REVISTA DEL CENTRO PSICOANALÍTICO DE MADRID – Nº 31
Genealogia del autismo
Marie-Claude Thomas[1]
Seminario dictado el sábado 25 de octubre de 2014, en la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional de Rosario (Argentina)
Marcos Esnal: Queremos agradecer a todo el personal técnico y administrativo del “Espacio Cultural Universitario”, que puso toda la generosidad y trabajo para que esta mañana estemos acá. A los docentes de otras cátedras que participaron del espacio, del Seminario Abierto que trabajó los textos de Marie-Claude Thomas: Fernanda Fignoni y María Laura Collado. A Germán Armando de la librería “El Juguete Rabioso”, de calle Mendoza 784, por todo el trabajo que hizo, desde la inscripción hasta los afiches, por soportarme también, tantas mañanas visitándolo; a los medios de prensa y personas que difundieron la actividad, especialmente a Paula Ramos. A Estela Maldonado, que nos viene acompañando estos días en Rosario. Y ahora, como miembro de la École lacanienne de psychanalyse, quería agradecer a todos los docentes de la cátedra de Epistemología que se contagiaron de los anhelos que eran míos respecto de la venida de Marie-Claude y que se pusieron al hombro el proyecto, Claudia Vinuesa, Claudia Nieto, Victoria Biga, Romina Taglioni, Soledad Secci, Nicolás Elder, Flavia Castro, Diego Basualdo y Estefanía Roldán.
Marie-Claude Thomas: Buenos días, yo fui precedida por un libro, Genealogía del autismo, Freud, Bleuler, Kanner, y se me pidió que lo presente, lo que de alguna manera estoy haciendo desde ayer. Entonces, voy a seguir con eso, pero de una manera un poco distinta. Este libro fue traducido y editado muy rápidamente, estoy muy agradecida por eso a Silvia Halac, Mercedes Remondino y Beatriz Bertero, y a la editorial “Ediciones literales”, de la ciudad de Córdoba. Pero no porque haya sido traducido significa que ustedes lo hayan podido leer. E incluso, si lo pudieron leer, no necesariamente lo han leído desde el punto que, al libro, lo animó. Que lo animó a veces de manera rabiosa y polémica, según dijo un crítico; que animó su escritura. Mi intención esta mañana es intentar ponerlos a ustedes un poco en el mismo camino, en la misma vía. Y veremos qué resultado da esto cuando haya una discusión, porque espero que podamos discutir. Es por lo tanto un libro crítico, ayer expliqué qué entendía por crítica. No sólo es crítico, es decir, que examina las condiciones de aparición del “autismo”; es decir, del fenómeno autismo, sino que además va a contracorriente de lo que se dice, se escribe y se publica sobre el autismo, tanto de lo que se dice y se escribe desde el punto de vista de las terapias cognitivas comportamentales como de parte de los estudios psicoanalíticos. En París, de donde vengo, alguien escribió que Genealogía del autismo (en francés Genèses de l’autisme, Freud, Bleuler, Kanner, suivi de Leo Kanner: une vie de Klaus-Jürgen Neumärker, Epel), es un libro valiente. Esa persona se llama Michel Plon. E hizo una reseña de este libro en La Quinzaine Littéraire de julio pasado. Bueno, quienes me trajeron a poder presentárselos a ustedes, ellos también son muy valientes. Es por eso que agradezco de nuevo a Marcos Esnal, a Claudia Vinuesa, y a Soledad Nívoli que vino a hablar conmigo sobre este proyecto en París. Y también le agradezco a Estela Maldonado que acompaña mis viajes a Argentina desde hace una decena de años.
Dije que este libro va a contracorriente de lo que se dice sobre el autismo, y voy a precisar en qué sentido es esa contracorriente, exponiendo dos paradojas. Una paradoja quiere decir lo mismo que una contracorriente, una paradoja es lo que va en contra de la opinión común.
La primera paradoja se dará al pensar, al hacer el correlato, al articular, autismo y lenguaje. Y, hablando de esa paradoja, voy a seguir respondiendo a la pregunta que alguien me hizo ayer.
La segunda paradoja consiste en sostener que el autismo, en tanto entidad psicopatológica, ha sido construido. Mi hipótesis es que no se trata de una entidad natural. Empecé ayer hablándoles de eso, y voy a continuar hoy.
Antes de exponerles por qué son paradojas, quiero repetir lo siguiente: este libro y esta investigación quieren situarse más acá de todas las exposiciones clínicas habituales y de la exposición de los síntomas; más acá de la investigación sobre las causas del autismo, más acá de las hipótesis, ya sean biológicas, neurológicas, psicológicas o psicoanalíticas. Y también, más acá de la consideración sobre los tratamientos y las terapias de los niños llamados autistas. Quiero repetir que no es que yo sea indiferente respecto de eso, de este tipo de cosas que acabo de evocar; treinta años en un Centro de Día me sensibilizaron hacia todas las dificultades que experimentan los niños, sus familias, su entorno, etc. El hecho de venir más acá de estas dificultades, y proponer leer el autismo de otra manera, es una forma de intentar producir una ruptura, de intentar hacer una ruptura, con esas concepciones que ustedes conocen, que son conocidas. Y una ruptura de esa espiral psiquiátrica, psicoanalítica, económica, política que en todo caso, al menos en Francia, nos aplasta. Al hacer esto no soy neutral; no soy neutral en el sentido de que no hago de la objetividad un criterio posible, y ni siquiera un criterio deseable. Mi punto de vista es el punto de vista que me permitió tener la enseñanza de Lacan.
Lo que nos lleva entonces directamente a la primera paradoja: autismo y lenguaje. Yo no sé si pasa lo mismo en Argentina, pero en Francia, algunos analistas y psicólogos, no todos, posicionan el autismo en relación al lenguaje, pero para situarlo por fuera. El sentido del autismo estaría en el umbral del lenguaje; fuera del discurso, o incluso, radicalmente exterior al lenguaje. Esto es posible si se es ciento por ciento aristotélico.
