Esmeralda Arriaga, María de la Luz González, Angélica Rodarte, Angélica Oviedo, Gerardo Hernández, Karla Macias, Guadalupe Sánchez.-
México DF, México

El presente artículo trata de mostrar la experiencia de un grupo de analistas en formación, con el método de la observación de bebés según Esther Bick documentado por Pérez-Sánchez, como una alternativa de aprendizaje para la aplicación del método psicoanalítico, dentro del curso de entrenamiento psicoanalítico con orientación social en el Seminario de Sociopsicoanálisis, A.C. (SEMSOAC). Se observaron siete bebés en su ambiente natural en el primer año de vida, por períodos que oscilaron entre dos meses hasta un año de observaciones. Durante este entrenamiento ha sido importante la consideración de los aspectos de las condiciones externas así como de la interacción entre los sujetos para una comprensión integral. Es por ello que al estimar que las relaciones surgen, se establecen y toman forma desde el nacimiento e incluso antes de éste, se recurrió al planteamiento de prácticas de observación de bebés. Comenzamos la observación semanal durante el tercer semestre que comprendió el desarrollo emocional infantil.

Aunque el método y el objetivo son muy claros, en la realidad de la práctica nos enfrentamos a una serie de dificultades y experiencias interesantes.

La actividad resultaba novedosa e inusual. Las familias escuchaban con suspicacia nuestros objetivos y metas, la mayor parte de ellos no accedía a tal solicitud y la situación se tornaba cada vez más desalentadora. No obstante, la continua discusión grupal por parte del seminario (SEMSOAC) que nos brindó una contención de estas primeras ansiedades y el apoyo mutuo entre los compañeros, permitió encontrar familias que accedieran.

Comenzamos esta experiencia siete compañeros y aunque no todos tuvimos la oportunidad de continuarla durante un año, sí vivenciamos a través de la discusión grupal angustias, problemas y aprendizajes, de quienes semanalmente continuaron las visitas.

Quisiéramos mencionar algunas características de las familias en donde se llevaron a cabo las observaciones. Se trata de familias mexicanas en un contexto cultural latinoamericano de clase socioeconómica urbana media y baja de las cuales cinco de siete están formadas por los padres, hijos y la abuela. Tuvimos una donde el padre suele estar ausente temporadas del año por ser un trabajador migrante. Tres familias nucleares completas en donde viven los padres con sus hijos, de las cuales solo en una el padre compartía la crianza con la madre y participaba también en las labores domésticas y en el cuidado del hijo mayor, en este caso la abuela paterna vive en la casa, y tres familias de madres solteras que viven con la abuela, estas madres trabajan fuera del hogar, para sostener la economía familiar. Este tipo de familias donde la madre encabeza el hogar es común en sociedades no occidentalizadas según las condiciones económicas y sociales.

El género del observador debe ser considerado ya que puede facilitar o complicar la aplicación del método. La idiosincrasia y los valores de la familia en el contexto del que se trate representan un factor social de peso. Por ejemplo en la observación del bebé “E”, la alimentación al pecho fue tajantemente limitada por tratarse de una persona del sexo masculino quien realizaba la observación. Un pequeño fragmento ilustra el aspecto del pudor de la madre al amamantar a su bebé frente a un hombre: “Al darle de comer al pecho, la bebé colocaba su mano sobre la ropa que cubría el seno de la madre y fijaba su mirada en el rostro de ella, en ese momento la madre le da la espalda al observador”. En nuestra cultura se constató una mayor dificultad para aceptar un observador varón que una mujer.

Al interior de estas familias observadas, el cuidado de un bebé no es tarea para una sola persona, debido a sus características se necesita una gran dosis de apoyo, el que como mencionamos buscaron en la abuela. Durante la observación del bebé “D”, destacó el hecho de que su intervención como figura de apoyo podía alterar la interacción de la díada madre-bebé; unas veces interfiriendo en las decisiones, otras minimizando (en franca rivalidad) la actuación de la madre. También en la madre observamos que la presencia de la abuela tiene un impacto en su maternaje, por ejemplo a la hora del baño la madre del bebé de “D” actúa con seguridad, la bebé no está llorando, mira a la madre, disfrutando el agua. Cuando entra la abuela, la madre dice: “tómala de los pies porque me pongo nerviosa”, la abuela comenta: “a ver, yo lo hago”, la madre no la deja, la quieren bañar entre las dos pero se siente la tensión. No logran coordinarse madre y abuela. La abuela (y la dinámica que representa) es mencionada por Pérez Sánchez en su libro como una visita, sin embargo, la literatura no presenta referencias en el caso de cuando la abuela vive con la diada y aparece como responsable activa del cuidado del bebé y otros niños mientras la madre tiene que trabajar.

