Amende honorable
Ana Bedouelle
Amende honorable, en francés, es una expresión corriente para declararse culpable y en consecuencia pedir disculpas y hacerse perdonar. Literalmente amende es una multa, una sanción por incumplimiento de alguna obligación o por no haber respetado por ejemplo un lugar de estacionamiento reservado.
Honorable en francés traduce tres términos en español: honorable, honroso y honrado (como en honorable esposa, honrado padre, y perder es honroso pero ganar es mejor).
La expresión completa para pedir disculpas es: faire amende honorable; y se traduce por “me retracto, me excuso, me declaro culpable, he sido yo”. Es un performativo (1). Es diciéndolo que lo estoy haciendo.
La expresión « amende honorable » surgió en el medio jurídico del Ancien Régime; era una condena que suponía que el condenado debía reconocer públicamente su falta y pedir perdón a Dios, a la sociedad y a los hombres. Era parte del castigo de toda clase de faltas. Se utilizaba solamente para faltas de poca gravedad: atentado al pudor, insulto, sacrilegio, malversación de fondos públicos, y acompañada de otras penas mas importantes para crímenes más graves, e incluso crímenes que conllevaban la pena capital. La amende honorable era ejecutada en un sitio publico, después de haber estado anunciada con carteles en las calles, en presencia del juez, del sacerdote y de las personas ultrajadas; este sitio público era muy a menudo el umbral de la iglesia mas cercana al lugar del delito o crimen. El condenado, vestido únicamente de una camisola y descalzo, llevaba un cirio en cada mano y se arrodillaba para pronunciar las palabras que habían sido precisadas en su juicio; si estaba condenado a muerte llevaba una cuerda alrededor del cuello. La función de esta ceremonia no era de preservar el alma del condenado, para ello existía la confesión. Era purgar la falta civil, anular el ultraje y prohibir así la venganza.
El título aconteció: se impuso. Cuando recibí el segundo mail de Esteban pidiéndome el título de la ponencia, le quise pedir disculpas y escribí amende honorable para hacerme perdonar el retraso.
«Qué bonito título, me respondió, y qué misterioso». Siendo creyente de que los dichos nos trascienden y que las formaciones del inconsciente se respetan, acepté el desafío y aquí me encuentro frente a vosotros haciendo “amende honorable”.
Acaso se disculpan los psicoanalistas? O los psicoanalistas tienen siempre razón, y como le reprochaban a Freud « heads I win, tales you lose » cara gano yo y cruz pierdes tú; lo cuenta el mismo Freud de « Construcciones en el Análisis » para decir poco tiempo después que si la construcción es pertinente no tiene ninguna importancia (concluimos, entonces, que no necesita disculparse).
Luego, y siempre gracias al fallido, aparece esta otra pregunta: ¿disculpamos a los analistas? Y es quizás más difícil de responder, excepto dándole una vuelta al problema: « si tengo algo que disculpar es algo que me concierne a mí en tanto que analizante. »
Encontré un escrito en el que un psicoanalista se disculpa, no por escrito, sino oralmente y en presencia de su analizante : Wladimir Granoff en la transcripción póstuma de una conferencia, expone la historia de un análisis en el que se sabe responsable de la interrupción. La persona de la que habla nunca lo mira. Lo que en inglés se llama « eye contact », el contacto de los ojos, no acontece en este análisis: la analizante se sustrae a ello. Granoff, durante todo el tiempo de la « cura » (que él mismo llama así), cree que el análisis avanza; tiene confianza (en que el análisis avanza, en Granoff como analista, en la analizante como analizante).
Esta analizante no lleva nombre en la conferencia de Granoff: él no desea cambiarle el nombre, que es « como su ser mismo, lo imposible a evacuar del sentido más secreto de su vida y de su piel » (2)
¿Y por qué tiene confianza? ¿Por qué una « contratransferencia tan positiva » (sic) hacia una analizante que no le manifiesta ninguna simpatía? Granoff tiene esperanzas en este análisis, aunque ella no lo haya visto nunca: ni una ojeada al entrar ni al salir, nada que responda al saludo; anda en línea recta, sin mirar hacia los costados.