¿Acaso el autismo, el fenómeno autismo, no es un hecho de la civilización, un hecho cultural? ¿Un efecto de la civilización, es decir, un malestar? ¿Y, por ello también, completamente lenguajero[2], es decir un asunto de lenguaje, en y por el lenguaje y no lingüístico) ? El autista, el llamado autista, es decir, el niño antes que nada, un niño que va a crecer, ¿acaso no está sumergido como cada uno, acaso no está completamente empapado, en el lenguaje? Que hable o que no hable, su mutismo, en todo caso no lo vuelve una planta. Es lo que Aristóteles quería ver en quien no habla. Me detuve sobre esto para demostrar hasta qué punto el aristotelismo pesa aún sobre nosotros, y cómo Lacan, en cambio, nos permite dar un paso al costado. Aristóteles definió el discurso de cierta manera, y esa definición es la que domina y gobierna los enunciados de los psicoanalistas que les acabo de citar. Voy a leerles un fragmento del libro “Gamma” de la Metafísica de Aristóteles, traducido por Bárbara Cassin, escrito en un contexto filosófico, en el contexto de la elocuencia griega de la manera de hablar y convencer, que es muy pregnante en la cultura griega. En contra de los sofistas, allí Aristóteles da su definición de lo que el discurso debe ser. Nos encontramos en un contexto como en El banquete de Platón, y en los diálogos platónicos, en un contexto de respuestas y controversias. Si el adversario no dice nada, cito a Aristóteles, es inútil buscar qué decir para responder a aquel que no produce un discurso sobre nada, que no sostiene ningún discurso, puesto que un hombre así, en la medida en que lo sea, es parecido a una planta. El punto de partida, dice Aristóteles, no es reclamar que se diga algo, que algo es o que algo no es, es un punto de partida que es coherente con la lógica de no contradicción, que está en la lógica de Aristóteles, no se puede decir al mismo tiempo de algo que es y que no es. Aristóteles ni siquiera lo demuestra, para él es un principio admitido, fundamental, es una petición de principios. Y en ese marco de principio de no contradicción, Aristóteles define que es necesario al menos significar algo. No se puede decir nada. Que se signifique algo tanto para sí mismo, como para otro, es necesario desde el momento que se dice algo. No habría discurso dirigido a sí mismo ni dirigido a otro si las cosas fueran de otra forma. Entonces, es con este criterio que se han medido las palabras de los niños llamados autistas, en el caso que haya palabras. Leo Kanner, desde su descripción inaugural de 1943, y luego en artículos ulteriores, califica a los enunciados de sus pequeños pacientes refiriéndolos a esa definición de discurso que hace Aristóteles. Entonces los llama neologismos, o cosas sin sentido, sin dirección, sin significación, o “metafóricos”, en el sentido de analógicos. Les voy a dar un ejemplo de lo que entiende como discurso analógico. Estos extractos son de un artículo de Leo Kanner que se llama “Discurso irrelevante y metafórico en niños con autismo precoz”. El primer ejemplo es un chiquito que tiene solo cuatro años y que se llama Jay. Jay hace alusión a sí mismo diciendo “Blum”, cada vez que sus padres le preguntan sobre la verdad de lo que dice. Por ejemplo si su papá o su mamá le quieren decir “¿es verdad lo que pasa ahí?”, entonces contesta “Blum”. El misterio desapareció cuando Jay, que sabía leer, mostró una vez la propaganda de una empresa de muebles, que decía con letras grandes, “Blum dice la verdad”. Esto estaba en la publicidad de las cajas de esta fábrica de muebles. Y entonces, como Jay decía la verdad, era “Blum”! A mí me parece extraordinario. Hay otro ejemplo, un chiquito de cinco años decía sin parar: “No tiren al perrito del balcón”. Finalmente, Leo Kanner descubre que la madre le había dicho eso hacía tres años cuando tiró un perrito de peluche del balcón de un hotel. Kanner habla aquí de una palabra fuera de sentido, sin sentido, y a mí me parece que no podemos saber si no tiene sentido, si esta fuera de sentido.
Es con la medida, con el criterio, con una especie de ortología, es decir, con un lenguaje que sería verdadero, recto, apropiado, y justo; es con eso y en nombre de Aristóteles que se pondera a estos niños como “fuera del lenguaje”. Con Aristóteles y sin Freud.
Freud comenzó a cuestionar la dominación del logos por el silencio. Por el silencio de las pulsiones, lo que llamó pulsión de muerte. A lo que ya aludí ayer porque me parece muy importante, esto no es otra cosa que la identificación de la muerte, del límite del cuerpo viviente. Los que de esta manera ponen a los niños autistas fuera del lenguaje, lo hacen también sin Lacan, quien hizo del símbolo, repito lo de ayer, esta potencia de nadificación de la realidad.
Lacan, quien hizo girar el psicoanálisis freudiano, quien redireccionó el psicoanálisis freudiano, y su anclaje en un modelo fisiológico (les recuerdo: el modelo estímulo-respuesta pero sin localización cerebral), re direccionó este campo abierto por Freud en la dirección del lenguaje y eso implica toda una transformación de las coordenadas, lo que quise hacerles percibir ayer con los porotos saltarines. Desde muy temprano Lacan emprendió esto y luego con articulaciones sucesivas y variaciones que estaban en función de la preeminencia que le daba al imaginario, al simbólico y al real. Se pueden identificar un poco esquemáticamente en su enseñanza estas predominancias; pero si uno lee bien, se da cuenta que los tres aspectos se entretejen desde el principio, juntos. Y es también en esta dimensión del lenguaje que trabaja el psicoanalista; no en la dimensión del comportamiento, de la conducta, en tanto ella está sostenida por una filosofía cientificista y por una biopolítica del control, para decirlo en términos foucaultianos. Les propongo una frase de Lacan, que he pescado de sus Escritos, se encuentra en “De un silabario a posteriori”: “El Psicoanálisis no es más nada, desde el momento en que se olvida que su responsabilidad primera es respecto al lenguaje”.
