INTRODUCCIÓN
“Es de esperarse que niños, especialmente en edad preescolar, sean activos, llenos de energía, y exuberantes, y que desfilen de una actividad a otra mientras exploran el medio ambiente y sus novedades. Que se aburran fácilmente si se dedican a tareas que no tienen atractivo intrínsico, y que actúen sin plan, respondiendo impulsivamente a eventos a su alrededor, a menudo con transparencia emocional. Y si aparecen oportunidades que ofrezcan gratificación inmediata, es de esperarse que se enfrasquen inmediatamente sin mucho preocuparse por cautela o autocontrol obvio en niños mayores. Pero cuando persisten en niveles de actividad superiores a los que exhiben niños de su edad, cuando no pueden mantener su atención, interés, o esfuerzo, a la par con sus coetáneos en actividades, metas a largo plazo, o tareas asignadas; o cuando el control de sus impulsos y autorregulación están por debajo de lo que se espera para su nivel de desarrollo, no están simplemente manifestando el joi de vivre que caracteriza a la niñez. Por el contrario, es factible que estén confrontando una serie de problemas en dominios de su desarrollo tales como el cognitivo, el académico, el emocional, o en su vida familiar. Además corren el riesgo de quedarse sustancialmente rezagados en su capacidad de confrontar las crecientes demandas requeridas para su adaptación cotidiana.”[i]
Esta cita del bien conocido investigador Russell Barkley, es muy a propósito para iniciar nuestra presentación. Nos dice que en la hiperactividad propiedades conductuales adecuadas a las demandas de cierto nivel de desarrollo no se adecuan a un nuevo nivel en el cual las demandas han cambiado. El autor inadvertidamente introduce aquí una relatividad que debe verse en forma dialéctica: Conducta versus demandas del medio.
Nuestra forma de formular el problema, que llamamos dialéctica por lo que incluye el contexto a la par con el foco, abre perspectivas que no son generalmente adoptadas por la mayoría de los trabajos científicos al respecto. Estos generalmente formulan el problema en una forma bastante unilateral, biologista, e individualista, que refleja el perenne predominio de la filosofía Cartesiana en la investigación. Es así como en el estudio de la hiperactividad predominan puntos de vista genéticos y enfocados en la mecánica del sistema nervioso con sus ramificaciones químicas y fisiológicas, ignorando el hecho de que éste opera siempre en el contexto de un medio humano, cultural y simbólico.
No hay duda de que los logros de este enfoque unilateral han sido remunerativos en gran escala. De hecho se postula el estudio de la hiperactividad como el modelo más avanzado de la investigación en psiquiatría. A la par con esta ostentosa posición sin embargo, vemos el gran vacío, el interrogante que hoy planteamos desde el otro polo del problema: ¿Cuál es el significado psicológico del significante hiperactividad? Para responder esta pregunta nos parece necesario tornar la mirada a la ecología social en el desarrollo de la conducta.
En primer lugar es bueno colocar nuestro interrogante en un contexto histórico porque sabemos a ciencia cierta que la patología humana claramente tiene una dimensión diacrónica, en el sentido de que la patoplastia representa la cultura. El significante hiperactividad hizo su entrada al desfiladero lingüístico hace unos ciento cincuenta años, al tesauro médico hace cien, y al dominio de la teoría siquiátrica hace poco mas de cincuenta.[ii] Durante este trayecto histórico, el significante ha denotado una problemática conductual cuya hipotética causalidad es disfunción cerebral. Una verdadera industria ha surgido a su alrededor, incluyendo multitud de fármacos, instrumentos psicológicos, grupos laicos de interés y científicos de investigación, especialistas médicos, y una verdadera catarata de tinta y papel. Esta industria tiene un efecto innegable en el rumbo del significante.
