Entrevista realizada al Dr. Fernando Cabaleiro Fabeiro

por , , | Revista del CPM número 4

El Dr. Cabaleiro es una de las figuras más representativas dentro del panorama de la psiquiatría y el psicoanálisis de niños y adolescentes, doble función que ha podido conjugar desde sus inicios cuando, entre 1972 y 1980 después de realizar la Residencia en su Galicia natal, se traslada a Ginebra. Allí fue alumno del Dr. Ajurriaguera en la Clínica del Bel-Air. Recibió también formación en el Servicio Médico Pedagógico donde impartía sus clases el profesor R. Diatkine y el Profesor Cramer, obteniendo el título de Especialista en Psiquiatría y Psicoterapia Infantil.

Durante su estancia en Suiza fue Jefe Clínico del Servicio Universitario de Psiquiatría del Niño y del Adolescente, a la vez que conjugaba su formación en Psicoanálisis infantil con los profesores R. Henny y W. Bettlschart, así como su psicoanálisis personal y numerosas supervisiones.

De regreso a España, en la Asociación Psicoanalítico de Madrid. Desde entonces ha desarrollado ampliamente su tarea docente, impartiendo seminarios dirigidos a Psiquiatras y Psicoterapeutas de niños y adolescentes. Es miembro fundador de la Sociedad Española de Psiquiatría y Psicoterapia del Niño y del Adolescente, ostentando el cargo de Presidente durante casi una década. Actualmente es miembro de honor de esta sociedad, y ha colaborado en el informe sobre la Especialidad de Niños y Adolescentes, así como en la constitución de la Federación Española de Asociaciones de Psicoterapeutas, ejerciendo de Presidente de la Sección de Psicoterapia de Niños y Adolescentes.

En su tarea en el Sector Público realiza su trabajo asistencial en el C.M.S de Retiro, desde donde ha contribuido al desarrollo de los Programas Materno-infantiles y del programa Ayudando a Crecer. Participa en la comisión de docencia del Área I, impartiendo cursos y conferencias, y es miembro asesor en el Comité de Seguimiento y Enlace de Salud Mental.

Es autor de numerosos artículos en diferentes revistas españolas y extranjeras, siendo coautor del libro Programa de Promoción de Salud Materno-Infantil.

Por todo esto y otros méritos que no seguimos mencionando nos ha parecido la persona más adecuada para que pueda darnos su opinión acerca de diversas cuestiones que nos interesan a las personas que realizamos nuestra tarea dentro del área de la cual él es experto: la psicoterapia y el psicoanálisis de niños y adolescentes.

En el Centro Psicoanalítico de Madrid nos hemos reunido con él para conversar sobre estas cuestiones

Respuesta: Desértico, casi desértico o más que desértico… cualquiera de las respuestas es válida y, en cuanto a mí, no tenía claro que saliese de España en busca del psicoanálisis. Estaba entonces en mi Galicia natal formándome y empezando a trabajar como médico y como psiquiatra y, sobre todo, estaba plenamente comprometido desde hacía unos años con todo lo que ayudase a que la situación sociopolítica cambiase en España. En el colectivo psiquiátrico joven, estábamos mucha gente inquieta y así desde él se promovieron las primeras huelgas de Internos y Residentes, los deseos de cambio político trascendían hacia lo profesional y viceversa. Mi trabajo en el Manicomio de Conxo me permitió contactar, trabajar y formarme con el grupo de psiquiatras recientemente expulsado del Psiquiátrico de Asturias y que desembarcó en Santiago (García, Torres, Carbajosa, etc). Todos habían salido algún tiempo al extranjero regresando con bagajes dispares, pero interesantes. Mi propio padre, Cabaleiro Goás, y su maestro, Pérez Villamil, que representaron un papel importante en el desarrollo de la Psiquiatría en Galicia, eran profesionales abiertos que sabían recoger, despertar y transmitir inquietudes intelectuales en sus tareas docentes y ellos también habían realizado múltiples viajes profesionales al extranjero. El panorama asistencial era, pese a todo, tanto en Galicia como en el conjunto de España, mayoritariamente manicomial, marginado dentro de la Sanidad y marginante socialmente para el paciente. La asistencia neuropsiquiátrica ambulatoria alcanzaba cotas de masificación y de medicamentalización extraordinarias. El panorama de las cátedras de Psiquiatría era, para no entrar en detalles, un fiel reflejo esperpéntico del sistema político de Franco. España era un país hecho para no pensar pero, sin embargo, ya lo creo que se pensaba, aunque fuese de forma minoritaria. subrepticia, aislada, o arriesgada. El psicoanálisis no podía existir más que de esta forma, perdido, agazapado y anecdótico, fundamentalmente en los dos grandes urbes españolas: Madrid y Barcelona. Grupos sin duda de inestimable valor y trascendencia, hermanados con Lisboa y enriquecidos sobre todo por la influencia formativa de quienes iban y/o venían del Psicoanálisis de Europa y de Argentina.

