Mandela. Los deseos del poder y el poder del deseo.

por | Revista del CPM número 21

«Nunca hay que depender de gobiernos ni
instituciones para resolver problemas serios.
Todo cambio social es producto
de la pasión de los individuos.»
Margaret Mead.

Pablo J. Juan Maestre
Especialista en Psicología Clínica, Psicoanalista, Psicoterapeuta y Miembro con función Didacta del CPM. Ejerce la clínica desde hace más de 30 años entre Elda (Alicante) y Murcia. Y es profesor invitado en el Master de Arteterapia de la Universidad de Murcia desde su fundación.

pjjuanm@yahoo.es

La pregunta por el líder lleva al ponente a proponer a la figura de Nelson Mandela para intentar cernir con él cuales serían las cualidades de un líder positivo en la actualidad. Siguiendo esta vía, la propuesta que se hace es la de que líder es la de aquel capaz de trascender sus ideales particulares, y los de su grupo, y es capaz de llevarlos a todos un paso más allá, consiguiendo cambiar las estructuras en acontecimientos.  Es aquel que permite la instauración de lo novedoso para que la repetición esterilizante acabe. Aquel que consigue trasladar a los suyos, y a los otros, de un yo ideal a un ideal del yo común. Aquel que respeta la alteridad y con vehemencia consigue negociar la instauración de un nosotros que incluya a todos. Por último se hipotetiza cual es el proceso por el que Mandela llegó a esta conclusión, proponiendo una salida sublimatoria a una largo proceso de duelo como solución. Se acaba con una comparación con la transición española donde, siguiendo a Javier Cercas, se recuerda que la ética de la traición es lo que hace a los hombres, líderes.

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Líder es aquel que contrario al espíritu de Robert Walser(1) se deja elevar allí donde impera el poder y el prestigio.

Líder es aquel que supera el espíritu de Bartlevy(2) y del “preferiría no hacerlo”,  acepta un adelante, hagámoslo, lo asumo.

El líder acepta el encargo del grupo y como Moisés, admite el encargo de llevar a los suyos hacia la tierra prometida. Sus seguidores ven el él el ideal con el que se identifican.

Líder es aquel con que se identifica la masa, aquel que asume en él los ideales de la masa, aquel que consigue aglutinar en si mismo una parte de nuestro psiquismo.

Me pregunto si un líder religioso nos hace identificarnos con una parte de nuestro superyo, si un líder hedonista nos aglutina en nuestro ello, y si un líder musical no impondría su yo grandioso, y me pregunto si hay otras posibilidades de liderazgo.

¿Es posible la identificación con un líder que no nos imponga su yo ideal,  su ello, o su yo?. ¿Es posible un líder que no nos parta en cachos y no parcialice nuestra humanidad?

¿De qué líder actual podría hablar a este respecto en este sentido, con ese respeto?.¿Quien de los actuales puede ser para mi considerado un modelo de líder así?. Que nos respete lo suficiente para no parcializarnos, para no trocearnos.

Y así me lo planteo, porque al comenzar a pensar este escrito había decidido hablar de un líder en sentido positivo. Para hacer la crítica del liderazgo  ya habrá otros, pero hablar de un líder al que estuviera dispuesto a seguir, uno que asumiera en su figura parte de mi  ideal que es el de no ser partido en cachos  ¿cuál?…

Me descubrí en busca de un líder para mí, descubrí que para analizar a un líder, primero tenía que encontrar uno que para mí que lo fuera, y por tanto que ocupase parte de mis ideales. ¿Y qué ideales puede tener un psicoanalista a la hora de analizar sino específicamente el ideal de analizar?. Complicada cuestión. Mi olfato me dice que uno debe dejar los ideales en casa o en su diván y sin embargo para analizar un líder, primero tengo que considerarlo capaz de serlo y para ello poner mis ideales en juego.

¿Me habría metido, otra vez, en un callejón sin salida?.Podría recular, tomar alguien que los demás consideren un líder y analizarlo desapasionadamente, pero no, eso sería dar la espalda al escollo, con el que me encontré, y en psicoanálisis sabemos que el escollo es parte de la solución. Así que continuo.

¿De qué líder hablaría que despertara admiración en mí?.

Ese que ya digo no me parcialice, ni  me parta en cachos y respete mi totalidad.

¿Shackleton?. Ernest Shackleton, un explorador de principios del siglo XX, que es un tipo de líder que ni religioso, ni hedonista, arrastra a los suyos a una aventura heroica, atravesar la Antártida.

Una gesta fallida, que por circunstancias del destino, y la naturaleza siempre es el destino, se transformó en una aventura por la supervivencia.

