Los Celos: Literatura y Clínica

por | Revista del CPM número 8

Propongo en este trabajo recoger algunos aspectos de los celos en la pareja en la literatura y en la clínica como fuentes de conocimiento y de cuestionamiento al ser tan variadas las situaciones donde aparecen y las maneras de hacerlo. Sus manifestaciones literarias en los distintos momentos históricos, trabajo que no vamos a hacer aquí, nos podría mostrar lo que hay de inmutable y de aparentemente nuevo en los celos. Lo que no cambiaría sería el sufrimiento del celoso y también de la persona sobre la que recaen estos. La manera de vivir este sentimiento tendría que ver con la forma en que se concibe la relación amorosa.

Solo como ejemplo, al repasar la idea de vínculo matrimonial que tenían los hombres en el final de los años 60 y principios de los 70 (EL PACIENTE CELOSO Y SU FAMILIA, Chaves y vv) aparece como ideal colectivo del matrimonio la posesión del pasado, del presente y del futuro de la mujer por parte del hombre, condicionando así de manera rígida los celos individuales.

A lo largo de nuestro Siglo de Oro, el amor “y su sombra, los celos”, son un tema recurrente en la literatura vinculado con el honor. Unas veces con carácter dramático y otras con carácter tragicómico. Desde un punto de vista psicoanalítico tiene el interés de que con frecuencia , en ese teatro, las cosas no son lo que aparentan , creándose un “enredo” que como en un tratamiento solo al final será desvelado.

En EL CABALLERO DE OLMEDO, un personaje nos da una definición de los celos: “Son celos, Don Rodrigo, una quimera que se forma de envidia, viento y sombra, con que lo cierto imaginado altera, una fantasma que de noche asombra, un pensamiento que a locura inclina, y una mentira que verdad se nombra”.

Esta manera de ver los celos en que lo real se deforma por lo imaginario nos sitúa en la consideración de que los celos, desde los “normales” a los delirantes, nunca son objetivos sino también y sobre todo producto de la subjetividad del sujeto y de la capacidad o incapacidad de éste para dar amor y recibirlo. Cervantes, como señala Castilla del Pino en su libro CELOS, LOCURA, MUERTE, llega a considerar al celoso como culpable y provocador de su propia desgracia, por ejemplo en EL CURIOSO IMPERTINENTE donde el personaje, Anselmo, para tener la certeza absoluta de la fidelidad de su mujer, que no le ha dado motivo de sospecha, propone a su mejor amigo ponerla a prueba una y otra vez logrando al final lo que aparentemente tanto temía. Logra así que el amigo se convierte en amante de la esposa. Este relato es especialmente interesante pues comienza hablando de la gran amistad que se profesaban el celoso y el que luego va a ser su “rival”, de tal manera que al ir siempre juntos “se les conocía como los dos amigos”.No queda claro si es una prueba extrema de amor lo que le pide al amigo a quien no quiere renunciar o al buscar la certeza absoluta sobre su mujer dejar así de desearla. Pues solo se puede desear lo que no se tiene o no se tiene con seguridad absoluta. Pero por si fuera poco, Anselmo, mira a través del ojo de una cerradura para ver qué pasa entre su amigo y su mujer en la situación que él mismo ha provocado.

Como señala Daniel Lagache (OBRAS,1932-1938) el rival puede no existir o ni siquiera saber que es tomado como tal. Para este autor un estado de celos no es solamente una manera de vivir la relación amorosa, sino sobre todo una manera de existir. Como se dice en el Othello, “las almas celosas… no son celosas siempre por algún motivo, sino que tienen celos porque tienen celos. Es un monstruo engendrado por sí mismo, parido por sí mismo”. En LA CASA DE BERNARDA ALBA, al no poder soportar ésta la presencia de un tercero, impide a sus hijas hasta salir a la calle creándose un ambiente enrarecido y cerrado, mezcla de celos y de envidia.

Esta presión está también presente en el WOZZECK de Büchner donde los celos “justificados” son llevados al paroxismo por el grupo social colocando al personaje en la inevitabilidad del homicidio de su esposa y de su propio suicidio.

Freud, en ALGUNOS MECANISMOS NEUROTICOS DE LOS CELOS, LA PARANOIA Y LA HOMOSEXUALIDAD, distingue los celos normales, de los celos proyectados y de los delirantes, dentro éstos últimos de la paranoia ligada a su vez a la homosexualidad reprimida. Si bien establece un continuum como es habitual en él entre lo normal y lo patológico, se encontrarían rasgos comunes de ambos en los celos delirantes. Tomado como un dogma, y desoyendo sus propias advertencias sobre la necesidad de ver el psicoanálisis en evolución ( Freud, consideraba “indispensable para sentar definitivamente tan importante hipótesis la investigación previa de un gran número de casos de todas las formas de afección paranoica”) Llama la atención que se haya establecido la identidad entre los celos delirantes y la homosexualidad reprimida en gran parte del psicoanálisis posterior.. Esta reserva no invalida esta relación en todos los casos sino que plantearía la necesidad de abrirla a nuevos enfoques, apareciendo celos en la literatura y en la clínica que proceden de complejos muy variados, donde siempre predomina el narcisismo, la presencia de la propia insuficiencia y una especie de degeneración de la posesividad propia del amor.