En el Psiquiátrico de Toén (Orense) – donde inicié mi formación post-grado- y luego en Conxo, existía verdadera inquietud, efervescencia y debate psiquiátrico. Había mucha avidez de conocimiento y de cambio. El marxismo, la antipsiquiatría, la sectorización, las comunidades terapéuticas y el psicoanálisis alimentaban las ilusiones, estando sin embarco la realidad de la clínica cotidiana con una sobretasa fenomenológica y farmacológica. Yo era consciente de que las teorías no calaban más que muy tenuemente en la clínica con el paciente y ello pese a las interesantes cambios institucionales que generábamos. Este sentimiento de insatisfacción, de no encontrar alternativas, fue el motor para mi marcha. Saliendo de España buscaba una mejor comprensión del ser humano del que me ocupaba y sin duda de mí mismo. Tenía un gran interés por conocer el trabajo en Psiquiatría infantil y por saber si me podría llegar a entusiasmar. Había realizado lecturas de Frend, de Erich From, me había interesado por la hipnosis y, sabiendo algo de lo que había en Suiza, es posible que saliese al encuentro del psicoanálisis. La ocasión que tuve entonces de escuchar a Ajuriaguerra en una conferencia, me ilusionó al imaginarme otra forma de trabajo con los pacientes y por la posibilidad de conocer la Psiquiatría infantil, Un año y pico después de escribirle, me contestaron diciendo que podía ir como “bénevole” (1/2 de salario y tiempo completo de trabajo).

Pregunta ¿Cómo fue su experiencia en Suiza? ¿Qué supuso para Vd. el contacto con personalidades como Ajuriaguerra y Diatkine?

Respuesta: Profesionalmente de mucho interés y por eso permanecí allí ocho años. Cuando llegué, Ajuriaguerra me sugirió –no sin cierta extrañeza por mi parte- que, si mi intención era hacer Psiquiatría Infantil, un buen comienzo era el trabajo en gerontopsiquiatría. No le faltaba razón al pensar que en la desorganización de las funciones instrumentales en las demencias había un proceso, no exactamente inverso, pero allí estaban las mismas estructuras que el niño, muchos años atrás, había ido construyendo. Ajuriaguerra había adaptado pruebas de Piaget del desarrollo del pensamiento infantil a las demencias seniles. No dejaba de ver en el anciano al niño, o de afirm
ar que la gerontopsiquiatria empezaba al año de vida. Ajuria –como le llamábamos entre sus alumnos- era un sagaz provocador que sabía estimular el pensamiento sobre los problemas del mundo psíquico. En la Clínica Universitaria de Bel-Air, que él dirigía en Ginebra, se trabajaba con niños, adultos y ancianos, hospitalizados en una hermosísima extensión salpicada de numerosos pequeños pabellones. Él no tenía fronteras reflexionando en voz alta tras haber entrevistado a un paciente en una sesión clínica. La etología, la teoría de la comunicación, la neurología, las concepciones antipsiquiátricas, la lingüística, el estructuralismo, la genética, el desarrollo evolutivo humano, la anatomía patológica, el arte, la filosofía y, sobre todo, el psicoanálisis, todo ello tenía relación en su pensamiento. Poseía una vasta cultura, puesto que era un infatigable lector con una buena memoria y aún mejor capacidad asociativa.

Había sido un excelente neurólogo que en los años 60 había escrito con Hécaen la última palabra sobre el córtex cerebral y sus funciones. Y también creó un método de relajación que supuso un cambio revolucionario en los sistemas de relajación: sus concepciones sobre el diálogo tónico y la relajación, entendida como una relación analizable, era un instrumento terapéutico que podía tener un valioso calado psicoanalítico. Muchos psiquiatras acabamos haciendo una relajación personal de varios meses, que era conducida por psicoanalistas suizos y las relajaciones que llevábamos a cabo con pacientes eran supervisadas en grupo o individualmente también por psicoanalistas. A los Simposios de relajación de Bel-Air acudían grupos de trabajo de diferentes puntos de Francia y el lenguaje y la comprensión de las experiencias presentadas, a veces de varios años, tenían un claro sentido psicoanalítico. Su método de relajación, sin ser llamado psicoanalítico, ha sido de hecho considerado más psicoanalítico que otros posteriores que así se autodenominaron. A menudo constituía una rica experiencia que propiciaba la decisión de iniciar un psicoanálisis personal entre muchos de nosotros.

En fin, Ajuriaguerra creó en Ginebra el Service de Guidance Infantile que trabajaba con niños muy pequeños y que después dirigiría Cramer. Y ha escrito su extenso y valioso Manual de Psiquiatría Infantil mundialmente reconocido y que aún hoy sigue siendo de enorme interés.

