La ponderación del bien/mal-estar

por | Revista del CPM número 24

Pablo J. Juan Maestre. pjjuanm@yahoo.es

Miembro del Centro psicoanalítico de Madrid

 

Trabajo presentado en el V Simposio de la Sección de Psicoterapia Psicoanalítica de la FEAP. 1 de Octubre 2011. Murcia.

 

«Quizás no hay principio ni fin, sino un proceso infinito de creación y destrucción». Canto a mi mismo. Walt Whitman.

Tuvimos la experiencia, pero perdimos el sentido, y acercarse al sentido restaura la experiencia”. T. S. Eliot citado por José Ángel Valente.

 

Primera parte: El tiempo ya no es lo que era.


Vivimos tiempos difíciles. Son tiempos en los que el bienestar que la cultura nos daba está cayendo. No lo podemos negar. Quizás tiempos tan complicados como aquellos que le tocó vivir a Freud cuando escribía “El malestar en la cultura”. En aquella época, unos meses antes de entregar el manuscrito a la imprenta, el crack del 29 dejaba las cosas muy complicadas y solo una guerra, llamada segunda mundial, los sacó, nos sacó de aquella recesión, a costa de un elevado número de vidas humanas.

 

Actualmente, llevamos ya unos años en convulsión y como dije el bienestar se reduce. Ahora bien, les recuerdo que Freud no habló de infelicidad, le llamó malestar, porque la cultura tiene un carácter protector, como nos recuerda Yago Franco “ si en ella el hombre no puede encontrar la felicidad plena (dado que en ella tenemos que refrenar nuestros impulsos) sin ella (el hombre) no puede sobrevivir”1. Estamos en tiempos donde al malestar de la cultura, al malestar del bienestar, se le suma ahora el malestar del “bienestar perdido”, es la crisis…

 

Dice Jacques André, que el tiempo ya no es lo que era, que vivimos al día, en un tiempo sin pasado ni futuro, un tiempo que no se puede relatar y que solo se puede actuar.

 

Y apunta, que eso lo vemos en nuestro trabajo también, cuando la rememoración le cede el paso a la repetición, la historia a lo actual, el relato a la acción y el pasado se lo cede al presente.

 

Y dice que esa formula de Freud de que “pasado, presente y futuro están como enhebrados en el cordel del deseo que los atraviesa”, esa formula, es una particularidad en nuestros tiempos, dado que esa es la formula del “neurótico común” y ese brilla por su ausencia en el presente.

 

Continua diciendo que quizás la vida se vuelve historia solo al precio de una travesía por la tragedia edípica y solo entonces pueda ser contada y rehecha en el análisis. Y sabemos, por nuestros divanes, que las cosas no son tan así en la actualidad. Los pacientes parecen no tener pasado actualmente y su porvenir tampoco parece seguro, y es que la temporalidad no es una dato inmediato de la vida psíquica, es un resultado… que a veces puede no darse, dado que la psicogénesis, el proceso personal que engendra el tiempo, puede fracasar en todo o en parte, bloquearse o no constituirse. Así que el tiempo ya no es lo que era acaba diciendo (ni el climatológico, ni el otro).

 

Jacques André apunta así a un cambio en el modelo de presentación del ser humano, que anonadado por una cultura que no le protege lo suficiente, que no le acompaña para realizar la travesía edípica, que incluso la desprecia, queda sumido en ese anonadamiento, que le impide ser en el tiempo y apropiarse de él, permitiéndole a su vez lidiar con el deseo.

 

No, el tiempo ya no es lo que era. La práctica clínica tampoco.

 

La naturaleza sigue siendo igual o peor, “la tierra, que tiembla, se abre y sepulta a los hombres con la obra de su trabajo (y aquí pienso en Haití y en Lorca); el agua, que inunda y ahoga (Japón) ; la tempestad, que destruye y arruina (los huracanes que azotan el Caribe), y las enfermedades… (y) el doloroso enigma de la muerte”… dice Freud en “El porvenir”.

 

Allí seguimos, en la lucha contra los elementos, intentando darnos en la cultura un marco de seg
uridad, que nos haga sentir menos inermes frente a las fuerzas de la naturaleza. Porque en definitiva, no lo olvidemos, la cultura nos la damos para protegernos de los elementos, porque solos no podemos sobrevivir.

 

La naturaleza parece que también está cambiando (el tiempo climatológico), pero lo que se ha vuelto más complicado es el otro eje del asunto, las relaciones con nuestros semejantes, con nosotros mismos y con nuestro cuerpo. Todos tenemos la impresión de vivir tiempos convulsos. Momentos de cambio y mutación, tiempos que se asoman al abismo.

 

Una época en los que los pacientes no quieren invertir su tiempo con nosotros para conocerse, tiempo de prisas. Recuerdo a mi nieta, de tres años. viajando en coche y cansada del trayecto diciendo “más rápido, más rápido”.

 

Los tiempos están cambiando”, y quizás lo están haciendo hace mucho, André Green dice que ya en 1920 Freud realizó toda su teorización de la segunda tópica porque la primera se le había quedado estrecha para su tiempo. Quizás no se trata de que la crisis actual haya hecho que las cosas cambien, sino que esta crisis2, crisis que se remonta a una década, hace que las cosas se vean más cambiadas, distintas, como más perfiladas sobre un fondo de malestar que les hace resaltar más.