Esta abuela no siempre respondía con un cuidado sensible y consistente al bebé. En ocasiones lo dejaba sin supervisión con algún hermano mayorcito a su alrededor y en muchas ocasiones prácticamente solo. Generalmente la abuela procuraba cuidados a las necesidades materiales del bebé y por el cansancio de la edad, sobre todo por mantenimiento de la casa y el encierro con los niños, su dependencia económica, y la falta de una vida propia, demostraba cierto resentimiento que interfiere con el desarrollo emocional del infante. Características semejantes explican en parte la intensidad de las pasiones pero sobre todo de la demanda de las familias hacia las funciones de la observadora.

Una dificultad común fue la de plantear adecuadamente el objetivo de la observación de manera clara y precisa a los padres, y en algunos casos a otras figuras de apoyo. En la realidad de la práctica este ejercicio genera un gran nivel de ansiedad tanto en la familia como en los observadores. El encuentro entre extraños, desde la desconfianza hasta la demanda en la casa del bebé –que no es un lugar neutral- y la observación de la manera en que se desarrolla el vínculo primario, pone en contacto a los observadores con aspectos de sí mismos, su propia crianza y los procesos inconscientes que son movilizados por la experiencia.

Hablamos en grupo del impacto que genera la presencia del observador en el hogar. El “Estoy y no influyo”, no existe. La observadora es a su vez observada se le hacen preguntas tanto personales como profesionales. Los hermanos monopolizan la atención de la observadora, a menudo no se tolera fácilmente el lugar del silencio del observador, ni su papel de abstinencia. Este último es colocado en el lugar de las fantasías y de la demanda velada de cada miembro familiar. Se comienza así a dar una transferencia mutua de sentimientos. En su segunda observación, la observadora del bebé “A” relata que al salir la madre de la habitación donde se encontraban, descansó al no sentir la mirada de la madre. Lo cual puede ser un sutil foco de ansiedad al sentirse uno expuesto, al mismo tiempo que se necesita la mirada y el reconocimiento del otro. Por lo tanto la discusión grupal sobre estos aspectos permitió empatizar
con la madre al ser observada por una hora.

A pesar de que la intención de la Observación fue expuesta en diversas ocasiones, las familias o las díadas, parecían conservar para sí mismas, algo de incertidumbre y suspicacia. Más aún, se hacia necesario explicar una y otra vez el objetivo de la observación y disipar las dudas. Durante el desarrollo de la Observación de Bebés, se percibió, la sensación de que la actividad sobre todo al principio, resultaba intrusiva para la familia o en la relación madre-bebé[1].

Una de las mayores dificultades fue la de no intervenir en la dinámica familiar, no dar consejos y no formular preguntas (regla fundamental del método: no introducir el más mínimo cambio en el entorno entre otras razones para que la madre no se sienta criticada o juzgada), porque el observador, siente con el bebé. El método prescribe el no actuar (a menos que el bebé esté en peligro) escuchar con interés y aceptación a la madre para producir una reflexión en ella sobre su desempeño.

Así como aprendimos a ubicarnos frente a un paciente, tuvimos que aprender a ubicarnos como observadores. Resulta importante y necesario para que se logre la observación que la observadora encuentre su propia posición en su espacio mental y en el espacio físico para observar. Es decir, la construcción de un espacio de observación adecuado fue un descubrimiento.