Mi intención, en esta primera paradoja, ha sido poner en tensión autismo y lenguaje, y hacer esto de dos maneras. La primera es mostrar cómo opera cierta, determinada concepción del lenguaje, en la concepción del autismo y mostrar que esta concepción del lenguaje sitúa al lenguaje como, y sólo como, instrumento de comunicación. Hablé de eso, un poco ayer, pero igualmente, si les interesa, pueden ver otro libro que se llama El autismo y las lenguas (L’autisme et les langues, L’Harmattan); que fue publicado en México por Epeele, y que vamos a tratar de poder traer a la Argentina. Les recuerdo, brevemente, que esta concepción del lenguaje, está dominada por el esquema que reinó, y aún reina, el esquema en el que se basan el conductismo y el cognitivismo, pudimos reconocer el esquema estímulo-respuesta en esta concepción. Esta concepción del lenguaje operante en la concepción del autismo es identificable, más acá, y más allá. Las referencias de los especialistas del autismo cuando se trata del lenguaje son alumnos, discípulos de Bloomfield o bien de Fodor. Esto para lo que está más acá. Y, para lo que está más allá, se encuentran estas mismas concepciones en los métodos de las terapias conductistas en los cuales el lenguaje, lo repito, es un instrumento de comunicación, que se aprende. Asimismo, se vuelve a encontrar ahí una concepción aristotélica, en la medida en que se concibe al lenguaje como nomenclatura: una palabra, refiere, lleva a un objeto. Diría que estas son constataciones validadoras de mi hipótesis. Pero más allá de estas constataciones, mi posición está sostenida por supuestos que conciernen al ser. Frente a una ontología que pone al ser en el principio, según el cual hay el ser antes que nada, el ser está siempre ahí (lo que nos puede llevar y encerrar en el naturalismo), un ser al que simplemente tendríamos que decir y describir, que es la posición de Kanner (y también la de muchos otros, pero nos ocupamos de Kanner), frente a esta posición entonces, se opone la tesis siguiente: el ser es un hecho del decir, un hecho dicho. Es el discurso el que hace al ser. Y, por lo tanto, su sentido solo puede ser aprehendido luego, après-coup, en vista del mundo que lo produjo. Esta última frase es una cita de Bárbara Cassin. Y, según este supuesto, puesto que este afuera, este mundo, sólo es existente, estructurado, aprehensible, en la medida en que es creado, ese afuera nos provee necesariamente indicaciones en respuestas al decir que lo construyó. El afuera es el revelador del discurso: en el sentido en que lo que lleva, lo que adviene, lo que se produce, cumple un discurso, lo completa. Colma la predicción que constituye. El afuera colma la predicción que constituye.
Justamente, los métodos de los tratamientos de los niños llamados autistas, es decir los métodos TEACCH y ABA, que son en Francia los métodos, recomendados e impuestos por la ley, son congruentes con lo que he expuesto como contribuyente a la constitución del autismo: es por eso que el “autismo”, siempre entre comillas, me parece un síntoma, un índice, de una concepción pretendidamente científica del lenguaje. Como el síntoma de una vuelta triunfal, de la tendencia a una lengua universal, uniformizante, mecanizada, y finalizada. En resumen, el síntoma de una mutación del valor del lenguaje. Es lo que leo en el mutismo, en la destrucción de la capacidad parlante, que es uno de los rasgos que se identifican en los niños llamados autistas. Y lo distingo del silencio. Hay un ejemplo que es dado en un libro americano, There’s a boy in here de Judy y Sean Baron : es una mamá que escribe un libro junto a su hijo, donde muestra que su hijo cada tanto hablaba bien, pero que a veces, cerraba la boca y hacía silencio ante la solicitud, la demanda de los adultos. Considero que este silencio es un punto de subjetivación.
Distingo este tipo de resistencias, en definitiva, de la constatación de que hay una relación particular, entre los niños llamados autistas y el lenguaje. Aquí está la fina constatación de esta puesta en tensión de la relación entre lenguaje y autismo. Intento mostrarles que aquellos que participan en la construcción del autismo, en el plano de la episteme, es decir, en el plano de los conocimientos; y también en el plano de lo que fabrica a los humanos, es decir, en el plano del lenguaje, están determinados por un mismo modelo científico. Que se transforma, ya les hablé ayer del evolucionismo, el conductismo, el cognitivismo, etc.
Hay otra manera de pensar autismo y lenguaje. Luego de haberles dicho que me resulta muy difícil pensar el fenómeno autismo sin tomar en consideración cierta concepción del lenguaje, hay una posición también, que es una decisión. Frente a aquellos y aquellas que dicen que los autistas, que los llamados autistas, están fuera del lenguaje, me parece necesario decretar y determinar: 1) que el autismo es producido por un cierto lenguaje, y, 2) apostar a otra concepción del lenguaje, la concepción que Lacan construyó a lo largo de toda su enseñanza, que por ella misma nos demandaría todo un desarrollo muy largo, muy importante. Y que, a partir de esa concepción lacaniana y psicoanalítica de lo que es la lengua, se puede trabajar, se puede hacer cosas con estos niños. Y les recuerdo que ése ha sido el punto inaugural de mi trabajo, que se llama también, técnicas del juego, que articulé dentro, con las coordenadas del lenguaje, como les decía ayer y que pueden encontrar desplegado en el libro Lacan, lector de Melanie Klein (Epeele). Entonces, para ser breve, teniendo en cuenta que no es directamente la intención del libro, digamos que por y en el juego mismo, puede advenir, puede llegar, puede producirse, un significante. Cuando Lacan habla de creación se trata siempre de una creación discursiva. También le traje un artículo a Marcos Esnal que se llama “Juego, no-yo pienso”, en la que articulo esta cuestión del juego desde Aristóteles, e incluso Heráclito, hasta Lacan y hago una lectura minuciosa de un texto de Freud de 1911, “Formulaciones sobre los dos principios del acontecimiento psíquico”. Si me ocupé de este artículo de Freud, es porque se encuentra en el centro de la polémica, que existía en 1911 entre Bleuler y Freud. Esa polémica era sobre el autoerotismo y el autismo.