A René Diatkine le conocí unos años más tarde, Ajuriaguerra ya jubilado y Diatkine como catedrático de Psiquiatría de Niños y Adolescentes de Ginebra. Se pasaba casi toda la semana en París, los viernes y sábados en Ginebra y a menudo venía luego a trabajar con el grupo psicoanalítico que dio lugar a la A.P.M. Durante tres años todos los viernes hice parte de un grupo de formación en el que le presentábamos situaciones clínicas o psicoterapéuticas en el Servicio Médico-pedagógico de Ginebra, luego lo acompañábamos a sus clases a la Universidad y por último asistíamos a sus presentaciones en la Guidance o en el Servicio de Deficiencia Mental. Son muchos mis recuerdos humanos y de enseñanza de Diatkine. Él decía a menudo, refiriéndose a las actitudes a propiciar en los niños con respecto a sus aprendizaje escolar: “El saber hay que arrancarlo”. Salía así al paso de las corrientes pedagógicas que se planteaban –y aún plantean- el esfuerzo pedagógico como una “labor de turmix” para dar todo muy triturado al niño y que así, supuestamente, aprenda mejor. Bueno, pues, coherente con su teoría, el saber a Diatkine había que arrancárselo. Él daba una idea central y clara al servicio de la cual realizaba todo un largo recorrido asociativo, pero con frecuencia cuestiones que se presumían muy importantes no las aclaraba dejando unos puntos suspensivos. Había que seguirlo hasta que los puntos suspensivos constituían, unas semanas o meses más tarde, el tema central.

Mencionaré sólo dos cuestiones entre tantas y tantas que me interesaron de sus reflexiones. La primera generaba en mí mucha admiración y era su extraordinaria capacidad para imaginar y abrir perspectivas terapéuticas a partir de materiales inicialmente muy pobres. Me refiero a deficientes bastante profundos, a menudo psicóticos, que se le presentaban y con los que se entrevistaba un rato. Cuando se despedía del paciente, nos parecía imposible que pudiera decir gran cosa, pero su capacidad de “reverie” siempre nos sorprendía, suscitando cantidad de cuestiones y concluyendo con algo de utilidad -además de la comprensión- para el educador o terapeuta . La otra cuestión que entonces me interesó, pero que, nunca pensé que me la encontraría constantemente en mi trabajo de todos los días, era su concepción preventiva de la Psiquiatría de niños y adolescentes. Por un lado decía que las tareas preventivas no deberían ejercerlas los profesionales que empiezan, sino estar reservadas a los más veteranos.

Por otro, basaba una gran parte de sus concepciones preventivas en los automatismos psíquicos de repetición y su derivación a procesos patológicos. Muy frecuentemente el niño acude a consulta a raíz de síntomas, en su inicio, evolutivos y es la reacción inadecuada del entorno la que favorece reacciones a su vez del niño, que acaban pudiendo comprometer seriamente su evolución. La función -decía- del psiquiatra infantil, consiste en comprender lo que está pasando y evitar que se establezcan, con las reacciones del entorno, automatismos psíquicos de repetición rígidos que desembarquen en una verdadera patología. Por la misma razón, cuando hababa del primer encuentro del psicoanalista con el paciente, ponía tanto el énfasis en su carácter “insólito”.

En fin, mi experiencia en Suiza, por la que me pregunta, no queda descrita, como es evidente, con dos pinceladas sobre Ajuriaguerra y Diatkine y algún aspecto de mi relación con ellos. Más calado, lógicamente, lo tuvo mi propio análisis personal y las supervisiones. A título anecdótico, la mitad de las horas semanales del análisis las podíamos tomar sobre el tiempo de trabajo y teníamos derecho a un mínimo de dos horas semanales de supervisión de psicoterapias psicoanalíticas, de dos o más sesiones por semana, con psicoanalistas ajenos a la institución. Y los tiempos de formación en sesiones clínicas y seminarios sobrepasaban ampliamente el 20% del horario laboral que, eso sí, era grande y de absoluta puntualidad. La orientación de las instituciones psiquiátricas era en la Suiza francesa fundamentalmente psicoanalítica, aunque la Terapia familiar sistémica tenía un pequeño espacio, Y, en general, había que conocer todas las orientaciones. Pero, además de Ajurriaguerra y Diatkine, me formé con otros psicoanalistas como Henny, Cramer, Betschart y Mieville.

Respuesta: Casi todo en el terreno de lo humano y personal. La casi totalidad del nutrido grupo de españoles que en aquellos años llegamos a Suiza, íbamos a buscar algo con que regresar, no íbamos con la idea de instalarnos allí. La sociedad suiza tiene muchas virtudes, pero no precisamente esa resonancia afectiva y esa calidez latina que mi familia y yo apreciábamos. La naturaleza era espléndida, y la disfruté mucho, la meteorología dejaba que desear y, aunque el silencio y la calma a veces aún las echo de menos, eran demasiado constantes. En fin, profesionalmente si me quedaba era ya para aceptar propuestas que me hicieron con mayores responsabilidades y cont
ratos más largos con acceso a compaginarlos con práctica privada en la institución, es decir, un camino que me conduciría a afincarme allí definitivamente.. Mi psicoanálisis personal terminado, realizada mi formación en genrontopsiquiatría, psiquiatría de adultos y psiquiatría de niños y adolescentes y habiendo asumido ya dos períodos de Jefatura Clínica, era la hora de volver. Para mí ya estaba claro que la Psiquiatría de Niños y Adolescentes definitivamente me satisfacía como trabajo y venía dispuesto a ejercerla.

