REVISTA DEL CENTRO PSICOANALÍTICO DE MADRID – Nº 30
Diálogos de frontera: perspectivas psicoanalíticas contemporáneas y de neurociencia. Complejidad, oportunidades y perspectivas de encuentro.
Mabel Gotti [1]
«Cada libro es un jardín.
¡Dichoso el que lo sabe plantar
y bienaventurado el que corta sus rosas
para pasto de su alma!
Federico García Lorca.
Buenos días:
Agradezco sinceramente a Miguel Ángel González Torres y a todos los organizadores que me hayan invitado y dado la oportunidad de tratar un tema que me fascina desde hace mucho tiempo, en mi idioma y en este hermoso país y esta hermosa ciudad, que resuena en las palabras de García Lorca como la ciudad «donde las horas son más largas y sabrosas que en cualquier otra ciudad de España, desde los crepúsculos complicados de luces constantemente inéditas, que parece no terminaran nunca». Es realmente una experiencia emocionante…
En esta presentación, no voy a desviarme del tema del seminario, a partir de las principales posiciones que animan el debate dentro del psicoanálisis y que se generan en respuesta a las recientes contribuciones de la neurociencia. Dando prueba de las luces y sombras de un complejo diálogo entre dos disciplinas, que se mueven entre principios y epistemologías muy diversos y sin pretensión alguna de realizar una comparación encendida y llena de contribuciones autorizadas, propongo algunos puntos de reflexión, destacando los aspectos críticos y las oportunidades de proceder, en un terreno de comparación y de potencial de desarrollo para ambas perspectivas.
Desearía presentar mis reflexiones, recordando una antigua parábola hindú[2], que habla de un pueblo, cuyos habitantes eran todos ciegos. Un día, un príncipe extranjero, que viajaba sobre un elefante, se detuvo frente a los muros de esta aldea.
Entre los habitantes se difundió la voz sobre un animal extraordinario que no conocían. Entonces, decidieron enviar a seis personas para darle la bienvenida al príncipe y tocar al elefante, y así poder describírselo a los demás.
A su regreso, fueron recibidos con impaciencia y curiosidad. El primero describió al elefante como un enorme abanico arrugado. Había tocado las orejas. El segundo lo describió como un par de huesos largos. Había tocado sus colmillos. El tercero dictaminó que un elefante se parece a una cuerda gruesa. Había tocado la trompa. El cuarto hombre lo describió como un tronco compacto como un tronco de árbol. Había tocado las patas. El quinto ciego contradijo todo cuanto se había dicho, afirmando que el animal se asemejaba a un muro que respira. Este había tocado sus costados. El sexto aseveró con firmeza: «no es cierto, un elefante es como una cuerda larga y resistente». Había tocado la cola. Así, los seis ciegos comenzaron a discutir, afirmando cada uno lo que habían experimentado y conocido.
El príncipe, atraído por los gritos, al darse cuenta de que esa situación estaba destinada a repetirse sin fin, murmuró: «Todos dicen una verdad. Cada uno sabe bien lo que ha sentido y está seguro de lo que ha tocado con la mano. Sin embargo, cada experiencia es solo parte de la verdad. Solo escuchando se puede ir más allá, para comprender y enriquecer la búsqueda de la verdad».
Podemos decir que el psicoanálisis dialoga con las neurociencias desde sus inicios. De hecho, el psicoanálisis nació de la neurología a finales del siglo XIX como un deseo de entender los cuadros clínicos que no podían ser tratados y analizados con los conocimientos anatómico-fisiológicos de la época.
A pesar de que el enigma mente-cuerpo constituyó el nacimiento del psicoanálisis, el diálogo con las disciplinas neurocientíficas ha ido distanciándose paulatinamente hasta interrumpirse. Un silencio que, en los contenidos ha expresado todas las complejidades que surgen de una comparación entre disciplinas nomotéticas (las de las ciencias anatómicas, neurológicas y experimentales desarrolladas en la descripción de los fenómenos que se repiten en las mismas condiciones y en la búsqueda de leyes generales, en la que el particular no conserva un valor distintivo)[3] y disciplinas ideográficas (a las que también pertenece el psicoanálisis, que estudia fenómenos únicos, irrepetibles, sin la necesidad de encontrar la confirmación de la etiología orgánica y para los que el particular detenta un valor principal y distintivo) .