El siguiente fragmento de la discusión sobre la observación de la bebé “C” ilustra lo anterior. La abuela parecía la cuidadora principal: “Se percibió descuido, la madre constantemente sacaba a la observadora de su papel de observadora buscando tener una relación de tipo amistosa y social con ella. Se identificaron desde la primera observación reacciones contratransferenciales de rechazo y tensión en el grupo. En la segunda observación se percibió la depresión de esta madre a partir del vacío, como si la observación hubiese transcurrido de noche. La observadora no pudo encontrar un espacio físico ni psíquico para poder observar y resistir un entorno de abandono y posible maltrato, Los cuidados no son sensibles, la mayoría del tiempo, la madre resultaba fría, robotizada, no hacía mucho contacto con la bebé, una mamá que siempre se iba y que se sentía insegura en la situación de alimentación, expresaba sentirse muy necesitada por su bebé. Se observó ausencia de voracidad, rechazo al alimento en la bebé”, “Como si fallara el sostén, como si se cayera, lo que de hecho sucedió varias veces. La observadora se sobreidentifica con el dolor de la bebé. Ante sus malestares y la imposibilidad de intervenir, la observadora decide suspender la observación, lo cual en la discusión se entendió como huyendo de algo”. Hasta aquí el fragmento.

No fue sino después de varias observaciones iniciales que en el grupo se hizo posible empezar a centrarnos en lo que entenderíamos como el desarrollo intrapsíquico del recién nacido. Hacia falta observar más al bebé. Nos percatamos de la evolución de los estados de no integración y falta de regulación, por ejemplo, de los manoteos desorganizados en los movimientos de brazos, manos y dedos, coordinados y dirigidos hacia la madre o el objeto de atención del niño; del incesante movimiento ocular observado a través del parpadeo, acompañado muchas veces de una agitación que parecía dar cuenta de la necesidad de asirse con las manitas a manera de defensa frente al vacío, hasta el sueño reparador y tranquilo que llevaba a pensar en una mayor confianza y en sentimientos de seguridad y bienestar.

Otra enorme dificultad encontrada fue la de alejar todo juicio crítico, de aceptación o de rechazo. Tuvimos la experiencia de ejemplos en donde predominaba una actitud de aceptación de lo observado por parte del observador, o bien, de rechazo a lo observado. La personalidad de cada observadora se expresaba de alguna forma. Por ejemplo: “El entorno de la bebé “B” estaba rodeado de una envoltura narcisista derivada de los padres, los únicos profesionistas universitarios de la muestra, que desde el primer momento trataron de quedar bien. La observadora tendía a idealizar el desempeño de esta familia, tanto porque la abuela no se entrometía, como porque la presencia y la importancia del padre sólo se notó en esta observación ya que participaba apoyando a la madre en las labores del hogar y ocupándose del hijo mayor. El grupo comentó que el registro en lo general se quedaba con todo lo bonito precisamente propiciando un juicio crítico de aceptación. Sin embargo, el análisis de los detalles revelaba que el cuidado sensible y responsable se notaba en la satisfacción de las necesidades materiales y en la estimulación psicomotríz del bebé pero no igual en cuanto a las necesidades emocionales. La madre no hacía contacto visual con él. El bebé desde pequeño hace intentos de ser visto por la madre o de ser tomado en brazos por ella, intentos fallidos que terminan por no conectarse. En una ocasión al alimentarlo, después de varios intentos la madre no pudo acomodarse y prefirió dárselo al papá, “con él se acomodaba mejor”, dijo ella. Fue destetado prematuramente a los dos meses e ingresó a la guardería a los tres. En otra ocasión el bebé tuvo su primer intento de juego del carretel (fort-da) la madre no le devolvía el mismo objeto, el bebé nuevamente aventaba ese nuevo objeto deseando obtenerlo de regreso y la mamá le daba otro diferente en cada ocasión, leyendo inadecuadamente las señales del niño como si él estuviese cansado del mismo estimulo, lo cua no era el caso. Durante todo el año la observadora refiere que la madre aunque era amable con ella no platicaba con la observadora, evitaba hacerle preguntas, no parecía expresiva ni abierta”.

El papel receptivo de no intervención del observador limita la espontaneidad y la naturalidad. Se requiere una conciencia clara para crear una atmósfera no crítica que no juzgue lo que se observa. Esto resulta más fácil cuando las cosas se desarrollan favorablemente y se da un aprecio por el sentimiento del otro. Sin embargo, si las circunstancias no se desarrollan favorablemente, resulta extremadamente difícil alejar todo juicio crítico de rechazo, en este caso, el mantenimiento de una actitud neutral se hace mucho más complicada, entonces se puede rigidizar el comportamiento de los observadores. Algo que contrastó notablemente con la flexibilidad y naturalidad que caracterizó a la observadora de la bebé “A”, en donde hubo un desarrollo favorable lográndose completar el año de observación.