 

Déjenme ahora leerles una cita:

 

Elegancia, pureza y medida, que eran los principios de nuestro arte, se han ido rindiendo gradualmente al nuevo estilo, frívolo y afectado, que estos tiempos, de talento superficial, han adoptado. (Nuestros principios se han ido rindiendo frente a) Cerebros que, por educación y por costumbre, no consiguen pensar en otras cosa que no sean los trajes, la moda, el chismorreo, la lectura de novelas y la disipación moral; a los que cuesta un gran esfuerzo sentir los placeres, más elaborados y menos febriles, de la ciencia y el arte. Beethoven escribe para esos cerebros…”.

 

Así hablaba un serio y sesudo crítico musical de la Novena Sinfonía de Beethoven, al poco de aparecer esta, y de cuyo estreno salieron pitando, tenemos constancia de ellos, la mayoría de sus oyentes.

 

Como ven, ya otros se han quejado antes de la liviandad de una época. Sírvame esta frase para enmarcar y desdramatizar la mutación que estamos viviendo en nuestros días, y que no es más que otra más, después de que Beethoven y otros nos llevase hasta la época Romántica, época aquella en la que el alma humana (la psique, el self?) fue considerada un fundamento, lejos ya de la idea de dios. ¿Y ahora qué?… ¿Adonde vamos?.

 

Difícil responder, pero en cualquier caso se trata del estallido de un pasado regido por el individualismo sublime, que deja su lugar al protagonismo de la “experiencia” y la velocidad. Dado que entre nosotros está cambiando “el modo de adquirir experiencias”. “Los bárbaros de hoy tienen la mano pegada al ratón y la vista puesta en el televisor: Habitar cuantas zonas sea posible con una atención bastante baja es lo que ellos, evidentemente, entienden por adquirir experiencia”. Así los define Alejandro Baricco. Y podríamos decir que su gran temor es quedar atrapados o ser frenados por un análisis o por un desvío hacia el fondo, por no hablar del pánico que les provoca la posibilidad de detenerse. La huida de la depresión resuena aquí con fuerza. Estos son los tiempos y esos son los modos.

 

Hemos de darnos cuenta de que los cambios que estamos viviendo no son nuevos, los hubo antes y los habrá más adelante, pero son cambios que, al decir de Alejandro Baricco3, parecen disipar el sentido, la profundidad, la nobleza e incluso la historia.

 

La cultura que estaba regida por el pensamiento del esfuerzo y de las profundidades parece dejar lugar a un rápido movimiento de navegación (surfing) por la red, solo por la superficie. Y en ello Alejandro Baricco defiende la idea de que esta mutación (no implica en absoluto la pérdida de sentido, sino) [implica] el advenimiento de otro paradigma4. Un paradigma donde el esfuerzo ya no es un valor, y mucho menos un placer.

 

Son cambios que niegan uno de los principios de la estética que nos es propia: la idea de que para alcanzar nobleza y valor auténtico hay que pasar por un camino, si no de sufrimiento, al menos de paciencia y aprendizaje. Sí. El esfuerzo5 ya no es un valor, y mucho me
nos un placer… Paciencia y aprendizaje que requieran cierto esfuerzo son dos cosas poco habituales hoy día.

 

Pues bien, estos cambios dan lugar a “una perdida de alma (de psique, de self?) y, por tanto, a un asomo de barbarie”. Si entendemos por civilización aquello conocido y por barbarie aquello que nos resulta desconocido… O quizás se trate de una parte de la psique que hasta ahora habíamos dejado en sombras, ya que, hasta ahora, habíamos primado lo asociativo, y ,en estos momentos de la historia, lo conectivo se ha hecho un lugar en el mundo, un lugar con fuerza, en esta modernidad líquida que, de momento, ha dado lugar a una mayor fragilidad humana, al decir de Bauman6

 

Como dice Baricco: “entender la mutación, aceptarla, es el único modo de conservar una posibilidad de juicio, de elección. Si se reconoce a la nueva civilización bárbara un estatuto, precisamente, de civilización, entonces se hace posible discutir sus rasgos más débiles, que son muchos”. A lo mejor se trata de eso de dar estatuto de legitimidad a eso que nos parece tan obsceno, a lo mejor tenemos que permitir que eso, se muestre, se exprese, sea reconocido para poderlo cambiar o cambiar con él…

 

Y no olvidemos, como él dice, que entre los mamíferos el delfín es un excéntrico, pero entre los peces un padre fundador, alguien que sabe vivir entre dos mundos, dando acceso a un mundo nuevo. Beethoven lo fue, Freud también, llevándonos desde un mundo a otro, anunciando, el primero, la tierra prometida del Romanticismo en cuyos aledaños aún habitamos, y el segundo abriendo un territorio nuevo que hoy nos cuesta habitar.

 

La clínica nos dice que los pacientes ya no funcionan al modo neurótico normal. El funcionamiento límite se ha instaurado entre nosotros, “todos somos límites” (artificialmente creados) como decía Yago Franco en otro artículo. Todos tenemos funcionamientos límites7, en estos tiempos que impiden la constitución subjetiva al uso. Todos vivimos los mismos tiempos.

