Editorial número 22

por | Revista del CPM número 22

Como sabemos, la versatilidad del psicoanálisis nos permite incluir hoy una serie de artículos que reflejan temas muy diferentes: la teoría, la clínica, investigaciones nuevas, hablar de más de un psicoanálisis y hasta la aplicación de éste, a la vida cotidiana de un paseo.

El psicoanálisis parece ser una herramienta útil que nos ofrece la posibilidad de investigar, cuestionar, crear y este número de la revista es la ejemplificación de todo ello.

 

Abrimos con “Freud en la literatura médica española del siglo XIX” de Juan Casco Solis. Quién recoge referencias existentes en la bibliografía médica de nuestro país y donde nos destaca tres aspectos de Freud de los finales de ese siglo: el Freud de la cocaína, el neurólogo eminente y el incipiente psicoanalista, así como sus primeras polémicas en psicopatología.

 

La “Interpretación de los sueños” con el famoso peine que tiene en un extremo la percepción y la conciencia y en el otro la motricidad, es mencionado por Pablo J. Maestre en su escrito “Apuntes para una posible metapsicología del caminar”, donde se pregunta ¿Porqué el caminar es terapéutico? o ¿Cómo funciona en el psiquismo humano el caminar, cuáles son sus mecanismos y porque tiene función de cambio?, llevándonos en un paseo por el caminar y sus vicisitudes.

 

La cita de Freud, “Siendo indiscutible que la histeria presenta una mayor afinidad con la feminidad (Weiblichkeit), del mismo modo que la neurosis obsesiva con la virilidad (Männlichkeit)”, nos adentra en otro campo, el de la subjetividad, la identidad sexual y la patología, con dos trabajos: “La Neurosis Obsesiva en femenino” y Observaciones previas a una psicopatología de la masculinidad” en este último Esteban Ferrandez, nos recuerda que la masculinidad antes entendida como universal, eterna y natural, ha pasado gracias a los estudios de género a convertirse en un producto histórico, donde ya no es anatomía y menos destino, y transita por la precoz separación y desidentificación del hijo varón respecto de su madre y el rechazo por la ternura, el apego… en la carrera identitaria de convertirse en un varón bajo los emblemas de la masculinidad.

Estudios antropológicos nos recuerdan las culturas aborígenes, y el acceso de sus jóvenes a la masculinidad mediante rituales de penetración, realizados por un varón adulto, que permita la incorporación de atributos masculinos. Así, parece que la constitución de la sexualidad masculina es una conquista que se logra y que debe mantenerse, lo que es más complicado en el momento actual donde los valores de género son cuestionados. Si pensamos en nuestros paciente, consideramos que sus fantasías homosexuales, eran producto de la bisexualidad, quizás ahora podamos añadir que tengan que ver con fantasmas de la masculinización.

De estos cambios y su patología en la mujer, nos habla en ese otro trabajo “La Neurosis Obsesiva en femeninoTrinidad Simón Macías e ilustra además con varios ejemplos, el complejo proceso que para la mujer obsesiva supone afrontar la falta en la madre y por ello su propia falta y el acceso al padre, al hombre. Implican también estos escollos que para la obsesiva, la separación de la madre, como objeto fálico, no deja de ser una traición y una trasgresión de su mandato.

 

Un panorama de claroscuros y algo pesimista para el psicoanálisis, nos describe Miguel A. González en su trabajo “Psicoanálisis y Neurociencias: ¿amigos o enemigos? Estableciendo una relación de declive del psicoanálisis frente al auge de las neurociencias, (lo cual no deja de sorprendernos porque creíamos que ocupaban campos distintos). Sin embargo, rescata nuestro futuro en base al interés despertado en la comunidad científica por los trastornos de la personalidad, la influencia de la teoría del Apego y el acercamiento de nuestra disciplina a la neurociencia.

 

En la tradición critica del psicoanálisis, Rómulo Aguillaume nos presenta “¿Un psicoanálisis o dos?” donde a partir de una anécdota entre psicoanalistas, en el último Congreso de la IFPS en Atenas, el enfrentamiento entre el “modelo francés” y el “modelo americano” de psicoanálisis, le permite recrear una polémica que parece eterna y que nos promete una continuidad en un próximo número de nuestra revista.