Ernest Shackleton es el líder del siglo que para mi querría.

Después de dos años en la Antártida no perdió a ninguno de sus hombres y los comandó por tierras inhóspitas sin dejarles desfallecer.

Ese es el tipo de líder que me gustaría analizar aquí con ustedes, alguien que piensa en todos los suyos, que permuta un ideal grandioso por uno de otro orden.

En palabras del propio Shackleton aquel que dice  “No se ha perdido ni una vida, y hemos pasado por el infierno”.

Aquel que ni me parte, ni se olvida de ninguno de nosotros en nuestra humana diferente igualdad.

¿A quién podría yo considerar líder en la actualidad, para suponerle suficiente altura moral, ética y cívica para considerarlo un líder al que podría supuestamente seguir y cuanto menos analizar como tal?.

Solo un nombre me venía a la cabeza cada vez que lo pensaba: Nelson Mandela.

El premio Nobel de la paz, único que compartió el premio con el que podría haber sido considerado su peor enemigo, el presidente antirracista de una nación que fue durante décadas paradigma del racismo y creadora del apartheid.

Nelson Mandela reunía en su liderazgo al decir de Jack Lang(3): “compasión, deseo de conciliación, altura de miras y capacidad de superar odios y venganzas”.

Era en definitiva aquel que no olvida ninguna parte de sí ni de los otros. Lo había encontrado, lejos, en el sur, en el profundo sur de un viejo continente.

Como dice Jack Lang en su libro sobre Mandela. “Nadie encarna en tan gran medida los valores que necesitamos: arrojo, pasión por la libertad, tolerancia, mentalidad abierta. Nadie los ilustra tan paladinamente tras haberlos defendido al precio de tantos sufrimientos” como Nelson Mandela.

Breve Biografía:

Déjenme leerles una pequeña biografía de Mandela sacada de la red:

“No existe probablemente en la política de nuestro tiempo una figura más popular, admirada y universalmente respetada que el sudafricano Nelson Mandela, icono de la lucha contra el apartheid, antiguo líder del Congreso Nacional Africano (ANC), primer presidente negro de Sudáfrica y Premio Nobel de la Paz.
Tras su liberación en 1990 tras 27 años de cautiverio, trabajando estrechamente con el presidente reformista Frederick de Klerk, (consiguió) una complicada pero finalmente exitosa transición desde la dictadura segregacionista blanca hasta la democracia multirracial, que alumbraron unas elecciones libres ganadas por el ANC, un Gobierno de unidad y una nueva Constitución.
Entre 1994 y 1999, Mandela, con su carisma, su rechazo a las medidas radicales y su sentido de la responsabilidad, fijó los pilares políticos y económicos de la nueva Sudáfrica, y medió en los conflictos del continente, pero dejó sin resolver graves déficits sociales. Aunque jubilado de la política y pese a su avanzada edad, el mitificado estadista continúa activo en una serie de causas humanitarias.”

Nelson Mandela, aquel que supo conciliar mejor que nadie en un país que lo necesitaba. Aquel que tras 27 años de cárcel lidero un movimiento por la conciliación nacional. Aquel que cuando tocó crear el himno de la nueva Sudáfrica aunó el himno de los blancos al himno de los negros, aquel que consideró a sus enemigos raciales, los boers, tan legítimos propietarios de su tierra como a su propio pueblo.
Aquel que al ser condenado en el juicio de Rivonia a esos 27años de cárcel dijo: «He luchado contra la dominación de los blancos y contra la dominación de los negros. He deseado una democracia ideal y una sociedad libre en que todas las personas vivan en armonía y con iguales oportunidades. Es un ideal con el cual quiero vivir y lograr. Pero si fuese necesario, también sería un ideal por el cual estoy dispuesto a morir».

Otras palabras suyas que apuntan en el sentido que lo estoy haciendo dicen así:

«Cuando salí de la cárcel ésa era mi misión: liberar tanto al oprimido como al opresor. Hay quien dice que ese objetivo ya ha sido alcanzado, pero sé que no es así. La verdad es que aún no somos libres; solo hemos logrado la libertad de ser libres, el derecho a no ser oprimidos. Ser libre no es simplemente desprenderse de las cadenas, sino vivir de un modo que respete y aumente la libertad de los demás.»

Por otro lado el  libro “El factor humano” de John Carlin(4), que tiene en inglés un titulo “Playing the Enemy”, que a nosotros los psicoanalistas nos recuerda rápidamente a Winnicott, en ese juego, ese “jugando” intraducible al castellano que introduce una dimensión nueva en escena, un entre dos que no olvida a ninguno.