La crisis que lleva a la interrupción es la siguiente: la paciente habla de un sueño y Granoff interviene, de tal modo que todo se acaba. Hay en el sueño arena que sale de un tubo, y Granoff, que escucha de manera « flotante » y quizá también algo distraído, le pregunta si esta arena es roja en referencia a las reglas. La paciente siempre ha dicho no soportar que se hable de las reglas. Ahora tampoco soporta el análisis. Y lo interrumpe. Este acontecimiento deja a Granoff en tal estado que unos meses después la llama, le telefonea para pedirle una entrevista, dónde y cuándo ella lo desee pues es él quien lo está pidiendo. La paciente acepta la entrevista, aunque ya en el teléfono dice que la interrupción de su análisis no debe de ninguna manera cuestionar el trabajo que ha hecho Granoff. Ella se rinde a la consulta, y Granoff le dice: « La interrupción de su análisis ha sido la actuación de un sentimiento. Cuando esto ocurre, es siempre porque el psicoanalista no ha escuchado, ha sido sordo frente a alguna cosa. A qué he sido sordo? ». Ella: « Qué le hace decir eso? » « Siempre es así, lo sé » « Lo sabe? » « Si ». Y ella dice entonces cómo el análisis se ha vuelto como la muerte. Y allí Granoff oye por fin que hay un exceso de algo. Y ella dice cómo le parece insoportable que alguien tenga el poder de curarla. ¿Qué ha sido excesivo? Su interés por ella, por ese análisis, su satisfacción de verla avanzar, su esperanza de curarla; para ella eso es un poder absoluto, que nadie puede tener sobre ella. Para Granoff ella no lo ha visto, pero él no la ha oído. Y luego, ya solo, se dice que el exceso es un exceso de cuidado. Que si bien lo que cura en psicoanálisis es el amor, el amor es también su obstáculo. Y el saber, antagonista de la verdad, que no se ha puesto entre paréntesis para que pueda surgir ese otro saber, de otra naturaleza.
Estas « disculpas » de Granoff son dichas a una asamblea, y él mismo hace la observación: dice estar en posición de analizante frente al silencio de los que escuchan.
Mi propósito era y sigue siendo hablarles del control, y es lo que he comenzado a hacer al hablar de las disculpas de Granoff. Es quizá aquí que debo pedir disculpas por hablar de tal tema desde mi posición fuera de toda asociación institucional, en el seno de una asociación institucional, asociación de psicoanalistas y centro de formación.
No siempre tuve este estatuto de electrón libre; participé durante muchos años en un proyecto institucional con el psicoanalista con quien había hecho el análisis que me llevó a desear ser analista – y luego fue también mi controlador. Durante estos años desplegué un gran número de actividades, grupos de lectura, responsable de los grupos de trabajo, pronuncié conferencias y animé talleres y jornadas, y también un espacio en el que se recibía a psicoanalistas exteriores a la institución para discutir de sus publicaciones o trabajos. Como en el ensayo de Rancière « El Maestro Ignorante » enseñé lo que no sabía y así lo aprendí. Di seminarios y viajé a Buenos Aires, Medellín y muchas veces a Murcia, y en consecuencia muchos años más tarde me encuentro aquí con vosotros en Cuenca.
En el momento de mi ruptura con la institución, sin hablar de los desacuerdos con respecto al funcionamiento institucional o a los contenidos de las enseñanzas, pensé que había habido abuso e implementación de la transferencia para objetivos otros que el análisis. Algún episodio en el que me sentí infantilizada o no reconocida provocó mi enojo. De lo que concierne a la implementación y abuso de la transferencia me considero hoy responsable al cincuenta por ciento, tan grande era mi deseo de ser psicoanalista. Después de mi ruptura con la institución enseñé en el taller de Arte Terapia « Les Pinceaux », donde daba clases de teoría psicoanalítica y sobre todo supervisé las prácticas de los estudiantes. Lo mismo hice en la facultad de Psicología de Paris VII, durante quince años, grupos de lectura y supervisión de prácticas. Estos grupos de supervisión me enseñaron mucho. Los grupos en la facultad contaban con veinte estudiantes, y el taller con diez. Entretanto en mi consulta empecé a recibir demandas de control. Jóvenes que comenzaban a trabajar, analistas que llevaban años de ejercicio y que buscaban un control sin incidencias institucionales.