“Se trata de una familia campesina, y la observación se inició a los tres días de nacida la bebé. El padre se esncontraba ausente desde una semana antes de que naciera la bebé, debido a que por motivos de trabajo viajaba cada año a Canadá contratado para la cosecha por cuatro o seis meses. En la observación de la segunda semana se observó a la bebé al centro de la cama matrimonial y a unos 30 cms. de distancia de ésta el sombrero del padre, el cual permaneció en la misma posición durante cuatro semanas hasta que regresó el padre. El hermano de seis años preguntó a su madre: “¿cómo sabe la bebé que eres su mamá?” “Por el olor” le respondió ella, “ah! Entonces le voy a poner mi axila para que sepa que soy su hermano”, sonreímos. En la discusión de la observación se hizo notar que la madre parecía estar necesitando al esposo. El sombrero revelaba cierta nostalgia y simbolizaba un objeto transicional para esta madre[2], también se aludió al pensamiento mágico como un posible objeto con acciones protectoras para la bebé.

La siguiente semana regresó el
padre y portando su sombrero, ubicaron a la observadora en otra habitación frente a la cocina donde había un dormitorio y al centro pendiente del techo una pequeña cuna donde dormía la bebé. La madre se mostraba contenta con su pequeña hija y comentaba que “la bebé empezaba a cambiar… ésta cuna la usamos mis hermanos y yo, después mis otros hijos y ahora ella… aquí siempre durmieron mis papás”. Cuando otras veces el papá volvío al extranjero, se observó que la madre se preocupó en mantener la presencia del padre mediante su fotografía al alcance de la bebé, a quien a menudo le preguntaba “¿Dónde está papá?” Y la bebé señalaba la fotografía.

La madre de “A” relató a la observadora mucho tiempo después, lo siguiente: “cuando nací mi padre abandonó a mi madre dejándola en el hospital conmigo recién nacida, mi abuela nos recogió. No volvimos a saber de él hasta que yo tenía cinco años, recuerdo verlo como extraño, poco a poco me acerqué a él…Mi papá tampoco me quería, mi hermana era su consentida pero ahora yo soy la que lo ve… cuando me embaracé de “A” mi esposo estaba en Canadá, cuando le dije que estaba embarazada, él se enojó y llegó a pensar que no era suya… cuando nació mi niña tampoco estuvo su papá…también a ella la rechazó antes que naciera…después cambió y ahora la quiere mucho…yo creo que se sintió mal por haber dicho eso.” Hasta aquí el fragmento.

La observación de bebés como una alternativa planteada de aprendizaje vivencial y subjetivo en su medio natural y donde el observador forma parte poco a poco de la constelación familiar por un tiempo, en distintas etapas el desarrollo de un bebe resulta innovadora en la formación como psicoanalistas. Inevitablemente esta práctica genera sentimientos de ansiedad, inquietud e interés. La experiencia resultó emocionante sobre todo por que representa una forma de investigación de la relación y de las reacciones mutuas entre madre y bebé. Se observa el comienzo de la vida post-natal, el desarrollo emocional primitivo, se adentra uno en las primeras ansiedades y experiencias. Adicionalmente al estado especial en el que se encuentra una madre en el breve lapso que abarca las últimas etapas del embarazo y los primeros meses de la vida del infante. Los detalles de este desarrollo se reúnen por otros medios distintos al lenguaje. La ansiedad que produce este estrecho contacto no verbal. La persona que observó al bebé más pequeñito, un recién nacido de 15 días, en un momento en donde predominan los reflejos, narra que la madre está empezando una comunicación primitiva con el bebé. La observadora durante su primera sesión de discusión de esta observación intenta relatarnos sus registros pero actúa con gesticulaciones, usando manos y movimientos corporales para expresar lo que hacía el infante, denotando una especie de incoordinación y cierta dificultad para poner en palabras, como si la observadora se pusiera en el lugar del bebé y lo actuara tal vez correspondiendo a la etapa tan temprana

Así mismo, la práctica representaba un nuevo rol a desempeñar, el de un observador participante. En relación a este punto, en grupo se comentaba de cómo inevitablemente son sacados del papel de observadores haciéndolos jugar por momentos el papel de niñera, amigo, o terapeuta experto. La demanda de los padres puede ser de tres tipos: buscando un tipo de relación social, demandando una intervención o pidiendo la devolución de lo observado. Es difícil vadear un río caudaloso, en estas ocasiones resultó imprescindible sugerir al observador volver a plantear el encuadre de la observación.


