El enigma de la sexualidad y la hermenéutica psicoanalítica

por | Revista del CPM número 28

XIX Congreso del Centro Psicoanalítico de Madrid

Bilbao, 4-5 de Octubre 2012

 

INTRODUCCION

 

La reflexión sobre el valor científico del psicoanálisis parece que ha perdido actualidad y en su lugar aparece el tema complementario, el lugar que el psicoanálisis ocupa en el mundo de la cultura, las ciencias del espíritu como decía Dilthey(1) y donde la hermenéutica es la metodología adecuada. Si las ciencias naturales se empeñan en mostrar la realidad de su objeto de estudio y de sus interacciones causales, con su método hipotético deductivo, las ciencias del espíritu tratan de mostrar la coherencia de su objeto en la interacción con un mundo de significados donde la hermenéutica es su método privilegiado. En este sentido podríamos considerar a P. Ricoeur(2,3) como el epistemólogo que interroga al psicoanálisis desde el campo de las ciencias del espíritu, así como Ernest Nagel(4) en los 50, Popper(5) en los 70 o Grumbaum(6,7) en los 80 le interrogaban desde el campo de la ciencia.

 

Sin embargo esta aparente diferencia de objeto de estudio y de metodología no impidió que Freud construyera la única ciencia en que ambos aspectos quedan integrados. Freud, de formación científico natural, pero, con una formación filosófica importante construye una ciencia donde causas y razones van unidas desde el primer momento. El propio Ricoeur en su artículo El problema de la prueba en los escritos psicoanalíticos de Freud,(2) lo tiene en cuenta, aun cuando atribuye a Freud un tanto precipitadamente, en mi opinión, una ignorancia en cuanto a la distinción entre causas y motivos “ y aún, nos dice Ricoeur, vuelve imposible su formulación teórica”.( 2) En nuestra opinión la Metapsicología es la contestación a esa aparente indiferenciación entre causas y motivos. Quizás habría que hacer la enésima lectura de Freud en busca de los elementos articuladores entre causas y motivos.

 

Algunos autores, creyendo seguir el rastro de Freud, niegan esa diferencia entre causas y motivos. Tal es el caso de Strenger(8) en su libro Between hermeneutics and science, mientras otros, como Grunbaum apuestan por un psicoanálisis científico natural desde el que se siente más cómodo demostrando sus carencias. Para ello tiene que desmontar precisamente ese intento de considerar causas y motivos en el mismo nivel. Así, desde un punto de vista hermenéutico la interpretación ,al desvelar la causa patógena, disuelve la patología, que es tanto como decir, que el nuevo conocimiento que aporta la interpretación disuelve los elementos causales. A lo cual Grumbaun responde  diciendo: “superar su efecto socavando su causa de ningún modo equivale a disolver la conexión causal que los vincula”. Por el contrario “el paciente alcanza su objetivo terapéutico precisamente haciendo uso de una conexión causal y no, como propone Habermas “superando” dicha conexión”.(6)

 

Desde el primer momento, la tensión que la teoría y la práctica van a imprimir al desarrollo del psicoanálisis hacen que veamos, en la propia obra de Freud trabajos eminentemente «científicos», por ejemplo Psicología para neurólogos y trabajos eminentemente culturales como Tótem y Tabú; no obstante los trabajos clínicos y metapsicológicos, que constituyen el núcleo de la teoría freudiana aúnan una concepción científico-hermenéutica. El trabajo, podríamos decir, inaugural del psicoanálisis, «El mecanismo psíquico de los fenómenos histéricos» muestra claramente lo que venimos diciendo: una causalidad centrada, en estos momentos, en el trauma externo, queda complementado con un universo de significados donde las conexiones simbólicas y la palabra juegan un papel de igual importancia.

 

Sin embargo, muy pronto, la unión epistemológica que encontramos en Freud, se disgrega en las orientaciones que aparecerán en otros autores: Ferenczi y Otto Rank van a ser los primeros que orienten el psicoanálisis en su dimensión hermenéutica(9), mientras otros se van a centrar en la dimensión científica. Es lo que en nuestra opinión nos permite hablar de dos psicoanálisis, aunque la corriente central inaugurada por Freud continua en autores que, como Andrée Green (10) se diferencian claramente de un psicoanálisis cercano a las neurociencias o a la antropología cultural.