Respuesta: La idea de crear una nueva Asociación Científica surgió a raíz del VI congreso de la Unión Europea de Paidopsiquiatría organizado desde España en 1979 y al que acudimos psiquiatras españoles de niños y adolescentes que trabajábamos en Francia y sobre todo en Suiza así como algunos psiquiatras que ya habían regresado a España y otros que se habían formado aquí, con orientaciones sobre todo psicoanalíticas. A todos nos generó insatisfacción el signo de aquel congreso organizado por España con un fuerte componente organicista y conductual que se alejaba mucho del quehacer de nuestra clínica cotidiana con niños y adolescentes. Una reunión muy numerosa durante el Congreso y otras que hicimos en Suiza y en España, en los que reflexionamos sobre la conveniencia o no de integrarse en la Sociedad Española de Neuropsiquiatría Infantil-juvenil, o bien como sección de la A.E.N., concluyeron con la decisión de crear una nueva Sociedad cuya Asamblea Constituyente tuvo lugar el 12 de septiembre de 1981 en el Hospital del Niño Jesús de Madrid. Allí acudieron psiquiatras, psicólogos, psicoterapeutas y otras profesionales interesados por los problemas psíquicos de la edad evolutiva. Se trataba de cubrir un vacío en el terreno de las Asociaciones Científicas españolas, de fertilizar un espacio en el que pudiese crecer una Psiquiatría, una Psicología, una Psicoterapia y una forma de abordar los problemas psíquicos de niños y adolescentes en sus ámbitos asistenciales, educativos y sociales sin ser constreñidas por reduccionismos biologicistas y también que, partiendo de la necesidad de las convergencias de diferentes disciplinas, fuese, sin embargo, la orientación psicoanalítica su referencia fundamental.

Veinte y pico años después, nos sentimos orgullosos de que, sin pretender nunca crecer deprisa, seamos mas de 500 socios con una capacidad de convocatoria para sus congresos anuales que desborda esta cifra y de que la revista de SEPYPNA, con sus 34 números publicados, constituya un verdadero tratado de psiquiatría, psicología, psicoterapia y psicoanálisis de niños y adolescentes. En ella participan prestigiosos profesionales europeos o americanos. SEPYPNA organiza también, con diversos reconocimientos sanitarios y universitarios, sus Cursos de Formación de Psicoterapeutas de Niños y Adolescentes, de tres años de duración, en el País Vasco en la Comunidad de Madrid, y, próximamente, en otras Comunidades. Pronto habrán terminado una docena de promociones. En una España –única que en Europa junto con Albania sin reconocimiento de la Especialidad de Psiquiatría de Niños y Adolescentes, ni de la de Psicología Clínica de estas edades, esta labor nos parece necesaria.

Respuesta: Sí, desde que he llegado a España a finales de 1980, no he dejado de impartir seminarios de formación de psiquiatras y psicoterapeutas de niños y adolescentes. Durante muchos años, de forma privada y, desde comienzos del 96, implicándome exclusivamente en los cursos de SEPYPNA de Madrid.

En cuanto al Programa Materno-Infantil, desde que en 1981 trabajo como Psiquiatra de Niños y Adolescentes en el Ayuntamiento de Madrid, participo y coordino en mi C.M.S. de Retiro dicho programa. Tanto en mi Centro, como en algunos otros en los que se realiza, los diferentes profesionales (ginecólogos, pediatras, matronas, trabajadores sociales, enfermeras y profesionales de Salud Mental) que lo iniciamos, hemos ido dando forma y sentido cada vez más claro en poco años. El programa está dirigido a un período que comprende embarazo, parto y primeros años de crianza (aproximadamente hasta los tres años de edad en que los padres comparten de manera generalizada sus tareas educativas con el ámbito escolar). Es un período de crisis normal evolutiva y madurativa por el hecho de que hay muchos cambios, tanto biológicos como sociales y psíquicos. Está dirigido a la mujer embarazada, su pareja, los hijos ya existentes, al bebé que va a nacer y también a su entorno sociosanitario. Comprende, entre otras múltiples tareas, la preparación al parto y conlleva un diseño metodológico en el que están previstos varios espacios para lo psíquico, tales como un mínimo de dos entrevistas individuales del profesional de Salud Mental con los futuros padres ( o ya con los padres) y, al menos, tres sesiones de grupo entre otros espacios. Se trata e un dispositivo multicisciplinario, que pretende hacer prevención y promoción de la salud en los momentos más privilegiados para ello. No sólo es el profesional de Salud Mental el que realiza una labor en este sentido, si no todos los profesionales que, como conjunto, realizan un “holding” de primer orden en los momentos del comienzo de la vida y del inicio o ampliación de la familia. Con los profesionales de todos los centroshe logrado organizar grupos Balint de funcionamiento regular desde hace ya bastantes años. El porvenir de éste tipo de trabajo es enorme y enormemente necesario.

