Aires: Paidós.