Hay un mundo para todo nacer, y el no nacer no tiene nada de personal,
es meramente no haber mundo. Nacer y no hallarlo es imposible;
no se ha visto a ningún yo que naciendo se encontrara sin mundo,
por que creo que la Realidad que hay la traemos nosotros
y no quedaría nada de ella si efectivamente muriéramos
como temen algunos.

Macedonio Fernández [1]

La tarea de comentar el caso clínico de un colega siempre es algo complejo, por lo menos para mí. Opino que el lugar de hacerlo es el debate que hoy abrimos aquí… y mejor aún si contamos con él.

No obstante, enfocaré algunos elementos para contribuir a este debate. De momento el material que se nos presenta aquí forzosamente es sesgado. Bajo el tema del Forum: La relación mundo interno –mundo externo, el autor- Owen Renik- presenta a través de dos viñetas clínicas, su modo de trabajar estas cuestiones.

La realidad de esta presentación tiene sus límites. Los que están en el material clínico.

Como desconozco tantos elementos para comentar el caso, prefiero centrarme en comentar el modo de trabajar del analista, para empezar.

Tuve dos momentos, a la hora de hacer esta presentación: el momento de la lectura y lo que he llamado “el momento de leer asociando en atención flotante”.

Primer momento , el de la lectura

Fui al texto con curiosidad e inquietud pensando que Comentar la tarea de alguien que desconozco, es similar a la situación que se crea cuando nos piden opinar profesionalmente en contextos no profesionales. El peligro es hacer interpretaciones silvestres, cosa que no querría hacer.

Del mismo modo, al comenzar la lectura, corría el peligro de buscar identificar al autor. Peligro este en el que sí caí: frente a lo desconocido (el autor y además leyendo en otra lengua), me tranquilicé entonces diciendo “es intersubjetivista”… era este un modo de, re-conocer lo familiar, de dar con el parentesco en el árbol genealógico del psicoanálisis, de tranquilizarme a mí misma, dando por conocido a ese otro desconocido.

Después rechacé este modo de acercarme, lo rechacé porque me limitaba en su comprensión en tanto y en cuanto lo etiquetaba.

Y porque Esta etiqueta, este modo de etiquetar es un vicio que intoxica nuestro trabajo, por lo menos el mío y del que intento hurtarme/apartarme/quitarme constantemente.

Es este un vicio que no solo utilizamos para marcar la diferencia, que seria, dentro de lo posible, lo óptimo, sino que traduce un prejuicio.

Decir Fulano es lacaniano, o es kleiniano o si se trata de alguien que presenta un caso que no se ajusta a los cánones ‘oficiales’ decir ‘no es psicoanalista, es algo frecuente eso de oír: “no es psicoanálisis”.

Es esa una postura que me aleja de conocer, de aprender. En definitiva, de poder poner en juego la palabra del otro para pensar con él, como cuando me encuentro con un paciente y lo etiqueto rápidamente con un diagnostico estructural, sin permitir que la escucha, transferencia y la relación me vayan permitiendo escucharle en su otredad.

Recordé aquí una cita de Ricardo Rodulfo:

Mi hipótesis es plantear que ocurre si consideramos aquellos funcionamientos no como aberraciones ni como ‘desfiguración o decadencia’ (Heidegger) sino tan formando parte de la teoría como lo que convencionalmente se acuerda designar como tal [2] .

Entonces, me propuse comentar el texto, después de escucharlo como escuchamos el material de un paciente: con toda la neutralidad posible, en cualquier, caso sin etiquetarlo, admitiendo su diferencia y su singularidad como un posible factor enriquecedor del encuentro.

Hecho este ejercicio de corrección, volví a leerlo.

Segundo momento . Leer asociando ideas

Dos cosas me llamaban la atención en la presentación de Renik:

a) el modelo teórico y

b) la forma de intervención.

 

a) En cuanto al modelo teórico

Recordé el trabajo de Madeleine y Willy Baranger, “La situación analítica como campo dinámico”, del cual podemos considerar a Ferenczi un precursor.