Que un 7% de los niños Estadounidenses –dos punto seis millones limitándonos al grupo de seis a diez años- sufran de síndromes de dificultades de atención y aprendizaje[iii] es un problema de salud pública. El hecho de que los familiares de niños hiperactivos presenten más de siete veces la tasa de prevalencia de familias control[iv] podría explicarse tanto por la genética como por la ecología familiar. Pero mientras se postula en detalle una alta transmisión por herencia (.76-.80), por medio de modos autosómicos dominantes, que estarían localizados en los genes de la dopamina, etc., cuando se trata de factores de riesgo ambiental, se cita casualmente la exposición del feto al alcohol, el envenenamiento con plomo, y el trauma craneal. Entre paréntesis, recientemente se ha reportado que sustancias químicas tales como el mercurio y los “polychlorinated biphenils (PCBs) pueden causar problemas de aprendizaje, de la memoria, de la atención, de la conducta social, y de la inteligencia. Sin embargo la neurotoxicidad de la mayoría de las sustancias químicas a que están expuestos los bebés no se han estudiado propiamente. De las 3000 sustancias químicas producidas en volúmenes de mas de un millón de libras por año en los EEUU, una docena se ha estudiado adecuadamente en lo que respecta a su efecto en el cerebro en desarrollo.[v] Vemos así que aun esta parte palpable del contexto material está aun por investigarse. Por lo que respecta al ambiente social, se dice de paso que no hay evidencia de que este, –“particularmente hábitos familiares”– pueda directamente causar la hiperactividad.[vi] No hay prueba de que se haya tratado diligentemente de encontrar esa evidencia.
Hay un indicio en el hecho de que la clase social tiene un efecto en la prevalencia,[vii] aun cuando el hecho de ser minoritario se dice no representar un factor de riesgo.[viii] Por el contrario, en el área de la comorbilidad la literatura sí da crédito a factores ecológicos y familiares viendo en ellos posible causalidad para trastornos conductuales.[ix] Hasta aquí los indicios de la literatura. Nos trasladamos ahora por lo tanto al terreno de lo puramente conjetural en cuanto a la causalidad social de la hiperactividad.
Por lo que la hiperactividad comienza a manifestarse típicamente a la edad de tres años, postulamos que esta es el resultado de factores específicos a ese período del desarrollo. Recurrimos a dos dominios al parecer opuestos pero en realidad bastante isomórficos para construir nuestra hipótesis: la neurobiología y el psicoanálisis. La primera nos ofrece la base material del estudio del cerebro en su relación con la conducta, el segundo nos provee un ángulo teórico esencial en el enfoque psicológico y social del ser humano.
CEREBRO Y VÍNCULO ESPECULAR
El postulado isomorfismo neurobiología-psicoanálisis no nos debería sorprender, siempre y cuando fuese un neurólogo quien primero ofreciera una explicación plausible sobre los fenómenos de la conducta, tratando además de hacerlo desde un punto de vista neurológico fallido. Este fracaso Freudiano -como fue el caso con Cristóbal Colón- lleva al descubrimiento de lo que Althusser ha llamado un nuevo continente científico aun en gran parte tierra virgen, el psicoanálisis. Los conceptos sicoanalíticos son imprescindibles en las investigaciones neurobiológicas de hoy en día, aún cuando a veces se les den a estos diferentes apelaciones. En el caso que nos ocupa por ejemplo, “attachment” es el equivalente empírico del concepto teórico “libido”.
Aun cuando genéticamente somos casi idénticos a los primates, la pequeña diferencia esta dada por un órgano compensatorio de significación mucho más avanzado. Como lo indica Llinás, es m
uy posible que este nuevo desarrollo filogenético haya comenzado en el reino amical con necesidades creadas por la motilidad. La vida móvil requiere anticipación, una nueva función télica conectada con la escansión del medio, preludio de la cognitividad. Para poder moverse físicamente en un medio predatorio, es necesario re-conocer el riesgo antes de evitarlo.
Denominamos ‘órgano compensatorio’ al cerebro, porque el bebé –“último modelo” en el proceso vital- nace prematuramente por necesidad funcional; para poder salir del útero por el estrecho canal vaginal tiene que ser expulsado antes de que su programa cerebral sea completado. Esta aparente desventaja se torna en beneficio al sufrir el cerebro una transformación funcional cualitativa. Para poder completar su desarrollo neuronal, es necesario que esté a la merced de un vínculo social. Sin un contexto apropiado, el cerebro no llega a desarrollar sus funciones más altas como ya lo aprendimos desde los varios casos de homo ferus reportados unos siglos atrás. Esta necesidad especular que continua por toda la vida, es particularmente crucial en los primeros tres años.