DISCUSIONES GRUPALES

Las discusiones grupales ayudaron sin duda, a contener al grupo pues cada uno de los observadores presenciamos y vivenciamos dinámicas no descritas siempre en la literatura sobre observación de bebes[3].

La discusión grupal de las observaciones plantea temas fundamentales tales como los paralelismos con el trabajo clínico en la situación analítica, el afinar la capacidad de observar, los orígenes del establecimiento del vínculo, la integración del desarrollo psicomotor, emocional e intrapsíquico del bebé en mutualidad con los estados mentales y emocionales de las madres, considerando las reacciones contratransferenciales de los observadores y de cómo, si estos sentimientos no son reconocidos por el observador, se altera la observación

Es un intento de comprensión también de las condiciones externas y los eventos en un contexto socioeconómico especifico.

El análisis personal o en su caso la revisión del análisis personal y la discusión-supervisión de las observaciones se hacen indispensables para sostener la continuidad de la experiencia. Gisela Ermann (1) comenta que es inevitable que como observadores no se resulte emocionalmente afectado por lo que ocurre y observa, sin embargo, se debe evitar involucrarse en dicha situación[4].

Entendemos que si estas emociones no son descubiertas a tiempo, pueden conducir a que las interacciones de los padres con el bebé se traduzcan en el observador en malestares somáticos como le sucedió a la observadora de la bebé “C”, que presentaba migrañas cada vez que tenía que hacer su observación.

La fuerte tendencia de los observadores a identificarse con el dolor del bebé como lo documenta Pérez-Sánchez cuando advierte que “el observador ha de saber soportar pasivamente el sufrimiento que le puede reportar el ver una conducta quizá equivocada de la madre”(cita) o de la abuela, en nuestra experiencia, desarrollar la capacidad de presenciar, resistir y contener miedos y proyecciones y estados inconscientes.

Se pudo constatar en todas las ocasiones que estos análisis permitían superar las fases de confusión, ansiedad y desconcierto de los observadores. Durante estas sesiones se iba haciendo a su vez el registro de la discusión que a la distancia resulta útil para darle una estructura y una elaboración a las experiencias, tomando distancia y permitiendo la mirada retrospectiva de la evolución del proceso.

Nos parecía de pronto ver reflejada la posible relación entre los patrones de crianza, la sensibilidad en el cuidado y sus efectos en la vida posterior, haciendo una analogía con nuestros pacientes. Nada de lo que hacemos en el análisis carece de relación con el cuidado del bebé como lo afirmó Winnicott (citar p. 330). Fue como correlacionar las fallas del ambiente con los estados clínicos de los niños enfermos o de los pacientes adultos.

Se llega a la observación en medio de la crisis por el proceso de nacimiento de un ser humano y la pérdida de la vida intrauterina. La observación de bebés nos permitió presenciar el paulatino proceso de la organización integral de funciones fisiológicas, motrices, emocionales e intrapsíquicas y la oportunidad de observar fases que van de una no-integración a la integración y de los factores que facilitan o dificultan esta evolución. Logros que el bebé consigue tanto por su maduración como porque está inmerso en una relación. La mirada, la sonrisa social que traduce el reconocimiento del rostro materno, la ansiedad para recuperar a la madre amada, las reacciones ante el hambre, las medidas tomadas para darle calor, las formas en que
la madre alimenta, la actitud ante la succión, los tipos de sueño, la conversación amorosa entre el bebé y la madre, el grado de empatía de ésta, sensibiliza sobre el cómo se construye la primera relación humana[5].

Elizabeth se elimino este párrafo

Pudimos apreciar que la calidad de la provisión ambiental, las circunstancias externas así como las condiciones socio-económicas afectan el desarrollo de los procesos madurativos.