Vamos a hablar un poco de Bleuler y Freud. Les voy a contar cómo llegó esta palabra, “autismo”. Es poco frecuente poder apuntar a la invención de una palabra. Para poder explicarles el plan de la exposición que va a seguir, digamos que la construcción del autismo se hizo en dos tiempos; un primer momento que va desde 1907 a 1911 aproximadamente, que es el momento de la creación del término mismo, de la palabra, por parte del joven Bleuler. Y luego, en un segundo momento, hubo una construcción del cuadro clínico, hecha por Leo Kanner en 1943. No me voy a ocupar carta por carta, discusión por discusión, de lo que pasó entre Bleuler y Freud, pero voy a tratar de comunicarles los momentos principales. Si podemos fechar exactamente la construcción de la palabra autismo, “autismus”, hecha por Bleuler, esa fecha es la de mayo de 1907, pero esta precisión cronológica no es suficiente. Hay que decir en qué contexto apareció la palabra. Es un contexto de tensión entre la psiquiatría académica alemana, y la joven disciplina que Freud intenta defender. Entonces, en el 1900 apareció la Traumdeutung. Antes hubo un trabajo enorme que Freud destruyó, toda su formación filosófica, sus notas, todo lo que había escrito lo destruyó. Tenemos, sí, su libro sobre las afasias, anterior a la Traumdeutung. El psicoanálisis comienza a difundirse. El joven Bleuler, que estaba en Zurich, y que era el jefe, el director de la clínica Burghölzli estaba interesado en Freud y leyó la Traumdeutung. Tenía asistentes, ayudantes, entre los cuales estaban Jung, Abraham, Binswanger, luego Sabina Spielrein, y Piaget. Y a todos ellos Bleuler les hacía leer a Freud. Lo que hizo que un día Jung le escribiera a Freud acerca de tres puntos, tres cuestiones precisas: la cuestión de los sueños, la de lo que en ese momento se llamaba “demencia precoz” (era Kraepelin el que había identificado algunas patologías bajo este nombre de demencia precoz); y en tercer lugar, una cuestión que interesaba a todos, que era la cuestión del símbolo.
La concepción dominante en la época, para explicar el pensamiento, etc., era la del asociacionismo. Hay un intercambio de cartas entre Freud y Jung, y en 1907 Jung va a visitar a Freud en Viena. Y en ese momento, Freud propone a Jung colaborar respecto de estos pacientes que presentaban el cuadro clínico de la demencia precoz. Lo que interesaba a Freud, a Jung y a Bleuler, en este marco, era la cuestión del autoerotismo. Entonces, Freud le dice a Jung “vamos a colaborar para lograr una profundización importante de nuestros conocimientos”. En 1907, Bleuler empieza a dirigir un volumen, uno de los volúmenes del gran Manual de Psiquiatría, dirigido por el psiquiatra Gustav Aschaffenburg, quien va a tener que exiliarse en 1933; lo va a recibir Kanner en Baltimore. Lo que Bleuler quiere lograr en su Tratado de Psiquiatría (Dementia praecox oder Gruppe der Schizophrenien), es criticar y modificar lo que había hecho Kraepelin. Es en ese momento que se abandona el término “demencia precoz” y se adopta “esquizofrenia”.
Al redactar su trabajo sobre lo que llama esquizofrenia, y aunque esté interesado por lo que dice y escribió Freud, Bleuler es muy reticente, y está muy poco seguro respecto de lo que se afirma sobre la teoría de la libido freudiana. Y duda mucho en usar el término “autoerotismo”. Precisamente, el 13 de mayo de 1907, en una carta, Jung anuncia a Freud que Bleuler de alguna manera resolvió o estabilizó, equilibró estas dudas, con una solución de compromiso que es la reducción del “autoerotismo” al “autismo”. Bleuler dirá que para él autismo y autoerotismo son lo mismo, más o menos lo mismo; pero hay que decir inmediatamente que no se tratan en absoluto de lo mismo. Desde un punto de vista de una macro epistemología, se puede decir que al elegir esa palabra Bleuler se pone fuera, al lado del campo freudiano. O, si lo quieren decir de esta manera, se queda dentro de la disciplina psiquiátrica. Desde un punto de vista micro epistemológico la comprensión que Bleuler tiene del autoerotismo, del autismo, o incluso la comprensión que tiene Jung, está dentro de las coordenadas del espacio euclidiano, dentro-fuera, y dentro de la filosofía de la representación.
Entonces, vamos a ver qué entiende Jung por este término de “autoerotismo”: Jung entiende que cuando Freud dice que la libido se retira del objeto, quiere decir que la libido se retira del objeto real, del objeto amado a causa de la represión, o de obstáculos, y que se dirige hacia una demarcación fantasmática de lo real. Con lo cual empieza el juego del autoerotismo clásico: alguien ama a un objeto, y luego hay ya sea una represión o un obstáculo real, entonces este amor se repliega sobre uno mismo, sobre ese que ama; se repliega sobre una representación interna y con esta representación comienza el juego autoerótico. Entonces este juego sería un juego con una especie de doble fantasmático, fantaseado del objeto. Y Freud le dice a Jung que eso es falso, se equivoca. El autoerotismo no es la fantasía o el fantasma. Freud se toma el tiempo de responderle muy detalladamente a Jung. Voy a leerles un pequeño fragmento de esa respuesta:
“No creo que la libido se retire del objeto real para lanzarse sobre la representación fantasmática que lo reemplaza, y con la cual, luego, lleva a cabo su juego autoerótico. Según el sentido de las palabras, efectivamente, no es autoerótica en tanto tiene un objeto. Sea éste un objeto real o un objeto fantasmático”.
Lo que Freud dice aquí, es que el autoerotismo es una investidura del propio cuerpo, de los orificios del propio cuerpo.
Estela Maldonado: Sobre el punto de partida de la discusión sobre el autoerotismo. Alusión al auto y alo erotismo.