Éstos últimos años hemos iniciado también el otro programa por el que me pregunta: “Ayudando a crecer”. En éste caso, el trabajo también interdisciplinario y preventivo- está dirigido a grupos de padres de Niños y Adolescentes de diferentes edades y se realiza sobre todo en guarderías y colegios. Desde el punto de vista de salud mental se trata de ir anticipando y facilitando a los padres la comprensión de sus hijos por grupos de edades, propiciando la reflexión y el diálogo.

Respuesta: Me resulta difícil dar nombres puesto que tendría que hacer un largo listado de autores psicoanalíticos que se han ocupado de los problemas de niños y adolescentes. No excluyo a ninguno. Aunque es cierto que unos están más presente que otros en mi trabajo clínico, siguen siendo muchos. Por responder a su pregunta, mencionaré, además de S. Freud, a M.Klein, A Freud, Spitz, Winnicott, M. Mahler, R. Diatkine, Henny, Kreisler, E.Kestemberg, Misés, y B. Creamer, sin entrar en otros más actuales.

Pregunta: En su dilatada experiencia clínica, tanto en el ámbito privado como en el público, ¿cree que ha habido cambios sustanciales en la demanda a lo largo del tiempo?, O, por decirlo de otr
a forma, ¿considera que le enfermar del niño del siglo XXI es el mismo que cuando Vd. comenzó su recorrido profesional?

Respuesta: El tiempo aquí creo que hay que relacionarlo con la variable del espacio y que en esto no se ha llegado a una “globalización”, a menos que nos refiramos sólo a unos pocos países. Creo –si nos referimos a España y a estos últimos 40 años- que la demanda ha evolucionado notablemente. Considero que una adecuada, precoz y matizada demanda significa progresos en la conciencia social de los fenómenos psíquicos de la infancia y, por tanto, la existencia de profesionales de este campo que están generando con su trabajo una mayor sensibilización. Antes eran los “niños sucios” (enuresis, encopresis), “los agresivos” (los problemas de tipo psicopático) y “ los tontos” (los niños deficientes) los motivos más habituales de consulta. Es decir, todo lo que se consideraba que entorpecía la integración social. Y no entremos en los tratamientos que se les daba…

Hace años que los niños a los que se les adjudicaba este tipo de ominosas etiquetas han empezado a ser comprendidos de forma más profunda, compleja y respetuosa, aunque -aún hoy- no siempre.

Afortunadamente la demanda, muy poco a poco, se ha ido matizando. Los padres, educadores y pediatras ya envían niños a consulta porque se les advierte tristes, o no juegan, o tienen problemas de relación con los demás, o se resisten a irse a la cama, o porque presentan problemas de alimentación o psicosomáticos o fóbicos, o porque sólo quieren jugar con niños del otro sexo, etc.. Los padres suelen estar más implicados (el hijo es mucho más investido por los padres que antes), las familias extensas están en extinción, la incorporación de la mujer a la vida laboral, los métodos anticonceptivos, la reproducción asistida, la posibilidad de aborto y divorcio…, en fin, los padres -aunque en lo esencial los mismos- viven, hoy contextos muy diferentes, están más implicados y tienen una mayor conciencia del sufrimiento infantil, pero a la vez se sienten más cuestionados a la hora de formular una demanda. También las niñas, antes sub-representadas en las consultas, cada vez están más presentes en ellas. Pero en general, pese a ésta positiva evolución de la demanda, sigue existiendo una demanda latente en la población infantil y adolescente muy grande de España. Si se hiciera manifiesta, desbordaría, aún más, los escasos recursos asistenciales (en todo caso los públicos) y esto es lamentable.

En cuanto al enfermar del niños de S. XXI, hay orígenes o etiologías nuevas. Estadísticamente las proporciones de algunas patologías son diferentes, pero los procesos psíquicos que generan estancamiento evolutivo y patología en el niño, creo que son los mismos.

 

Pregunta: Volvamos, si nos permite, a su experiencia en Suiza. Con la reflexión que propicia el paso del tiempo, ¿cuál cree que ha sido la aportación al psicoanálisis infantil de la escuela liderada por René Diatkine y Serge Lebovici?, representantes, podría decirse, del psicoanálisis médico.