Entre las contribuciones que han precedido al actual diálogo entre las dos disciplinas, habría que citar el trabajo de Gaetano Benedetti, autor italiano que, en 1969, en el volumen de Neuropsicología, dedica un capítulo entero a la relación entre la Neurobiología y el Psicoanálisis, cuya conclusión anticipa las convergencias que hoy se están delineando.
En 1985, Reiser[4] subrayó la tendencia según la cual los datos neurobiológicos son cada vez más ignorados más por parte del psicoanálisis, así como que los datos del psicoanálisis contemporáneo no se consideran contribuciones neurobiológicas.
Sin embargo, el diálogo contemporáneo empezó más que a animarse a finales del siglo pasado cuando, en 1997, en un editorial de la revista International Journal of Psychoanalysis, se publicó uno de los primeros artículos de contenido neurocientífico, en el que los autores (Olds, Cooper)[5] proponen importantes reflexiones sobre la oportunidad de recuperar una articulación dialéctica entre las dos doctrinas.
Más o menos en el mismo período, otros artículos de contenido similar se publicaron en la revista Journal of the American Pshychoanalytic Association y, en Italia, en la revista de psicoanálisis Psyche, Franco Scalzone (1997)[6] publicó el artículo «diálogo entre el psicoanálisis y las neurociencias».
En 1998 y, luego, en 1999, E. Kandel[7] publicó en la revista American Journal of Psychiatry los artículos con los que, si bien tiende puentes de diálogo entre la neurobiología y el psicoanálisis, por otro lado, seguramente suscitó reacciones fuertes. El autor afirma que el psicoanálisis aún representa «la visión de la mente más coherente y satisfactoria desde el punto de vista intelectual», pero también dice que el hecho de no contrastarla con criterios de objetivación de los resultados, es una amenaza para su propia supervivencia.
A partir de ahí, la invitación a contrastar en un campo de mayor cientificidad (como un proceso de trabajo, que responde a criterios verificables y objetivables), abriendo un diálogo con la biología en general y con las ciencias cognitivas, en particular, escribe el autor:
«El psicoanálisis tiene una dimensión mucho más amplia que las neurociencias. Tomará de las neurociencias tan solo las herramientas y los conceptos que encontrará útiles. Veo más bien una combinación entre el psicoanálisis, la psicología cognitiva y las neurociencias, donde cada disciplina influye en el pensamiento de las otras y juntas desarrollan una ciencia más eficaz del comportamiento humano».
En el año 2000, en Londres, de un programa patrocinado por el Instituto Psicoanalítico de Nueva York nació la Sociedad Internacional de Neuropsicoanálisis[8], con el objetivo de dar impulso a una disciplina que integrara los principios clave del psicoanálisis (sobre todo freudiano) con las modernas adquisiciones de la neurociencia. Este tema ya estaba presente en el Proyecto de una psicología de 1895, con el cual Freud se había embarcado en el camino de la confrontación, desistiendo después debido a la escasa contribución neurobiológica de la época.
Entre los socios fundadores de la Sociedad Internacional de Neuropsicoanálisis hay grandes nombres internacionales: A. Damasio, E. Kandel; G. Edelman, LeDoux, O. Sacks, C. Brenner, A. Green, cuyos actuales Co-Directores son Mark Solms y Jaak Panksepp.
