Rómulo Aguillaume
Pues el factor psi parece que se impone en las relaciones políticas, internacionales y nacionales. Si la política era el reino de la defensa de los intereses se ha convertido en el reino de las interacciones personales. Un analista del think tank, German Marshall Fund, (El País, 29 Junio, 2025) aclara que si los líderes internacionales tienen dificultades para comunicarse con Trump «esto se complica aún máspor el hecho de que el presidente Trump parece ver el mundo, sobre todo, a través de la lente de la personalidad y de las interacciones personales». Y ese es el factor psi. Pero no está tan claro. La personalidad y sus interacciones, en Trump, parecen obedecer a una suerte de capricho, en defensa de una estabilidad narcisista, donde los intereses sociopolíticos están en segundo plano.
Los bombardeos que Trump ordenó sobre Iran las pasadas semanas, no pueden ser improvisados. Requieren una preparación de meses, por lo que las ocurrencias y precipitaciones de Trump más parecen un manipuleo exhibicionista y no una ausencia de previsiones perfectamente pensadas.
Así, el factor psi, la personalidad y las interacciones interpersonales se han convertido en un pretexto, un velo que casi tapa los verdaderos intereses sociopolíticos. Nos encontramos pues con el camino inverso al de siempre: si antes había que descubrir el factor psi detrás del discurso político, ahora hay que buscar este discurso tras el factor psi. El factor psi sigue presente, pero en otro lugar.
Otro personaje más cercano, nuestro presidente, ha hecho de la resistencia-resiliencia, de difícil comprensión y definición, el centro de su quehacer psico-político.
Cuando la situación sociopolítica en nuestro país evidencia la obligación de un cambio, de una renuncia y de correr el riesgo de devolverle la palabra a la ciudadanía, no se toma esa decisión y se apuesta por la resistencia-resiliencia, factor psicológico que se impone a la responsabilidad política.
Resistencia, en psicoanálisis, es la oposición del paciente a reconocer sus impulsos o motivaciones inconscientes. Freud lo descubrió pronto, pero el concepto quedó cargado de negatividad, como algo que no se debe tener, aun cuando se señaló que el desarrollo del tratamiento se centra en el análisis de las resistencias. Nuestro presidente recobra el papel positivo de la resistencia, como si fuera un valor de oposición al otro. En la rivalidad narcisista, la resistencia expresa el rechazo del otro por el peligro que entraña su aceptación. En el universo narcisista el otro siempre es el enemigo que nos destruye. En el libro que escribe, junto a su amiga Irene Lozano Manual de resistencia, resistencia y resiliencia se solapan y nos devuelven la inconsistencia del concepto, tanto en política como en psicología.
La RAE lo define: capacidad de adaptación de un ser vivo frente a un agente perturbador o un estado o situación adversos. Y desde ahí vemos un concepto que incide sobre la capacidad individual de soportar una perturbación y no profundizar en sus causas.
La aventura individual de la resistencia-resiliencia nos la representó el presidente en sus días de reflexión. O en la actualidad, al enfrentarse con los posiblemente más dramáticos corruptores del PSOE. Nueva capacidad resiliente, pido perdón y continúo adelante: ninguna alusión a principios ni autocrítica. El factor psi se impone y aquí, también, debemos buscar la dimensión sociopolítica que se esconde.
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