El devenir político

Revista del CPM número 32

Por Reyes García Miura

Bertrand Russell se pregunta:

¿Cuál es la clave para entender la naturaleza humana?. Mientras que para Marx era la riqueza y para Freud la sexualidad, para Russell lo que define nuestra condición es el poder. No solo es el objetivo de nuestros actos, sino que constituye además el elemento más decisivo para el desarrollo de nuestras sociedades.
Russell intentaba establecer una “nueva ciencia” que integrara saberes como la historia, la sociología, la filosofía y yo añado el Psicoanálisis, para dar cuenta de los acontecimientos.
También nos dice: “En la vida cotidiana, lo que surge habitualmente asociado a la noción de poder es la Política. La política es social, presupone una interacción humana: el zoon politikon tiene la necesidad de la Polis. Y el lenguaje es el medio simbólico de lo político”. (10)
Pero la noción de poder no se refiere únicamente a lo político, es más amplia y abarcativa y contempla la necesidad de autoconservación, de autoafirmación y de reconocimiento del individuo.
El poder es un anhelo, un motivo fuerte capaz de producir los efectos deseados en el mundo, y si no puede ser satisfecho, el deseo de tener la capacidad, la potencia, para lograrlo. (11)
El poder se manifiesta a través del dominio, del dinero, de la seducción, del conocimiento, del reconocimiento de la opinión pública.
Se aspira al poder porque su posesión implica beneficios, seguridad, fama, gratificación narcisista.
Las formas que puede adoptar el amor de un hombre o una mujer al poder, dependerá de su personalidad, sus oportunidades, su habilidad y como no, sus circunstancias.
En la teoría psicoanalítica encontramos el mito fundacional de la cultura y referencias al poder en el trabajo de Freud, “Tótem y Tabú” (1913). Donde nos habla del padre de la horda primitiva y su dominio y poder absoluto sobre sus hijos. El mito nos muestra, la rebelión y unión de estos para librarse del padre mediante su asesinato. “La horda primitiva fue remplazada por el clan fraternal “, desplazando la autoridad paterna. Y los hijos regidos por leyes distintas de las del padre, inauguran una nueva forma de relación entre los seres humanos, dando lugar así a la entrada en la cultura.