Un playing que permite la creación de un espacio potencial, donde es posible instaurar una intimidad compartida que no por externa resulta menos íntima.

Pues bien ese “Playing The enemy”, ese “jugando con su enemigo” apunta a las claras al proceso de reconocimiento y conciliación que Mandela propició.

Algunos fragmentos del texto de Carlin nos pueden orientar en ese camino que Mandela  propuso a todos los suyos:

“Mandela había comprendido que la única forma de vencer al tigre era domesticarlo”

“los blancos temían que el día que los negros llegaran al poder les tratasen como ellos les habían tratado”(página 159)

“Hacía falta que Mandela se elevase por encima de las diferencias, hacía falta que fuese más grande que todos los factores que nos separaban y apelar a lo que nos unía” (Hayson) (pagina 202.)

“Al concebir su revolución, no solo como la destrucción del apartheid, sino, a largo plazo, como la unificación y reunificación de todos los africanos, Mandela rompió el molde histórico” (página 317).

Dejo aquí las citas de este estupendo libro.

Mandela rompió el molde histórico y ese juego propuesto por Mandela a sus enemigos, ese playing entre unos y otro permitió trascender las estructuras(5) existentes hasta ese momento, y transformarlas en acontecimiento, en hechos novedosos que no permitieran más la repetición esterilizante de lo mismo. Cambio sustancial que perseguimos en psicoanálisis, cambiar estructuras en acontecimientos, permitir que lo novedoso se instale para impedir la repetición estéril.

Las comisiones de verdad y reconciliación:

Déjenme ahora hablarle de algo que ocurrió bajo la presidencia de Mandela. Y es la puesta en marcha de las “comisiones de la verdad y reconciliación”, cuyo ejemplo ha servido para poner en marcha en varios países de América latina comisiones similares, y  que se están estudiando importar a la ya pacificada Irlanda del Norte y que en algún momento, ojala sea más temprano que tarde, nos plantearemos traer a nuestro País.
Comisiones de la verdad y reconciliación, juicios en los cuales el torturador, el verdugo, el racista, arrepentidos, se enfrentan a sus víctimas y después de confesarles lo que hicieron les solicitan su perdón, y estos se lo conceden.
¿De dónde viene este hacer? ¿Qué tradición es capaz de generar estos juicios del perdón?. Indagando descubro que existe una tradición africana que enlaza con esta sensibilidad y esta forma de hacer. Dicha tradición enlaza con lo que ellos llaman Ubuntu. La palabra “ubuntu” que es de origen zulú y xhosa significa, a grandes rasgos, “humanidad”, “sentido comunitario” y también se entiende como un “lazo universal” que vincula a todos los seres humanos. La traducción literal de Ubuntu es:”Yo soy porque ustedes son”.

Partiendo de
la definición de Ubuntu, el que comete un “crimen” se aparta de la “humanidad”, o sea deja de ser humano. Pero al mismo tiempo esa acción tiene un efecto en todos los seres humanos. Por lo tanto la única forma de “restablecer el equilibrio” es “humanizar” al “perpetrador”.


Por ello con el lema de “Verdad a cambio de amnistía” se insta a todos aquellos “blancos” –, pertenecientes en su mayoría al antiguo régimen que practicaba el “Apartheid” – y  negros también, a blancos y negros  que habían sido denunciados como perpetradores de torturas y asesinatos, se les insta a comparecer ante una corte a la que también podían asistir familiares de las víctimas, para dar su versión de los hechos. La condición: Debe decirse la verdad.
Jacques Derrida dice que el perdón perdona lo imperdonable. En otras palabras, dice que el verdadero perdón se da cuando se perdonan actos que en nuestro sano juicio no tienen perdón. Lo que no tiene perdón, también en palabras del filosofo, es aquello que nos priva de nuestra humanidad”.(6)
Desmond Tutu lo dijo de otra manera, más psicoanalítica: la verdad duele pero el olvido mata(7).

Y nuestra desaparecida colega Silvia Bleichmar lo dijo de un modo más radical: la venganza es la hija mal parida de la injusticia.

Dar la palabra a las víctimas, dar la posibilidad de explicar la agresión sufrida supone una justicia narrativa.

Una justicia que al decir de Teresa Godwin Phelps(8), no es retributiva sino restitutiva, dado que la agresión se había llevado no solo al familiar sino también la verdad de lo acontecido.

Volviendo a Mandela, es pues aquel que pasó, de ser un héroe para los suyos, a convertirse en un líder para toda una nación y más.