Esto quiere decir que para poder asumir las funciones de un miembro de la especie llegando esencialmente a la ilusoria palabra “Yo”, el hombre necesita primero que todo a un otro especular que le sirva como boceto para completar su auto-representación mediada por el órgano cerebral. Hay así un conflicto inherente en la separación humana porque a la vez que me separo me identifico para poder llegar al concepto de mi-mismo. La separación, vista hasta el psicoanálisis en una forma unilateral no dialéctica, tanto cautivó a la filosofía moderna, que la llevó, desde Descartes, a adoptar el individualismo como sustrato ideológico de la ciencia. Esta estancia ha presentado un gran obstáculo en la investigación de la conducta.
Si por la neurobiología sabemos que los tres primeros años de vida tienen la primordial función de dar forma a la corteza prefrontal del cerebro, dotada de las más altas funciones sociales particularmente relacionadas al vinculo, la temporalmente isomórfica teoría de la fase del espejo de Lacan nos ilustra en detalle cómo ocurre esa decisiva transformación. Esta importantísima contribución al psicoanálisis, subvierte el tradicional foco Cartesiano y abre las posibilidades para un nuevo enfoque científico compatible con los hallazgos de la neurobiología y de la psicología empírica.
El lazo más directo del psicoanálisis con la psicología infantil es la teoría del vinculo que sigue una evolución desde Freud y Melanie Klein –a través de las incursiones de John Bowlby en la etología y la cibernética, y de las observaciones de Rene Spitz y Margaret Mahler– hasta los estudios de la escuela de Mary Ainsworth. Estos han llevado a la conclusión de que un numero significativo de niños no alcanza lograr un vinculo seguro al cumplir su segundo aniversario. Se ha desarrollado una tipología de la inseguridad del vinculo infantil caracterizada sea por estrategias evitativas, o por reacciones ambivalentes o confusas. Aun cuando no hay prueba todavía de una conexión clara entre tipo de vinculo y patología subsiguiente, hay suficientes indicios de que niños con vínculos evitativos tienden a desarrollar problemas internalizantes[x]. Basados en estas observaciones podríamos postular la posibilidad de que otros tipos de vínculos inseguros predispondrían a cuadros externalizantes tales como la hiperactividad.
La separación animal tiene un carácter dialéctico. Con la disyunción biológica se aparea la necesidad imaginaria de la representación. El esquema corporal resultante permite al animal participar en un grupo determinado, su especie. La contingencia de la imagen corporal nos la ha demostrado Honrad Lorenz con sus experimentos de “imprinting.” En la especie humana el vínculo especular imaginario, comienzo del simbolismo y la abstracción, podría tener sus bases en un rico lenguaje fisiognómico que últimamente desembocaría en el orden de la palabra. No hay especie animal que tenga tantas terminales musculares en la piel de la cara permitiendo una predisposición única a la expresividad fisiognómica. Esta sería la fundación de un lenguaje que la especie humana ha creado como pedestal de la cultura y que como diría Lacan antecede al individuo, le espera, y, últimamente, le enuncia. La utilización del otro como espejo es el primer paso en la instrumentalidad de que hablara Vygotsky[xi] que últimamente, mediada por la palabra, hace posible la cultura. Es como si el cerebro, incapaz de almacenar todos los logros de la evolución cultural, se valiera de un instrumento supremo de mediación que le extiende virtualmente en forma infinita: la significación.
Lograr acceso a la abstracción mediada por el signo lingüístico esta en oposición al programa puramente biogenético que limita a las demás especies. Esto caracteriza un proceso de desarrollo cuya esencia es nunca estar completo. La naturaleza interactiva del órgano cerebral, que le hace “dependiente del uso,” [xii] se alcanza a través de un proceso de millones de años de encefalización (la progresiva proporción creciente de órgano cerebral en relación con masa corporal), en respuesta a la dialéctica de la vida motriz con su contexto. Para llegar a su máxima expresión, el cerebro humano necesita una interacción, no simplemente objetal o “interpersonal”, sino óptimamente especular y paulatinamente íntersubjetiva. Si recordamos el famoso niño salvaje de Aveyron quien no se reconocía en el espejo, no es coincidencia que sufriera de afanisis (en la connotación de falta de deseo sexual), una carencia de lo que Fairbairn llamara tendencia a la búsqueda del objeto. Repetimos: La separación humana tiene características muy especiales, dialécticas, al conllevar la necesidad esencial y colectiva del compromiso de la especularidad, que posiblemente evoluciona desde lo fisiognómico, a través de la acción, a lo simbólico.