Entre las aportaciones de la neurociencia cognitiva, disciplina que estudia los mecanismos neuronales subyacentes a la actividad psíquica habría que citar el trabajo de W. Bucci, quien, a finales del siglo pasado, llevó a cabo importantes estudios utilizando un enfoque tanto experimental como clínico. Con los conceptos de redes neuronales y funcionamiento en paralelo, la autora ha introducido la teoría de los códigos múltiples y, sin dejar de resaltar la necesidad de una comparación entre el pensamiento psicoanalítico y las ciencias cognoscitivas, escribe: «El psicoanálisis ha proporcionado contribuciones fundamentales a la comprensión de los procesos mentales humanos, en particular, con respecto a la emoción y a las funciones cognitivas y su interacción. La revolución cognitiva del psicoanálisis ha sido mucho más amplia, en muchos aspectos, que el programa de trabajo del cognitivismo moderno (…). Por otro lado, los métodos y resultados de la psicología cognitiva moderna tienen mucho que ofrecer al campo psicoanalítico. La separación de las dos áreas es muy desfavorable para ambas»[9].
El diálogo entre el psicoanálisis y las neurociencias, a pesar del nuevo interés generado, conlleva una importante complejidad, que surge de la comparación entre dos disciplinas de base epistemológica y un enfoque metodológico profundamente diferentes.
Si las neurociencias se inclinan por una lógica de la explicación, refiriéndose a una ciencia experimental, que deriva de la anatomía, la biología y la neurología, y que se caracteriza por un método de objetivación y verificabilidad, el psicoanálisis se mueve bajo una lógica de la comprensión del pensamiento introspectivo y dirige su actividad a partir de la clínica, de la cual deriva su sistema epistemológico y teórico.
Un diálogo complejo entre dos formas diferentes de abordar el estudio de la mente y de sus procesos, que ha sido bien descrito por la famosa alegoría propuesta por Mark Solms, que atribuye a los psicoanalistas un uso dominante de los procesos del hemisferio cerebral derecho, mientras que a los neurocientíficos les atribuye los del hemisferio cerebral izquierdo, de lo cual emerge un diálogo, que se basa en estructuras conceptuales y estilos comunicativos profundamente distintos y de difícil compatibilidad mutua.
En mi opinión, esta descripción exalta la necesidad de adaptarse a un modo de estudio y a una confrontación que pueda sostener una comunicación mutua, garante del hecho de que ni la una ni la otra deben cambiar sus características de estudio, de expresión y de conceptualización que, liberándose de los intentos de persistir en las traducciones «de lo neuro a lo psicoanalítico» o «de lo psicoanalítico a lo neuro», permita una oportunidad de hacer dialogar a los respectivos conocimientos. Parafraseando la parábola hindú, podríamos decir que, si la verdad es equivalente a una especie de ceguera, solo recordando que somos ciegos y sin que ello disminuya el conocimiento adquirido, podremos enriquecer nuestra curiosidad y capacidad de reflexión para avanzar en la búsqueda del conocimiento.
El pensamiento de Sidney Pulver (2003)[10] es citado a menudo para expresar la necesidad de cautela a la hora de localizar las oportunidades, para el psicoanálisis, de comparación con las neurociencias. El autor, al tiempo que reconoce que los aportes neurocientíficos contemporáneos tendrán un impacto importante en la teoría psicoanalítica, afirma que los cambios resultantes en la metapsicología, no serán tales como para incidir más en la técnica psicoanalítica.
En esta línea y entre las expresiones más radicales se sitúan los artículos de Rachel B. Blass[11] y Zvi Carmeli[12], en los que los autores, sin cuestionar el sustrato anatómico de los procesos mentales, sostienen firmemente que las aportaciones neurocientíficas son de poca importancia para el desarrollo de la teoría y de la técnica psicoanalítica.
También habría que citar la famosa intervención de Robert Michels en 2010, por entonces co-editor de la revista International Journal of Psychoanalysis, quien, durante el famoso seminario «Psychoanalisysis and Neuroscience: ten years later», al que asistió, entre otros, Vittorio Gallese, respondía a Marcos Solms que el puente tan esperado de comunicación entre las dos disciplinas era probablemente lo mismo que pensar en un puente entre Tokio y Los Ángeles[13].
A continuación resumiré brevemente algunos puntos clave, en torno a los que se articulan las actuales corrientes en la comunicación entre las dos doctrinas, proponiendo las tres consideraciones siguientes.