 

La dimensión hermenéutica o, el giro hermenéutico que le dan al psicoanálisis algunos autores se pueden fundamentar en la obra de tres filósofos: Paul Ricoeur(2) Jurgen Habermas(11) y George Gadamer(12).

 

Las escuelas y autores que a partir de aquí se les puede englobar en el campo de la hermenéutica son muchos y conocidos: Serge Viderman(13) Donald Spence(14) y Roy Schafer(15); escuelas como los intersubjetivistas pueden ser incluidos en esta corriente. Joan Coderch en su trabajo sobre la práctica relacional(16, 17) aunque integra distintas posiciones, sin embargo los aspectos más básicos de su teoría y práctica derivan de la hermenéutica.

 

Pero empecemos por presentar los puntos básicos que la orientación hermenéutica nos propone. Así, la metodología hermenéutica implica una serie de nociones básicas para su comprensión y que Robert S. Steel (18) clasifica en 9 puntos, a los que añadiremos los cuatro puntos que P. Ricoeur (2) considera básicos en la concepción que la hermenéutica tiene de los hechos en Psicoanálisis.

1. La hermenéutica considera que no hay conocimiento sin presuposiciones, es decir «los significados se derivan de significados anteriores».

2. No obstante lo anterior, debemos tratar de entender en sus propios términos el texto o el discurso de la otra persona.

3. La combinación de ambas posiciones establece una dialéctica entre los presupuestos de uno y los propios términos del otro que conllevan a una mayor comprensión. «El socio en el diálogo es vital para el control de la interpretación»

4. La circularidad hermenéutica, del todo a las partes y después al todo puede ser entendido como la visión que capta un significado desde diferentes alturas: gran altura, visión de conjunto, gran cercanía visión de detalle .

5. Es una combinación del tres y el cuatro donde se intenta maximizar la comprensión de las partes en el conjunto que quedará garantizada por el consenso entre el intérprete y el socio (entre analista y paciente diríamos nosotros).

6. El círculo hermenéutico captura mejor los aspectos sincrónicos de la interpretación pero la historia, la dimensión temporal del significado debe ser tenido en cuenta. «La dimensión diacrónica sitúa el material en referencia al pasado y al futuro.

7. A través de la interpretación podemos saber más sobre el acontecimien
to en la vida de una persona que la persona sabía en el momento del evento. El paso del tiempo cambia el significado del evento o del texto. (Por eso se siguen interpretando los casos-textos de Freud).

8. El control del significado desde su dimensión histórica, implica la comprobación de las interpretaciones en textos finales del autor, textos de la misma tradición, periodo histórico de la creación, etc.

9. La posición histórico-cultural determinan el significado frente a otros eventos de contexto diferente por lo que «Sólo a través del diálogo abierto, a través de la exploración de lo propio de uno, así como los presupuestos del otro, se puede mejorar la comprensión. «Esto no es fácil» termina diciéndonos Steel.

 

P. Ricoeur en su trabajo El problema de la prueba…(2) nos señala cuatro puntos característicos de los hechos en psicoanálisis que, para empezar, nos dice que lo que los empiristas denominan datos de observación se deben buscar en la situación analítica, pero no nos dice que es lo que él considera la situación analítica.

 

Los cuatro puntos son:

1. Los que pueden ser narrados: dimensión semántica del deseo.

2. Los que se dicen a otra persona: dimensión intersubjetiva del deseo.

3. Los rasgos distintivos de la realidad psíquica, no de la realidad material.

4. Lo que se recoge en la trama de un relato.

 

Lo que me propongo plantear en esta ponencia son tres aspectos que la riqueza de los planteamientos hermenéuticos suscitan: uno, metodológico, esto es, qué tipo de diálogo se da en la situación psicoanalítica. Dos, de la praxis, cuales son las características de la interpretación de la que hablamos y tres, el modelo terapéutico, qué de la narrativa es pertinente al psicoanálisis.

 

La Asociación libre y el diálogo natural.