M-C. Thomas: Un pequeño comentario: hay efectivamente, que señalar, junto a Estela Maldonado, que la cuestión del auto y el alo erotismo es presentada por Freud en los Tres ensayos de teoría sexual en 1905. Y estos términos, auto y alo erotismo, él los toma de Havellock Ellis, que era un psiquiatra sexólogo, contemporáneo suyo. En la correspondencia entre Freud y Fliess, en 1898, sólo un año después de que estos términos fueran inventados por Havellock Ellis, Freud le habla de ellos a Fliess. Quiero mostrarles, quiero señalarles también esta composición greco latina de las palabras, ¿no?, auto y eros. Lo que Freud escribe en los Tres ensayos de teoría sexual, lo investiga porque quiere saber, quiere comprender, qué es lo que pasa en las neurosis; son especulaciones para entender la neurosis. Entonces el concepto de la “sexualidad infantil”, no es la sexualidad del niño, es una construcción para entender la neurosis. Y desgraciadamente, como pasa con todas las construcciones, se tomó la sexualidad, el concepto de sexualidad infantil, como si fuera la sexualidad del niño. Y es terrible, como cada vez hay esa especie de retorno desde el plano conceptual a una especie de plano naturalista, realista, que entonces se vuelve normativo. Tu comentario, Estela, me permitió poder decir algo sobre este punto, pero también de agregar lo siguiente – y quizás es el fondo de tu intervención: el autoerotismo es uno de los tiempos de la pulsión que implica lógica y necesariamente otros dos, por ejemplo chupar / chuparse y luego hacerse chupar (tres tiempos) ; entonces, ¿cuál es la legitimidad de retener sólo el primer tiempo, el del autoerotismo, aislándolo de un circuito donde la lógica es sólo de tres ?
Retomo: el autoerotismo es para Freud la investidura libidinal de los propios orificios corporales. No la rumiación fantasiosa, solitaria. Y es sobre este primer malentendido, que luego van a agregarse y colgarse muchos otros. Porque con este malentendido va a mezclarse el problema del símbolo. Jung va a proponer su concepción del pensamiento en este mismo modelo binario, dentro-fuera. Sobre esta misma partición, interior-exterior. La concepción más clara de Jung en lo que respecta al pensamiento se encuentra al principio de Metamorfosis y símbolos de la libido. Esquemáticamente hablando, para Jung el pensamiento se divide de dos maneras, lo que es muy coherente con lo que se pensaba en la filosofía de la época. Por un lado hay un pensamiento lógico, que es un pensamiento en palabra, y que es un discurso que se dirige hacia el exterior. Y, por otro lado, el pensamiento analógico, recuerdan que ese término fue retomado por Kanner, o fantasioso y fantasmático, que está en el terreno de los sentimientos, que es pensamiento análogo a la imagen y sin palabras. Esta es la partición que Freud va a llamar la partición de la vieja psicología.
Para Freud eso no es así de ninguna manera, dice que los pensamientos del sueño son lógicos, y que las fuerzas y las pulsiones que actúan sobre los sueños, son fuerzas y pulsiones arcaicas. Entonces, se aprecia cómo Freud cruza esta especie de cerca, de baliza divisoria.
Retomando la historia de la palabra autismo, es en 1910 que el término “autismo” se hace público, porque hasta entonces era un término que circulaba en discusiones, en cartas, entre Jung, Freud y Bleuler. Este término aparece en un artículo de Bleuler, publicado en una revista de psiquiatría, y en ese momento él da su definición: concibe este autismo como un retiro autístico del paciente en su fantasía, hacía su fantasía. Toda influencia exterior contra ese retiro se vuelve una molestia insoportable, y este parece ser el factor más importante. Y, continúa, en los casos más severos esto sólo puede producir negativismo. Esto se ubica del lado del pensamiento analógico, sin palabras. De este lado, entonces, se ubica lo que Bleuler llamará en poco tiempo el pensamiento autístico. Y este pensamiento autístico comenzará a ser sistematizado por Bleuler, en un artículo de cien páginas, llamado “El Psicoanálisis de Freud, defensas y observaciones críticas”; que aparecerá en el Anuario de diciembre de 1910. Es un artículo al que Freud replica con otro que ustedes seguramente conocen, “Formulación sobre los dos principios del acontecimiento psíquico”, que va a aparecer en el Anuario de agosto de 1911. Si les estoy dando todas estas precisiones a lo mejor un poco fastidiosas, es para mostrarles la reactividad de Freud respecto de lo que dice Bleuler.
En este artículo de 1911, Freud intentará configurar una topología diferente de aquella del dentro y fuera. Un mes después del artículo de Freud, y en el Congreso de Weimar de septiembre de 1911 Bleuler le replica con una comunicación que se llama “Sobre la teoría del autismo” y que será publicada bajo el título “El pensamiento autístico”.
En Genealogía del autismo yo examino muy minuciosamente lo que Freud trata de entender en este artículo de 1911: pone en juego una alternancia entre el principio de placer y el principio de realidad. Y, sobre todo, localiza el juego. Yo los invito a leer una de las lecciones del seminario La ética del Psicoanálisis, en la que Lacan muestra bien el entrecruzamiento de estos dos principios. Porque si no, de otra manera, una lectura de este artículo nos podría llevar a una comprensión que no es un contrasentido, pero que en todo caso sería una comprensión cronológica: en ese artículo Freud dice que la tendencia al placer es primera. Y como en esa época el evolucionismo era pregnante, esto fue comprendido como primero en un sentido cronológico, pero Freud está hablando de un principio; un principio no tiene fecha. Y eso fue claramente identificado por Lacan. Pero Bleuler, por su parte, creyó leer que el principio de placer se encuentra antes que el principio de realidad. Entonces, surge la ambigüedad según la cual, ¿acaso sería primero el principio de placer?, ¿podría satisfacerse sin un pasaje por la realidad? O en cambio, ¿el principio de placer es primero, en el sentido de una primacía, un principio? Una primacía sobre este pasaje, esta vuelta, por la realidad. En el sentido de que ese pasaje por la realidad está gobernado por el principio del placer. Bleuler, dentro del espacio euclidiano y de la temporalidad cronológica, sólo puede leer la primera hipótesis que acabo de proponer. Y entonces, afirma que el pensamiento autístico es secundario. Este pensamiento autístico que quería hacer equivaler y también hacer rivalizar con el principio de placer, es secundario.