La mesa en la que participo en este congreso trata del psicoanálisis extramuros, y me defino hoy como extramuros, fuera de los muros de una escuela. No soy un caso único en el paisaje francés del psicoanálisis después de Lacan; y mi relación con las escuelas depende es puntual; asisto a jornadas, congresos, grupos y seminarios en diversas asociaciones, y también voy donde me invitan.
Se que en España utilizáis el término « supervisión » y sin embargo voy a mantener la diferencia entre supervisión y control. Primero, porque en el contexto y encuadre, así se llamaba « supervisión » en el taller y en la facultad. Pero luego porque si bien la supervisión en grupo dentro de estas dos instituciones se convirtió en un ejercicio analítico, no puedo decir que fuese un análisis; mientras que el control, es un análisis de control.
En todos esos años de ejercicio, me acompañó el recuerdo de una frase de Laurence Bataille. En mi recuerdo la frase decía esto: « en un control, el que aprende es el controlador, y el que sabe es el controlado ». Para vosotros la fui a buscar en el libro de esta autora, y la traduje:
« Dónde este otro analista, llamado controlador, encontraría mejor enseñanza que en el ejercicio de controlar? Cuando no existe ninguna obligación institucional, lo que está en juego en un análisis aparece claramente. He llegado a decir que el control da seguridad al controlado y enseña al controlador. ¿Y el analizante? Cuando el controlado se permite hablar con libertad de lo que más le preocupa, los efectos del control son benéficos para el analizante. »
Es decir, en el control como en el análisis, el saber teórico, el saber universitario, el saber de los libros tiene un lugar que no es relevante en la situación. No estoy allí para enseñar. El saber está allí como la biblioteca o el libro sobre la mesa, y no es durante el ejercicio que el contenido se despliega. Allí está entre paréntesis. Cuando controlo soy yo quien aprendo.
Quiero hacer un paréntesis y leer este párrafo tan visitado de Winnicott, Los fines del tratamiento psicoanalítico (1)(que ya ha sido citado en la mesa).
« Al hacer psicoanálisis me propongo:
Mantenerme vivo
Mantenerme sano
Mantenerme despierto
Pretendo ser yo mismo y comportarme bien.
Una vez iniciado un análisis, espero continuarlo, sobrevivir a él, ponerle fin.
Disfruto analizando y siempre espero con esperanza en el final del análisis. El análisis por el análisis mismo no tiene sentido para mí. Analizo porque es lo que el paciente necesita y le conviene. Si el paciente no necesita análisis, hago otra cosa ».
Y al final del artículo dice: « Si nuestro fin sigue siendo verbalizar la consciencia naciente en términos de transferencia, estamos practicando análisis ; en caso contrario somos analistas que practican alguna otra cosa que consideramos apropiada para la ocasión. Y ¿por qué no? »
No creo que nuestro fin sea el de verbalizar la consciencia naciente en términos de transferencia y espero que sólo sea un problema de traducción que no voy a verificar, al igual que eso de esperar con esperanza; el resto es como un poema dedicado al tema de la mesa. ¿Extramuros: por qué no?
Entonces cuál es nuestro fin, esa es la cuestión.
Este texto de Winnicott evoca la soledad del analista, el vacío: ¿en qué otras circunstancias me propongo mantenerme vivo, mantenerme sano, mantenerme despierto? Nada viene a rellenar ese vacío, y aún menos la teoría. En un texto de Clavreul sobre el control, el acento está puesto sobre la necesidad y la pertinencia de este sentimiento de impotencia o de impostura en los jóvenes analistas confrontados al vacío de la transferencia, y la vanidad del saber teórico -los prejuicios, diría Freud- que deben dejarse fuera para que otro saber pueda acontecer (4).