 

El método de la hermenéutica presenta diferencias con el psicoanalítico. «El método de las ciencias interpretativas en consonancia con el punto de vista hermenéutico es comprender una experiencia apresada en el lenguaje. El método es simple: es el diálogo. (…). La dialéctica como el arte de llevar a cabo una conversación es un proceso continuo de preguntar y responder. Esto conduce a la formación de conceptos a través de la elaboración de un significado común». (18).

 

Gadamer desarrolla el concepto de diálogo como central a la hermenéutica: «La estrecha relación que aparece entre preguntar y comprender es la que da a la experiencia hermenéutica su verdadera dimensión».(12)

 

Mucho mejor y desde la clínica psicoanalítica, llamada Relacional, nos lo dice Joan Coderch para quien el diálogo psicoanalítico “debe transcurrir dentro de un estilo libre natural y sencillo, en todo parecido al que sostienen dos personas que están reflexionando juntas para investigar alguna cuestión de su interés. (16)

 

Uno de los descubrimientos de los que se sentía más orgulloso Freud fue el de la asociación libre como método  de acceso al inconsciente, lo denominó regla fundamental.

 

La asociación libre no es un concepto sobre el que haya unanimidad pero, en cualquier caso, trata de expresar un modelo de comunicación donde la intencionalidad consciente se pretende que quede en suspenso. La dificultad es obvia; se le pide al paciente que diga todo lo que le pase por la cabeza. A la vez se le pide que, entre la incoherencia que un exceso regresivo impone, sea capaz de la coherencia suficiente para ser entendido por el analista. «La palabra  en el análisis ha de encontrar su lugar entre dos polos opuestos: el de la regresión que conlleva el silencio, y el de la narración construida, inteligible, pero que no ofrece ninguna apertura hacia el inconsciente».(19) Desde mi punto de vista la presencia del Inconsciente en la palabra siempre se da, únicamente la defensa rígidamente estructurada dificultaría de formas distintas su acceso. Así pues plantearemos la regla fundamental, ya sea dicha desde el diván o desde el cara a cara.

 

A pesar de sus dificultades la asociación libre la construyen paciente y analista en tanto en cuanto éste sostenga sistemáticamente un modelo de escucha que vaya más allá de su contenido manifiesto. Me refiero a que debemos escuchar como si el paciente funcionara en asociación libre desde un principio y nuestras intervenciones recogieran la relación inconsciente que las distintas partes de su discurso contuvieran. Enunciar la regla fundamental no es suficiente.

 

Jorge Ahumada nos dice que es claro que en contraste con la asociación libre, el “acuerdo” hermenéutico restringe la significación al preconsciente. Al restringir la significación al lenguaje, excluye el acceso del analizado a la ostensividad, tanto de la repetición inconsciente como de la transferencia temprana” (20)

 

Así pues el método de acceso al inconsciente empieza siendo muy distinto entre el psicoanálisis clásico y la hermenéutica.

 

No debemos olvidar que el método de la asociación libre pretende el acceso al inconsciente, mientras el método hermenéutico pretende crear una nueva narrativa, esto es una nueva versión biográfica, por lo cual no es de extrañar que Ricoeur, cuando habla de hechos del psicoanálisis, se le olvide cómo se tiene acceso a los mismos.

 

La interpretación: nuevo sentido o actividad interpretativa.

 

Para algunos autores, como por ejemplo J. Laplanche (21, 22) el psicoanálisis freudiano es incompatible con los planteamientos hermenéuticos.  Recordemos el punto primero: No hay conocimiento sin presuposiciones, es decir, «los significados se derivan de significados anteriores», o en palabras de J. Laplanche «no hay interpretación sin código o sin clave de traducción».

 

El modelo freudiano se desarrolló, no sin ciertos vaivenes entre el método de investigación y los contenidos -psicosíntesis- encontradas por este método.