La primera se refiere al hecho de que, aun cuando el psicoanálisis acepta el diálogo con las neurociencias, el punto de encuentro es principalmente el pensamiento freudiano. Una comparación sobre esta base hace pensar más en un movimiento defensivo, dirigido a la búsqueda de la confirmación neurocientífica de los orígenes, más que expresar un interés real en el desarrollo de un pensamiento contemporáneo, que integre el conocimiento de las dos disciplinas. Este dato trae a la mente las famosas palabras de Freud, cuando, en 1920 y en un intento de suscitar una recuperación del diálogo entre los estudios psicoanalíticos y los neurológicos y anatómicos, concluía escribiendo que las respuestas de la ciencia a las cuestiones metapsicológicas del psicoanálisis, a la luz de los futuros conocimientos, podrían ser tales «como para derribar todo el edificio artificial de nuestras hipótesis».
La circunscripción de los logros neurocientíficos a la convalidación del pensamiento freudiano ofrece una perspectiva de desarrollo como mucho limitante, que hace especialmente oportunas las palabras de W. Bion cuando escribía: «¿(…) estudiarán los psicoanalistas la mente viva? o ¿tal vez la autoridad de Freud se empleará como elemento disuasorio como una barrera interpuesta al estudio de las personas? Lo revolucionario se vuelve respetable: una barrera contra la revolución… la anticipación de un medio constituye una ofensa para los sentimientos ya poseídos. Esta guerra aún no ha terminado»[14].
Una segunda reflexión proviene de la observación de cómo la prevalencia de las contribuciones psicoanalíticas, que buscan una confluencia con las ciencias neuro-anatómicas, tiende a poner de relieve las analogías entre las expresiones de la mente y las funciones del cerebro, en una especie de impulso de localización postmoderno, que deja todavía poco explorado el campo clínico.
Por último, en la tercera reflexión, que deriva de las anteriores, querría subrayar que la voz representativa de los diferentes enfoques psicoanalíticos contemporáneos sobre el tema sigue siendo limitada y poco articulada. Este aspecto genera probablemente un impulso insuficiente para acoger principios de reflexión sobre el estado actual de la técnica, además de no dar crédito a todos los desarrollos teóricos y clínicos que componen la pluralidad actual del psicoanálisis.
Sin embargo, la esperanza estaría en ver crecer la dialéctica de estudios y contribuciones sobre una verdadera apertura interdisciplinar por parte de los modelos psicoanalíticos contemporáneos, que, renunciando a los principios de respectiva autoridad[15] y autoreferencialidad, podrían contribuir a aumentar el diálogo en las zonas fronterizas, a las que, en la actualidad, nos remite cada vez más la propia clínica[16].
Postular la mente como una entidad que puede ser estudiada, comprendida y curada independientemente de su componente material es un enfoque que admite implícitamente una distinción entre las formas de existencia físicas y las formas de existencia mentales. Este pensamiento alberga la distinción entre un aspecto real, como sinónimo de visibilidad, y un aspecto mental, como sinónimo de abstracción, a pesar de estar indudablemente presente en el trabajo clínico psicoanalítico la dimensión real de los estados emocionales y afectivos, presentes en el campo y en la relación terapéutica, así como en la vida en general.
En mi opinión, comprender y estudiar la mente como una entidad en sí misma contribuye a apoyar implícitamente la ilusión de un aparato mental, que se compone de dos materiales diferentes, disminuyendo la experiencia de la fisicalidad y la corporeidad imprescindibles del yo, cuya deriva más extrema se representa bien en el mito de la mente aislada citado por Stolorow (1992)[17], con el proceso de alienación de la naturaleza.
Un pensamiento orientado a considerar únicamente las fuerzas psicodinámicas de la dimensión humana es en sí mismo el portador de una fragmentación de la experiencia, cuya expresión incluye inevitablemente una mente y un cuerpo ontológicamente separados.