Mandela nos aglutina en lo más humano que tenemos, hace buena la frase de Terencio: “Nada humano me es ajeno”. Ese ideal del yo pone en marcha Mandela, el ideal mas primario de lo humano, aquel que hunde sus raíces en la alteridad constituyente del ser humano: “no soy sin otros, mi humanidad me viene dada por los que me precedieron y mi aparato psíquico se constituye en relación con ellos”.

Y, como dijo Althusser(9), él, Mandela, como el psicoanálisis nos ayuda a luchar esa guerra sin memoria, nos acompaña en recorrer esa marcha forzada, esa guerra inevitable que libra cada uno de nosotros en soledad y contra la muerte, y que nos permite transformarnos de larvas de mamíferos en niños humanos, en sujetos.

Mandela Terapeuta de una nación:

¿Cómo lo hizo?. Cómo un hombre fue capaz de ser terapeuta de toda una nación . Cómo pudo desde un exilio de 27 años trasladarnos a un espacio más subjetivante para todos… Acudo ahora a Freud, otro icono del siglo XX, en mi ayuda.

Sigmund Freud al término de su reflexión en “Psicología de las masas y análisis del yo”, establece que una masa organizada es el producto de un proceso doble. Resultando, por un lado, el que nos interesa, de la instalación por numerosos individuos de un mismo objeto exterior en el lugar de su ideal del yo, o sea de la constitución del eje vertical, que él asimila al vínculo entre el hipnotizado y hipnotizador.

Pero recapitulemos, quizás sea necesario hacerlo para entender de qué habla Freud cuando dice “ideal del yo”. Ya que cuando Freud usa ese término es en una época en la que no está discriminando en su acerbo teórico el yo ideal y el ideal del yo, y siguiendo a Bernardo Arensburg(10) con Lacan podríamos articular que el “yo ideal” es narcisista y pretende equipararse con el ideal, mientras que “el ideal del yo” sería más simbólico, atravesado por la castración y la asunción de los límites, mas edípico que narcisista, y tendría que ver con un horizonte al que el sujeto querría llegar y que sirve de acicate para intentar mejorar, no como imagen aplastante ideal que se desea narcisistamente cumplir.

El “yo ideal” aparece como un atributo del yo, su esencia; “el ideal del yo” siendo un atributo no es esencia sino como algo a lo que el yo aspira.

Pensado así el vinculo con el líder tendría más que ver con “el yo ideal”, narcisista e imaginario, obligatorio por esencial, que con “el ideal del yo” que sería más bien un ideal como horizonte a alcanzar y guía para mejorar.

Y Mandela, sostengo, propongo que Mandela se coloca más del lado del “ideal del yo”. De acuerdo, sus acólitos lo colocan en el lugar de “yo ideal” y pretenden que él los lleve a la dominación sobre los otros, ese es el yo ideal  que le reclaman, pero él da un paso más allá y los traslada, les hace trascender, y los traslada a un ideal del yo que no tiene que ver tanto con ellos, como con un nosotros que incluye también a los otros.

Nosotros, todos, no solo los negros, tenemos derecho a este país y a la libertad.

Y los negros se sienten traicionados y los blancos no confían en su mensaje, pero unos y otros se sienten arrastrados a realizar el esfuerzo de salir del ellos y llegar a un “nosotros” que los incluya a todos, no sin bajas, no sin perdidas de uno y otro lado.

Esta es para mí la gran diferencia que ejecuta Nelson Mandela en términos metapsicológicos, traslada a su pueblo, nos traslada a todos, de nuestro yo ideal a un ideal del yo compartido que nos hace mas humanos, nos amplia en nuestra subjetividad. Nos permite librar la guerra con mejores armas y amplia el margen de la cultura, no sin malestar.

Ahora bien, en que podríamos diferenciar a Mandela del Presidente Wilson, dado que contamos aquí con Fanny Schultz(11) que nos hizo volver a mirar el texto olvidado de Freud e inspiró esta jornada. ¿Qué los diferencia?. ¿Por qué donde uno fracasa el otro triunfa?. ¿Será Mandela como dijo Freud de él mismo: “yo triunfo donde el paranoico fracasa””?

Citando a Fanny: “Wilson fue un gobernante democrático y bien intencionado, pero que resultó ser muy vulnerable ante una situación imprevisible para él, como la de verse obligado adecidir intervenir en una guerra mundial, habiéndose distinguido anteriormente como un político neutralista.”

Mandela viene del otro lado, durante años mantiene la lucha armada en su país, la alienta como medio adecuado en las circunstancias qu
e se vivían, pero a la vez va preparando el terreno para una posible negociación. Ambos parten de polos distintos. Y recorren caminos diferentes. El primero parte como presidente de una nación de liderazgo emergente, Y el otro parte de un pueblo dividido y de un largo periodo de encarcelamiento.