 

En cualquier caso, en la obra de Freud encontramos dos posiciones antitéticas en cuanto a la metodología: una que nos dice que el anális
is «no es en absoluto una traducción, una comprensión o una lectura sino que el método es de detraducción en busca de elementos llamados inconscientes»

 

La otra posición, que podríamos denominar hermenéutica, ya hace referencia a los códigos psicoanalíticos: el edipo, complejo de castración, lo que Laplanche denomina simbólica y tipicidad y que se refiere a la relación fija entre el símbolo y lo simbolizado; en el caso de la tipicidad Freud señala los contenidos manifiestos de los sueños que expresarían conflictivas específicas: sueños de examen, sueño de muerte de personas queridas ,etc.

 

Dos métodos diferentes uno que estructura coherencia y otro que las deconstruye.

 

Como en tantas otras ocasiones Freud se limita a señalar dos fenómenos distintos que surgen a lo largo del análisis: la interpretación que deconstruye en el caso de las resistencias y la interpretación que construye el nuevo relato de la historia infantil.

 

El psicoanálisis es pensado por J. Laplanche desde el lado del método exclusivamente: método asociativo-disociativo, libre asociación, que no se encamina a encontrar ningún sentido, aunque inevitablemente tiene que aceptar que esto no significa que no se den coherencias, síntesis espontáneas, pero, y esto es el elemento diferenciador con la hermenéutica, no hay códigos de lectura preestablecidos. Daría la impresión que lo que señala Laplanche tiene que ver más con una práctica estereotipada que convierte los contenidos (Edipo, castración, posición depresiva…) en referentes ideológicos, que con el hecho en sí , de que el proceso discursivo-asociativo nos conduce a dichos contenidos. «Cuando el simbolismo habla, las asociaciones callan» nos recuerda Laplanche, en el sentido de mantener el método por encima de los contenidos, a lo cual le podríamos responder, cuando las asociaciones hablan los simbolismos emergen. Así pues la defensa frente a la hermenéutica está en centrarse en el método a lo cual podríamos preguntarnos, ¿es posible una interpretación sin referente o código de lectura? El problema de la hermenéutica quizás esté más en su método de acceso al inconsciente que en sus traducciones o interpretaciones.

 

En cualquier caso la práxis del psicoanalista se empeña más en descomponer los síntomas, “desligar la pulsión de sus fijaciones y liberar las asociaciones” que en componer coherencias que, el propio paciente encontrará gracias a la actividad sintética del yo.

 

El modelo terapéutico

 

Desde hace tiempo el problema de que es lo que cura en psicoanálisis ha sido objeto, como no, de grandes controversias. Los que consideran que es la interpretación y los que consideran que es la relación de objeto, esto es la relación con el analista.

 

El modelo terapéutico que se preconiza desde posiciones hermenéuticas se apoya en lo narrativo construido en una diálogo de consenso entre analista y paciente y asentado en una idea de coherencia y no tanto de verdad empírica.

 

La asociación libre y la narrativa parecen excluirse. La asociación libre demanda una interpretación que rápidamente demanda una coherencia, esto es, una narración coherente. Pero tal coherencia es vista desde un principio como formas de resistencia. Resistencias,¿ a qué? Pues a la asociación libre.

 

En cualquier caso el surgimiento de las resistencias al libre fluir de la asociación libre se convirtió en el destino de las interpretaciones pero, teniendo en cuenta, «que la interpretación se dirigía a aquello que motivaba la resistencia.. Levantar las resistencias no significa introducir un sentido a través de la recuperación del recuerdo, sino disolver el sentido de la rememoración para liberar las asociaciones».

 

Igualmente encuentra Freud en los sueños un núcleo indeterminado, imposible de poner en sentido, lo que denomina el «ombligo» del sueño responsable, en última instancia de las posibilidades múltiples de interpretación. Así pues, el Inconsciente freudiano se va constituyendo en una instancia, donde no hay un sentido último a descubrir, sino que dicho sentido surge en el momento de captación por la conciencia: El sentido es algo de la conciencia lo indeterminado es algo del inconsciente.

 

Quiere decirse que el inconsciente no es una segunda conciencia que unida a ésta nos dará un sentido totalizador. Así pues no hay un saber del inconsciente oculto en los síntomas o en los sueños sino más bien el mecanismo por el cual lo latente se convierte en manifiesto, o lo que es lo mismo, como el deseo inconsciente “busca alcanzar la conciencia para realizarse, pero, en cualquier caso estos deseos inconscientes no están prefigurados.