Etimológicamente, la palabra control se origina en el latín contra rotulum, lo que significa un contra registro. Literalmente un contra rollo. El rollo o registro supone, para poder ser controlado, que existe un segundo registro en el que se pueden verificar los datos del primer rollo: por ejemplo una entrada de concierto o de cine, consiste en dos partes que se cortan en la entrada para documentar el acto. Lo que cuenta aquí es con respecto a qué estoy siendo controlado, hay un original y una copia, y si retomamos la entrada, el registro sirve a controlar el pago para los impuestos. Lo que no dice nada sobre la música ni sobre el placer o goce de escucharla! A partir de qué ideales se controla un acto?
El término « control » (kontrolle, en allemand) fue introducido por Freud en 1919, justamente en el artículo sobre la enseñanza del psicoanálisis en la universidad, donde se trata de la formación de los psicoanalistas. Dice que el psicoanalista puede « prescindir de la universidad sin menoscabo alguno para su formación. En efecto, la orientación teórica que le es imprescindible la obtiene mediante el estudio de la bibliografía respectiva y, más concretamente, en las sesiones científicas de las asociaciones psicoanalíticas, así como por el contacto personal con los miembros más antiguos y experimentados de estas. En cuanto a su experiencia práctica, aparte de adquirirla a través de su propio análisis, podrá lograrla mediante tratamientos efectuados bajo el control y la guía de los psicoanalistas más reconocidos. »
El término surgió entonces en relación con la formación del psicoanalista. A partir del momento en el que la formación del psicoanalista se convierte en un tema institucional, aparece una discusión sobre la cuestión del control que continúa en términos muy similares, apenas modificados desde el origen hasta un siglo más tarde, es decir hasta hoy – noventa y ocho años después. Esta discusión se presenta como tema y variaciones sobre muchas cuestiones conexas.
La problemática es la siguiente y concierne a dos versiones de la enseñanza que esquemáticamente llamaremos el partido de Berlin y el partido de Budapest. Es decir, el partido de Abraham y el partido de Ferenczi. Según Berlín, el psicoanalista se formaría según un modelo. Según Budapest, el psicoanalista se formaría en la interrogación y la crítica de sí mismo. Rápidamente se oyen las voces de dos mujeres, Helen Deutsch y Vilma Kovacs. En pleno trabajo todo se desmorona con la llegada del nazismo. El psicoanálisis se exila. Se escuchan voces críticas en Estados Unidos. Luego el psicoanálisis se reinstala en Europa: en Francia y en Inglaterra. Tres décadas más adelante Maud Mannoni retoma el debate. A la creación de la Escuela Freudiana de Paris, Safouan le da su voz. Conrad Stein organiza un congreso sobre el control en 1985. En 1910 la revista Figures de la Psychanalyse n° 20 dedica un tomo al problema del control. El debate renovado a la categoría de la paradoja, con la constatación de que hay pocos textos sobre el problema. En realidad hay textos, pero no producen la salida, el aufhebung, el exit de la problemática. « On en sort pas », del debate del control no salimos. Se reexamina a Helen Deutsch. A Vilma Kovacs. Volvemos a Berlin y a Budapest.
El primero en retomar el término Kontrolle fue Eitingon, quien presentó un informe sobre el Instituto Psicoanalítico de Berlín en el congreso de 1922. El Instituto de Berlín era una policlínica en la que se recibían pacientes y también un lugar en el que Karl Abraham y Max Eitingon forman psicoanalistas, médicos, psiquiatras o legos. Fue el primer instituto de psicoanálisis, – hace casi cien años. El jefe de la psiquiatría universitaria de Berlín, el Doctor Oppenheim, les enviaba pacientes, y una importante cantidad de ellos fueron tratados por psicoanalistas en formación. Por lo tanto la cuestión de la responsabilidad parece estar ligada a esta primera ocurrencia de un control obligatorio en Berlín, en 1927. En cinco años el control se convirtió en obligatorio y se separó del análisis didáctico. Es parte de un programa de estudios, de un aprendizaje. Un psicoanalista en formación tenía entonces un análisis personal, uno didáctico, una supervisión o control con un tercero. Y En 1925 Eitingon escribe: « la formación psicoanalítica no debe depender de la iniciativa personal de los individuos ».