Respuesta: Habría mucho que decir sobre ese liderazgo, que considero más amplio y el concepto de escuela, pero lo que no cabe duda es que psicoanalistas como Soulé, M.Fain, S.Lebovici, R. Diatkine, E. Kestembeg, M. David, R. Misés o L. Keisler (que él mismo no se autodenominaba psicoanalista), entre muchos otros que probablemente pertenecían a la S.P.P., han llevado a cabo en Francia un rico proceso de pensamiento psicoanalítico en torno a niños y adolescentes. Proceso que considero, en su conjunto, muy elaborado, contrastado, matizado y alejado de posiciones radicales. Sin duda hay en él una coherencia y también una permeabilidad a otras corrientes.

En cuanto a si han sido, o son, representantes del psicoanálisis médico, creo que no existe un psicoanálisis médico. A menudo el calificativo “médico” en ámbitos psicoanalíticos tiene mal predicamento. Yo valoro -y mucho- la formación y el pensamiento médicos y me parece poco serio cuando se habla hoy de la Medicina como si fuese un “corpus escolástico”. Deberíamos no mixtificar la Medicina ni el Psicoanálisis. Tampoco creo que haya que hacer un ritual obsesivo para que no se toquen. Ambas pueden arrojar efectos de luces y sombras entre sí, de la misma forma que con otras disciplinas, y así enriquecerse.

Lo que sí creo es que los psicoanalistas a los que nos referimos han dado un paso adelante en llevar el psicoanálisis infantil a los Servicios públicos sectorizados en la diversidad de sus instituciones, no sólo posibilitando procesos psicoanalíticos individuales y diferentes formas de trabajo psicoterapéutico, sino creando espacios facilitadores de procesos psicoterapéuticos posteriores (Unidades de tarde), o trabajando con equipos psicoterapéuticos en los Hospitales de día, o sensibilizando a pediatras, educadores, y demás agentes de Salud, de concepciones preventivas. Se han implicado, desde perspectivas psicoanalíticas, en tareas que, por muy bastardas que a algunos les puedan parecer, las considero muy positivas. Un ejemplo podría ser la Clasificación Francesa de los Trastornos Mentales del Niño y del Adolescente – la única en el mundo específica para Adolescentes y Niños – y que tiene una enorme trascendencia para evitar un biologicismo farmacológico tan favorecido por las clasificaciones-inventario sintomatológicas. En definitiva, recordando la expresión de Racamier, han desarrollado el psicoanálisis sin diván.

Y, acercándonos más al cuerpo, ahí está toda una Psicosomática infantil desarrollada por Kreisler y enriquecida por reflexiones tan interesantes como las de Soulé y Fain (“el niño y su cuerpo”). Redimensionar desde el Psicoanálisis fenómenos como el mericismo, el megacolon o los espasmos del sollozo, es toda una aportación del Psicoanálisis a la Pediatría, y creo que el psicoanálisis se enriquece también.

 

Pregunta: ¿Qué opina de los “otros” franceses? Nos referimos a aquellos autores que, como Maud Mannoni, Françoise Dolto, Silvia Bleichmar etc. por citar algunos provenientes del lacanismo –del cual ha sido enemigo acérrimo Lebovici, no lo olvidemos-, que representan una concepción distinta del niño psicoanalítico.

Respuesta: Todas ellas son sin duda psicoanalistas que han trabajado -o trabajan como Silvia Bleichmar- y han enriquecido con sus reflexiones el trabajo con niños y adolescentes “a pie de obra”. No me inscribo en la orientación lacaniana, pero qué duda cabe de las aportaciones de Lacan a la comprensión del niño. No sé lo acérrimo enemigo que fue Lebovici del lacanismo. Las críticas a Lacan por parte de gran número de psicoanalistas franceses son bien conocidas, pero no por ello deja de tener reconocimiento entre ellos, ni de ser valoradas como muy valiosas, cuando menos, algunas de sus aportaciones.

Respuesta: Siguen muy vigentes ambos planteamientos, claramente distintos, pero ya no existe el nivel de intolerancia de antaño y muchos puntos de vista creo que se han relajado y matizado con el tiempo. Pese a todo, siguen estando ahí como coordenadas con resp
ecto a diferentes cuestiones. Y cada cual se sitúa, en la teoría o en la clínica, más próximo a un eje que a otro, según de qué aspecto se trate. Y ya sabemos que la práctica no sigue siempre a la teoría (a veces, afortunada y otras, desafortunadamente).

Respuesta: SEPYPNA no tiene una orientación única. Hay diversas orientaciones presentes, pero quizás haya efectivamente una mayor influencia del Psicoanálisis francés. Pero en SEPYPNA han estado desde Ana Segal, hasta Paulina y Otto Kernberg o Diatkine o psicoanalistas de la Hampstead Clinic, o de orientación lacaniana. Afortunadamente, hasta ahora, ha sido posible en nuestros congresos debatir siempre conjuntamente y esto, con los años, deja posos y sedimentos teóricos que en muchos casos serán un bagaje compartido. Lo que sí hay, es un sentido clínico que hace que no se levite fácilmente y que la teoría alejada de la clínica interese menos.