 

Pero tal vez como dice Julio Moreno:

 

estemos asistiendo a la terminación de una época, lo que hace naturalmente apocalíptica la mirada de los sujetos que nos formamos en ella. A tiempos de crisis, como este, pueden seguir catástrofes; es cierto. Pero también pueden advenir novedades radicales cuya emergencia, se sabe, siempre perturban el orden establecido. Sea como sea, nuestros esfuerzos deberían estar dirigidos a adelantarnos cuanto podamos a entender la realidad que vivimos: aún cuando en apariencia nos sea hostil, bien podría sernos, a la larga, beneficiosa. Porque como decía Wittgenstein, “el mundo es lo que ocurre y lo peor sería considerar que lo que ocurre es un error”8.

 

Entender la realidad que vivimos” no queda otra.

 

Déjenme contarles algo sobre la realidad que vivimos ahora. Cuentan que le preguntaron al poeta Gabriel Ferrater si no le parecía terrible la realidad, y Ferrater, que sabía del asunto, respondió inmediatamente:»Y la irrealidad, ¿qué?». Pues eso, este es nuestro mundo, este es nuestro tiempo, nuestra época y esta es nuestra realidad.

Y si en la realidad, en la actualidad, el modo conectivo impera sobre el modo asociativo, el relacionarse, el comunicarse, impere sobre le relacionar, sobre el pensar, sobre el reflexionar o el dudar, quizás sea porque durante mucho tiempo hemos olvidado al primero y este pugna ahora como un retorno de lo reprimido que consigue hacerse oír, o mejor como lo que no fue, que pugna por tener estatuto de existencia y ser reconocido9. Nos movemos entonces entre lo reprimido y lo inconcebible que pugna por hacerse conocer. La realidad virtual, los ordenadores, los videojuegos y las redes sociales plantean ese otro modo de conocimiento, de relación, proscrito, y que se muestra ahora en el mundo con normalidad. Una normalidad escandalosa para nosotros acostumbrados a que lo asociativo, el relacionar, el pensar, imperara sobre el relacionarse, el comunicarse.

Para que lo asociativo se constituya es imprescindible que el objeto se pierda, que el duelo del objeto se lleve a cabo. Es imprescindible que lo conectivo, el relacionarse ceda espacio, permita la ausencia, para que lo representativo y lo asociativo se instale. Y dado que el duelo del objeto cuesta, lo representativo, el pensar no termina de instalarse… pero quizás hemos ido demasiado deprisa, demasiado asociativos, demasiado cerebrales y nos hemos olvidado de que para que algo se separe primero tiene que estar bien unido…

Antes sin esfuerzo no había premio. Antes sin profundizar no se
accedía al conocimiento, ahora todo es Light, se navega en superficie en lugar de profundizar, se surfea, se prefiere la velocidad a la reflexión, el relacionarse al relacionar, la comunicación a la reflexión, el placer en lugar del esfuerzo, incluso los molestares imperan sobre los malestares que decía Bonino
10. “Podría ser el normal duelo entre generaciones”, escribe Baricco. “Pero esta vez parece distinto (…) Parece que los agresores (los bárbaros) están haciendo algo mucho más profundo: están cambiando el mapa”. El sentido cambia, si antes era sedentario, ahora es nómada…

 

Segunda parte: El que “hace falta”.

 

¿Quién nos hará de guía en estos tiempos revueltos?. ¿quién será padre fundador que nade entre dos aguas y abreve en los dos tiempos y nos de las claves por donde seguir?. Si Freud nos acompañó, cual Moisés a tierra prometida, y ya nunca dejará de hacerlo, quién nos acompañara dentro ya de la prometida tierra que ha resultado no ser tan fértil, aparentemente…

 

Leyendo “El malestar en la cultura” una pregunta que Freud se hace es: ¿que hace a los hombres grandes?. Tanto Freud como Lacan responden que aquellos que tienen carisma, aquellos que saben aprovechar el momento oportuno, el momento de concluir11. Aquel que es capaz de ocupar la posición del ideal del yo, del padre añorado, portadores de la verdad de un momento o una coyuntura, dado que no existe aquel que pueda tener la verdad de todo momento, solo cuando “hace falta”12

 

Falta quizás en el doble sentido, el que se propone para completar la falta, pero también el que señala la falta que hasta ese momento pasaba desapercibida.

 

En ese sentido, Winnicott es el gran hombre del momento, el que supo leer lo que “hacía falta” en los tiempos modernos, Winnicott, si me oyera se levantaría para decir que “caen bombas” y que no diga chorradas.

 

Winnicott es el que nos guía en estos tiempos revueltos en que todo funciona al límite, no todos somos personalidades límites, pero todos funcionamos en los límites, pacientes… y analistas por tanto, intentamos abrir nuevas vías, conocer, saber en el momento oportuno que es lo apropiado, intentando ser suficientemente buenos analistas, suficientemente buenos terapeutas, ¿suficientemente buenos pacientes?. Quizás sí, en el sentido que ellos vienen a vernos con la esperanza de llevarse, y llevarnos, un poco más allá.