En 1927, Helen Deutsch expone que el control ha sido importado de una práctica según el modelo de la medicina, lo que haría posible una experiencia práctica con los pacientes bajo la dirección de la enseñanza de un profesor, aunque esté excluida la presencia del paciente mismo, lo que indicaría la posición paradójica de la doble tarea que se le impone a los didactas, a la vez terapeuta y profesor – apuntando hacia otra dificultad, la de trabajar con un controlado que no es transparente, interponiendo un obstáculo a cualquier objetivo de « analizar un paciente transparente » (el término es de Helen Deutsch).
Ferenczi y la escuela húngara adoptarán una posición diferente de la de Eitingon y Abraham. Vilma Kovacs (1883-1940), la madre de Alice Balint, analizante de Ferenczi y mecenas del psicoanálisis, funda en 1931 una policlínica en Budapest tomando como modelo la policlínica de Berlín. En 1935 Vilma Kovacs publica un articulo capital: Análisis didáctico y análisis de control, donde insiste en la necesidad que el didacta pueda escuchar la práctica del candidato:
« Es más fácil decidir del término de un análisis en el caso de un paciente que en el de un candidato. Cuando los síntomas han desaparecido, y se ha adquirido una capacidad de adaptación a la realidad, puede decirse que se ha obtenido lo que se esperaba de un análisis; podemos dejarlo ir sin inquietud; pero esto no lo califica para analizar a nadie, aunque tenga las capacidades intelectuales. El objetivo del análisis didáctico es de revelar al candidato, haciendo acceder a su conciencia las tendencias libidinales reprimidas y así permitiéndole conocer la estructura de su carácter, la naturaleza primera y fundamental de su personalidad. También debe revelar la máscara que disimula su verdadera personalidad, sus comportamientos automáticos, y mostrarle sus múltiples potencialidades. Debe poder adquirir suficiente elasticidad para poder penetrar las dificultades de pacientes con caracteres opuestos al suyo.
¿Hasta dónde podemos realizar este ideal? – no podemos saberlo antes de que el candidato haya comenzado su trabajo con pacientes (…). Si el candidato continua el análisis cuando comienza a trabajar (…) todas sus cualidades, buenas o malas, sus debilidades, aparecerán: por ejemplo su incapacidad a ser objetivo, a soportar la critica, su vanidad, su impaciencia, la tendencia a no ver más que lo que está a su favor y a dejar de lado las acusaciones serias que el paciente hace en su contra; la indelicadeza que satisface sus pulsiones sádicas o masoquistas; su dureza o por el contrario su simpatía y tolerancia excesivas. Todo esto procura una ocasión de mostrar al alumno la mejor manera de manejar la contratransferencia, uno de los factores predominantes en el trabajo analítico ».
En 1949, durante el primer congreso después de la guerra, en Zurich, se vuelve a tratar del desacuerdo entre americanos y europeos sobre el estatuto del psicoanálisis profano. Gracias a Jones, se adopta un gentlemen’s agreement (un pacto de caballeros): la Asociacion Psicoanalítica Americana (A.P.A.) mantiene la exigencia de ser médico para poder ser analista, y los europeos mantienen la posibilidad del ejercicio de los no médicos y también la de ser miembro directo de la Asociación psicoanalítica internacional (API, IPA en ingles) sin estar afiliado a una asociación nacional. Los institutos de Berlín y de Viena cerraron en 1938, y la subida del nazismo creó una verdadera diáspora hacia el Nuevo Mundo en particular.