Podríamos pensar que Mandela no se deja llevar por el yo ideal que provocaría la megalomanía omnipotente y tampoco por un ideal del yo insensato. Maniobró políticamente como pocos, supo negociar con firmeza, no renuncio a unos presupuestos mínimos y aunó a su liderazgo una política eficaz que no se olvidaba de su yo, ni del de los suyos.

Acudiré ahora a Castoriadis para seguir pensando a este líder, diciendo con él(12), que podemos pensar que Mandela asienta su voluntad en su deseo y lo sostiene negociando y tramitándolo con firmeza y responsabilidad.

Y que “frente al replegamiento que se produce en el mundo actual en un hacer adaptativo,(…) que nos reduce a simples actores, felices de ese actuar que nos elimina como autores y constructores”. Frente a eso, Mandela, opone la voluntad de su deseo y consigue no dejar de ser autor y constructor.

Dado que si uno desea ser libre, dice Castoriadis, desearlo no es suficiente, hay que avanzar con la voluntad y encarar una praxis que actualice el deseo y las formas posibles de realizarlo. Pues bien, Mandela tiene un proyecto que aúna deseo, reflexión y voluntad y lo lleva adelante.

Mandela no pretende instaurar ni el uno , ni el otro, ni yo ideal, ni idealistas del superyo. Propone un nuevo yo para todos. Un nosotros del que refundar: nosotros diferentes unos y otros e iguales por tanto en nuestra diferencia, habitamos un país y lo compartimos como iguales.

Mandela y el deseo:

Mandela forjo un sueño, fue un hombre que tuvo un sueño, la realización de un deseo, tuvo un deseo que supo llevar adelante, hasta acabar consiguiendo que el poder de su deseo, se impusiera al deseo de poder.  El podía haber elegido el poder, pero ese no era su deseo, eligió su deseo y con el poder de ese deseo, no sin dificultades, consiguió el poder, pocos hombres lo logran.

Mandela no reprime su agresividad, no es un blando que se olvida de su pulsión, se pone con vehemencia a intentar conseguir su objetivo, toma la agresión y la retrotrae a sus raíces, la agresividad, y desde ella elige un camino más constructivo, la vehemencia.

Por eso cuando en la radio un boers le increpa con toda su violencia él escucha su vehemencia y la toma como algo positivo dejando al boer desarmado en su destructividad(13).

Mandela hace bueno ese no reprimir de la violencia que Rodulfo nos enseña a ver de un Winnicott genial.

Mandela trata al enemigo como otro sin deshumanizarlo, respeta su alteridad y le propone un camino diferente a su agresividad, la vehemencia, la posibilidad de construir con ella algo nuevo, se trata de tomar la agresividad desde su inicio por un camino que Laplanche(14) llamará inspiración.

Mandela no solo crea un proceso sino también crea las condiciones del mundo en que ocurre ese proceso. Su vehemencia, su agresividad no reactiva, creó no solo las condiciones del cambio, sino el mismo mundo donde el cambio se daría. Como diría Winnicott creando la ilusión crea el mundo… en que ella es posible(15) (Rodulfo).

Mandela se plantea la existencia al mismo modo en que lo hace Winnicott “para ser me tengo que juntar, pues solo soy si soy con otro, y eso mucho antes de la problemática identificatoria de ser como otro”(16).

Mandela supo considerar al enemigo como otro humano, sin despojarlo de su humanidad, dando un ejemplo de respeto de la alteridad, un ejemplo ético, considerando al otro parte de nosotros y en ese sentido es psicoanalítico, al reconducir al otro enemigo en parte de nuestro interior, de nuestra psique.

Situando al otro en nuestro interior, reconstruyó parte del aparato psíquico de todo un pueblo, y en este sentido funcionó como un analista de los suyos, al permitirles reencontrarse con ese otro interno proyectado hasta entonces en el exterior(17).

Mandela y el procreo de angustia, duelo y sublimación:

Podríamos decir que Mandela desidealiza(18) la causa de los suyos, les hace ver que los otros también tienen su causa y que la imposición de la una o la otra, solo les puede llevar a la guerra y al desastre.

Y les propone una causa nueva, un ser con los otros, la construcción de un nosotros que permita la subsistencia de todos.