LIBIDO Y MOTRICIDAD
Las descripciones de los niños lobos, tanto como el estudio de los antropoides llevaron a la conclusión de que la naturaleza humana, como se concebía clásicamente, dotada de un alma inefable, no existe, o mejor, que lo que conocemos como tal es el producto de una experiencia que hoy decimos comienza en el reino animal con la especularidad. Nacemos fragmentados y ex-céntricos y nos unifica la imagen ajena. Nuestro desarrollo en gran medida, nuestra adaptación social, consiste en la constante negociación del punto óptimo entre acercamiento y distancia con respecto a los demás. Durante los tres primeros años de vida el numero de dendritas y sinapsis cerebrales crece hasta alcanzar el doble de su equivalente en el adulto[xiii]. Esto refleja la importancia que la biología da a esta temprana tarea especular. Aún cuando esta prodigiosa abundancia de conexiones neuronales da al bebé flexibilidad y aguante formidables –condensados en el término plasticidad- por ser el cerebro dependiente del uso, la experiencia va abriendo caminos neuronales en la misma forma como se abrirían senderos en una llanura. Conexiones que se transitan se afirman; las que no se utilizan desaparecen. A diferencia de la senda sin embargo, el camino cerebral se propaga por asociación llegando a decenas de miles de conexiones por neurona. Se forma así un mapa prejuiciado del medio que hará de la realidad en gran parte un concepto puramente subjetivo. A medida que la eficacia cerebral aumenta, disminuye la plasticidad. De un número infinito de posibilidades, la emoción y la reiteración configuran un perfil conexionista único que últimamente determinará salud, enfermedad, y personalidad. Es en esta forma que el cerebro “endurece sus alambres” con el tiempo, a través de memorias e identificaciones especulares. De esto, postulado
hoy en día por la neurociencia,[xiv] ya había un bosquejo virtual en la profética topología de Kurt Lewin[xv].
Como vemos, la lógica del cerebro es contrapuesta a la del capitalismo: no es la acumulación sino el uso lo que determina la calidad del rendimiento.
Si la psicología empírica denomina “attachment” a lo que nos habíamos antes referido como libido, su opuesto, la tendencia a la separación, a la dispersión, fue lo que Freud llamo Destrudo o Instinto de Muerte. Aún cuando no queremos detenernos en tan polémica conceptualizacion, si nos sirve esta como metáfora para elaborar el tema de la hiperactividad.
Si analizamos las conductas animales de defensa, evasión o agresión, estas están caracterizadas por un uso masivo del aparato muscular para la huida o para la lucha. Los movimientos en estas instancias son bruscos, rápidos e instantáneos. Por el contrario, el uso del aparato muscular en conductas de acercamiento, se caracteriza por su finura y su gradación. Nos parece que, y en esto están de acuerdo Lorenz y los etólogos, lo dado en biología es la agresividad, siendo las conductas tiernas derivadas. En otras palabras, creemos que aún cuando es posible que las conductas agresivas sean innatas, las neutralizantes conductas de acercamiento tienen un gran componente de aprendizaje. En la hiperactividad habría un predominio de la motricidad original, de tipo agresivo. Esto secundario a problemas del vinculo. La hiperactividad como resultado funcional, dijimos puede estar ligada a un temprano aprendizaje caracterizado por vínculos inseguros. Esto está apoyado por las investigaciones mas recientes de la escuela de Ainsworth que encuentran cierto tipo de acoplamientos: los padres de niños con vínculos inseguros generalmente tienen también problemas observables en su forma de relación.[xvi]
Puramente desde un punto de vista fenomenológico, la motilidad en la hiperactividad tiene características de ambivalencia y confusión, como si se tratase de una búsqueda incesante del objeto calmante.