Voy a hacer un pequeño paréntesis para hablar de Piaget, a quien seguramente conocen. Él leyó también, de manera cronológica, esta cuestión del principio de placer y del principio de realidad. Entonces, haciendo una lectura realista y empirista afirma la interioridad del principio de placer, dando vuelta las cosas, sobre el principio de realidad. Allí no está de acuerdo con Bleuler. Basado en esta lectura de Freud, Piaget va a fundamentar su concepción de la psicología del niño. Sobre la noción de “egocentrismo”, de “pensamiento egocéntrico”, Piaget, basa la organización de las diferentes particularidades observadas en el pensamiento del niño. Define este pensamiento egocéntrico, entre el pensamiento autístico, por el cual sobreentiende “principio de placer”, y la inteligencia dirigida. Cito a Piaget:
“Entonces, hemos llamado egocéntrico al pensamiento del niño, queriendo con ello entender que este pensamiento sigue siendo autístico en su estructura pero que no sólo apunta a la satisfacción orgánica o lúdica como en el autismo puro, sino que apunta a la adaptación intelectual como el pensamiento adulto”.
Entonces, es sobre esta mezcla entre, por un lado, el principio freudiano de placer, considerado por Piaget como algo primero según una psicogénesis, (que como ustedes saben, Piaget se va a dedicar a amplificar) y por otro el pensamiento autístico de Bleuler, que Piaget va a construir modelos, test, que van a formatear a generaciones de niños. Es muy gracioso como se forman las teorías.
Entonces, retorno a Bleuler y al juicio radical que Freud emitió al leer su artículo “El pensamiento autístico”. El 23 de enero de 1912 le escribe a Ferenczi: “Bleuler me mando un artículo dirigido contra mis formulaciones, su conferencia de Weimar. No es buena y constituye claramente, un retroceso hacia la antigua concepción psicológica”. El artículo, “El pensamiento autístico” de Bleuler, fue rápidamente publicado en inglés. En 1913, fue invitado a Baltimore, y allí leyó su artículo, que fue enseguida traducido y publicado.
Una cosita más, para terminar con Bleuler, quiero decirles que su concepción de la esquizofrenia siguió inmutable, casi hasta ahora sigue siendo aceptada por los psiquiatras; e influencia la concepción que se tiene del autismo. Para Bleuler hay un síntoma fundamental de la esquizofrenia que consiste en un déficit, un ablandamiento orgánico del tejido neurológico y, por lo tanto, de las asociaciones. Entonces, postula que hay una lesión orgánica. Bleuler ordenó que se hicieran más de 3500 autopsias para validar su hipótesis. Sin embargo, no produjo un informe de todas sus observaciones anatómicas. En todo caso, yo no conozco ese informe. Y luego, para Bleuler, hay síntomas secundarios que se superponen a este síntoma primario; se manifiestan como un debilitamiento de las funciones lógicas, y una invasión por las asociaciones del pensamiento autístico. Bleuler asimila el pensamiento autístico y esquizofrénico, al pensamiento de los sueños. Y es para él, en ese plano, que puede intervenir el psicoanálisis, en el plano de los síntomas secundarios, para explicarlos. Un paidopsiquiatra francés, Jacques Hochman, propuso exactamente el mismo esquema dans son article “A la recherche d’un dialogue entre neurosciences et psychanalyse: l’exemple de l’autisme infantile” paru en abril 2007 dans La Revue française de Psychanayse, tome LXXI. Para él existe un trastorno funcional cognitivo afectivo, y eventualmente orgánico o genético, y el psicoanálisis tendría la misma función que Bleuler había propuesto, una función hermenéutica, sería, entonces, dador de sentido: « Démarche herméneutique plutôt que nomothétique, donneuse de sens plutôt que de lois, la psychanalyse aide à remettre en marche un récit figé et à trouver du plaisir à jouer avec ses pensées. » (p. 416) Esto me parece, yo lo considero, una psicologización del psicoanálisis.
Entonces, para concluir esta presentación de Genealogía del autismo, voy a contar una observación de Leo Kanner, respecto de lo que llamó “autismo infantil precoz”. Lo que voy a contar se volvió un criterio diagnóstico, evocado siempre, al menos en Francia, un criterio usado para la prevención del autismo. Y lo que quisiera es que ustedes perciban, que estén atentos al hecho de que la prevención informa, y conforma, pone en forma un padecimiento. La prevención, ya de alguna manera preforma lo que uno tiene en la cabeza, lo que se dice, lo que se repite sobre eso. Los términos mismos que se utilizan para designar la cosa que se debe prevenir ya dan una forma y construyen aquello que es temido y esperado.
Entonces ¿cuál es la observación de Kanner? Hablé de esto ayer, y lo voy a repetir para aquellos que por alguna razón no pudieron escucharlo. Y elegí este punto que me parece importante, porque fue decisivo en determinar el innatismo del autismo para Kanner. Se trata, se van a dar cuenta enseguida, del famoso ajuste motor anticipador, movimiento anticipador, que es el movimiento de tensión del rostro y de los hombros que tienen los bebés, que hacen los bebés en el momento en que se los va a tomar en brazos. Les recuerdo que Kanner leyó en un libro de Gesell publicado en 1925 que, en promedio, a los cuatro meses, un bebé tiene este movimiento, hace este movimiento. Y les recuerdo también que Gesell había sido muy cauto; se había tomado el trabajo de escribir que su evaluación era provisoria, porque estaba fundada en un limitado de números de casos, y que habría que hacer otros estudios para demostrar si eventualmente ese movimiento era más precoz que los cuatro meses de vida del bebé, en el que él había observado este movimiento. También les dije ayer que de entre los once niños observados por Leo Kanner, solo dos casos no presentaban este movimiento anticipatorio. A pesar de eso, y valiéndose de la autoridad de Gesell, Kanner saca de allí conclusiones forzadas. Les conté que hacía de este movimiento una actitud universal. Allí donde Gesell escribe que esta actitud acontece en ocasión de una “experiencia universal”, porque, efectivamente, todas las madres o todas las personas adultas, toman en brazos a un bebé de cuatro meses, es una cosa universal esto, digo, a partir de una experiencia que es universal, Kanner desplaza eso hacia una respuesta que es universal, cosa que no había dicho Gesell.
