La política se define como el arte de lo posible, frase que ha sido interpretada de manera diferente en contextos distintos, pero que en cualquier caso tiene dos lecturas de las que hablaré más adelante.
Con lo que a mí me gusta someterme a la magia del enamoramiento sobre todo de relaciones personales, de la noche a la mañana me veo sometido a eso de la magia del posibilismo sobre lo óptimo, después de estar 35 años dedicado a la psiquiatría.
La verdad es que pensando en esta frase que es la que siempre se repite en relación a la política estaba seguro de que aprendería muchas cosas para mejorar mi desarrollo profesional y humano. Y ¿qué es lo que ha ocurrido?
Yo atribuía esa frase a Maquiavelo pero la verdad es que no es el único que la pronunció y por lo menos se les atribuye a Winston Churchill, a Bismark y a Aristóteles, por lo que debo de pensar que fue este último el primero que la debió de pronunciar. Tengo que decir que mi paso por el parlamento ha sido muy fugaz en la más que breve XI Legislatura, pero lo cierto es que sea de quien sea la cita, en nuestro ámbito político durante mi estancia, quienes la repiten parece que se quedaron en ella y no continuaron leyendo más allá de la frase. Al parecer, alguien ha corregido la frase y ha decidido que la política sea el arte de lo imposible. Y el corrector ha debido de ser español, porque la política en España a este paso se va a convertir en un arte nuevo, tan complicado como frustrante, aunque no cabe duda que despertando la pasión que generan los nuevos hábitos a los que obligan los nuevos escenarios.
Esta reflexión siempre es de indudable valor, cuando se trata de dar respuesta a lo que resulta posible en un determinado momento, y a partir de determinados objetivos. Es aquello de la estrategia en la política. Sin embargo viéndolo desde el punto de vista de los principios y valores humanos, esta afirmación permite modelar las decisiones para que a través de ellas se puedan alcanzar logros poco nobles, orientados preferentemente al interés personal, lejos de los intereses de la sociedad y del bien común.
Durante mi estancia en el parlamento he contemplado dos formas de actuación, una pública y otra privada. Podríamos decir que hay una forma que se trabaja de forma manifiesta y otra, hablando delante de expertos en psicoanálisis, explorando el inconsciente, siendo esta última la que me ha parecido más operativa.
La primera forma de actuación, que tal y como estamos contemplando con alguna campaña a presidenciales de un país del primer mundo, no es exclusiva del parlamento español, consiste en convertir al adversario político en un enemigo al que sobre todo hay que descalificar. Para lo que se busca en fuentes de documentación todo tipo de información que pueda ser utilizada en la tarea de afear la conducta del enemigo y así poder deslegitimar sus postulados. Para alguien con un hábito de explorar la comunicación, no pasan desapercibidas las contradicciones que se suelen cometer cuando se manejan informaciones lejanas en el tiempo y que se defienden con poca habilidad, siguiendo sin duda un guion establecido por ejecutivas de los partidos (para ciertas profesiones, la política es una magnífica empresa de trabajo temporal que saca a mucha gente de la dureza y la frialdad de la calle, por lo que en muchas ocasiones es preferible hacer manifestaciones públicas de bajo perfil con tal de mantener presencia en una institución). He visto que en esta variante se suele hacer una focalización en hechos puntuales sin tener en cuenta que antes y después de esos hechos hay una historia ya escrita que completa la información y la matiza. Se dice que en esta vida hay tres versiones, la tuya, la mía y la verdadera. Aquí ese es un axioma.
La segunda forma de actuación ya es más interesante, yo la llamo la esfera del inconsciente. Y lo llamo así porque es un material en cierta forma reprimido trabajando sobre el cual, se ven los movimientos productivos de la política. En eso también me ha ayudado el desarrollo de mis habilidades como observador. Me llamaba la atención el contemplar en espacios discretos, alejados de las miradas y del escenario, conversaciones entre compañeros de partido y adversarios (aquí ya no enemigos) cuyo tono, unas veces afable, otras crispado, pero siempre bajo la tensión que genera una negociación, indicaba que algo iba a pasar. Negociaciones, presiones, propuestas, transacciones con resultados tangibles, me han dado lo bueno que he podido sacar en este tiempo. Esta última forma de actuación me acerca más a otra forma de expresión que dice que la política es el arte de hacer posible lo que es útil.
¿Qué ha pasado para que el país esté en una situación de parálisis institucional con unos datos económicos de los que no se habla con claridad pero que empiezan a meter el mismo miedo que hace seis años? En mi humilde opinión, que se ha cambiado de escenario pero se sigue interpretando el mismo guion aunque, eso sí, con más actores diferentes, todo es ellos con demasiada necesidad de protagonismo personal. Olvidan algo que tuve la oportunidad de escuchar a Gustavo Zerbino, superviviente del accidente del 13 de octubre de 1972 en los Andes, que es que cuando se convierte el yo en nosotros el ser humano es invencible. Gustavo y sus compañeros sobrevivieron porque fueron capaces de construir lo que llamaron “la sociedad de la nieve” en la que el lema era “prohibido quejarse”. He echado de menos en exceso esas actitudes.
Sin embargo, superando el pesimismo, nadie cae en que los problemas parecen irresolubles cuando se enuncian desde un punto de vista específico. Todo tiene solución si se enuncia de la manera correcta y es cuestión de hacer enunciados diferentes a los que se han hecho hasta ahora para encontrar soluciones. ¿Qué no he contemplado hasta ahora que me pueda sacar de aquí?