LA AGRESIVIDAD
Asimilamos pues conductas de acercamiento con movimientos aprendidos por identificación, y conductas de separación con movimientos más arcaicos y más enraizados en la biología. Se ha postulado que la emoción puede ser simplemente un corolario de estos movimientos, naciendo así, como la cognitividad, de una motricidad original. Euforia y disforia serian consecuencias de movimientos ínter-subjetivos de acercamiento y separación en el bebé. Para conceptualizar la agresividad en este contexto, Lacan nos ha provisto también con una guía bastante útil. La agresividad para este autor es un corolario del narcisismo originado en la fase del espejo. Recordemos que la fase del espejo permite al niño anticipar la gestalt de su cuerpo que todavía no esta integrado. En esta forma el boceto de la imagen ajena, íntegra pero alienada, incluye a su contrario, la percepción del cuerpo propio fragmentado. Esta tensión entre imagen ajena y dislocación propia sería constitutiva de la agresividad que proyecta la dispersión al otro. Para el bebe la imagen ajena esta compuesta de representaciones visuales pero también auditivas, epidérmicas, y quinesteticas. Como ya lo había apuntado Sullivan, la forma en que la madre manipula al bebé da origen al sentimiento básico de seguridad.
El hecho de que la agresividad sea un componente tan frecuente en la comorbilidad de la hiperactividad nos inclina buscar un común denominador posiblemente situado en la fase del espejo y la constitución de la imagen narcisista.
ELLO Y DESEO
Al nacer el sistema nervioso central nos trata de asegurar la supervivencia a través de una ya optima maduración de las áreas del pedúnculo cerebral y el mesencéfalo. Aun estas, que desempeñan las funciones más básicas de supervivencia (ritmo cardíaco, respiración, presión arterial), son influidas por la especularidad[xvii]. Investigaciones recientes han concluido que la madre, al manejar el nivel de alerta del bebe, regula no sólo ritmos emocionales y cognitivos, sino también ritmos fisiológicos. Desde aquí el cerebro se desarrolla en una forma secuencial y jerárquica. Sus funciones más primitivas, con componentes instintivos de supervivencia y satisfacción están localizadas en lo que se ha denominado el cerebro reptil. Funciones más complejas, como el pensamiento abstracto y ético basado en complejidad de conexiones y en predominio cortical mediadas por el tálamo y el sistema limbico, serán las últimas en aparecer. Este proceso es a grandes rasgos isomórfico con la topografía psicoanalítica, que postula estructuras energéticas primitivas sobre las cuales se desenvolverán fases y progresiones jerárquicas. La funcionalidad social de las áreas corporales del desarrollo que Freud postula como libidinales, es elaborada por H.S. Sullivan quien les denomina zonas de interacción social, con miras a un vínculo que él denomina ínterpersonal[xviii].
Estudios de la parte frontal de los hemisferios cerebrales durante el desarrollo, han demostrado que estos son estropeados por el estrés[xix]. En cuanto a su función mas especifica en lo que nos respecta, mientras la corteza frontal izquierda se activa con conductas de acercamiento y euforia, la corteza frontal derecha se activa con conductas de alejamiento y disforia. Por otra parte la desinhibición del lado izquierdo daría lugar a cuadros depresivos mientras la correspondiente al lado derecho provocaría indiferencia, desinhibición del acercamiento, e impulsividad. Confirmando en parte nuestras hipótesis, se ha demostrado que bebés de madres deprimidas muestran hipo-activación de la corteza prefrontal derecha. Una de las hipótesis predominantes sobre la hiperactividad, postula una hipo-activación de la corteza frontal derecha que limita la capacidad ejecutiva del cerebro. Nuestro punto de vista es que esta particular morfología conexionista es el corolario de la experiencia vivida en la fase del espejo. De acuerdo a estos hallazgos, la parte prefrontal de la corteza cerebral sirve de lugar de mediación en la modulación especular del deseo. A la vez, el desarrollo corporal, marcado por ciertas demandas culturales, también interviene en esa mediación.
Renovamos la hipótesis de Sullivan en la siguiente forma: La secuencia de zonas que Freud denomino libidinales en el cuerpo humano, sigue un trayecto biológico de maduración y es a la vez una secuencia social que simboliza la evolución de vinculo y lenguaje. La calidad de este proceso queda escrita en conexiones de la corteza prefrontal.