Es el caso de Siegfried Bernfeld (1892-1953), filósofo vienés formado en Berlín y exilado en Francia luego California, miembro directo de l’A.P.I.. El 10 de noviembre 1952, unos meses antes de morir, Bernfeld pronuncia una conferencia décapante sobre « La formación analítica » frente al instituto de San Francisco, durante la que critica el modelo de formación y de control de la APA, y el lugar de la administración, la interferencia inevitable de la institución en la formación personal del analista. Se refiere también a su experiencia y a las dificultades vividas en el instituto de Berlín:
« El doctor Sachs, primer analista-didacta, renunció rápidamente a todo cargo en la sociedad y en el instituto. Claramente percibió que la posición del didacta es incompatible con las funciones políticas de la sociedad o del instituto.Si el didacta asocia la autoridad transferencial de un padre al poder de la autoridad de un cargo, su trabajo de analista se vuelve muy difícil. En nuestro sistema de formación, ejercer como didacta eleva a una posición de prestigio y de poder. De tal manera trastornamos considerablemente la transferencia en el análisis personal, cuando en realidad o quizá según lo que yo pienso, en circunstancias menos complicadas artificialmente, el análisis personal es tan difícil o tan fácil como cualquier otro análisis. Para conducir el análisis personal de un colega, necesitamos su colaboración, algo de experiencia y mucho tacto. »
Si hacer un control -o un análisis – sirve para progresar en la jerarquía institucional de los analistas, la única transferencia de la que se trata es una transferencia de poder. Por más teorizado o controlado que esté el control, el problema de la relación al poder transciende las escuelas y los tiempos. (« ¿Se analizó con Lacan? ¿Y por qué no lo dice? »)
En la perspectiva de 2017, los pocos años que pasaron entre la muerte de Freud, la Segunda Guerra Mundial, y la creación de la Escuela Freudiana de Paris (ni siquiera 25 años) son años de crispación, años en los que pareciera que para que el psicoanálisis tuviese un devenir, este mismo necesitara ser controlado y ser uno. Una tormenta agitó al mundo del psicoanálisis… alrededor de la norma y de la formación de los analistas.
« El control se impone », dice Lacan en 1964 en los textos de fundación de la Escuela Freudiana de Paris. « Cómo no ver que el control se impone » « desde el primer momento de los efectos del psicoanálisis en toda práctica del sujeto que se compromete con él »; « ¿y antes que nada para proteger al que viene en posición de paciente? » « Lo que está en juego es la responsabilidad que la realidad impone al sujeto, cuando practica, que toma frente a los riesgos. »
« La escuela asegurará los controles que convengan a la situación de cada uno, haciendo frente a una realidad, que hace parte del acuerdo del analista. » (Acta de Fundación)
Mucho más tarde, en la primera lección del seminario « Le Sinthome », Lacan habla de los controlados comparándolos a rinocerontes. En una primera etapa, hacen cualquier cosa (los rinocerontes son ciegos, atacan guiados por las orejas) y Lacan aprueba; y en una segunda etapa, se trata de jugar con el equívoco que libera el síntoma. Únicamente por el equívoco opera la interpretación; y algo debe resonar del significante.
El mismo año, en una intervención en la Escuela Freudiana de París, Moustapha Safouan (1975) subraya la tercera dimensión del control. En el control, no se puede ignorar la dimensión del deseo del analista.
Pero ningún texto habla mejordel control según Lacan, que el capitulo 4 del libro de Olivier Flournoy, « Mi control con Lacan » retomado por Allouch en una intervención en Bordeaux cuando presentaba su libro « L’amour Lacan ».
Allouch le dio el título: « Hay control y control».
Olivier Flournoy era hijo de Théodore Flournoy, psicoanalista, cuya hermana, también psicoanalista, se había casado con Raymond de Saussure, hijo de Ferdinand y psicoanalista a su vez: una familia de psicoanalistas suizos.
El padre de Olivier Flournoy se había ido a Viena para analizarse con Freud, y se había llevado mujer e hijos. Olivier de sus tres años recuerda el café donde se reunían los pacientes de Freud, y donde su padre tomaba café con Marie Bonaparte, quien se volvió amiga de la familia.
