Editorial del número 33 de la Revista del CPM
Este numero estival de la revista del Centro Psicoanalítico de Madrid llega con contenidos muy diversos, pero con un posible denominador común en el que vamos insistiendo en los últimos tiempos: las intervenciones analíticas descentradas, descentradas de la norma, del standard, del modelo, de la ortodoxia.
Miriam Velázquez se ocupa de los cambios operados en las relaciones humanas con la aparición de la virtualidad ligada a las nuevas tecnologías. El punto de partida de la autora es la fragilidad del vínculo que une las relaciones humanas actuales, en un ensayo que trata de comprender y analizar las razones para este status quo, en el que concluye apelando a la necesidad del vínculo para poder defenderse de un mundo virtual y esquizoide.
El texto se adentra en el incierto territorio de los cambios producidos en las relaciones, incluso en el propio organismo humano cuando este aparece definido por la tecnología que emplea. Así: “el organismo se desdobla para funcionar en modo multitarea (multitask) y permanentemente conectado (always on)”.
Dice Miriam Velazquez, citando a Nietzsche: “Si miras durante mucho tiempo el abismo, el abismo acabará mirando dentro de ti”, ¿Nos vamos a asomar al abismo en estas páginas aunque percibamos el vértigo del abismo que nos mira?
Leonel Dozza nos habla del acompañamiento terapéutico y nos recuerda que el Acompañamiento Terapéutico es una práctica todavía “joven”, relativamente poco teorizada, caracterizada por un considerable nivel de precariedad teórico-técnica. Así, señala la dificultad de formación, ya que: “esta clínica es más compleja que la que se lleva a cabo en espacios delimitados, y por lo tanto requiere una formación rigurosa y específica”. Así, compara al acompañante terapéutico con el actor: “Un buen actor emplea su técnica de tal modo que no se vea la técnica, sino tan sólo el personaje”, del mismo modo un buen acompañante terapéutico utiliza su técnica de tal modo que es invisible para el espectador ajeno porque solo verá dos personas inmersas en el contexto social.
El texto de Javier Naranjo aborda el problema de la contratransferencia desde una perspectiva original, tomando la idea del espejo, que tanto Winnicott como Lacan utilizaron en su momento, nos habla de cuatro propuestas teórico-prácticas en la comprensión de la contratransferencia, a las que denomina: El espejo pulido, el espejo agrietado, el marco del espejo y finalmente el espejo unidireccional. Traza Naranjo una secuencia histórica en la que detalla los distintos abordajes sobre la contratransferencia desde Freud al momento actual, señalando los jalones principales del controvertido concepto, donde va encajando las diferentes opciones en un recorrido profesional como psicoanalista, un trabajo que sigue la estela del ensayo que publicó en 2003 Volnovich en Topía. Una conclusión ponderada aunque firme nos ofrece Naranjo: “Por más que las aportaciones mencionadas aquí hagan necesario un replanteamiento de ciertos principios inspiradores como neutralidad y abstinencia, podemos considerar que la contratransferencia se ha convertido, de hecho, en una herramienta compleja, sofisticada y en evolución.”
En “Psicoanálisis en evolución”, María de las Viñas Martínez nos sitúa en la perspectiva de quien aúna dos de las tres dedicaciones imposibles, según Lacan: es profesora y psicoanalista. El va y viene de la química al psicoanálisis ofrece metáforas extraordinarias, como la del pez globo japonés, al tiempo que reflexiona sobre la condición de analista: Para la autora, ser analista “Implica un esfuerzo constante de reflexión, cuestionamiento y flexibilidad. Es una experiencia humana difícil de describir con palabras, hay momentos duros de contener, pero también es gratificante percibir como hay una parte del yo que trabaja por crecer y desarrollar sus capacidades, adaptándose a la realidad para poder vivirla de una forma más plena”.
Esteban Ferrández trae un texto, El gesto terapéutico, que parafraseando a Winnicott nos adentra en una visión de la labor del terapeuta, en la cual propone que los recursos de éste no se limitan a la interpretación, ni tampoco al campo de la palabra.
En su texto sobre “El cuerpo en psicoanálisis”, Remedios Gutiérrez destaca los cambios fundamentales en el psicoanálisis actual: En primer lugar, aquel que reconoce y valora la importancia de la relación analista – paciente, y , en segundo lugar, el que permite abordar al ser humano más allá de la dicotomía cuerpo – mente. Este segundo cambio, aún está en un desarrollo incipiente. Desde Freud hasta hoy, la autora recorre los grandes cambios en la concepción del cuerpo y del simbolismo en psicoanálisis, para recordarnos todo lo que queda por hacer en cuanto a la comprensión del funcionamiento mental, pero también, como la evolución del psicoanálisis se ve corroborada por muchas investigaciones de la neurociencia, como los conocidos de Kandel, y no tanto por otros quizá más críticos, como Damasio. No obstante el psicoanálisis sigue evolucionando, en palabras de la autora, como muestra su evocación de la obra de Kohut, Fromm o Bion.