 

El paciente que cuenta un síntoma o un sueño demanda una interpretación que de sentido «…lo que Freud instituyó es justamente lo contrario:  no una clave que permita comprender los sueños, ni su interpretación simbólica, sino su análisis. Analizar un sueño es lograr deshacer la construcción del relato del sueño, como interpretar un síntoma es lograr deshacer el discurso defensivo que lo explica. Pero, ¿si la interpretación no persigue una coherencia, un relato que capture el acontecimiento responsable de la represión cuál puede ser su valor terapéutico? Precisamente ese, el romper coherencias, relatos, que como estructuras defensivas anclan al yo del sujeto en una inmovilidad responsable de la patología. Si el yo está condenado a investir, como nos dice Piera Aulagnier, agregaríamos nosotros que, igualmente, está condenada a interpretar. La inmovilidad de esa capacidad interpretativa deja al yo sumido en un relato repetitivo que muestra las marcas de una vinculación objetal alienante.

 

Así encontramos “pacientes » psicoanalizados con éxito » que andan por ahí con la cabeza llena de ideas sobre » qué es qué ,» listos para llevar a cabo el resto de sus vidas , armados con un repertorio bien ensayado de interpretaciones por los que dominan su realidad “ nosdice Barratt (23)  que termina señalando que “El psicoanálisis , desde su creación, se presenta como un método de crítica de la ideología , y por lo tanto se aleja de las psicoterapias que defienden un ideal de maduración y adaptación hacia el que los pensamientos del cliente , sentimientos y comportamientos, deben ser guiados . En contra de estos objetivos de la psicoterapia , lo distintivo del psicoanálisis es la desposesión temporal del sujeto y la deconstrucción en el flujo del discurso de asociación libre , la función de las interpretaciones o insight a lo largo de este pasaje es disolver las resistencias del pac
iente para la mayor movilidad de la libre asociación (23)

 

Una etapa importante de la teorización lacaniana desarrolló toda la problemática de la alienación objetal y la paralización del deseo que ahora es preciso reivindicar. Es precisamente esta capacidad interpretativa del yo lo que dificulta el encuentro con el acontecimiento traumático y que fue precisamente lo que llevó a Freud a encontrar coherencias más allá de la historia del sujeto. Me refiero a las fantasías originarias. Que en El hombre de los lobos el coito parental fuese real o fantaseado sirve de apoyatura a las posiciones hermenéuticas, donde lo importante va a ser la coherencia del relato y no de realidad histórica.

 

Hemos dicho, no obstante, que las posibilidades del relato surgen a lo largo del análisis. Freud justificó las Construcciones en el análisis como momentos necesarios, no tanto para la recuperación de la memoria como para simbolizar experiencias vividas.

 

El relato que se organiza en las construcciones hace posible que el sujeto pase de una posición pasiva, donde la compulsión a la repetición se impone, a una posición activa donde la temporalidad del pasado traumático se restaura en una dimensión inacabada de la misma. En este sentido podríamos hablar de un efecto terapeutico de lo narrativo, que se da en el curso del análisis pero que no constituye su finalidad única.

 

P. Ricoeur presenta el tema del relato como el cuarto punto de los hechos del psicoanálisis y nos dice: «La situación analítica relaciona de la experiencia de un sujeto lo que se puede recoger en la trama de un relato». Lo que le lleva a un tema central de la teoría psicoanalítica: el recuerdo. Al fin y al cabo los relatos algo tendran que ver con los recuerdos. El énfasis de Ricoeur va a ser puesto no en el fenómeno de recordar sino en la problemática de los nexos significativos y ordenados que se dan en un relato. La narrativa del caso no va a ser un simple desarrollo lineal donde los acontecimientos del pasado determinen el presente sino que los procesos de resignificación por las nuevas experiencias del sujeto (après coup) convierten dicho relato en una proceso complejo que «puede adquirir, a la par que un nuevo sentido, una eficacia psíquica». (22).