 

Winnicott nos alumbra el camino, él que no quiso ser maestro. Y a lo mejor justamente por ello nos alumbra la vía. Winnicott, aquel que comparaba “el estorbo del inconsciente para los que todos lo quieren resolver con el intelecto, con lo molesto que resulta el amor para los obispos”13

 

Ese Winnicott que aprende de sus pacientes y no se engola con un saber escolástico, saber que cierra la posibilidad de la aparición de lo nuevo. Winnicott que propone la experiencia cultural como juego, como espacio potencial de creación, que permita trascender la cultura a la que pertenecemos y nos limita, contribuyendo con ello a que la misma de un paso más allá de sí misma.

 

Winnicott sería aquí padre fundador, no solo él, otros le precedieron en los límites, en los bordes, hasta ser tachados de enfermos mentales, como Ferenczi. Winnicott, al que se acusaba de que trabajaba desde su enfermedad. Ambos supieron ver que «La ortodoxia no es más que la herejía dominante» (Philip Rieff).

El modesto ingles que no quiso ser maestro y por ello mismo no deja de serlo14.

 

Tercera parte: Winnicott y Freud.

 

Hablar del “malestar del bienestar”, no es lo mis
mo pensarlo desde Freud que desde Winnicott, ya que para ambos el término cultura significa cosas distintas.

 

Mientras que para Freud el malestar es consustancial a la cultura, para Winnicott el malestar tiene mas que ver con un acceso defectuoso a la experiencia cultural.

 

El primero cree en la pulsión de muerte, el segundo no, el primero pone el odio15 por delante del amor, el segundo dice que el amor primitivo contiene el odio, el primero habla de sentimiento de culpa, el segundo de responsabilidad. Sus concepciones difieren, el uno más pendiente de lo asociativo, el otro de lo conectivo, y sin embargo si pensamos la sublimación (desde el inicio) freudiana con la creatividad winniottiana ambos se encuentran.

 

Ambos coinciden cuando el uno habla de metaforización, de simbolización, de sublimación, y el otro habla de juego y experiencia cultural, ya que ambos permiten una manifestación del deseo que se satisface: en el decir y en el jugar. Ambos coinciden en que a través de la sublimación y la creatividad se consigue romper con un mundo a veces hueco y ritualizado y se puede poner en marcha un proceso deseante, creativo, sublimatorio y cultural.

 

Pero, para Winnicott la cultura se acerca más al concepto de experiencia cultural, que resuena con las castraciones simbolígenas de Doltó16, en cuanto a la parte de placer que queda liberado con la asunción de una castración, de una limitación, de una renuncia. La renuncia personal, la renuncia subjetiva, la castración ya que no se trata de otra cosa, lleva implícita, podemos decir con Doltó, una satisfacción de otro orden. Castoriadis lo decía así “placer de representación en lugar de placer de órgano”. Pues bien, Winnicott propone la experiencia cultural, un juego dentro de la cultura que deja atrás goces infantiles, o mejor los reconvierte, siendo eso lo que permite acceder a ese placer nuevo. La experiencia cultural, el juego cultural, la creación propia en la cultura, como aquello que permite superar en parte el malestar.

 

Permítanme un juego de palabras. Winnicott diferenciaba entre game y play, yo les propongo otra diferenciación. Creo que podríamos decir que Winnicott diferencia entre cultura y experiencia cultural, del mismo modo en que lo hace entre game y playing, el primero es juego establecido de reglas, el segundo invención y riesgo, creación en espacio transicional que nos lleva a todos un poco más allá. Cultura podría equipararse al game, y experiencia cultural podría hacerlo al playing: “Invención y riesgo, creación de espacio transicional que nos lleve a todos un poco más allá”17.

 

Ilusión es otro término que opone a Winnicott y a Freud sobremanera también. Si para Freud la ilusión es el deseo oceánico de vuelta al seno materno, regresivo donde los haya, para Winnicott ilusión es lo que abre al mundo, lo que permite que uno se empeñe en conseguir crecer y madurar, hasta funda la realidad dirá Winnicott.

 

La interpretación es también un concepto concebido de modo distinto por ambos. Para Freud base del trabajo del analista, para Winnicott algo que sería preferible que el paciente dijera antes que el analista, y algo que el analista debe evitar si el paciente no está preparado, llegándole entonces a llamar adoctrinamiento.

 

Qué dos maneras más diferentes de concebir las cosas, Freud desde la cúspide de su saber, habiendo atravesado una guerra, habiendo perdido un hijo en ella, esperando otra a las puertas; y el otro; Winnicott, saliendo vivo de una guerra donde dejó amigos y compañeros; el primero con un intelecto vivo y el segundo con una vida en deuda con los de su generación.

 

Ilusión los opone. Que cada uno elija en los tiempos que corren con quien se queda si es que hubiera que elegir, pero ¿por qué habría que elegirse?, no es el caso me parece18.