El reconocimiento de una conexión mente-cuerpo, cuando se expresa en el interior de un enfoque que no está realmente integrado, se caracteriza principalmente por contenidos psicopatogenéticos. Solo por dar algunos ejemplos, podemos pensar en las teorías sobre el autismo, cuyo origen evocaba un déficit de atención primaria[18], en lugar de interpretaciones puramente psicodinámicas sobre la génesis de los tumores o la identificación de una organización masoquista frente a un trastorno de déficit de la atención[19]. Todos los que, por desgracia, han penetrado tanto en el marco teórico como en la expresión clínica terapéutica en el caso, con todas las implicaciones resultantes, no solo para los pacientes, sino también en términos deontológicos, éticos y humanos.
Páginas de la historia clínica del psicoanálisis, bien representadas por la parábola hindú (que pone claramente de manifiesto la absoluta necesidad de una comparación y una reflexión sobre las teorías psicoanalíticas), que demuestran ser totalmente incompatibles con el conocimiento neurocientífico actual, abriendo una reflexión necesaria sobre lo que Bornstein (2001) llamó «los siete pecados mortales del psicoanálisis»[20].
Tal como dijo Simona Argentieri:
«los neurocientíficos pueden (…) limitar cierta arbitrariedad perniciosa de «fantasía del psicoanálisis (…)». Por el contrario, nosotros, los psicoanalistas podemos refutar y contradecir las simplificaciones y los reduccionismos, que caracterizan a menudo a ambas metodologías, que las deducciones finales de los científicos puros, al proponer las cuestiones y los problemas sin perder de vista el carácter multifactorial y plurideterminista, que regula cada acontecimiento humano»[21].
Lejos de adoptar una posición entre el pensamiento monista (que considera al cerebro y a la mente como las dos caras de la misma moneda) y el pensamiento dualista (que coloca al cerebro en el orden material y a la mente en el orden espiritual).
La perspectiva que me parece más interesante es la de recuperar una referencia a un sistema funcional compuesto y heterogéneo[22], cuyo estudio implica imprescindible conciencia de trabajar con sistemas complejos e interconectados y que ve la relación entre la mente y el cuerpo en su conjunto, tanto recíproco como circular. Una mente encarnada e interpersonal al mismo tiempo, que requiere ser considerada en varios niveles: a nivel del terapeuta, a nivel del paciente y en su interacción.
Así, los diferentes enfoques neurocientíficos han abandonado una orientación puramente localizacionista. Todas las contribuciones se proponen en la actualidad una imagen de un hombre, que no puede ser entendido desde una perspectiva reduccionista cerebral[23] y convergen en la tesis del “necesario pero no suficiente», o bien de cómo una parte determinada es esencial para la realización de una función cerebral, pero no es suficiente para su expresión. Una función es el resultado de un proceso multicomponencial, no lineal y dinámica, donde la mente y el cerebro pertenecen al mismo sistema[24], desde el que la necesidad de un diálogo fuerte entre las disciplinas que, por excelencia, se ocupan de estudiar y comprender las diversas manifestaciones.
El cambio a una perspectiva de integración, más que de comparación, no significa pensar en un diálogo destinado a validar o invalidar los supuestos teóricos psicoanalíticos y no se trata de superponer una construcción psicoanalítica a la neurociencia, ni de comprobar simplemente la compatibilidad mutua de las construcciones teóricas que resultan de los diferentes enfoques metodológicos.
Me refiero sobre todo a la fertilidad que puede ser generada por la convergencia de información procedente de diferentes campos científicos, respetando los enfoques y lenguajes de los otros, y en la extraordinaria conciencia de tener una oportunidad mutua de acceder a una conocimiento no solo explorable con un modelo en particular.