 

A partir de este trabajo de Ricoeur la narratividad se convierte para muchos autores en un tema central. S. Viderman, D. Spence y R. Schafer «ponen el acento en la importancia de tal puesta en relato como motor de la cura, obra común del analizante y del analizado». Para estos autores, el análisis busca la construcción de un buen relato (good story) con independencia de la verdad histórica. Viderman no sacrifica totalmente la historia del paciente pues tiene en cuenta la experiencia vivida, mientras que para Spence lo que se construye en el analisis es una ficción.

 

La justificación terapéutica de este procedimiento, la eficacia psiquica de la que habla Ricoeur, se basa en la identidad narrativa que el analizado produce en el relato de su vida; en la creatividad como condición de la construcción del relato y la escucha activa del analista que daría una explicación narrativa propia, capaz de cambiar la historia del paciente por un relato significativo.

 

Como hemos señalado, toda construcción coherente es una construcción defensiva, en tanto en cuanto paralice la función interpretativa del yo y, por tanto cierra, el acceso a los procesos inconscientes.

 

Y, ademas, la escucha activa del psicoanalista, lo que se ha dado en llamar two-bodies psychology, impide la triangulación y así impide “desenmascara el caracter imaginario de la interacción”. La sugestión o el adoctrinamiento serían el destino de esta relación.

 

El enigma de la sexualidad y algunas conclusiones.

 

Si la actividad del psicoanalista se instituye en la articulación de un discurso manifiesto y de un algo de lo inconsciente que perpetua la represión deberemos ser capaces de dar cuenta de dicha articulación a partir de nuestro concepto de lo inconsciente, de qué perpetua la represión y en que consiste nuestra teoría de la cura. Para empezar diremos que el inconsciente se inaugura con la represión primordial que impone la pérdida de aquella mítica primera satisfacción. Así pues, en el inconsciente encontraremos una ausencia que pondrá en marcha el deseo, pero no un contenido que tendrá la clave de las insuficiencias del discurso manifiesto. El enigma de la sexualidad fundamenta la indeterminación del sentido y, por tanto, la dificultad que una visión hermenéutica propone.

 

Si las construcciones y reconstrucciones del psicoanálisis tienen como finalidad construir un relato, tal y como quiere la hermenéutica, tambien podemos decir que la función sintética del yo, que es desde donde se realizan tales relatos, tendrá que verselas con la principal consecuencia de tales síntesis, esto es, la de estar al sevicio de la defensa. Así pues, que la interpretación psicoanalítica deconstruya los relatos sintéticos del yo o pretenda construir versiones acabadas que capten una verdad terapéutica, marca la diferencia, para algunos, entre el psicoanálisis y la psicoterapia.

 

Tres discursos teóricos nos ilustran sobre esta imposibilidad de enmarcar el psicoanalisis en el discurso de la verdad empírica. Uno el de Freud, el enigma de la sexualidad en tanto imposible de encontrar el objeto primordial de la satisfacción; otro el de Lacan, la incompletud del ser en tanto imposibilidad de la palabra en capturar la cosa y otro el de Laplanche donde la verdad psíquica se fundamenta en el discurso enigmático del adulto que pone en marcha la permanente actividad interpretativa del niño.

 

Enigma de la sexualidad y del mensaje o incapacidad de la palabra, la actividad y la finalidad psicoanalítica se le impusieron a Freud desde un principio: qué del inconsciente marca la patología y qué del inconsciente restituye la salud. Así, si la palabra queda destituida de su valor absoluto el esfuerzo interpretativo se dirigirá a observar las distintas articulaciones que propone. En la histeria la palabra se expresa en su insuficiencia, que en la clínica nos habla de la insatisfacción mientras que en la neurosis obsesiva la palabra hace exceso ocluyendo cualquier tipo de falta. En las psicosis no hay diferencia entre palabra y cosa mientras en las normopatias, en el yo fuerte o en las estructuras narcisistas, la diferencia se conoce pero se evita la escisión a favor de un sujeto que insiste en lo manifiesto y, por tanto impide lo inconsciente.

 

Podríamos concluir pensando la actividad psicoanalítica como subsidiaria de dos funciones del yo:
actividad sintética que construye relatos coherentes y defensivos (mitos) y actividad interpretativa que los deconstruye: así la asociación libre podrá seguir cumpliendo con su función estabilizadora.

 

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