 

Efectivamente, por ello, porque no creo que haya que elegir, los asociativo y lo conectivo deben coexistir, no puedo dejar de recordar aquí, en descargo de Freud, si es que hiciera falta defenderlo, que “para Freud el psicoanálisis trata básicamente del destino del interés: (trata) acerca de cómo cada persona sostiene –o deja de sostener: cómo cada persona ataca, sabotea o abandona- el apetito por la vida. (Y recuerden que) interesarse por el apetito es interesarse por la relación de la gente con la esperanza”19 20.

 

Quizás la cuestión es que si Freud se ocupó del hombre trágico, Winnicott se ocupo del hombre depresivo, ese que al decir de Roudinesco representa el modo de sufrimiento psíquico actual21. (¿Si Freud se ocupo del modo asociativo, Winnicott lo hizo del conectivo?).

 

Ilusión resuena con creatividad y en estos tiempos, debemos poner en uso no solo la creatividad que nos permite construir dentro de nuestro aparato psíquico, sino también dar lugar a creaciones que solo son posibles de a dos22, con otros, como lo muestra Zukerfeld23, creaciones que permitan poner nombre a cosas que no han podido ser gestadas antes y que solo lo serán con otro, ¿nos prestaremos a ello?.

 

Por otro lado, hay que tener ilusión, en el sentido de Winnicott, aquella ilusión que crea mundo, como los reyes magos, recuerden que hay que creer en ellos para que traigan regalos y ¿quién no cree en ellos?. Como dice Jesús González: el mito de los Reyes Magos es “…como aquellas palabras de su misma índole: justicia, libertad y dignidad, que solo existen en cuanto alguien da la cara por ellas – y asume, entonces, el riesgo de perderlas”. ¿Quién se negará entonces a formar parte de la cadena de simbolizaciones que permita seguir construyendo cultura, a pesar del malestar?. ¿Quién no dará la cara por ellos?. ¿dejaremos que se pierdan? 24.

 

Hay que recordar aquí el artículo de Yago Franco25, de hace más de una década, que ya preconizaba el modo en que los pacientes se presentan en la actualidad: uso del teléfono, suspensión de sesiones, sesiones extras, retrasos en el pago, dificultades vacacionales… Quizás en la Argentina la crisis que llegó antes, les hizo estar más avisados y ahora podemos aprender de ellos.

 

André Green es otro autor que cambió nuestro criterio, ya que apunta a la adopción de un flexible “encuadre interno” en contraposición al encuadre clásico, que nos permita metabolizar aquello que nuestros pacientes no pueden, y nos lleve “a elegir dispositivos adaptados al estado del paciente para garantizarle a la función analítica unas condiciones de ejercicio óptimas y unas razonables posibilidades de éxito” Y acaba diciendo (ya que nos encontramos frente a) “… una clínica donde más que tratarse del análisis de la repetición del lazo con un objeto, se trata de que se produzca una relación de objeto” y esto nos exige nuevos posicionamientos..26.

 

Son estos tiempos donde el encuadre estalla y ya no es posible preparar un hogar al uso para desarrollar nuestra tarea. Tarea que se ha complejizado y que nos exige un paso adelante.

 

El encuadre clásico: la misma hora, los mismos días, el cobro de las sesiones faltantes, las vacaciones, es decir, como decía Bleger: “las constantes, dentro de cuyo marco se da el proceso”27, parecen haberse diluido y es difícil crear un encuadre externo que nos contenga, por no hablar ya de las cuatro sesiones semanales, autentico diván de Procusto… Antes de seguir déjenme contarles la historia de Procusto que conocí por Octave Manonni28:

 

Según una leyenda griega, Procusto, era un bandido que ofrecía su hospitalidad a los viajeros extraviados. Los acostaba sobre un lecho de hierro y, si eran más largos que ese lecho, les cortaba lo sobrante. Si eran más cortos los estiraba por la fuerza. Se trataba, Por así decirlo, de un normalizador”. Pero en lugar de acomodar la cama al tamaño de las personas, hacia que estas se ajustasen al tamaño de la aquella.

 

Pues bien, el encuadre clásico, diván de procusto, que durante mas de 90 años hemos empleado los analistas, esperando que los pacientes se adaptaran a nosotros, ahora resulta somos nosotros los que nos tenemos que aplicar el diván, el de procusto, y el otro, para poder trabajar con todo tipo de pacientes, no solamente con los analizables, dejando fuera a los no analizables, porque si así lo hiciéramos, nos tendríamos que retirar, pues ofreceríamos algo que la gente ya casi no demanda.

 

Los usos sociales, los valores, el modo de relación han cambiado, y los analistas tenemos que cambiar con él, hasta las nuevas tecnologías tenemos que ser capaces de emplear, lo cual no quiere decir que nos dejemos fascinar y utilizar por ellas. Pero tenemos que ser como aquella maquina analítica que en “Pórtico”, novela de ciencia ficción de Frederick Pohl, recibía al paciente cada vez con un semblante diferente en función de las necesidades de este

(primando la conexión sobre la asociación), y eso cansa porque nosotros no somos maquinas, y aun no llegó la maquina, estoy recordando a HAL 9.000, con conciencia (¿con inconsciente? ¿Con modo asociativo de funcionamiento?) para que podamos conectar con ella.