El movimiento de aproximación entre las dos disciplinas también ha constituido la expresión de una necesidad cultural multidisciplinar que, en el sentido más amplio, se va pronunciando cada vez más en la dirección de la complejidad, de la no linealidad de los procesos, de la elaboración paralela y en el campo de los sistemas abiertos. Todos estos aspectos, presentes en el concepto de «consiliencia»[25], adoptado en el 2001 por Daniel J. Siegel[26] y aplicado al campo de la neurobiología interpersonal. El autor destaca en la convergencia de conocimientos procedentes de diferentes campos del conocimiento una necesidad irrenunciable, dada la pluralidad fragmentada del conocimiento y el enfoque de la teoría postmoderna, para la cual todas las teorías siguen siendo pertinentes, así como siempre es relativo el estudio de un fenómeno. Consiliencia solo es un intento de reunir, de un armonioso e integral, las diferentes «piezas» del conocimiento, es decir, los diferentes conocimientos, que proponen las diferentes disciplinas de los mismos ámbitos de la realidad»[27].
Cabe señalar también que las recientes aportaciones de la neurociencia han aumentado su atractivo para el psicoanálisis. Saliéndonos un poco del camino del conductismo, en el que los estudios se centraron principalmente en los procesos top-down (que se dirigían a las funciones corticales y observables de la mente), a finales del siglo pasado, el enfoque científico tendió a interesarse cada vez más en los procesos bottom-up.
Es imposible dar aquí una visión general de las contribuciones neurocientíficas interesantes para la clínica psicoanalítica, por lo que tan solo me limitaré a nombrar los estudios de la conciencia, con los conceptos de conciencia primaria, de orden superior y presente recordado[28]; la investigación sobre las emociones, que afirman la centralidad de la organización de la mente[29]; los estudios sobre los mecanismos y las funciones cerebrales del miedo y del impacto del trauma en su funcionamiento[30]; el campo de la «neurociencia afectiva»[31]; el descubrimiento de las neuronas espejo y de los conceptos de simulación encarnada, la sintonización voluntaria interpersonal y la resonancia visceral-motora[32] [33] [34] ; los estudios sobre la memoria, sobre todo, en su dimensión implícita, con los aspectos de priming, memoria procedimental y memoria afectivo-emocional[35]. Todas las contribuciones que han abierto el camino a los sucesivos trabajos[36], que se adentran cada vez más en la dimensión implícita de las funciones cerebrales y que incluso enriquecen la vía para el desarrollo de la neurociencia social[37].
En definitiva, podemos decir que se ha iniciado el diálogo, las zonas fronterizas comienzan a ser habitadas y exploradas, con todos los problemas y dificultades específicas de un proceso continuo.
Las neurociencias nunca podrán sugerir cómo escuchar a un paciente o qué decir o no decir en la consulta. No creo que sea fructífero buscar en dicho diálogo una confirmación de las teorías psicoanalíticas, quizás el «pecado original» de las primeras contribuciones del neuropsicoanálisis.
Un posible camino a seguir sería «buscar preguntas capciosas que atraviesen las distintas disciplinas de modo isomórfico, en lugar de ir a la búsqueda de posibles integraciones apresuradas»[38], teniendo cuidado de evitar el riesgo, en mi opinión, de generar una quimera[39], generando una mente que entregar a la teoría y una mente que entregar a la práctica clínica.
Es ahora más necesario que nunca mantener un anclaje firme, cada uno en el fondo de sus competencias y metodologías, que permita alzar la mirada hacia un horizonte común, el de la comprensión del hombre en toda su dimensión, y abrirse a una confrontación que busque estímulos y resonancias en un sereno abandono a la certeza inefable del no saber.
[1] Psicoanalista interpersonal. Presidente SIPI (Sociedad de Psicoanálisis Interpersonal) Florencia. Italia goti.mabel@gmail.com
[2] Hay varias versiones, la fuente original proviene del Canon budista: “Urdana VI, 4, 66 -69)
[3] En Historia y ciencia de la naturaleza (1894) el filósofo Windelband divide las ciencias en nomotéticas (del griego nomós y thetikos: “que establece leyes”) e ideográficas (del griego idios y graphikós: “que describe el particular”)
[4] Reiser, M.F. (1985) “Converging vectors of psicoanálisis and neurobiology: Mutual Challenger and opportunity”. J. of American Psychoanalytic Association, n 33, pp 11 -33.