Los autores planteaban, en los años sesenta cuestiones que de algún modo han sido desarrolladas y ampliadas por muchos autores de hoy en día. Cuestiones tales como que el encuentro analítico es fundamentalmente bipersonal, que implica una participación importante del analista en el trabajo, que supone la creación de un ‘lenguaje’ particular entre paciente y analista, que la interpretación es un elemento que estimula la creatividad del paciente y muchas otras cuestiones y elementos que rompían con la línea de pensar la teoría de la técnica apoyada sólo la transferencia y la contratransferencia y posibilitaban la ampliación y el enriquecimiento de un campo que se haría menos estático y anquilosado con la aportación de estos y otros autores.

Específicamente el trabajo de Madeleine Baranger “La mente del analista: de la escucha a la interpretación” me permitió recoger algunos elementos del trabajo de Renik. El recuerda en su presentación, la recomendación freudiana de “hacer consciente lo inconsciente”, Baranger también pero nos recuerda que en la obra de Freud el contenido mismo del concepto de inconsciente no es unívoco. “ Todas las grandes corrientes analíticas utilizan conceptos distintos detrás de la misma palabra ‘inconsciente’ [3]

Aquí entonces se me plantea la pregunta: ¿cuál es el concepto de inconsciente implícito en el esquema teórico referencial de Renik?

Pensar que el analista busca encontrar el elemento latente detrás del contenido manifiesto es cosificar
algo dinámico de por sí.

Winnicott nos dio elementos para pensar el espacio analítico como un espacio transicional, es decir un campo dinámico enriquecido con la fuerza de la creatividad el psiquismo, del lugar de la experiencia que construye subjetividad. Con la subjetividad del analista, con la subjetividad del paciente, entre uno y otro, entre el inconsciente de uno y del otro, ponen en juego un espacio que hace efectos sobre ambos.

Para Winnicott interesa ese ENTRE. Para Willy Baranger lo artesanal de nuestra tarea, ambos proponen, como Renik creo, un algo más.

El trabajo de Renik ofrece de esto un ejemplo. Un modelo teórico de inconsciente le lleva a recoger y escuchar el material de los pacientes: el síntoma como defensa frente a un afecto displacentero (abreviadamente: por recuerdo de las relaciones sexuales con el hermano en el caso de Phyllis y el sentimiento de culpa con el hermano y el sentimiento de falta de masculinidad en Todd) .

Con su escucha el autor privilegia, inevitablemente o subjetividad e inconsciente mediante, una forma de intervención.

Vayamos ahora en mi lectura al segundo aspecto de la presentación de Renik que anuncié:

b) la forma de intervención

Renik plantea un estilo muy preciso de participación con los pacientes que vuelve a recordar la singularidad del trabajo analítico. Su modo de estar y trabajar con ellos, de presentarles sus hipótesis.

¿Qué escucha el analista? En este caso, ¿qué escucha éste analista en estos pacientes?

Parece, en mi opinión, que escucha fundamentalmente el síntoma y el sufrimiento que este ocasiona.

Síntoma que es efecto de la represión de recuerdos traumáticos, como él mismo nos recuerda estaba en Freud.

De esta manera propone o se hace cargo, diría motiva por usar sus conceptos, al paciente a manejar su realidad mirándola desde otra perspectiva. Invita al paciente a mirarse de otro modo, proponiendo una otra perspectiva.

El trabajo de Renik no sólo es por vía de di levare , es por vía di porrere , como diferenciaba Freud y como él mismo proponía en “Construcciones”. Los aportes de Kohut acerca del concepto de empatía están en el fondo de sus referencias teóricas también. Empatizar con el paciente permite hacer la construcción de las intervenciones desde otra perspectiva.

A diferencia de los relatos de otros análisis en los cuales el analista parece dirigir la atención sobre un aspecto del paciente, la transferencia por poner un ejemplo, Renik parece pensar al paciente y pensarse él en un campo, como participantes y ejecutantes del encuentro.

Es, este un tener en cuenta el encuentro intersubjetivo. Un manejar su subjetividad, un no evitarla, quedando la cuestión de la neutralidad del analista (aparece) en el fondo y adquiriendo ahora un sesgo distinto.