Para ello no solo lanza un mensaje de unidad compartida sino que pone en marcha junto con otros los juicios de la verdad y reconciliación, donde al airear lo sucedido, al poner a la vista las atrocidades cometidas por unos y otros, al poner palabra y nombre a lo sucedido, al poner la responsabilidad de cada cual sobre la mesa, permite la asunción de esa responsabilidad con el perdón como salida, perdón pedido y perdón dado, de doble entrada, solo posible si ambas partes asumen los cabos extremos del mismo.

¿Qué proceso podemos suponer que siguió Mandela para llegar a cambiar de ese modo ¿ Para llegar a sublimar así, que le inspiró podríamos decir.

¿Que hizo a Mandela salir así de la cárcel?.  Tal determinación no se forja en un día, no se gesta en una idea bienintencionada y solitaria. ¿Qué hizo a Mandela cambiar de la lucha armada a una propuesta tal?. Un hombre, un voto. Libertad para todos.

No lo sabemos. No tenemos, yo al menos, ni idea del proceso que siguió para llegar a esa determinación que cambió el curso de la historia.

No lo sé, pero puedo especular, puedo barruntar, puedo hipotetizar que pudo ser y propongo que Nelson Mandela sufrió un duelo por la libertad perdida durante 27 años. Un duelo que acabó triunfante y que dio como salida la sublimación/inspiración que todos conocemos.

Acudiré ahora a Eveliyne Sechaud que en su ponencia “Perder, sublimar” nos recuerda como en todo proceso de duelo: la
pérdida, “el duelo es un “movimiento interno propicio a un nuevo reparto de investiduras, de simbolizaciones y cambios estructurales, donde la sublimación, y también la desublimación, pueden encontrar plaza”

“A su vez, dice la autora, la pérdida de objeto será fuente de excitación: por la liberación de la libido, hasta entonces atada al objeto, y debido a la coexcitación libidinal suscitada por la propia herida”(19).

Tenemos entonces una excitación sentida por la liberación de la libido y la posibilidad de encauzar esa energía en sublimación. Tenemos un proceso en marcha que puede devenir consecuencias diversas.

Tenemos a Mandela privado de libertad durante 27 años, tenemos a Mandela con una pérdida de libertad casi inimaginable, en duelo por una vida no vivida, excitado por la liberación de esa libido y en proceso, en un proceso que acaba en una sublimación posible.

Parece como si en esa efracción que la herida provoca Mandela se hubiera dicho: “Ni yo, Ni ellos, nosotros, todos debemos ser libres” y se haya aplicado a ello con vehemencia, con empeño, con arrojo y valor , con deseo y determinación, liberando a unos y a otros de una pérdida de libertades que les impedía crecer, no sin pérdidas, no sin barbarie, pero un poco mas humanos que antes, un poco mas nosotros, todos,  que antes.(20)

Eso le pasó a Mandela en su duelo por la pérdida de la libertad, eso podemos suponer, frente a semejante duelo él hizo un trabajo de sublimación que le llevo a proponer un ideal del yo para toda una nación, sublimando algo difícil de sublimar.

Mandela sublimó y de esa falta, de esa pérdida de libertad, creó un idolecto. Nombrando el término idiolecto en lingüística la manera de hablar propia de un individuo, considerada en lo que tiene de irreductible a la influencia de los grupos a los que pudiera pertenecer

Mandela siguiendo la expresión de Freud se negó a “aullar con los los lobos” y con la fuerza de su propio lenguaje y la sublimación de su duelo encontró el modo de crear un idiolecto, Mandela crea algo propio, irreductible a su grupo de pertenencia.

Como dijo de él Desmond Tutú : “esos (27) años le permitieron forjarse un carácter de acero. Sin ellos, tal vez no habría sido capaz de tanta magnanimidad y compasión. Los sufrimientos que padeció le confirieron una autoridad y una credibilidad que ninguna otra cosa podía transmitirle”(21).

¿Será para Mandela como Campos Reina(22) dice de Vincent  van Gogh: «el dolor ya le ha abierto los ojos, le ha enseñado a mirar. (…)Sabe de lo que participa y lo que desea”?.

Coda

Y por aquí, más cerca puedo mirar alguien que se haya acercado a esto?.

¿Habré tenido que irme lejos, al sur del continente africano, como Van Goth se vuelve al espejo del Japón que es el sur para él,  para poder pensar algo de lo de aquí?.

“Aprender a mirarnos a través de los ojos ajenos, enajenados en ellos será un modo de mirarnos de nuevo de forma diferente” decía Campos Reina(23).

Y me doy cuenta ahora que este escrito parte de un texto anterior, que quedó para mi hasta ahora olvidado, el libro de Javier Cercas que recibió el premio nacional de ensayo el pasado año: “Anatomía de un instante”(24).