[5] Olds, D., & Cooper, A. M. (1997) Dialogue with other sciences: Opportunities for mutual gain. International Journal of Psychoanalysis, 78, 219 – 225.
[6] Este autor, junto a Mauro Mancia, fue el psicoanalista italiano que más ha expresado en su trabajo el interés por la búsqueda de posibles sincronías entre el psicoanálisis y las neurociencias.
[7] E. Kandel,1998, “Un nuovo contesto intellettuale per la psichiatria. Trad. del it. en E.R. Kandel, Psiquiatría, psicoanálisis y la nueva biología de la mente. Raffaello Cortina Editore, 2007.
E. Kandel, 1999, “La biologia e il futuro della psicoanalisi: una rilettura di un nuovo contesto intellettuale per la psichiatria”. Tr. del it., en E.R. Kandel, Psiquiatría, psicoanálisis y la nueva biología de la mente; Raffaello Cortina Editore, 2007.
[8] Entidad impresora, la revista Neuro-Psychoanalysis (disponibile online en la direcciónhttp://www.neuro-psa.org.uk/npsa/).
[9] Wilma Bucci, “Psicoanalisi e scienza cognitiva. Una teoria del codice multiplo”, Giovanni Fioriti Editore, 2000, p. 204.
[10] Pulver S.E. “2003, On the Astonishing Clinical Irrelevance of Neuroscience”. J Am Psychoanal Assoc. 2003 Summer; 51(3): 755-72.
[11] El primer artículo se publicó en el 2007, en la revista International Journal of Psychoanalysis (al cual le siguió un segundo artículo publicado en el año 2013 a raíz de la respuesta de Marcos Solms
[12] Rachel B. Blass y Zvi Carmeli, 2007, “The case against neuropsychoanalysis. On fallacies underlyng psychoanalysis last scientific
trend and its negative impact on psychoanalytic. discourse”. International Jurnal of Psychoanalysis
[13] El seminario se puede ver en: http://centroscp.altervista.org/video-psicoanalisi-e-neuroscienze-10-anni-dopo.
[14] Wilfred R. Bion, 1979, Making the best of a bad job. Bulletin British Psycho-Analytical Society, febrero de 1979. Trad. del it. en Seminari clinici, p. 274. Raffaello Cortina Editore, Milán, 1989
[15] Lo que legitima cualquier afirmación, a condición de que se deba al pensamiento de una autoridad, Freud en el primer lugar.
[16] Me refiero, en particular, en la posibilidad de aumentar el pensamiento clínico para el tratamiento de pacientes, que presentan heridas primitivas y un fracaso de los procesos de síntesis de pensamiento y de la regulación de las emociones
[17] «Los contextos del ser». Stolorow, Atwood, 1992, Boringhieri. El mito de la mente aislada atribuye al individuo una existencia separada del mundo natural físico y del mundo de los vínculos sociales.
[18] La famosa madre friser.
[19] David Olds y Arnold M. Cooper, 1997, “Dialogue with Other Sciences: Opportunities for Mutual Gain”. International Journal of
Psychoanalysis, “pag. 223.
[20] insularity (aislamiento autoreferencial), inaccuracy (la utilización de conceptos adoptados en el uso, incluso después de haber sido contradichos o invalidados por la evidencia experimental), indifference (la tendencia a ignorar como irrelevantes los resultados de las disciplinas vecinas), irrelevance (la retirada gradual de los grandes problemas de la psiquiatría y de la sociedad), inefficiency (el recurso a teorías abstrusas y a construccciones idiosincrásicas), indeterminancy (la falta de precisión y de operatividad de muchas construcciones clave), insolence (la costumbre de mirar con un fuerte sentido de superioridad y arrogancia a otras teorías).
[21]S. Argentieri, 2001, “Mente e cervello”. En Cassano P., Mente e cervello un falso dilemma?, Il Melograno, Génova, p. 157.
[22] Cuyas referencias se desarrollan a partir de las contribuciones de Luria.