Y, luego, se produce un segundo forzamiento: la actitud del movimiento anticipatorio resulta innata. Entonces, les recuerdo que prevaliéndose de la hipótesis de Gesell según la cual podría darse que este movimiento fuera más precoz, sobre esa hipótesis Kanner decide que este movimiento es innato. Y que los niños a los que llamara autistas nacen sin esta capacidad innata, la capacidad de establecer un contacto afectivo habitual, un contacto previsto biológicamente, agrega. Entonces, sigue Kanner, si esta hipótesis es verdadera, los estudios ulteriores van a confirmar en qué medida el aislamiento autístico extremo es una disposición impuesta por la naturaleza, innata. Les había contado que Gesell nunca confirma que este movimiento sea más precoz, y que sin embargo en contrapartida Kanner sí mantiene su posición.
Me parece entonces que es por esta especie de amontonamiento de observaciones experimentales de Gesell, que están hechas con conceptos teóricos, por el autismo de Bleuler tal como es releído por psicólogos como Piaget, también por testimonios que no son significativos desde el punto de vista estadístico, que Leo Kanner construye lo que llama la característica fundamental del autismo infantil: el aislamiento, la ausencia.
Lo lamento para los que ya escucharon esta especie de montaje, pero si he vuelto sobre él es para hacerles aprender, comprender, la radicalidad extrema de un índice de sufrimiento, de padecimiento que luego fue inmediatamente psicopatologizado bajo la etiqueta, como dice Temple Grandin, autista. Y por otra parte quería hacerles comprender la extremada fragilidad del vértice de los argumentos de Kanner, el vértice sobre el que se construyó la pirámide en expansión del autismo, del fenómeno autismo. Entonces, lo que quisieran que perciban es esa oposición. Y entonces, ¿Qué hacemos? ¿Olvidarse de la pirámide, conocerla para olvidarla, olvidarla para reencontrar y conocer la verdad de los sufrimientos, de los padecimientos y de los síntomas? Y esa es una decisión que se pone a prueba en cada caso.
Y entonces, aquí me detengo esta mañana. Gracias por su atención, y estoy lista, me siento preparada para debatir, para charlar
Participante II: Quería poner en un orden critico esta palabra, aislamiento; y luego también esta cuestión, esa palabra en inglés, soledad. Hace poco escuchaba una entrevista, de un programa chileno, llamado “Una belleza nueva”, donde asiste un autor francés, Pascal Quignard. El pareciera hacer una reivindicación de la soledad; incluso, bueno, hay que agregar que en lo que aparece como su biografía, él relata algo que llama o llega a llamar, un período autístico.
M-C. Thomas: No hablaba, de hecho, en ese periodo.
Participante II: Bueno, quisiera preguntarle incluso él habla de la figura de un ermitaño, donde había cierta toma de distancia de la sociedad. Simplemente quisiera preguntar, si aislamiento es igual, o tiene identidad con la palabra soledad.
M-C. Thomas: No. Kanner inventó una palabra, él la nombra aloneness, mientras que soledad en inglés sería loneliness. Y Guy Le Gaufey me sugirió traducirlo por una especie de neologismo, “seulitude”, (seul quiere decir solo) siendo que soledad en francés se dice “solitude”. Pero aislamiento también va a ser una palabra usada por Kanner; va a usar “isolation” también. Pero también hay una diferencia entre lo que Kanner identificó y fijó, y lo que reivindica Pascal Quignard. Pero, ¿hasta dónde se extiende esa diferencia? Si dirigiéramos nuestra mirada a la llamada soledad de los niños que son llamados autistas, si miráramos esta supuesta soledad con la mirada que nos propone Pascal Quignard, entonces se produciría un pasaje de la patologización a la estetización. Lo que quiero decir es que Pascal Quignard nos da un medio para poder cambiar el registro, nos permite pasar justamente de la psicopatologización a esto que llamo estetización, que a lo mejor no sea la palabra más conveniente, pero…
Participante III: Me quedé pensando en algo que decías ayer, sobre el no saber y la apuesta; en un momento explicaste la eficacia, y mi pregunta es cómo introducir algo de la eficacia sin caer en el lugar del saber.
M-C. Thomas: Yo no creo que la eficacia dependa del mantenimiento de los conocimientos, justamente lo que trataba de indicar ayer es que hay diferentes momentos, diferentes tiempos. Sería una idiotez de mi parte decir que todo lo que está en mi libro no son conocimientos, pero es un momento. Es un tiempo que permite justamente saber que son conocimientos, y dejarlos también de lado cuando estamos con un paciente. Entonces, se dan cuenta como hay un doble movimiento: cuando más conocimientos se tienen sobre cómo se hacen y se articulan las cosas, tanto más, uno se obliga y se constriñe; y en la medida entonces, en que están estos conocimientos y estas constricciones, también es la medida en que uno es libre. Si uno puede dejar esto en la puerta del consultorio. No se trata de hacer del psicoanálisis un catequismo para volcarlo en las orejas del paciente. Las dos cosas son necesarias pero no en el mismo momento. Y pienso que la eficacia es posible cuando se olvida, es decir, cuando uno se da ese tiempo en el que no está buscando conocer, confirmar, etc. Porque, uno obviamente está impregnado de lo que decidió sostener, uno está impregnado, pero es eso nada más. Es muy difícil decir en qué consiste el trabajo en análisis, de análisis. Es muy difícil.