EL DESEO HUMANO
El paleo-cerebro viene conectado por medio de centros y reflejos que aseguran primero la satisfacción de la necesidad biológica, que evolucionará hasta el deseo, en su máxima expresión un deseo muy específicamente humano. En su elaboración de la fase del espejo, Lacan utiliza la teoría Hegeliana del deseo[xx]. Es importante mencionar que la Fenomenologia del Espíritu de Hegel es ya el primer esbozo de una teoría psicoanalítica cuando ni la psicología ni el psicoanálisis han nacido aún.
De acuerdo a Hegel en su famoso pasaje del Amo y el Siervo el encuentro humano Yo-Tu consiste siempre en una lucha por el reconocimiento. Esto es otra forma de proponer la especularidad. Para ser humano es necesario que otro humano me provea el reconocimiento de que lo soy. Este reconocimiento no es logrado siempre con facilidad cuando el otro también esta necesitado de reconocimiento, lo cual hace a ambos participantes “inmaduros”. Esta inmadurez conduce a una lucha a muerte en la cual ambos contrincantes tienen el mismo fin: el reconocimiento por parte del otro. En la lucha mortal la posibilidad de la muerte y su implícita imposibilidad de obtener el reconocimiento crea miedo. Por esta razón, un contrincante se declara vencido y se entrega. Así cambia la relación,
de su simetría especular, a la asimetría de vencedor y vencido. Esta nueva jerarquía se basa en el reconocimiento complementario del papel del otro. El Amo logra su posición por su valentía frente a la posibilidad de la muerte. El Siervo sufre las consecuencias de su temor. Sin embargo, al someterse y aceptar las demandas del Amo, el Siervo comienza un proceso de realización de si mismo a través de su actividad. La actividad realiza al hombre. El Siervo trabaja y su trabajo le refleja a él –no al amo que demanda– como una nueva especularidad que crea y domina el ambiente. Al mismo tiempo el Amo complaciente se atrofia y se vuelve dependiente del Siervo. En este momento la situación se trastoca al hacerse insostenible la posición del Amo.
Vemos la metáfora Hegeliana como una elaboración ingenua del desarrollo humano -basada en la historia, una historia que siempre ha sido de dominación. Hay mucha riqueza sin embargo en esta metáfora ingenua. Si la aplicamos a la relación que llamamos complementaria madre-hijo, el elemento escondido, el elemento que generalmente no reconocemos es la agresividad en la lucha por el reconocimiento mutuo. Nos parece que nos viene muy bien utilizar esta metáfora en la clínica psicoanalítica de la hiperactividad. Muy a menudo niños con problemas de conducta demandan un tipo de reconocimiento.
En resumen: hay una dialéctica del reconocimiento que determina cada relación íntersubjetiva, la relación madre-hijo incluida. Mientras el deseo animal es deseo por una cosa, el humano es mediado siempre por el deseo ajeno. La historia de esta epica psicologica comienza con la fase del espejo. Desde la necesidad, enraizada en lo biologico, y a traves de la demanda, enraizada en el vinculo mas temprano, el deseo humano, a diferencia del animal, es deseo del deseo del otro, o deseo de reconocimiento. Necesitamos explorar el papel de tan importante noción en la hiperactividad que tan menudo aparece como una lucha, una protesta.
LA AUSENCIA PATERNA
A la cautivación imaginaria de la relación dual necesariamente sigue la entrada del tercero completando la función de la significación y de la ley. Al menos asi ha ocurrido durante el patriarcado. El padre introduce una nueva mediacion en el desarrollo infantil que transforma la dinamica del deseo introduciento un tercer actor y la posibilidad de alianzas.
La familia sinembargo es una entidad dinamica que ha sufrido transformaciones particularmente severas en los últimos dos siglos, siendo eviscerada de la mayoria de sus funciones: la economica, la educacional, la de transmision de valores, aun la de última autoridad sobre los hijos. No solo la estabilidad sino la estructura misma de la familia ha cambiado radicalmente. En los Estados Unidos se considera hoy en día que más del cuarenta por ciento de familias tienen solo un padre, y en 85% de estas es la madre. Hay un numero creciente de niños en diferentes tipos de desplazamiento tales como familias de crianza y adoptivas, hogares grupales, centros residenciales etc. La tipología de servicios sociales para familias y niños ha alcanzado una gran complejidad.