El resumen a continuación refleja la importancia y sus efectos en el desarrollo intrapsíquico de las condiciones externas: Desde el principio se percibió mucha tensión por el nacimiento de la bebé “D”, entre la madre soltera de su segunda hija, la abuela y la hija mayor. Se observó conflicto entre ellas, la madre ordenaba, la abuela obedecía, pero con resentimiento. Le daban prioridad a la atención de las necesidades de la hija mayor, aunque ambas la trataban mal cuando se acercaba a la bebé para que no la perturbara ya que la hermana tenía conductas agresivas hacia la bebé. No estaban respondiendo sensiblemente estas dos mujeres, la cuidadora principal por tiempo era la abuela. Desde la segunda observación el sentimiento contratransferencial en la observadora era de enojo. La hermana y la madre se sentían excluidas de la observación, pero en realidad la madre se ausentó desde el principio, excluyéndose. Había como cierta oposición de la abuela a la observación, y cierta premura por deshacerse de la bebé, cansancio, planteaba sus quejas a la observadora. La hermana mayor con falta de contención, monopolizaba a la observadora. Se quedaron con la idea desde el principio de que iba a atender sólo a la bebé y no, a observar la interacción. Había poco contacto de la madre con la bebé a excepción del baño y el amamantamiento, se conocían todavía poco. El grupo en la discusión fue expresando la idea de cierto tipo de maltrato hacia las niñas. El grupo se fue enfocando hacia las condiciones externas adversas.

La observadora había entrado a un mundo de cinco mujeres de varias generaciones y ninguna figura masculina.

Cuando “D” tenia 7 meses de edad, la observadora se encontró con que la hermana le informa que la abuela estaba ocupada, que la mamá estaba en su trabajo, y que la bebé “ya no vivía ahí, pues se había ido a vivir con su tía”. La abuela le dijo que creía que justo para eso la observadora acudía semanalmente “para atender a “D” y añadió:

“Por los malos tratos que le daba su mamá a “D” tuvo que intervenir la tía de las pequeñas, decidiendo llevársela a vivir a su casa. La madre aceptó y la abuela comentá: “se convenció cuando le dije que así ya no estaría tan tensa y que ya no llegaría del trabajo a cuidar a dos niñas”.

En este caso la ausencia del bebé, su desaparición de este hogar sin previo aviso, dejó una sensación en el grupo, sobre todo en la observadora de preocupación, por no haber podido hacer nada. Fue necesario contener y analizar estas reacciones, recordando la especificidad del método de observar y resistir los acontecimientos tal como se presentan en la realidad.

El trabajo sobre las observaciones se complementó en tres de los bebés observados con los instrumentos de valoración del apego y del carácter social utilizados en una investigación sobre el Apego en diadas mexicanas como parte de un proyecto amplio que ha desarrollado Gojman, S. en el Seminario de Sociopsicoanálisis A.C. Los resultados de la aplicación de cuatro instrumentos: El cuestionario de Carácter Social (CS) de Erich Fromm, revisados en el Seminario con la coordinación de Millán y Gojman, La entrevista de Apego Adulto (AAI) de Mary Main; la Situación Extraña de Ainsworth (SE)[6] y dos videofilmaciones de observaciones en casa, serán contrastados con la impresión final sobre el vínculo proveniente de la observación de bebés anteriormente descrita

Cuando se iniciaron las observaciones de bebés Gojman, S. Señalo el interés de cruzar estas impresiones finales sobre el tipo de cuidado y sensibilidad en la relación de las madres con sus bebés con los resultados que se podían obtener con la aplicación de los instrumentos mencionados de manera independiente o a ciegas.

Para eso el grupo de candidatos en formación hicimos un ejercicio de imaginar qué tipo de apego podrían mostrar estos tres bebés en la situación extraña:

Bebé “A”: A partir de la discusión sobre las observaciones se llegó al acuerdo de que ésta madre prodigaba un tipo de cuidado sensible e intuitivo y que el bebé desarrollaría un apego seguro.

Bebé “B”: Pese a que se observó cuidado compartido por ambos padres, se trataba de un cuidado de tipo instrumental, regularmente respondían a las necesidades del bebé pero sin entrar en contacto con las necesidades emocionales, además de perder consistencia en el cuidado a medida que el bebé crecía. Así se pensó en un principio que sería un bebé seguro para más tarde plantearse la posibilidad de que tendría un tipo de apego inseguro.