 

En definitiva, se nos exige más, se nos pide que resolvamos con la rapidez de los tiempos… y se nos respeta menos, pero quizás no a nosotros, se respeta menos un lugar de encuentro, de relación, de acuerdo, de palabra dada; se respeta menos la palabra, lo asociativo, impera lo conectivo, el actuar, la acción, la inmediatez.

 

Cuarta y última parte: Un lugar de subjetivación.

 

Pero, el psicoanálisis sigue siendo un bastión y un baluarte de la defensa de la subjetividad, de la defensa de la libertad al modo en que dice Rodulfo29 que la planteaba Winnicott: “una libertad bien frágil y por eso mismo reconocible como viva, capaz de plenitud y de alegría, fácil de perder y que no funciona de acuerdo a un régimen binario blanco-negro, que se declina en gradientes, matices, negociaciones. (Y nos recuerda aquí Rodulfo aquella frase de Winnicott):“estar sano es estar loco, pero arreglárselas para que a uno no lo encierren”, o sea, que estar sano es ser capaz de seguir estando libre y vivo.

 

Bastión y defensa de la subjetividad, de una libertad así, y de una ética que aprecie la verdad de uno mismo y la verdad del otro. Una verdad que, como sabemos, siempre es parcial y momentánea. Una verdad que ha de acompañarse del respeto de la alteridad de la mismidad y de la coexistencia de lo asociativo y lo conectivo.

 

En estos tiempos, donde lo que impera es la emocionalidad bordeline, la desvitalización, la desesperanza, el desinterés por si mismo y la realidad circundante, aspectos negativos estos de los tiempos actuales, frente a la futilidad, definida como aquello que carece de importancia y de interés, frente a lo anodino, a la falta de seriedad, frente al “a mi que me importa”, frente a ellos entonces un reverso de creatividad, que no es sino otro modo de llamar a la experiencia cultural.

 

El reverso que nos propone Winnicott es el de dar la posibilidad de que lo que no se ha constituido se pueda constituir. Y para ello ilusión, creatividad, creación, esperanza, dejarse usar, son conceptos que precisamos sostener con fuerza.

 

Y quiero que se me entienda, “conceptos psicoanalíticos” hechos con palabras corrientes, dado que Winnicott eleva a la categoría de conceptos palabras que hasta ese momento querían solo decir lo que el común pensaba.

 

Dado que la exigencia ya no es “hacer consciente lo inconsciente” o “donde ello era yo debo advenir”, siquiera. Ya que primero habrá que permitir que algo se constituya para después poner en comunicación. Se trataría entonces de posibilitar la emergencia de un sujeto, un sujeto que se tome en serio y que en serio juegue como hacen los chicos, que de valor a su singularidad, que se conecte y que asocie, que acepte el duelo de la perdida del objeto, que ponga en marcha su mente asentada en su psiquesoma, que se escuche hablar, que confíe en su palabra extraviada pero certera, que escuche (y construya) su deseo, que no huya de la posibilidad de ser más humano y de gestar experiencias culturales que le permitan inscribirse de modo personal en el mundo30. Como dice Jacques André se trata de acompañarles a hacer el trabajo de duelo, de sep
aración-diferenciación-constitución del objeto y del trazado de las fronteras del yo.

 

Para ello nos proponemos dejar usar, pertrechados de esas mínimas herramientas iniciales: ilusión, creatividad, creación, esperanza, espacio transicional, uso del objeto. No las únicas, dado que nuestro bagaje teórico es grande, pero inicialmente tendremos que empezar por aquí, en la esperanza, de nuevo la palabra, la ilusión, de que más adelante podremos utilizar otras31.

 

En este sentido, el análisis sigue siendo un lugar privilegiado donde dar cuenta de sí mismo, nunca del todo (siempre soy, por decirlo así, dice Judith Butler32, otro para mí mismo, y no hay un momento final en el que mi retorno a mí mismo se produzca). Pero en él, en el análisis, nos permitimos confrontarnos con lo que nos constituye e ir un paso más allá transferencia mediante. Dado que el encuentro con otro genera una transformación del yo de la cual no hay retorno.

 

El analista que se presta a ser usado y se permite enloquecer con el paciente para que este vea que es posible estar donde él ha estado… y sobrevivir.

 

Winnicott introduce el malestar en la clínica de parte del analista, a través de su artículo “El odio en la contratransferencia”, en él se acerca a aquel Freud que criticaba a los pacientes llamándoles lo peor del trabajo, ese Freud tan criticado por Onfray que no ha sabido leerle. Ese es nuestro límite, nuestra capacidad de sostener en nosotros estados difíciles de soportar33 y ser capaces de comunicárselos al paciente, de modo no retaliativo, no vengativo, en el momento oportuno.

 

En el mejor de los casos, la transferencia proporciona lo que Winnicott llama “entorno de contención”. Un lugar en el que arriesgarnos a contarnos y a ser escuchado por otro, al que modificaremos con nuestra narración al afectarlo con ella y tratarlo como un objeto subjetivo34 con el que hacer el experimento del que fuimos fruto. Afectar a otro y crear en él un sujeto nuevo, ¿es otra cosa acaso lo que hace la madre con el bebé?. En este caso, los analistas nos dejamos hacer, lo que el sujeto padeció35, para poder devolverle en espejo la imagen de lo que es. Identificaciones cruzadas, al decir de Winnicott, empatía que permite saber que, nosotros somos los otros, cuando nos damos la vuelta.