¿Que ocurre con la función paterna en la sociedad contemporánea? Hay quienes afirmen que el papel del padre -como en la tardía etapa del Amo en la metafora Hegeliana- tiene hoy mínima relevancia. El papel del padre se ha vuelto obsoleto, y hoy en dia para muchos tiene poco valor ademas del simbolico. Entre los niveles de stress que afronta la familia contemporanea está la devaluación del símbolo paterno. Es pertinente interrogarnos sobre si este no es un factor importante en una patología del limite como es el caso de la hiperactividad.
LA PRESENCIA DE LA TELEVISIÓN
¿Cuál es la influencia de la television en la neurobiologia del aprendizaje siempre que introduce subitamente una dosis masiva de estimulos audiovisuales bidimensionales que suplantan en gran medida el esfuerzo educativo tradicional basado en la linearidad de la lectura reemplazandolo por una modalidad de significacion más imaginaria que simbolica?
Como en el sueño y en el salón de clase la televisión usualmente requiere inhibicion de la motilidad. Sinembargo, a diferencia de estos, el mirar television implica una aceleracion masiva del input de estimulos audiovisuales en forma de imagenes concretas designadas para incrementar el estado de alerta. Además del ritmo acelerado que condensa la realidad y frecuentemente la fragmenta para introducir necesidades artificiales de consumo, y que se deshace frecuentemente de las consecuencias adversas de la accion para producir un resultado ficticio, la television es un reto abierto a los valores de la familia tradicional. Se provee al televidente de una amplia comunidad vicariante, y de valores que a menudo estan en abierto conflicto con los valores familiares.
Por su omnipresencia y por su fascinación para los niños, la televisión desempeña un papel importante en el proceso de aprendizaje, cumpliendo en cierta medida una función paterna en el sentido de demandar la atención infantil y de impartir fantasías, valores y necesidades ajenos. Se ha dicho que después de dormir, mirar televisión es lo que en Norteamérica se hace con mas frecuencia. En los Estados Unidos el 75% del consumo de masa-media es televisión, y 98% de las familias le consumen vorazmente, dos terceras partes de ellas teniendo mas de un televisor en su hogar. El país esta a la cabeza no solo en consumo de televisores sino también en consumo de programas, con un promedio hogareño de mas de dos horas diarias de televisión. Adicionalmente, en un promedio de más de cuatro horas diarias “el tubo” esta prendido aún cuando nadie lo mira. Se estima que el niño pre-escolar mira televisión cuatro horas diarias, el doble, del promedio de la población general. Además ya niños de 14 meses son capaces de traducir, conservar e internalizar la imagen bidimensional de la televisión. Los miembros de la sociedad actual han pasado mas tiempo enfrente del televisor que en clases escolares y han incorporado imágenes televisadas mucho antes de aprender a leer. Al cumplir quince años el niño promedio Norteamericano ha visto 12,000 actos de violencia televisada.
En el año 1963 comenzó un descenso global en las calificaciones de los aplicantes a la Universidad en los Estados Unidos. Se ha apuntado que 1963 fue el año en que miembros de la generación de posguerra, levantados por primera vez en el ambiente de la televisión, se presentaron a estos exámenes. Hasta 1975, el descenso continuaba.
Por esto consideramos que la televisión representa una regresión de la conquista humana de lo simbólico a la dependencia arcaica en lo imaginario. Generaciones anteriores laboraron arduamente para introducir la compleja linealidad de la palabra escrita que conlleva un desarrollo de la imaginación. La televisión introduce un modo de aprendizaje diferente, que utiliza la imagen mas que el símbolo lingüístico en la construcción de la fantasía, que por otra parte es ajena y supeditada a la creación de necesidades de consumo, dejando poco lugar para la creatividad. Aún cuando lógicamente es de esperarse que dosis masivas de televisión creen rutas diversas en el cerebro en maduración, no hay aun literatura científica a este respecto. La television además de haber invadido y transformado la familia al crear una amplia comunidad compatible con la globalización del capitalismo, tiene características que podrían impactar el sistema nervioso al alterar el equilibrio percepción-respuesta motora en una forma rápida y masiva. Este fenómeno podría tener repercusiones en la prevalencia del estrés que lleva a la hiperactividad.