El arte de lo posible
Un fabricante de zapatos envía a dos de sus representantes a una región africana para efectuar una prospección de mercado con miras a ampliar el negocio. Uno de ellos manda un telegrama con el mensaje: “Inútil. Stop. Aquí todo el mundo anda descalzo”. El otro, triunfante, avisa de lo siguiente: “Oportunidad fantástica. Stop. Nadie tiene zapatos”.
Cada problema, cada dilema, cada callejón sin salida que encontramos en nuestra existencia, parece irresoluble cuando está inscrito en un marco determinado, cuando se percibe desde un punto de vista específico. Ampliando el marco, o creando un nuevo conjunto de hipótesis alrededor de los datos, los problemas se desvanecerán, a medida que un nuevo abanico de posibilidades se despliega ante nuestros ojos.
¿Qué podría inventar ahora, que todavía no he hecho, que me diera otras opciones?[1]
LA TÁCTICA
La táctica se ha orientado hacia el desgaste del contrario, el enemigo al que combatir, en vez del adversario con el que trabajar defendiendo la ideología de cada cual pero con un objetivo primordial, el bien común, y está prolongando una situación que está cansando a la ciudadanía. Ya como ciudadano que ha estado en el parlamento, me preocupa que haya que jugar a lo que determina el dueño de cada balón bajo la amenaza de pincharlo si eso no se hace. Hay que buscar soluciones reales. Un paisano mío, cocinero de profesión, dice que lo posible de lo imposible radica en la voluntad del ser humano. Y en este preciso momento se dedica más tiempo a la pelea que a la construcción.
Esta costumbre de convocar a lo peor del ser humano termina por agotar cualquier proyecto. Olvidamos con frecuencia que el rival es imprescindible para poder jugar a cualquier juego, a cualquier deporte y a cualquier actividad. Convertir al rival en enemigo siempre convierte el debate en una guerra con secuelas. Nadie gana las guerras, pero las perdemos todos.
La oposición no hay que plantearla siempre desde el antagonismo, sino desde la utilidad a los ciudadanos. Creo que es hora de olvidarse de la idea frentista que tenemos de la política, lo cual la reduce a un mero antagonismo.
¿HAY EJEMPLOS?
No quiero que se me acuse de arrimar el ascua a ninguna sardina, pero para terminar quiero dedicar un tiempo a lo que considero un buen ejemplo de gestión política de una situación.
Se acaban de cumplir 80 años de la constitución del primer Gobierno Vasco formado durante la guerra civil. El 7 de octubre de 1936 en la Casa de Juntas de Gernika y bajo el roble que tanto ha simbolizado para nuestro pueblo, once hombres buenos dieron inicio a una de las páginas más heroicas de nuestra historia.
Estos once hombres, representando nada menos que a seis formaciones políticas distintas, no mucho antes enfrentadas y enemistadas, consiguieron crear un gobierno capaz de levantar los cimientos de un país en tan sólo ocho meses. Crearon las bases de una universidad y una facultad de medicina, acuñaron su moneda, crearon las bases de los servicios sociales, cooficializaron el euskera, evitaron la quema de iglesias y la persecución de los religiosos, trataron de proteger a los prisioneros políticos, algo que no consiguieron plenamente, para lo que menciono el incidente de la cárcel de Larrinaga en el que el sistema de defensa de los prisioneros no fue efectivo. Hay que decir que los responsables de la custodia aquél día fueron sancionados
Sus nombres, militancia política y responsabilidades de Gobierno fueron las siguientes.
José Antonio Agirre (PNV), Presidencia y Defensa.
Juan Astigarribia (PCE), Obras Públicas
Telesforo Monzón (PNV), Gobernación.
Juan de los Toyos (PSOE), Trabajo, Previsión y Comunicaciones.
Gonzalo Nardiz (ANV), Agricultura
Ramón María Aldasoro (Izquierda Republicana), Comercio y Abastecimiento.
Santiago Aznar (PSOE), Industria.
Heliodoro de la Torre (PNV), Hacienda.
Jesús María Leizaola (PNV), Justicia y Cultura.
Juan Gracia (PSOE), Asistencia Social.
Alfredo Espinosa (Unión Republicana), Sanidad.
Visto el relato de estos días con tanto interés de por medio, me conmueve la honradez y la generosidad de aquellas personas, distintas, que no tan diferentes, que se entregaron sin concesiones por una causa noble.
Su lealtad sobrevivió a la guerra y supuso que algunos de los componentes de ese gobierno fuesen expulsados por las ejecutivas de sus partidos.
Quiero hacer una mención aparte a Alfredo Espinosa, médico y Consejero de Sanidad de aquel gobierno. Lo hago por cercanía profesional y humana. Y porque ha permanecido demasiado tiempo en el olvido. Fue un médico honrado y un luchador tenaz. La traición del piloto que lo conducía desde Francia a Santander, hacia donde se había movido el Gobierno Vasco huyendo del cerco de las tropas franquistas, facilitó su detención en la playa de Zarautz, juicio sumarísimo y posteriores condena a muerte y ejecución.
Con los pelos de punta por la emoción repito algunas de las frases de la carta de despedida que dirigió a su Lehendakari José Antonio Aguirre.
“Falta muy poco para la ejecución…. Háblales a todos de la virtud del deber cumplido y diles que es preferible la muerte a traicionar las virtudes y el alma de una raza.
(…..) Nada más querido amigo y siempre Presidente. Un abrazo muy fuerte, Gora Euskadi y Viva la República. Cuando la Historia nos juzgue a todos sabrán que hicimos lo indecible por evitar la muerte a los presos y por conservar el respeto absoluto a toda idea por opuesta que fuese a la nuestra.
Te abraza hasta siempre.
Alfredo Espinosa”.
[1] Zander, B.; Zander, R. S. El arte de lo posible. Paidós Ibérica. 2001.