El artículo de Lucila Chaves “Una intervención relacional: Asesoría para padres y madres”, destaca desde el principio la importancia del contexto – ya sea este relacional, familiar o social -, tanto en las expectativas como las demandas, e incluso las dificultades que pueden afectar al sujeto. El marco de trabajo es preventivo con un carácter diagnóstico y asistencial, esta dirigido a padres de chicos con dificultades y se lleva a cabo en un consultorio municipal. Aunque los hallazgos de la experiencia no revolucionan los presupuestos ya conocidos: “En la mayoría de los casos de negligencia en que hemos intervenido los niños y sus familias vivían en lo que nosotros llamamos una ecología de supervivencia caracterizada por una situación crónica de pobreza, exclusión social y marginación”, su contundencia no deja de impresionarnos, no hay nada nuevo bajo el sol. ¿No lo hay? El trabajo que presenta la autora, en cualquier caso, si muestra indefectiblemente los beneficios de una labor analítica en este contexto, donde los limites a nuestra omnipotencia están perfectamente dibujados por ese entorno social determinante.
Chaves es un botón de muestra del esfuerzo del profesional para “despatologizar” la infancia como señaló Rodulfo hace tiempo, del apoyo a los padres frente a la urgencia del intervencionismo alentada por muchos profesionales e instituciones que son refractarios a las necesidades de la infancia, de una escucha activa. Todo ello, contribuye a diseñar un trabajo extraordinariamente digno frente al catastrofismo de algunos, o al purismo de otros, que no creen que el psicoanálisis tenga nada que aportar en el esfuerzo preventivo y de futuro.
Este artículo se enraíza con los trabajos ya clásicos de Silvia Bleichmar: El desmantelamiento de la subjetividad, Dolor país, La subjetividad en riesgo… donde nos recordaba la existencia, y la insistencia, de un psicoanálisis extramuros, de un psicoanálisis intrínsecamente vinculado al posicionamiento ético frente al contexto social, que en estos tiempos que corren no convendría olvidar.
La trágica figura de Sabina Spielrein, rescatada en su momento por Aldo Carotenuto, vuelve aquí en la pluma de Trinidad Macías, en un trabajo que va más allá de la mera glosa, adentrándose en el posicionamiento teórico de una de las primeras mujeres analistas. Dejando a un lado la controvertida relación con Jung, Macías toma dos textos de Spielrein donde la autora rusa arriesga su posición sobre la maternidad.
El análisis pormenorizado de los dos artículos a cargo de Macías nos confronta con el estilo extraordinario de Spielrein, un estilo que aprovechando el carácter paradójico y ambivalente del lenguaje, como se ve en el ejemplo elegido: “Spielrein subraya el amor, y no el falo, pero este se hace oír en el verbo que emplea…” En un tiempo anterior a la estabilización de las ortodoxias psicoanalíticas Macías nos permite oír la voz independiente de Spielrein. El trabajo sobre la suegra de nuevo muestra la voz crítica de esta mujer adelantada a su época, acerca del patriarcado reinante, al mismo tiempo que ofrece puntos de vista acabadamente propios. Spielrein pertenece a esa clase de psicoanalistas más preocupados de transmitir su opinión, por discordante que esta sea, que de repetir las consignas pertinentes para no salirse del paradigma, hay que agradecerle a Trinidad Simón que nos la haga accesible.
Finalmente presentamos el trabajo de Pablo Juan Maestre sobre la adolescencia, una problemática sobre la que ha expuesto sus reflexiones, de largo recorrido, en diversas ocasiones. El adolescente viene signado, en palabras de Pablo Juan, en torno a dos estandartes: el desaliento malhumorado, y la feroz intolerancia a las soluciones falsas. Aspectos adolescentes, estos, que pueden provocar fácilmente el desaliento, cuando no el rechazo, del terapeuta. Con su moralidad feroz, dice el autor, el adolescente nos recuerda a los adultos todas aquellas cosas que como sociedad y como padres no hemos sabido resolver, lo que contribuye obviamente a la incomodidad y a la dificultad del trato con el adolescente.
En un mundo que corre alocadamente en pos de la adolescencia convertida en Yo ideal irrenunciable, el trabajo con los adolescentes conlleva una confrontación (a pecho descubierto, o a calzón quitado, elíjase la vertiente que se prefiera) del terapeuta, si aspira a obtener algún resultado terapéutico.
Los trabajos del adolescente, el clásico guión de Rodulfo, conforman una referencia imprescindible en el quehacer de Pablo Juan, el trabajo de reconocer lo extraño en lo familiar que dibuja el parcours del adolescente, el de convertir el yo ideal en un ideal del yo con el que poder manejarse en el mundo adulto, y finalmente el juego, siempre el juego, sin el juego nada de esto es posible.
Estos trabajos, que hemos querido presentar aquí sucintamente, no con afán de hacer spoiler, pero sí para animar a su lectura, presentan al menos un denominador común, como señalábamos al inicio, el de ser intervenciones analíticas descentradas: la virtualidad, el acompañamiento terapéutico, la intervención familiar o el trabajo con adolescentes, nos insisten en ese psicoanálisis extramuros cuya presencia incómoda, pero irrefutable, Silvia Bleichmar se encargó de recordarnos.