[23] Oliviero a. 2008 “Geografia della mente. Territori cerebrali e comportamenti umani”. Raffaello cortina Editore, Milán
[24] Pensamiento también situado en la base de la actual teoría del «Dual aspect monism» (2005), propuesto por Panksepp, con la que el autor ha ofrecido un modelo de integración, afirmando la autonomía recíproca del registro biológico y psicológico, pero recalcando la necesidad de una comparación.
[25] Propuesto anteriormente por Wilson en 1998.
[26] La Mente relazionale. Neurobiologia dell’esperienza interpersonale (primera edición 2001), p. 1.
[27] La Mente relazionale. Neurobiologia dell’esperienza interpersonale (primera edición 2001), p. 1.
[28] Entre otros trabajos de Gerald M. Edelman 2004, «Wider than the sky. The phenomenal gift of consciousness”.
[29] Me refiero en particular a los trabajos de Antonio R. Damasio. El autor también ha producido numerosos trabajos importantísimos en el estudio de los procesos de la conciencia primaria, definiéndola como la expresión de una función de acoplamiento de los estados internos y actuales del yo con esas corrientes en el mundo de los objetos, que los une en una constante oscilación. Un conjunto de sensaciones proyectadas en el mundo que los rodea, totalmente subordinadas al hecho de ser injertadas en un cuerpo y al hecho de que este se encuentre inmerso en su entorno.
[30] Véanse las contribuciones de Joseph LeDoux: “Il cervello emotivo. Alle origini delle emoizoni”. Baldini e Castoldi, 2014 – “il Sé sinaptico. Come il nostro cervello ci fa diventare quelli che siamo”. Cortina Raffaello, 2002.
[31] Jaak Panksepp ha acuñado el término para definir un área de búsqueda, que estudia los mecanismos neuronales de la emoción, identificando siete sistemas emocionales básicos de base reguladores de la vida y poniendo de relieve cómo su alteración o inhibición es la causa de la psicopatología o de los trastornos psicosomáticos – Panksepp J., Biven L., (2014) «Archeologia della Mente», Raffeello Cortina Editore.
[32]Gallese et al. (2005) “The brain’s Concept: the role of the sentory-motor system in reason and language”. Cognitive
Neuropychology, 22. p. 455-479.
[33] Gallese, Eagle, Migone (2006) “La simulazione incarnata: i neuroni specchio, le basi neurofisiologiche dell’intersoggettività ed alcune implicazioni per la psicoanalisi”. Psicoterapia e scienze umane, XL, 543-580.
[34] Desarrollado en el posterior trabajo de Fonagy y Target (2007), en la formulación de la cognición encarnada y la mente enactiva.
[35] M. Mancia presenta en su texto una interesante discusión: psicoanálisis y neurociencia. Spinger-Verlag, 2007.
[36] Siguiendo el ejemplo de estas adquisiciones neurocientíficas, algunos autores han comenzado a trabajar en nuevos modelos de psicoterapia
por citar solo algunos: Allan Schore, que la teorización del ajuste emocional ha tenido en cuenta los estudios sobre el apego y la lateralización hemisférica; el modelo de Daniel Stern y del Boston Change Process Study Group; el modelo de Peter Fonagy sobre el apego y la mentalización y, no menos importante, el trabajo del italiano Mauro Mancia, Scalzone y Seganti, sobre las extensiones teóricas y las aplicaciones clínicas del neuropsicoanálisis.
[37] La Società per le Neuroscienze Sociali (fundada en el 2010) define «Neurociencia Social como el estudio interdisciplinario de los mecanismos neuronales, hormonales, celulares y genéticos de las estructuras emergentes que definen las especies sociales
[38] M. Ammaniti, “Prospettive e limiti della neuropsicoanalisi”, Giornale Italiano di Psicologia, XXXVII, 1, Marzo 2010.
[39] En la mitología griega es un ser compuesto por partes de león, serpiente y cabra, generado por Tifón y Equidna: «Del león la cabeza, el pecho de cabra y la cola del dragón; y de la boca salían horribles llamas de fuego”. (Ilíada, VI, 223-225 trad. de V.Monti)