Para el paciente, el conocer el sentido del displacer del síntoma, en los pacientes aquí presentados, defenderse de otro displacer, hacer consciente esto, produce efectos. Ahora… un interrogante que surge es ¿dónde ponemos el acento?¿en la palabra? ¿en el afecto?¿cura la interpretación o el encuentro intersubjetivo? ¿ O será posible que ambos se aúnen en el “ni en ausencia, ni en efigie” que nos proponía Freud?.

Por otra parte queda la cuestión ¿se atiende a los acontecimientos de la vida del paciente o al fantasma con el que se organizan y sostienen? Creemos que el encuentro privilegiado con el analista propiciará un “aquí y ahora” posibilitará un relanzamiento de cadenas fantasmáticas que quedaron detenidas “allá y entonces”.

Encontré algunas ideas del autor, de Renik acerca de este tema. Las ideas del analista no necesariamente tienen que ser correctas en sentido estricto sino que estimulen el proceso de aprendizaje…

Dice así en “los riesgos de la neutralidad”:

Abogo por “ Un aprendizaje dialéctico en el que la neutralidad (si es que esta es posible) facilita el proceso no porque lo que el analista dice tenga mas validez sino porque ofrece una perspectiva alternativa para construir la realidad”

Pero la neutralidad solo se consigue si el analista escucha comprensivamente pero no opina acerca de las cuestiones del paciente: respetar su autonomía y rechazar las opiniones personales.

“Hasta ahora el concepto de neutralidad ha hecho que el distanciamiento emocional perdure como ideal técnico (…) Sin embargo, como psicoanalistas deberíamos ser los últimos en equiparar ingenuamente el ser consciente del afecto con la implicación emocional”… [4]

Punto clave este. No es lo mismo “darse cuenta” que “implicarse” y justamente al revés en muchas ocasiones.

Considera Renik que si aceptáramos que la técnica psicoanalítica no es neutral daría lugar a la preocupación de abrir las puertas al ‘todo vale’, siendo esta una preocupación legítima, pero que la técnica no (la) previene…

“Las normas éticas que establecemos en nuestras comunidades profesionales (que son bastantes independientes de nuestras teorías de la técnica) son las que protegen a nuestros pacientes” [5]

En definitiva: educar analistas para la neutralidad es una tarea fracasada, y que atañe mas a la ética que a las teorías.

En la realidad de nuestra ciencia no rige la neutralidad de las otras ciencias, pero esa neutralidad sí que rige en nuestra ética.

Parafraseando al poeta Macedonio Fernández, cuando dice “Hay un mundo para todo nacer… nacer y no hallarlo es imposible” diría que hay un mundo teórico y subjetivo para cada nacimiento/encuentro analítico, y la “realidad, que se crea la traemos, la construimos nosotros. Y no es posible entonces defenderse con una dificultad de analizabilidad colocada del lado del paciente, sino que del encuentro dependerá el análisis.

Mundo interno/Mundo externo en el psicoanálisis están en permanente intercambio, en juego de lo transicional. La hipertrofia de uno o de otro es dar lugar al síntoma. Si todo es mundo interno… nos volvemos autistas y si todo es mundo externo, nos alienamos. Lo subjetivo y lo objetivo nacen a un tiempo y condenados a encontrarse e
investirse y a intentar un proceso de neogénesis que permita hacer surgir de nuevo, lo nuevo.

Jorgelina Rodríguez-O’Connor
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[1] Macedonio Fernández; “Manera de una Psique sin cuerpo”, página 7, Editorial Mate, 2001

[2] Ricardo Rodolfo “El psicoanálisis de nuevo”, Pág. 214. Ed. Eudeba

[3] M . Baranger “La mente del analista: de la escucha a la interpretación” Ed. Lumen

[4] Owen Renik, “Los riesgos de la neutralidad”, Aperturas Psicoanalíticas, nº10, marzo 2002

[5] Owen Renik, “Los riesgos de la neutralidad”, Aperturas Psicoanalíticas, nº10, marzo 2002