Respuesta: Creo que sí y que viene dado, en primer lugar, por lo más nuclear del psicoanálisis y que no es específico del trabajo con niños; y, en segundo lugar, por la perspectiva evolutiva que imprime el trabajo con niños y adolescentes, que hace pensar, constantemente en términos de funciones organizadoras del aparato psíquico, y también por la conciencia que tenemos de la dependencia tan grande que en estas edades se tiene del entorno y, en particular, del entorno psíquico (el objeto externo).

Respuesta: Siguen interesándome actualmente autores clásicos del psicoanálisis infantil (M. Klein, A. Freud, D.W. Winnicott, etc). y trabajándolos bien tendría suficiente, y más todavía si añadimos los autores recientes ya mencionados, pero, si me apura para que le dé algunos nombres aún más actuales, mencionaría, en cuanto a la adolescencia, a Ph. Jeammet y, en cuanto a niños, a B. Cramer J. Manzano, F. Palacio B. Golse y P. Kernberg.

Respuesta: Creo que las patologías carenciales afectivas, de las que a menudo hacen parte las psicopatías. Requieren un trabajo muy precoz y muy intenso y en el que el psicoanalista o el psicoterapeuta necesitan colaboración. Es importante trabajar con el entorno cotidiano del niño (el familiar, el pedagógico o el del equipo de una institución terapéutica), para lograr una cierta coherencia en la comprensión y en las actitudes que le ayuden a no tener que echar mano de sus automatismos psíquicos repetitivos patológicos y así pueda evolucionar. Cuanto más tarde se empiece, las dificultades para ayudarle serán mucho mayores y el riesgo de que todo el mundo tire la toalla es grande. Creo que en este campo lo fundamental es la prevención primaria y la secundaria.

Respuesta: La evolución de las patologías que han sido abordadas psicoanaliticamente. Es decir, la investigación sobre los parámetros evaluativos y la propia evaluación de las diferentes patologías tras haber sido tratadas desde una óptica psicoanalítica. Creo que existe una cierta perversión en el psicoterapeuta o en el psicoanalista -que responde a fantasías omnipotentes o paranoides- cuando se instalan en la creencia de que, en un terreno tan complejo, nada es susceptible de una evaluación de fácil acceso a otros profesionales, no psicoanalíticos. Esto genera recelos y proporciona argumentos para que muchos niños y adolescentes se vean privados de tratamientos psicoanalíticos costosos. No se trata evidentemente de someterse a cualquier tipo de evaluación. Pero el gran riesgo de que no se lleven a cabo investigaciones que permitan establecer formas de evaluación adecuadas, es la marginación y el acantonamiento de las psicoterapias psicoanalíticas y del psicoanálisis.

En este sentido, faltan trabajos que correlacionen la patología del adulto con la infantil y viceversa, así como las diferencias evolutivas cuando se ha hecho o no un trabajo psicoanalítico en la infancia o en la adolescencia. En este sentido, son de gran interés las investigaciones llevadas a cabo en Ginebra por J. Manzano y F. Palacio en cuanto a la evolución de las psicosis infantiles y, en España, diferentes trabajos de A.Lasa.

Respuesta: Es un lugar siempre muy importante. Tanto más cuanto más pequeño es el niño. Es impensable para mí trabajar como psiquiatra de niños y adolescentes sin contar, en la gran mayoría de los casos, con los padres, incluso cuando se está trabajando de forma individual en una psicoterapia psicoanalítica o en un psicoanálisis. Es cierto que en estos casos los procesos transferencial y contratransferencial no han de ser entorpecidos por artefactos o distorsiones que puedan dañarlos, pero si no trabajamos con los padres suficientemente o no tomamos en consideración su culpa o no cuidamos su narcisismo siempre herido, a veces ya nada es posible de entrada y, cuando el proceso ya está en marcha, la interrupción puede ser definitiva.

Pero es que además, cuando hablamos sobre todo de niños, sabemos bien que sus propios problemas están a menudo en relación directa con una parasitación proyectiva de los padres y, en la medida en que sea posible, la primero es intervenir para que puedan hacerse cargo de sus proyecciones y el niño sea desparasitado. Y, cuando esto no es posible, hay que tratar al menos de aminorarlas. Yo trabajo casi siempre con los padres antes de ver al niño. Me interesa el niño del que ellos me hablan y hablar con ellos de él. Luego, cuando estoy con el niño, observo qué tiene que ver –a veces más a veces menos- con lo que me han contado de él y de nuevo vuelvo a entrevistarme con ellos.

Respuesta: Sí, a siete horas de trabajo diario como psiquiatra de niños y adolescentes en el sector público, le siguen unas horas más de trabajo privado que dedico, en su mayor parte, al psicoanálisis de adultos. Es una fórmula muy habitual del psiquiatra o del psicólogo de niños y adolescentes de formación psicoanalítica. Considero que ambas actividades se enriquecen mutuamente de forma considerable.