 

André Green lo dice de otra manera: “el psicoanálisis tiene que ver con la historia y con la naturaleza histórica del hombre. (Pero) No solo en cuanto reencontrar el pasado, sino también a hacer el presente y a estar en el presente como ser humano. Se trata de un proceso durante el cual progresar hacia el objeto moviliza todas las transformaciones del pasado significativas para la situación presente. [Se encuentra (entonces) un nuevo espacio para las expectativas que no pudieron ligarse a las transformaciones, ya sea a causa de las angustias asociadas, ya sea a causa de la imposibilidad de evitar la destrucción ligada al miedo de arruinar los objetos de la pulsión]”36.

 

A hacer el presente y a estar en el presente como ser humano”…

 

Termino ya.

 

El limite de la razón es el signo de nuestra humanidad” y “mi propia extranjería para mi mismo es el origen de mi conexión ética con otros”, esto dice Judith Butler.

 

Pues bien, en ese límite nos movemos. Donde nos movimos siempre que fuimos capaces de ser analistas para otros y para nosotros, entre la razón y la sin razón/con razón de nuestro inconsciente. Nos toca, mantener la herramienta afilada para deambular por nuestros divanes en estos tiempos convulsos de crisis de significaciones, Castoriadis dixit, no cabe otra.

 

Para terminar acabaré con dos frases (las última ya) de Judith Butler, que resume bien la posición que aquí intento sostener:

 

Del lado del paciente:

 

De modo que “yo” te cuento una historia a “ti”, y juntos podríamos considerar los detalles de la historia que yo te cuento. Empero, si te lo cuento en el contexto de la transferencia (¿y puede haber relato sin transferencia?), hago algo con ese narrar, actúo sobre ti de alguna manera. Y ese narrar también me hace algo a mi, actúa sobre mí, en un sentido que tal vez yo no entienda en el momento”37.

 

Y del lado del analista:

 

“… (nuestra) ética nos exige arriesgarnos precisamente en los momentos de desconocimiento (como analistas)… Que otro (nos) me deshaga es una necesidad primaria, una angustia, claro está, pero también una oportunidad: la de ser interpelado, reclamado, atado a lo que no soy yo, y también movilizado, exhortado a actuar, a interpelarme a mi mismo en otro lugar y, de ese modo, abandonar el “yo” autosuficiente considerado como una especia de posesión. Si hablamos y tratamos de dar cuenta desde ese lugar, no seremos irresponsables, o, si lo somos, con seguridad se nos perdonará”.

 

Recuperemos entonces lo asociativo a través de un trabajo de lo conectivo, que nos permita, tras la unión, una separación en donde la alteridad y la mismidad tengan un lugar en pie de igualdad.

 

Muchas gracias.

Agosto-Septiembre 2.011.

Pablo J. Juan.

pjjuanm@yahoo.es

 


1 En “Vida y muerte en la cultura” Yago Franco. http://www.apdeba.org/publicaciones/2002/01-02/pdf/franco.pdf

2 “El hipercapitalismo corrupto y la tiranía de la banca, el Estado ahogado en el océano financiero y el individuo ahogado por la tecnología y el consumismo atroz, el terror y la miseria globalizados, las multinacionales suplantando al Estado y la cultura reducida a Internet”. Así describe Gary Shteyngart el mundo actual proyectado en un futuro que no nos parece ya nada lejano en su novela “Una súper triste historia de amor verdadero” (2010), según Javier Aparicio. El País. 03-09-11

3 Los Bárbaros. Ensayo sobre la mutación. Alessandro Baricco. Anagrama. 2.006.

4 http://www.elpsicoanalitico.com.ar/num5/libros-baricco-los-barbaros.php

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“La idea de que entender y saber signifique penetrar a fondo en lo que estudiamos, hasta alcanzar su esencia, es una hermosa idea que está muriendo: la sustituye la instintiva convicción de que la esencia de las cosas no es un punto, sino una trayectoria, de que no está escondida en el fondo, sino dispersa en la superficie, de que no reside en las cosas, sino que se disuelve por fuera de ellas, es decir, por todas partes… En el mundo de la red a este gesto le han dado el nombre de surfing… Superficie en vez de profundidad, viajes en vez de inmersiones, juego en vez de sufrimiento”. Baricco obra citada.

6 Zigmunt Bauman: Modernidad líquida y fragilidad humana. Adolfo Vasquez rocca. Revista Nomadas, 19. 2.008.

7 “Clínica psicoanalítica en las crisis: resignación y esperanza” Yago Franco en http://www.magma-net.com.ar/clinicapsicoanalitica-crisis.htm

8 Julio Moreno en “Ser Humano”. Libros del Zorzal. 2.002.

9 Sigo aquí los lineamientos que propone Julio Moreno en su estupendo libro “Ser Humano” ya citado. Para la diferencia entre conectivo y asociativo ver le Capítulo 3.