Ese libro me abrió el camino para pensar en el líder y Como cuenta Cercas en él: Suárez, Gutiérrez Mellado y Carrillo son en eso como Mandela, héroes que traicionaron a los suyos por una causa superior: todos.

Habrá a quien no le guste escuchar esto, pero Cercas coloca a estos tres personajes históricos en el ojo del huracán de un cambio por el que nadie habría dado un duro.

No consiguieron un país perfecto, Mandela tampoco, pero nos llevaron un poco más allá de donde estábamos, trascendieron sus yoes ideales y nos acercaron a algunos aspectos de un cierto ideal del yo, simbólico y por lo tanto atravesado por la castración y la falta.

Y después de tener acabada esta coda leo al mismo Javier Cercas en el suplemento de El País del día 21 de Marzo de 2.010 decir esto uniendo también ambos temas: “Mandela es el campeón de lo que se ha llamado ética de la traición que guió a los políticos en la transición española, dado que traicionó totalmente a su pasado para ser fiel a su presente.

¿Y para el psicoanalista?. Al principio puse el ideal de seguir analizando, ahora incluyo otro derivado de este recorrido: el ideal de devolver al sujeto su aparataje completo, el intento de evitar proyecciones, el poder pensarse entero, con el enemigo dentro y con él aunar esfuerzos, en definitiva la posibilidad de integración de todas su partes que le permitan, como decía Winnicott, estar lo más vivo posible cuando se muera. La asunción de su deseo y la voluntad para llevarlo adelante depurado de su carga mortífera.

No se trataría entonces de ser como Mandela, como analistas, sino de ser como el carcelero, Christo Brand, que le admiraba y que le acompañó hasta su libertad.  Acompañado hasta ese punto, como decía Freud, el paciente decidirá por si mismo que hacer con ella.

Termino ya, déjenme leerles una cita:

“Sereno, sin odio, más allá del desprecio , lejos de todo deseo de venganza, inmune a cualquier rencor, al tanto del formidable morder de las pasiones sombrías, solo quiero la cultura y la expansión de esa “fuerza de existir”, según la feliz frase de Spinoza, engarzado como un diamante en su ética. Solo el arte codificado de esa fuerza de existir (y que otros, y aquí yo con ellos, llaman el poder del deseo, solo él) cura los dolores, pasados, presentes y por venir.” No me he podido resistir a leerles textualmente y apostillar esta frase de Michel Onfray(25) que creo viene al caso para acabar este recorrido por uno de los gigantes del siglo XX.

Muchas gracias.
Madrid 22 Mayo 2.010.

(1) “si alguna vez una mano, una oportunidad, una ola, me levantase y me llevase hacia lo alto, allí donde impera el poder y el prestigio, haría pedazos a las circunstancias que me hubieran llevado hasta allí y me arrojaría yo mismo hacia abajo, hacia las ínfimas e insignificantes tinieblas. Solo en las regiones inferiores consigo respirar.” Robert Walker.

(2)Bartleby el escribiente y otros cuentos”. Herman Melville.  Madrid, Valdemar, 1999

(3) En “Nelson Mandela” de Jack Lang. Editorial Anagrama Ensayo.

(4) “El factor humano. Nelson Mandela y el partido que salvó a una nación” de John Carlin. Editorial. Circulo de lectores.  Editorial Seix Barral 2.009.

(5) en palabras de Alicia Guerrero en la Vanguardia “Si el rito transforma acontecimientos en estructuras, el juego transforma estructuras en acontecimientos”,

(6) http://sepiensa.org.mx/contenidos/2006/verdadSudafrica/verdadSudafri_2.htm

(7) Horacio V. Rial (no se me olvidó su nombre) dijo, tras la lectura de este trabajo en las 4ª Jornada del Centro Psicoanalítico de Madrid, que no estaba de acuerdo con esta afirmación. El olvido, dijo, es necesario. No le respondí entonces y me quedé pensando si tendría razón o no. Y pensé que quizás hay dos tipos de olvido, uno que tiene que ver con el desprecio, con la ocultación, con la represión, que provoca la perpetuación del pasado en el presente, ese olvido mata en su injusticia. Pero es cierto que hay otro olvido que no mata, el que es fruto de la elaboración, metabolización y metaforización del recuerdo y que así digerido es saludable. Así que rectifico la afirmación: “algunos” olvidos matan… y ahora lo olvido, en el segundo sentido.

(8) En “Shattered Voices” de Teresa Godwin Phelps, citado por José Sols Lucia en Cultural de la Vanguardia 14-04-10.