El niño nos ciega a menudo con su rapidez y lo desabrido de sus procesos asociativos y el adulto nos pierde con su oscuridad defensiva, enmarañada y llena de vericuetos. Es más fácil encontrar algo que se busca, cuando uno tiene algunas ideas sobre lo que se puede encontrar. Y con el niño, aunque es un ser con presente –y por aparentemente obvio, esto no hay que olvidarlo- es necesario tener siempre “in mente” el valor pronóstico de ciertas producciones que nos muestra en su funcionamiento. Y ello no sólo para hacer una buena indicación del tratamiento, sino también para no cometer esos errores, -a veces no sólo de principiantes- de “disparar a todo lo que se mueve” interpretativamente. La prudencia y el respeto a las formaciones sintomáticas evolutivas es algo en lo que insistía mucho DiatKine. Creo que el resultado o la finalización de un trabajo analítico con un niño, por ejemplo, no puede ser de la misma índole de lo que nos encontramos al finalizar un análisis de un adulto. El niño, una vez que ha terminado un tratamiento, además de ser confrontado con la problemática de su etapa evolutiva, va a tener que afrontar intensas conmociones evolutivas que aún serán esenciales en la organización de su aparato psíquico. Por tanto, hay que distinguir aquello que de no abordarse, bloquea su evolución, de aquello otro con lo que empieza a confrontarse (como los compañeros de su edad) y que está surgiendo en él como una sana organización defensiva que le es necesaria y que conlleva a menudo síntomas. Es, a veces, el momento de detenerse y de desearle buena suerte confiando en sus ya mejores capacidades.

En fin, todo psiquiatra, psicólogo o psicoanalista de adultos, debería tener una formación en niños y, por supuesto, el de niños y adolescentes una formación en adultos. La realidad en España dista de esto, que no deja de ser algo minoritario y, con frecuencia, una forma de cubrir el expediente.

Respuesta: Hace ya muchos años que algunos psicoanalistas de niños de mucha talla profesional y experiencia han realizado una labor docente pionera fundamentalmente en Madrid y Barcelona. También ya hace bastantes años que el número de psicoanalistas infantiles importantes se ha acrecentado notablemente. En Madrid quiero mencionar especialmente entre las pioneras a Pola I. de Tomás, que había trabajado durante años con Arminda Aberasturi en Argentina y que aglutinó en torno a ella en seminarios y supervisones a un numeroso grupo de profesionales que hoy son psicoterapeutas o psicoanalistas de niños. Y también a Jesusa Partejo que, además de su labor docente universitaria y su dedicación al trabajo con niños, supo motivar y facilitar que un grupo valenciano fuera a formarse a Suiza en Psicoanálisis y Psicoanálisis infantil. En Barcelona creo que han sido, sobre todo, Julia Corominas, Tertu E. Folch y Eulalia Torras quienes han realizado una importante labor pionera en este campo. Y, luego, han ido llegando o surgiendo otras y otros excelentes psicoanalistas de niños. Algunos provenientes del psicoanálisis británico, otros de los países centroeuropeos, otros de origen argentino y, finalmente, otros que se han formado en España en la confluencia de estos diversos orígenes.

En el Instituto de la A.P.M. hace ya unos años que se ha iniciado una formación reglada en psicoanálisis de niños y en la Sociedad Española de Psicoanálisis, en Cataluña, se realizan hace años tareas específicas en este campo, pero que conozco menos. Seguramente hay otras formaciones sistematizadas de psicoanalistas de niños, que desconozco, pero con todo y, pese al notable desarrollo del Psicoanálisis infantil en estos últimos 20 años, creo que sigue siendo muy insuficiente en el conjunto de España. Y esto tiene que ver con los procesos formativos no sólo de psicoanalistas de niños en sentido estricto, sino de psicoterapeutas de orientación psicoanalítica de niños y adolescentes. La relación entre las organizaciones de ambos tipos de formación en general suele ser fluida y buena, pero no está exenta, a veces, de recelos, conflictos e intereses no siempre propiamente psicoanalíticos. Me refiero a nivel internacional, pero también a España. Siempre que hay ámbitos que se solapan, más o menos, es lógico que pueda surgir un cierto grado de conflicto y creo que con él hay que convivir. Personalmente, viendo en todo caso la experiencia de los cursos de formación de psicoterapeutas de SEPYPNA, en los que existe una significativa participación docente de psicoanalistas de niños, creo que se trata de un espacio de enorme interés para la psicoterapia y el psicoanálisis de niños y adolescentes.

Es importante que en la formación de un psicoanalista de niños exista una experiencia clínica y psicoterapéutica previa y el psicoterapeuta tiene todo interés en irse haciendo cuanto antes, con una buena formación en psicoanálisis.