Hasta hace muy poco, la relación homosexual solo estaba basada en la pura relación amorosa sin soporte institucional o social que la ampliara y la basara también en otros intereses como era el caso de la relación heterosexual. La manifestación de la homosexualidad relativamente reciente en nuestra sociedad nos permite observar junto a la presencia de relaciones abiertas especialmente frecuente entre los hombres, y en parte vivida como un ideal , una importante presencia de los celos. La menor integración entre el afecto y la sexualidad que Freud señalaba en “Una general degradación de la vida amorosa” origina un vacío que se intenta llenar con un nuevo objeto. Pero como en casos heterosexuales vemos celos relacionados con rivalidad narcisista, como es el caso de un joven emparejado con otro hombre brillante profesionalmente.

El paciente alternaba periodos de celos coincidiendo con lo que para él era un fracaso profesional con otros donde desaparecían al alcanzar un triunfo en su profesión, tratándose así de un baremo de su conflicto desplazado.

La falta de celos como problema tendría que ver con la represión (celos edípicos) aunque su aparente inexistencia ocasionaría importantes efectos en la vida psíquica. En un entremés de Cervantes, LA CUEVA DE SALAMANCA, aparece un hombre que tendría que sospechar de la manifiesta infedilidad de su mujer aunque no lo hace, aceptando el engaño pues los que quieren tener relaciones con ella le prometen ver autenticas maravillas que él acepta de buen grado. No es que tenga , al menos no solo, seguridad en su mujer sino que prefiere creer en estas maravillas. Ha decidido que pase lo que pase su mujer no le va a engañar en una suerte de contraparanoia. En el final del LAZARILLO, se da un emparejamiento ventajoso de él protagonista con el ama de un clérigo, teniendo esto como consecuencia el tener que compartirla. Se rebela primero pero acaba aceptando la situación Lázaro acallando a los que se la observan: “Mira, si sois amigo, no me digáis cosa con que me pese, que no tengo por
amigo al que me hace pesar; mayormente, si me quieren meter mal con mi mujer, que es la cosa del mundo que yo más quiero y la amo más que a mí. Y me hace Dios con ella mil mercedes y más bien que yo merezco; que yo juraré sobre la hostia consagrada, que es tan buena mujer como vive dentro de las puertas de Toledo. Quien otra cosa me dijere, yo me mataré con él. De esta manera no me dicen nada y yo tengo paz en mi casa”.

Celos compensatorios Aunque la compensación de un déficit auto erótico o de otro tipo se encuentra en casi toda situación de celos tienen un carácter especial en determinadas edades. Así los encontramos en una pareja de ancianos que nos visita a petición de la mujer. El marido, que nunca ha sido celoso antes, cree que muchos hombres miran a su mujer con deseo lo que se ha convertido en una auténtica obsesión para él. La anciana, aunque protesta, no puede ocultar cierta satisfacción ante la conducta del esposo, manifestándose ambivalente. Parece que esta situación está negando los efectos de la vejez de ambos y que es una compensación frente a la falta de atractivo de la misma e incluso del miedo a la enfermedad y a la muerte.

Los celos actúan aquí como elemento ilusionante intersubjetivo, aspecto éste que en otras edades también se ve, cuando la presencia de un tercero más o menos interesado en la mujer ajena logra dar nueva energía a un deseo que estaba empezando a ser desfalleciente. En estos casos, los celos tienen un carácter casi lúdico a pesar de la tragedia a veces histriónica con que se viven.

Por el lado femenino, estos celos compensatorios se ven en mujeres emparejadas con hombres valiosos socialmente donde ellas han contribuido al éxito de su pareja. Consideran una posible rival a muchas mujeres que puedan aparecer en el horizonte próximo a la pareja, a pesar de lo alejado que pueda estar del afán erótico los intereses de las intrusas. En estas situaciones vemos casi un deseo de la celosa para confirmar lo valioso de su pareja.