EL REINO DE LA IMAGEN
Llinás postula que, en el circuito neurológico, la imagen percibida conduce a la emoción y esta, a su vez, conduce a la acción. Es bueno añadir que hay una gr
an complejidad adicional alrededor de este ciclo. Veamos:
El estimulo es percibido por medio de
- una imagen que depende de
- la integridad del aparato de percepcion y de
- factores tales como el temperamento y la sensibilidad, particular al individuo y su familia;
- entran luego factores de distorsión basados en experiencias anteriores y en valores familiares y culturales grabados en redes conexionistas en el cerebro. Estos factores siempre estan presentes y dan caracteristicas únicas y peculiares a la percepcion.
- Es en este contexto previo que en realidad toma lugar la percepcion que conduce a
- cierto estado de alerta mas o menos alto de acuerdo a la
- relevancia de lo percibido.
- El estado de alerta produce una disposicion a la acción y
- da lugar a la emocion que señala un juicio basico sobre el fenomeno de acuerdo a su particular relevancia.
- Sigue un analisis cognitivo secundario más o menos complejo de acuerdo a la premura
- y finalmente viene la acción.
Hemos analizado el reflejo clasico estimulo-respuesta en once pasos o factores de mediación. De estos hemos subrayado dos: primero el estado de alerta, que como vimos tiene una importante influencia de la especularidad materna así como de otros factores socioeconómicos en los cuales no nos podemos detener (tales como el hacinamiento, etc.) Creemos que una alteración del estado de alerta por estos factores, además de la televisión, crean una predisposición a la hiperactividad posiblemente mediada por búsqueda infructuosa de sensación calmante.
En segundo lugar enfocamos en la imagen por ser esta la representación del estimulo susceptible de manipulación, y mistificación. Además por el hecho de que con la invasion masiva de los hogares por la televisión y otros medios, las distorsiones que antes eran predominantemente de carácter familiar, toman hoy unas características mucho más amplias en el ámbito social con un último efecto de control.
Hemos dicho también que la imagen es una area privilegiada en los tres primeros años de vida en los cuales la fase del espejo es determinante del perfil narcisista del individuo especialmente en términos de su acabamiento de un equilibrio óptimo entre acercamiento y distancia social, y de su relacion a otros y a sí mismo. No es por casualidad que el psicoanálisis contemporáneo en sus versiones de Karen Horney, Heinz Kohut, y Jacques Lacan, se concierne fundamentalmente con el fenómeno especular, mientras a la par la psicología empírica estudia el vínculo y su neurobiología. La primera relación social, la que modeló la parte frontal de los hemisferios cerebrales determinando el equilibrio a que nos referimos, sentó las bases para el desarrollo tanto emocional como cognitivo. Conflictos o déficits en este período así como la influencia de la televisión –con su énfasis en la imagen– llevan a un realce social de lo que Lacan llamara el orden de lo imaginario, un significante de lo real y una mediación entre lo real y lo simbólico. Postulamos que en la hiperactividad hay una hipertrofia de lo imaginario que cautiva, una fijación en este a expensas de un simbolismo pobre y deficitario. Una imagen de la realidad muy pobremente organizada conllevaría una respuesta motora caótica a la vez estado de hiper-alerta, emoción en acto, búsqueda de sensación, y mensaje intersubjetivo de petición de limites. ¿Cuál es la función de esta patología en el ámbito social más amplio?
La fijacion de nuestra cultura en la imagen ha sido ampliamente documentada. El cuadro más dramático siendo provisto por el posmodernista Francés Guy Deborde[xxi] quien parte de las esclarecientes líneas del filosofo Hegeliano Ludwig Feuerbach quien dice ya en 1843:
“…la edad presente…prefiere el signo a lo significado, la copia al original, la representacion a la realidad, la apariencia a la esencia…solo la ilusion es sagrada; la verdad es profana. La calidad de lo sagrado se acentua en proporcion a la disminucion de la verdad y al aumento de la ilusion.[xxii]
Inconscientemente, nuestra sociedad prepara a sus individuos para la ilusión.
BIBLIOGRAFIA
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[vi] Pennington BF Ibid. p168.
[vii] Ibid.
[viii] Pastor PN and Reuben CA Ibid.
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