Participante IV: Considerando esto que se llama fenómeno autismo y la manera en como lo está enfocando, a mí, puede ser una apreciación equivocada, me recuerda mucho esto de considerar a estos niños como seres del lenguaje, de apuntar a la inteligencia simbólica, al trabajo de una gran clínica como Françoise Dolto. Es muy conocido su trabajo, acá fue traducido su seminario de Psicoanálisis de niños. Tengo conocimiento de que en algún momento sostenías la tesis de que no existe el psicoanálisis de niños. Lo que me pregunto es si en tu caso hoy retomas un poco esta herencia, el trabajo de Françoise Dolto, o si le estás apuntando a ella al afirmar que no existe el psicoanálisis de niños. O si es una afirmación más motivada por otras cosas, como la psicología del desarrollo, las concepciones de Piaget, por ejemplo, que van por otra vía.
M-C. Thomas: No me permitiría incluir todo el trabajo de Françoise Dolto en la negación del psicoanálisis de niños. Lo que quise decir al decir no hay psicoanálisis de niños era subrayar el hecho de que “niño” lleva al psicoanálisis hacía el lado de la psicología. Era una crítica de, justamente como usted lo sugirió, de lo que entra allí como psicología del desarrollo, como psicología del niño, sobre todo en muchos trabajos anglosajones. Entonces hay psicoanálisis, o no hay psicoanálisis, sea cual sea la edad del paciente. Lo diferente es el juego.
Diego García: Me parecía interesante la referencia a la noción de discurso que aparecía en Aristóteles que, como decías, está en el contexto de la discusión con los sofistas, de la discusión retórica como tal, porque él usa esta expresión, si yo apunté bien, la definición: “si el adversario no dice nada”. Me parece que esa idea de adversario es interesante porque hace pensar que el autismo es el adversario para cierta concepción del lenguaje que vos te ocupaste de criticar. Y la pregunta es, retomando la expresión de que el autismo es un punto de resistencia, si el autismo como fenómeno no supone un lugar de adversario, un adverso del biopoder, una instancia de adversidad ante la pretendida hegemonía de control lenguajero que supone el biopoder.
M-C. Thomas: Así considero las cosas, efectivamente. Me parece que justamente poder ver en el autismo un juego de fuerzas, una resistencia contra lo universal, me parece que es una manera de ver las cosas que es dinamizante, y que nos permite, nos estimula a trabajar. Pero es una forma de considerarlo, con estas observaciones usted llega a la radicalidad de mi posición.
Participante VI: Buenos días, es muy interesante la versión biográfica e histórica que ha hecho. Y preguntarle: desde las estrategias terapéuticas, hoy el enfoque que nosotros manejamos, es el de la multidisciplina. Y lo que quizás se refiere como resistencia para otros, lo evaluamos como retrasos en un neurodesarrollo. Me gustaría preguntar su opinión sobre el trabajo conjunto entre psiquiatras y terapeutas, psicoanalistas.
M-C. Thomas: Pienso que está bien. Las cosas son así, no podemos hacer la revolución. Hay que usar lo que ya está, hay muchas cosas; faltan muchas pero lo que ya está, está bien, hay que usarlo. Está bien en la medida en que no haya una corriente que quiera imponerse, y destruir a otras. La multidiscipinaridad me parece un… mundo. Es así, vivimos en un mundo que está lleno de cosas multidisciplinarias, entonces, no podemos inventar otras cosas para los niños que se llaman autistas, porque entonces los encerraríamos aún más. Creo que Guattari había sido invitado a unas instituciones en Turquía, si no me falla el recuerdo; él les decía, hagan con lo que tienen, trabajen con lo que tienen, siendo críticos. Yo ayer les decía que está bien si hay un lugar reservado para el análisis, pero hay que usar lo que hay. Hay que poder trabajar con lo que se tiene, eso permite ser más livianos y más inventivos que estar todo el tiempo tratando de transformar todo. Hay que dejarse un espacio para buscar transformar las cosas, pero en el campo profesional, tenemos que trabajar con lo que hay.
Ángel Fernández: Sí, usted en el libro Lacan lector de Melanie Klein, destaca la singularidad de la lectura de Lacan ; y como en la Argentina hay una enorme confusión entre la psicología, la psicoterapia y el psicoanálisis, lo que me interesa preguntarle es si usted puede brevemente indicar cuál es la singularidad de la lectura de Lacan respecto del autismo.
M-C. Thomas: En Genealogía del autismo, usted puede leer que hice el repertorio de todas las ocasiones en las que Lacan usa ese término. A veces me parece que Lacan se quedaba en una posición vagamente bleueriana sobre el autismo. En un congreso se le interrogo sobre el autismo infantil, y su respuesta evidentemente no satisfizo a su interlocutor, quien le preguntaba más bien sobre el autismo de Kanner, y él en cambio estaba más bien respondiendo desde el punto de vista de Bleuler. Una de las últimas ocurrencias de la palabra se encuentra en el seminario L’insu que sait de l’unebévue s’aile à mourre, en el año 77: Lacan se pregunta si la terapia, la cura no era un caso de “autismo de a dos”. Cuando ahí usa la palabra autismo, me parece que lo hace en el sentido de Bleuler. Es decir, una fantasmatización un poco replegada sobre sí misma, pero entre dos. Y dice que la lengua interviene para impedir que eso se produzca. Es decir, el hecho de hablar. Pero plantea la pregunta.
Bueno les agradezco por su atención y la verdad es que fui muy feliz tanto hablando en esa especie de hangar de la Facultad, (que me pareció muy simpático) como en este lugar, que me resulta un poco aplastante.
(Aplausos) Muchas gracias.
M. Esnal: Bueno Marie-Claude, que sea hasta la próxima
M-C. Thomas: ¡Hasta la vista!
[1] Psicoanalista. Miembro de la Ecole Lacanniene de Psychanalyse. París.
[2][2] Lenguajero: nombre dado a los peregrinos de Santiago de Compostela que hablaban varias lenguas. Lenguaraz, es un término posterior para referirse a los hablantes de otras lenguas: ejemplo la Malinche, “lenguaraz de Cortés”.