(9) “el psicoanálisis se ocupa, en sus únicos supervivientes, de otra lucha, de la única guerra sin memorias ni registros que la humanidad finge no haber librado jamás, la que cree haber ganado siempre por anticipado, simplemente porque para ser tal la humanidad debe haber sobrevivido a esa guerra, y vivir y darse a luz como cultura en la cultura humana: guerra que a cada momento se libra en cada uno de sus retoños, los cuales, proyectados, deformados, rechazados, cada uno para sí mismo, en la soledad y contra la muerte, deben recorrer la marcha forzada que convierte a larvas de mamífero en niños humanos, en sujetos» enAlthusser, Louis- “Estructuralismo- Estructuralismo y psicoanálisis” Editorial Nueva Visión- Año 1970- Buenos Aires- Argentina

(10) Conferencia pronunciada en alicante 1.982: “El ideal de la técnica, la técnica ideal” Bernardo Arensburg. Inédita.

(11) “La fascinación del líder” Fanny Elman Shutt. Editorial Biblioteca Nueva 2.005.

(12) “La raíz de la voluntad radica en el deseo, un deseo que se vuelve consciente, reflexivo, deliberado y liberador en la medida en que es aceptado como voluntad y no como mero impulso”  Entrevista a Castoriadis sobre “el Avance de la insignificancia” en la red.

(13) Anécdota extraída del libro de Carlin citado.

(14) “Entre seducción e inspiración: el hombre” Jean Laplanche. Editorial Amorrortu 2.001.

(15) Ricardo Rodulfo: Trabajos de la lectura, lecturas de la violencia. Editorial Paidos. Colección Psicología profunda número 271.

(16) R. Rodulfo. Obra citada.

(17) “Aquello que detestamos en el otro es algo que está en nosotros, en la sombra de nosotros mismos; si logramos descubrirlo no significa que eso pasará a gustarnos, pero sí que perderemos las razones para odiar o matar al que no nos gusta.”   Mario Jacoby. Psicoanalista.
http://www.pagina12.com.ar/2000/suple/psico/00-12/00-12-21/psico01.htm

(18) Marta Gerez en “Sublimación, idealización y subjetividad” hablando de Freud: “Cualquier porvenir de una ilusión está destinado a estrellarse: precisamente, son los «idealistas» quienes se ven impedidos de acceder a la sublimación. Desidealizar supone soportar la inconsistencia del Otro y atravesar los difíciles senderos del duelo por el padre ideal que deja como lastre en la subjetividad un estado de dolorosa orfandad, pero también, de responsabilidad subjetiva”.

(19) Esta exacerbación de la libido, dice la autora, ha sido largo tiempo negada al duelo normal y atribuida a la manía, a pesar de la reiterada observación de Abraham, quien escribiría en 1924:
“Se observa que el sujeto en duelo, a medida que logra desprender su libido del difunto, experimenta deseos sexuales acrecentados. Bajo una forma sublimada, se tratará de un deseo de iniciativa, de una ampliación de sus intereses intelectuales”.

 

(20) Y también Carlos Weisse. (en Angustia, duelo y sublimación. Relaciones entre el duelo y la pintura de Giorgio Chirico)  nos recuerda como en todo duelo se producen tres pasos, en el primero surge la renegación de la perdida, en el segundo el trabajo de simbolización, la subjetivación de la perdida, la elevación a la categoría de falta, (produciéndose en el primero angustia, y dolor en el segundo momento), pero el que aquí nos interesa es el tercero donde “En el punto mismo de la cicatriz y de la pérdida de sí. La sublimación es la expresión máxima de que el objeto es insustituible y por lo tanto se abre la posibilidad de  una nueva inscripción, dicho de otra manera, (se abre la posibilidad de)  la creación de un idiolecto que signifique  que ese objeto desaparecido sin remedio, sea simbolizado en un nuevo idioma, en un dialecto propio que implique un acto creativo y al mismo tiempo dé cuenta de su borde, contorneado por la pulsión,  nombrando ese borde de una nueva manera y constituyendo de esa forma el significante de su falta”.

(21) Citado por Jack Lang en “Nelson Mandela”. Editorial Anagrama 2.004.

(22) Campos Reina: “De  Camus a Japón”. Editorial Siruela. 2.010.

(23) Campos Reina. Obra citada.

(24) Esta referencia no es cierta, mi memoria sufre aquí un lapsus, que e
l tiempo repara al serle concedido el premio Nacional de Literatura a esta obra en Septiembre de 2.010.

(25) Michel Onfray se ha convertido en estas últimas semanas en un “enemigo” del psicoanálisis con la publicación de un libro sobre Freud. No por ello dejo de usar su cita que me sigue pareciendo pertinente.