En la primera parte de EN BUSCA DEL TIEMPO PERDIDO, Proust nos muestra todos los ingredientes de los celos en la Modernidad. El personaje, que se ha resistido al principio a caer en la pasión amorosa por una especie de reserva y de trivialización del atractivo de ella, Odette, empieza a experimentarla cuando cree ver el parecido de ella con un rostro de Boticcelli. Este parecido actúa como fetiche y al ser valorada su relación da lugar al surgimiento de la duda en la relación amorosa de Swann. Pero esta duda es muy anterior aunque todavía no son celos. Para el , al poco tiempo, hay una necesidad de saber la verdad sobre la infedilidad de su amada la cual le ha surgido de pronto y que le lleva a la temeridad de llamar a casa de ésta altas horas de la noche al creer que ella le engaña con un rival . Aquí surgen las preguntas clásicas que se hace todo celoso: ¿quién es? ¿desde cuándo? ¿cómo? ¿porqué? Es decir, lo que él tiene que yo no tengo. Pero va a aparecer la indagación como defensa para mantener la superioridad intelectual. Dice Proust “Y quizás la sensación casi agradable que tuvo en aquel momento provenía de algo más que de haber aplacado su duda y su pena: en un placer de la inteligencia”, “como un descubrimiento científico”.Esta necesidad de saber toda la verdad, de manera triunfante aunque dolorosa, se encuentra en los delirantes de celos con mucha claridad cuando se reconoce que el “descubrimiento” les ha producido un cierto aplacamiento de su dolor.

A partir de ahora, aunque a costa de perder el amor del objeto, todo se aclarará, incluido el pasado de la relación. Pero Swann, que no es un psicótico, conserva a la vez el pasado amor como indestructible, idealizándolo aún más en un primer momento. Más adelante, el agotamiento de la idealización también va a tocar a las cosas y las personas con quienes se relaciona su amada y que tanto placer le producía antes. Ahora Odette se le revelaba con toda su ignominia, majadería y ridiculez. Única manera de sentirse mejor que ella en su narcisismo desfalleciente.

Pero la ambivalencia del amor y del odio no ha desaparecido: así el personaje alterna entre momentos de dicha y de autocrítica de su desconfianza, en especial ante un gesto cariñoso de ella, con otros en que la detesta y se autocrítica, esta vez de haber sido tan complaciente y generoso, sintiéndose terriblemente humillado.

Su estado evoluciona a la melancolía , a la vez que Odette se muestra más irritable y tiránica, habiendo él perdido en su duelo toda esperanza del amor de ella. Pero esto no acaba con su pasión que se ha hecho regresiva. Cuanto más sufre más se pone de manifiesto la dependencia hacia ella: “Y sin embargo a esa Odette, origen de todos aquellos dolores, no por eso la quería menos, sino que erale por el contrario más preciosa, como si a medida que iba acreciendosa su dolor, aumentara paralelamente el valor del calmante , del contraveneno que solo aquella mujer poseía”. Ahora, la curiosidad que en él despertaban los celos se fue neutralizando por temor a las nuevas torturas que se inflingiría al satisfacerla. Ya todo está perdido, hasta en aquellos primeros meses de felicidad era falsa con él. La verdad ya no tiene el carácter de omnipotencia que tuvo al principio como un triunfo de la inteligencia: cuando ahora le pide a su amante que reconstruya la historia de la infedilidad, como una confesión, es porque, dice “¡me calma tanto poder representarme las cosas! Lo horrible es lo que no se puede imaginar”

Avanzando en la lectura aparece una especie de sorprendente salida “terapéutica”: el encuentro de Swuann con una vieja amiga que frecuenta a Odette hace que le hable de ella como de una mujer más entre las mujeres , injertando en Swann otros sentimientos más normales de gratitud y de amistad (Odette tambien le está reconocida y le admira) que en el ánimo de él la transformaban en un ser mucho más humano.

Para acabar analizaré los celos en una pareja de pacientes: Yoli y Pedro. Ella es una chica que no ha podido vivir una adolescencia imaginada como total libertad. Es una mujer algo alocada que se va de copas con la pandilla de su trabajo hasta tener una relación superficial con un compañero. Lo primero que hace es decírselo al marido. Pedro cae en la trampa que antes señalábamos en el caso de Swann y se imagina una poderosa relación entre ellos que se le presenta una y otra vez . Ya en terapia, y al desmontarse la consistencia de esa relación, hay en él una resistencia a abandonar su obsesión. Construye unos personajes y achaca todas las dificultades de la pareja a la presencia del intruso. El está imaginando una mujer que no es la suya y compite inútilmente con la imagen fálica de un rival inexistente. Esta persistencia de algo que va contra sus propios intereses es el lado siniestro de los celos, más próximo a Thanatos que a Eros

* Pilar de Miguel
Médico Psiquiatra
Psicoanalista
Miembro del Centro Psicoanalítico de Madrid