10 http://www.luisbonino.com/pdf/Varones%20genero%20salud%20mental.pdf

11 “El tiempo lógico y el aserto de la certidumbre anticipada” Jacques Lacan. Escritos. Siglo XXI. «Lacan subraya tres modalidades de la temporalización: el instante de la mirada que tiene la duración de un Augenblick, un abrir y cerrar de ojos, ante ellos se despliegan los signos de un enigma, no hay allí correr del tiempo, todo está dado al mismo tiempo; el tiempo para co
mprender
, en el que se da el desarrollo del razonamiento que permite la solución del problema, es un tiempo que transcurre, una diacronía y, finalmente, el momento de concluir, que pone límite al tiempo para comprender, y fuerza a la precipitación, allí donde el sujeto debe arriesgarse, en su re-solución hacia la salida.» en http://www.scb-icf.net/nodus/105ElTiempoLogico.htm

12 Sigo aquí a Michel Plon en su artículo “De la política del Malestar al malestr en la política” del libro “obre el malestar en la cultura”. Ediciones Nueva visión 2005.

13 En “El pensamiento y el inconsciente”. Página 195 de “El Hogar, nuestro punto de partida”.

14 Como dijo de él Pontalis.

15 No nos une el amor, sino el espanto”, que decía Borges.

16 En “La imagen inconsciente del cuerpo” de Francoise Doltó . Paidos. 1986.

17 Playing: experiencia cultural que permite compartir algo de eso que él llama “orgasmo del yo”, eso que no precisa de lo pulsional para ser (aunque ineludiblemente hunda sus raíces en él) y que no implica descarga del aparato sino sostén de tensión óptima.

18 Ilusión podría ser lo que Freud llamó el deseo de los niños de “hacerse grande”, que muy bien nos recuerda desde hace años Ricardo Rodulfo.

19 En “La bestia en la guardería” de Adam Phillips. Anagrama 2001

20 Y la de la esperanza es al decir de André Green, la lógica de la neurosis común, esa que brilla por su ausencia en los tiempos actuales.

21 En “¿Por qué el psicoanálisis?” de Elizabeth Roudinesco. Paidos. Iberica 2000.

22 En mi opinión, el análisis es un fenómeno social. Hacen falta (al menos) dos”. Carta de Ferenczi a Groddek. 11 de octubre de 1922.

23Procesos terciarios: creación, resiliencia y prácticas sociales transformadoras” Rubén Zukerfeld. En www.spdecaracas.com.ve/download/cdt_120.doc

24 “Los tres Reyes Magos” de Jesús González Requena. Ediciones Akal 2002. Bellísimo libro. El texto acaba así: “Cuando el niño se hace participe del secreto del don (don que dejo a ustedes el placer de descubrir) el niño se convierte en un: “Esbozo de un adulto comprometido con el mundo – simbólico – de los hombres”.

25 Se trata de “Clínica psicoanalítica en las crisis: resignación y esperanza”. http://www.magma-net.com.ar/clinicapsicoanalitica-crisis.htm . Dicho artículo reverbera con este escrito por todos sus poros, hasta el punto de plantearme si mi escrito no será un plagio inconsciente de aquel. Me acuerdo de Winnicott y como decía que “la propiedad es el robo”, quizás para apropiármelo tuve que olvidarlo y hacer este mío. En cualquier caso, he de reconocer la enorme influencia, inconsciente, que aquel tuvo sobre este.

26 en “El momento crucial de los años 2000” en el libro “Unidad y diversidad de las prácticas del psicoanalista” Biblioteca Nueva. 2011.

27 José Bleger. Revista de Psicoanálisis, T XXIV, No 2, pág. 241

28 en “El diván de Procusto” Octave Mannoni y otros. Nueva Visión 1991.

29 En “D.W. Winicott: La no debida obediencia, la vida en no obediencia” Ricardo Rodulfo en Actualidad Psicológica.

30 Para Winnicott el «ser verdadero» es protagonista de una «existencia verdadera y creativa», que culmina en un «punto de vista personal», desde el cual la realidad compartida es recreada y se transforma en mundo personal.

31 Freud decía de la educación victoriana que era como mandar a nuestros hijos a la conquista del polo norte con ropa de verano, lo mismo nos pasa con la teoría clásica a nosotros en los nuevos tiempos. La teoría se ha convertido en nuestro novio canadiense que nunca está cuando se trata de comprometerse, o par
a no comprometerse. Por ello, para poder llegar a usarla, necesitamos preparar el camino, crear el lecho donde ello sea posible, sin que sea “inapropiado”. Green hablaba de que la esperanza es la esencia del inconsciente pero cuando este no se ha formado hay que hacer un trabajo extra para que el deseo, inconsciente, aparezca con la esperanza que le es consustancial.

32 En “Dar cuenta de sí mismo” de Judith Butler. Amorrortu 2009. Colección… Mutaciones!!

33 Los elementos beta y alfa de Bion resuenan aquí con insistencia.

34 Para sabe más sobre objeto subjetivo ver: “el uso del objeto” D. W. Winnicott.

35 “El paciente nos hace activamente lo que padeció pasivamente” dice Bernardo Arensburg.

36 En “La experiencia y el pensamiento en la práctica analítica” en el libro “Jugar con Winnicott” de André Green. Amorrortu 2007.

37 Judith Butler. Obra citada.