Bebé “C”: Esta madre no respondía adecuadamente a las señales del bebé, parecía muy insegura en la alimentación, deprimida, con poco contacto con la bebé, se percibía un tipo de relación donde faltaba el sostén. La bebé mostraba rechazo al alimento. La observadora no podía encontrar un espacio cómodo para realizar la observación. Pensamos que esta bebé demostraría un tipo de apego inseguro.

Los resultados de la calificación del procedimiento de la Situación Extraña fueron los siguientes: Bebé A) apego seguro, Bebé B): apego seguro pero con muchos elementos del evitativo, y bebé C): apego desorganizado resistente, algo que parece estar en relación con la patología depresiva de la madre.

En cuanto a los otros instrumentos, la calificación y los resultados están en proceso, a pesar de ello, es posible apreciar la impresionante coherencia de los mismos y las impresiones de las observaciones de bebés. Resulta interesante que cada instrumento ofrece una ventana interesante y original a la que el grupo se ha asomado. En el futuro próximo, podremos contar con los resultados sobre los cuestionarios de carácter social y las entrevistas de apego adulto.

Observar resulta un proceso en sí mismo. Comienza desde percibir atentamente, procesar esas percepciones, recolectar los datos, registrarlos articulándolos en palabras por escrito para luego discutirlos en grupo y desde ahí reflexionar sobre lo que se observó y se sintió. Esto facilita el aprendizaje del método psicoanalítico más que la adquisición de conocimientos o información teórica, se trata de aprender a observar realmente.

La experiencia de observación por sus propias características es una actividad de conciencia y no sólo de permanencia. En este sentido Casement refiere que se requiere la capacidad de soportar la tensión del no saber y tener la disposición a esperar, hasta que empiece a surgir algo verdaderamente pertinente y significativo (Casement, páginas 20, 23) es decir, aprender a no sacar conclu
siones dogmáticas preconcebidas.

Otra de las experiencias que vivenciamos sobre todo al inicio de la observación fue un cierto compromiso hacia la familia al permitirnos asomarnos a su intimidad, sus costumbres. Este compromiso que se pretende asumir es doble, por un lado el observador se siente comprometido por la demanda que plantea la familia, la cual no se puede satisfacer puesto que a menudo es inconveniente y por otro la predisposición a querer corresponder a la oportunidad que nos abrieron ofreciendo una devolución al término del periodo establecido. La objeción consistía en no dar nada. Este tema generó una lluvia de ideas acerca de cómo se realizaría el cierre y la despedida, si habría que hacer una devolución o no. La conclusión que se consideró en el grupo fue la despedirse, devolver es dar las gracias con una actitud de gratitud hacia los padres por brindarnos la oportunidad de formarnos.

Un sistema cultural y social diferente al del país de origen del método, puede generar ciertos problemas en la técnica o el método. El impacto y la necesidad de contención por parte de las familias puede variar puesto que nos enfrenta a otras circunstancias y a distintas necesidades. Podríamos considerar como objeciones metodológicas, la falta de criterios precisos para seleccionar las díadas, y dudas sobre las medidas que se pueden tomar como la canalización a tratamiento o alguna intervención o acompañamiento terapéutico cuando a menudo aparecen crisis que rebasan el manejo familiar o situaciones de alto riesgo para la diada. Circunstancias ante las cuales se constató la imposibilidad para sostener a largo plazo la observación.

A lo largo del proceso del año de observación pudimos resumir las siguientes fases: la llegada, la distancia suficientemente cercana, el establecimiento del vinculo, la despedida.

En la primera fase la persona transita por un periodo en el que solicita la posibilidad de efectuar la observación como parte de su aprendizaje, la llegada a la intimidad del hogar, el encuentro entre extraños, la desconfianza en ambas partes y cierto nivel de ansiedad frente a lo desconocido, el establecimiento y las dudas sobre el objetivo de la observaciones y las condiciones en tiempo y horario que se concerta para que se lleven a cabo.

En la segunda fase hay un reconocimiento entre la familia, el bebé y el observador, acomodándose a la presencia de éste, incluyéndolo en su espacio. Se encuentra la posición en el espacio psíquico y físico para realizar las observaciones. El candidato durante estas observaciones tendrá que autoobservarse, en el sentido del supervisor interno que propone Casement, es decir, entrenarse en el reconocimiento y manejo de sus reacciones, además de mantenerse a una distancia lo suficientemente cercana para poder percibir las sutilezas. Como los precursores del juego ante la alegría del bebé cuando se encuentra interactuando con su madre, o el presenciar cómo se comunican sin palabras, para dar paso a la siguiente fase, la del establecimiento del vínculo con la persona del observador; se le espera, el bebé la reconoce, la familia se muestra más espontánea y abierta, extrañan la presencia de la observadora cuando se ausenta por vacaciones.