El poder ocupa también otro importante lugar en el psicoanálisis, el Complejo de Edipo. Donde el sujeto lo resuelve renunciando a sus deseos, sometiéndose a la ley y acatando las normas que conformarán esa instancia llamada Superyó en cada individuo.
En el universo edípico aparece la asimetría entre el que tiene el poder y el que por su indefensión se somete.
La palabra “poder” deriva del latín vulgar “potere” que significa “ser capaz de “. El que tiene la facultad o potencia de hacer. Y también el que tiene la “autorización”, “dominio, facultad o jurisdicción para mandar o ejecutar una cosa”. (2)
Inferimos dos acepciones relativas a este concepto: una alude al poder como “potencia” en cualquier ser humano. Tener la posibilidad, la competencia de ser y poder cambiar. El hecho de nuestra existencia implica tener poder.
Enfrentándonos aquí a la problemática narcisista del individuo y los comportamientos que realizará encaminados a lograr sostenimiento, protección y autoafirmación de sí mismo.
Y la otra dimensión del poder: “tener el poder para hacer”, como el poder que se ejercita para producir cambios.
Aquí nos enfrentamos a otro tema, la capacidad yoica del sujeto. Función del poder ésta, que contribuirá a lograr los procesos de individuación y madurez en el desarrollo. El yo del sujeto irá intentando adaptarse tanto a su realidad interna como a la realidad externa, sabiendo siempre de su imposibilidad.
Existen diferentes formas de poder, el dominio que ejerce un líder en las guerras, sometiendo a los enemigos vencidos por medio de la violencia, u otras formas de poder como la obtención de riqueza, belleza, fama, reconocimiento, todos ellos aspectos que se dan en la cultura.
En estos casos no es la fuerza lo predominante, la sociedad otorga a un líder, a un representante, la autoridad de ser, la autorización para hacer y así le confiere el mando.
La autoridad derivada del vocablo “autor”, significa creador, propulsor de una acción. Y también encontramos en las distintas definiciones de la palabra, la autoridad como “potestad, legitimidad, prestigio y crédito que se reconoce a una persona o institución por su calidad y competencia en alguna materia”. (2)
No parece una cualidad que se puede transmitir, parece más algo propio de la persona asignada.
El poder posibilita la obediencia por la fuerza y la autoridad no siempre es legítima y a veces se impone. La autoridad legítimamente adquirida, sugiere la opción del convencimiento por el prestigio, habilidad o competencia del que la ejerce. Se conquista por méritos, se gana, pero requiere del reconocimiento de otras personas, que le otorgarán así al designado una forma de poder.
La teoría pulsional freudiana reconoce pulsiones menos desarrolladas en su obra, como la “pulsión de apoderamiento” y la “pulsión de saber”.
Nos dice que las pulsiones de poder o “Machttriebe”, son pulsiones parciales que dependen de la pulsión de muerte y que luego seguirán diferentes caminos.
Las manifestaciones de poder se originan en “la pulsión de apoderamiento “, o “pulsión de dominio”. (6)
Pulsiones que salen al encuentro del desamparo del ser humano y su supervivencia, como nos dice A. M Alizade en su trabajo “Desamparo y dominio”. (1)
La existencia de una indefensión originaria o desamparo en todo ser humano (“Hilflosigheit”, 1895), nos lleva a la necesidad de un otro. Otro que tiene el poder de hacer o no hacer, condicionado con ese quantum innato de “pulsión de dominio” en cada uno.
El niño ejerce esa pulsión de dominio con acciones crueles que nos son conocidas: pega y somete a otros niños, mata animales, destruye objetos… porque con esa sensación de dominio aplaca el desamparo e indefensión inicial en la vida. Sentimiento de desamparo que no desaparece nunca, sino que se pone de manifiesto en las ocasiones en que nos sentimos más vulnerables. Es el narcisismo de autoafirmación de vida que nos dice A. Green.
Pero también en esas primeras etapas del desarrollo del individuo, emerge otra pulsión, la “pulsión epistemofílica” o pulsión de saber (1905). Saber sobre el origen de la vida, sobre la sexualidad, la existencia humana. Constituyéndose el saber en una forma sublimada de dominio (1905). Podríamos decir así, que poder y saber se unen y de esta forma nos facilita el enfrentarnos a los misterios de la vida, y adaptarnos a la sociedad en la que vivimos.
Pero nuestra necesidad de los otros también nos lleva a buscar parecidos o similitudes con unos y las diferencias que nos separan de otros.
En el afán de poder, de dominio y en ocasiones de destrucción encontramos el “narcisismo de las pequeñas diferencias” que decía Freud (1917). Es decir, la necesidad de identificación con unos compartiendo ideales, y al mismo tiempo distinguirse de otros excluyéndolos, y convirtiéndolos así en enemigos, conformándose de esta forma el Imaginario Social.
Es ese mecanismo psíquico de identificación, el que permite a los individuos unirse en la consecución de intereses comunes, mediante una identificación mutua, y en ocasiones unirse a un líder ubicado en el ideal del Yo.
El líder reúne a los individuos, promoviendo un sentimiento de pertenencia a un grupo, reduciendo o anulando las diferencias, homogeneizándose el grupo. Pero no por ello desaparecen los sentimientos individuales: deseo de poder, ambición, envidia, rivalidad y también aparecen otros como, represión, subordinación, obediencia. Esta última implica sometimiento por temor, o bien la depositación de libido narcisista en un objeto ideal, del cual se espera amor, protección, valoración y reconocimiento.
La pulsión de dominio sin elaboración pasaría a la dominación y a la búsqueda del poder absoluto, lo que estaría en la base de las patologías del poder. Como las manías de grandeza y posiciones fálicas del individuo, que escondiendo la vulnerabilidad humana, conformarían problemáticas del narcisismo. Si el narcisismo patológico lleva a un único deseo de sostener la propia imagen de prestigio o a un ideal perverso, dará lugar a un poder imaginario que hará creer a la sociedad en una realidad irreal, configurándose una fantasía de omnipotencia colectiva que puede ser aniquiladora, como en el tercer Reich. Relata en su libro G. Manci. (7)
Dominar el desamparo y elaborar el dominio son tareas fundamentales en el proceso madurativo del individuo.
En las primeras relaciones, el niño depende de sus padres porque es un ser desvalido y se somete obedeciendo a los mismos, por su necesidad de supervivencia, amor y reconocimiento.
Porque en estos momentos de la vida, la necesidad de afirmación por medio del reconocimiento de los demás, constituyen los ejes sobre los que se va estructurando nuestro narcisismo.
La autoafirmación y la necesidad del reconocimiento de otro suponen una paradoja. El individuo solo puede ser reconocido si sus acciones son significativas para un otro, solo entonces tendrán significado para él. La independencia que vamos alcanzando en la vida, dependerá de que otro/otros la reconozcan.
En “Psicología de las masas y análisis del Yo” (1921), Freud escribe: “en la vida anímica individual, aparece siempre integrado afectivamente el otro, como modelo, objeto auxiliar o adversario, y de este modo, la psicología individual es al mismo tiempo y desde un principio psicología social, en el sentido amplio, pero plenamente justificado”.
¿Es un sujeto que emerge de la conflictiva narcisista reconocido por un otro y aparece en lo social?, ¿O es la sociedad quien produce un tipo determinado de sujeto que representa valores de la misma?
Nos acercamos a la comprensión del poder en las sociedades democráticas mediante los representantes elegidos por el pueblo, porque encarnan determinados valores.
Esta representatividad social lograda por algunos, podría ser pensada desde el psicoanálisis como reconocimiento.
Y así preguntarnos por el ascenso en las listas en EEUU, de candidatos como Donald Trump.

