En el siglo XX llegamos al final de la filosofía. Los padrinos del entierro fueron Wittgenstein y Heidegger que dejaron atrás la metafísica y nos obligaron a hablar del lenguaje y de nosotros.
Ahora, en el siglo XXI estamos llegando al final de algo y esperemos que sea al principio de otra cosa. El problema es que nos cuesta imaginarlo porque, como dicen sus discípulos que dijo Jameson, es más fácil imaginar el fin del mundo que el final del capitalismo. Fisher ya no puede añadir nada, mientras Žižek no para de hablar.
Hemos arrastrado muchos años el delirio de Fukuyama según el cual habíamos llegado al final de la historia porque el capitalismo ganó cuando cayó el muro y no había ninguna opción más. Pero esto ya no es suficiente ni para el mismo Fukuyama.
¿Y ahora qué hacemos?
Porque yo estaría más entretenido y menos preocupado escribiendo sobre la atribulada vida de Erik Satie o sobre Glenn Gould versionando las Goldberg. Pero, aunque siga con esas historias, debería pararme un poco y preguntarme por lo verdaderamente importante, por las contradicciones del mundo que nos rodea que pueden llevarnos a la autodestrucción.
En todo este contexto, ¿qué podemos aportar los individuos y los grupos? ¿Qué puede aportar el psicoanálisis?
¿Releemos a Freud, a Klein, a Winnicott, a Lacan?
¿Volvemos a Ferenczi para compensar las décadas que pasó cancelado?
¿Reivindicamos a Fromm y releemos Tener o ser?
Por cierto que ese libro merece mucho la pena, pero que conste que es subversivo. Quizá debamos dejar de pensar en tener y gastar nuestro tiempo no en producir y en quemar la Tierra, sino en ser o, como dice Fromm: “La diferencia entre ser y tener no es esencialmente la que hay entre Occidente y Oriente. La diferencia radica más bien entre una sociedad centrada en las personas y una sociedad centrada en las cosas”.
Rodeados como estamos de cosas y de creyentes de lo cuantitativo que afirman que si tuviéramos todos los datos no solo sabríamos todo sino que seríamos los dueños del mundo, es difícil levantar la mano y decir que no, que la mujer del tiempo solo acierta lo de esta tarde y mal y que de mañana no tiene ni idea, que lo cuantitativo es nuestra torpe manera de manejar lo cualitativo, que por mucho que digan que no hay libre albedrío, cada electrón no hace lo mismo si lo miras que si no lo miras.
Si nos ponemos sesudos podríamos interrogarnos acerca de lo que el psicoanálisis puede aportar a este punto en el que nos encontramos del final del final de la historia.
Hay quien dice que el psicoanálisis ofrece una lectura del malestar contemporáneo que va más allá de lo sociológico o lo económico. Žižek, a quien mencioné antes, viene a decir que el cruce entre filosofía y psicoanálisis permite pensar la política, la ética y el deseo desde una lógica no racionalista.
No sé.
Lo que sí os puedo decir es que la respuesta que nos puede ofrecer este mes de octubre de 2025 es muy sencilla. Lo que podemos hacer es, con Lacan, animarnos y animar a todos a reconocer al Otro, que no es el enemigo, ni un obstáculo, sino el fundamento de nuestra subjetividad y nuestro deseo. El psicoanálisis puede acompañarnos en este desasosiego.
Si lo personalizamos, hoy me gustaría que me acompañaran un rato Lola López Mondéjar y Jô Gondar. Con Lola querría pasear al borde del mar de Torre para vacunarme contra los días que me quedo Sin relato. Con Jô querría aprender a defenderme del inconsciente neoliberal y hablar de “La pasión y la ternura como fuerzas políticas”.
Pero esto que planteo no es algo inalcanzable, porque tendremos a Lola y a Jô en Murcia juntas y prestas a dialogar con todos los que quieran conversar con ellas. Así que, para terminar, en este camino hacia el final del final de la historia, estáis invitados al congreso del Centro Psicoanalítico que celebraremos en Murcia los días 24 y 25 de octubre donde reflexionaremos con ellas y con todos los amigos del CPM sobre todo esto.
0 comentarios