En la última fase, se acerca el término de las observaciones, el impedimento para continuarlas permanentemente, el apuro de la despedida y de cómo ésta se presentará, y finalmente el expresar genuinamente las gracias.


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Winnicott, D.W., Objetos transicionales y fenómenos transicionales (1951), en Realidad y Juego, Gedisa Editorial, Argentina, 1990, p.17-45.

[1]Otra de las experiencias que vivenciamos sobre todo al inicio de la observación fue un cierto compromiso hacia la familia permitirnos asomarnos a su intimidad, sus costumbres. Este compromiso que se pretende asumir es doble, por un lado el observador se siente comprometid
o por la demanda que plantea la familia, la cual no se puede satisfacer puesto que a menudo es inconveniente y por otro la predisposición a querer corresponder a la oportunidad que nos abrieron ofreciendo una devolución al termino del periodo establecido. La objeción consistía en no dar nada. Este tema generó una lluvia de ideas acerca de cómo se realizaría el cierre y la despedida, si habría que hacer una devolución o no. La conclusión que se consideró en el grupo fue la despedirse, devolver es dar las gracias con una actitud de gratitud hacia los padres por brindarnos la oportunidad de formarnos.

[2] Winnicott, D.W., Objetos transicionales y fenómenos transicionales (1951), en Realidad y Juego, Gedisa Editorial, Argentina, 1990.

[3] El registro de las observaciones requiere de afinar la memoria sobre lo que se percibió y buscar las palabras que permitan la reflexión emocional de una comunicación fundamentalmente no verbal. Conductas, estados de ánimo, interacciones que es necesario describir sin interpretar. Tarea que además de ser interesante requiere de un esfuerzo adicional. El observador aprende poco a poco a distinguir la descripción de la interpretación, para posteriormente en la discusión darle un significado a esos estados interiores. Se despliegan dos formas de conocimiento: una visión penetrante por los pequeños detalles y una visión para todo el conjunto de la experiencia. La atmósfera debe permitir la reflexión sobre el asunto del que se trate, reconociendo los puentes y nexos entre los eventos.

[4] Es importante subrayar que en las primeras discusiones de los registros, los candidatos mostraban preocupación por si lo que hacían estaba bien o mal. No obstante, fue posible darse cuenta en el marco de la sesión de que más que preocuparse, era necesario formular qué fue lo que pasó, qué eso fue lo que se hizo, y entender, porqué y cómo hacemos lo que hacemos, en un análisis de la transferencia-contratransferencia en el grupo.

[5] En este sentido Melanie Klein, que tiene mucho que decir sobre las angustias de la primera infancia, describe cómo el bebé presenta cambios intrapsíquicos mucho antes de la edad que había supuesto Freud.

Klein describe que en la posición esquizo-paranoide el bebé no reconoce “personas totales”, sino parciales, predominando la ansiedad paranoide así como los procesos de escisión. Sin embargo, en nuestra experiencia de observación pudimos constatar que es indudable que lo intrapsíquico se va integrando a partir de la interacción: los inicios del establecimiento del vínculo con el otro, el bebé reconoce la presencia del otro, de la madre desde el principio por el olor, el sonido, el contacto piel a piel y poco a poco se reconoce también la presencia de la observadora.

El reconocimiento de la madre como objeto total, según Klein marca el comienzo de la posición depresiva que se caracteriza por la relación con objetos totales y por el predominio de integración. La autora hace referencia a que a cada necesidad instintiva corresponde una fantasía con el objetivo de satisfacer impulsos prescindiendo de la realidad externa. Durante el proceso de observación se comprobaron algunos postulados propuestos por Klein y reconsiderar otros.

[6] Sonia Gojman de Millán. Subdirectora del SEMSOAC y Secretaria General de la Federación Internacional de Psicoanálisis.

y Clotilde Juárez-Hernández, psicóloga experimental de la Universidad Pedagógica Nacional, calificaron la Situación Extraña.