¿Cuáles son las motivaciones por las que un personaje como él, que tiene todo el poder económico que podamos imaginar, se presenta como candidato a la presidencia de su país?
Como psicoanalistas podríamos responder a esta pregunta, que lo económico nunca es un factor de estabilidad del narcisismo, esto es, del reconocimiento, dado que es una adquisición más tardía.
Conocemos a Donald Trump a través de lo que los medios nos cuentan: Que es un personaje patético, arrogante, soez, con una ideología racista, sexista, es homófobo, xenófobo, machista y todas las características negativas imaginables.
No obstante, su nivel de popularidad (¿reconocimiento?), le permite ser aspirante al cargo.
Una periodista americana Michelle Golberg, nos relata las ansiedades que detectan los psicoanalistas americanos en la población en general, ante el discurso inquietante de este magnate bravucón, según le denominan. Nos dice que: desata temores incontrolables, problemas digestivos, dolores de cabeza e insomnio como principales síntomas. Trastornos de ansiedad, que ni siquiera la meditación budista, practicada por algunos, logra aplacar. (8).
El reconocimiento que busca Donald Trump y que no parece encontrar como empresario de éxito, sin embargo, si lo encuentra en un amplio espectro de la población americana.
El enigma sería, ¿cómo un personaje que reclama los valores más aparentemente denostados, tiene posibilidades de ser elegido presidente?
Y la respuesta nuestra como psicoanalistas, tendría que ver con la relación que existe entre lo desconocido y nuestro conocimiento del inconsciente.
Con el carácter de indestructibilidad de los componentes reprimidos del inconsciente. Con lo reprimido, que está siempre activo, e intentando permanentemente retornar.
Que aquellos valores que nunca fueron abandonados del todo, superados, persisten en la sociedad. Porque no han quedado abolidos, simplemente fueron reprimidos.
Podemos abusar de lo psicoanalítico invadiendo el terreno de lo social, y afirmar que la sociedad americana (u occidental), es una sociedad neurótica que permite el surgimiento de ciertos personajes. Que representarían la persistencia de estos valores, con su reaparición en lo social de la mano y verbo en este caso de Donald Trump. Porque son valores que no fueron elaborados suficientemente en nuestras sociedades, solo reprimidos.
Como vemos una interpretación psicoanalítica que para muchos no dejará seguramente de ser más que psicologismo, sin mucho interés para el debate político.
Podríamos concluir siguiendo a Green, que el poder es siempre limitado, falible, cuestionable. Nadie lo posee enteramente, a pesar de las apariencias, así como nadie está desprovisto de él. (4).
Bibliografía
1-Alizade, A: M:” Desamparo y dominio-Rev. De Psicoanálisis. 1996 nº5.
2-Diccionario castellano Salvat 1992: Salvat, Barcelona.
3-Freud, S. Obras Completas. Editorial Biblioteca Nueva. 1983.
_(1895): “Proyecto de una psicología para neurólogos”.
_(1905): ”Tres ensayos para una teoría sexual”.
_(1910): “Un recuerdo infantil de Leonardo da Vinci”.
_ (1913): “Tótem y Tabú”.
_(1914): “Introducción al Narcisismo”.
_(1915: “Pulsiones y sus destinos”.
_(1917). “El tabú de la virginidad”.
_(1920): “ Más allá del Principio de Placer).
_(1921): “Psicología de las masa y análisis del yo”.
_(1914) “El problema económico del masoquismo”.
_(1930): “El malestar en la Cultura”.
4-Green, A.:” A posteriori, lo arcaico”- Rev. de Psicoanálisis XLIII. 1986
5-Green, A. “Narcisismo de vida, narcisismo de muerte. Buenos Aires 1986
6-Laplanche, J. Y Pontalis, J-B Diccionario de Psicoanálisis. Labor. Buenos aires 1986.
7-Manci G.” Los ilusionistas del poder” Letra viva Ed. Bs.As. 2010
8-Prensa- “El país”- “La ansiedad, Trump y el sobrepeso”. 7-octubre -2016
9-Repetto, J. B: “La enfermedad del poder”- Rev. de Psicoanálisis. 1996 nº5.
10-Russell, B_. “El poder” (2010).
11-Russell, B. “El poder en los hombres y en los pueblos”.
12-Yampey, Nasim:” Desamparo y dominio”- Rev. de Psicoanálisis. 1996 nº5.
13-Zukerfeld.R. “El poder del temor y del amor” Rev. Psicoanálisis. 1996.
Reyes García Miura.
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