A su vez, cuando Olivier Flournoy quiso completar su formación de analista, se fue a París, para analizarse con Daniel Lagache, y controlar con Lacan. Era en 1956, y había dos asociaciones de analistas en París. La Sociedad Francesa de Psicoanálisis (a la que había adherido), y la Sociedad Psicoanalítica de Paris, más académica (y de la IPA).
Lacan lo recibió una primera vez y le preguntó con quién se analizaba, y si había leído a Freud. A esta pregunta Flournoy respondió que sí, un poco, y allí Lacan cortó la sesión diciéndole que leyese primero a Freud y volviese cuando lo hubiese hecho.
Un mes más tarde, el control había comenzado (Flournoy dice que de ahí en más: ¡nunca dejó de leer a Freud!) y las sesiones no duraban mas de cinco o siete minutos, lo que terminó enfadando a Flournoy, quien dejó de ir a las sesiones con Lacan sin decirle nada, y en cambio llamó a Francis Pasche, psicoanalista de la otra asociación.
Quien lo recibió e inmediatamente lo deslumbró con su saber y su prestancia.
Un día, en camino a la sesión con Pasche al volante de un auto prestado, Flournoy cuenta el incidente siguiente: « j’ai crevé un pneu » (« pinché una rueda »). Buscó el gato, y no encontró el agujero en el que poner el instrumento… por lo cual tuvo que llamar a un mecánico. Al llegar éste con su propio material, bastó que Flournoy lo viese con el gato en la mano para encontrar él mismo inmediatamente el agujero.
Demasiado tarde para ir a la sesión con Pasche, Flournoy quien no era tonto sacó las conclusiones de su acto; telefoneó a Pasche para disculparse, y a Lacan para pedirle una cita; y allí mismo por teléfono le explicó a Lacan por qué se había enfadado y marchado: las sesiones eran demasiado cortas y estaba dispuesto a volver, si Lacan aceptaba recibirlo más tiempo. Dicho y hecho: el control con Lacan se retomó sobre estas bases.
Flournoy quien se dice: « ni lacaniano ni no lacaniano », compara el control con Pasche y con Lacan. Jamás Lacan fue desagradable, crítico, despreciativo ni burlón; estaba atento; jamás explicó nada ni utilizó términos psicoanalíticos (falo, transferencia, represión, resistencia, inconsciente, pulsión, retorno de lo reprimido, lalengua); jamás le dijo cómo lo hubiese hecho, ni si lo que hacía Flournoy estaba bien o mal.
En contraste, Pasche sabía: «Pasche me sedujo, no intelectualmente, sino como se seduce a un alumno resolviendo sus problemas y mostrándole sus errores. Pero poco a poco me di cuenta del hecho siguiente: me hablaba de mi paciente como si lo conociera, en todo caso, como si supiese todo de su psiquismo. Esto no podía ser, lo que yo decía eran las palabras de otro».
El contraste está en el terreno del saber: «Pasche sabía y a partir de allí intervenía, sabiendo; Lacan en contraste, y en pocos minutos, hacía de comadrona, de partero, y yo sentía los efectos y me quedaba reflexionando largo tiempo después de haberlo dejado; mientras que Pasche me dejaba el gusto de una satisfacción momentánea desembocando en una insatisfacción durable».
Lacan, sin particular benevolencia, cuestiona al controlado, a veces explícitamente, otras veces simplemente por el hecho mismo de su «espera incitante, inquietante»; Lacan, dice Flournoy, no se interesaba en mi analizante, se interesaba solamente en mí», «lo que importaba era que yo me cuestionase».
Ejemplo de la primera sesión con Lacan:
Lacan– Alors ? (Entonces?)
Yo– Oui, j’ai trouvé un jeune philosophe désireux de faire une analyse, je lui ai demandé 800 francs, on commence demain. (Si, he conocido a un joven filosofo que desea hacer un análisis, le he pedido 800 francos, comenzamos mañana).
Lacan lacónico – Jeune ? (Joven?)
«En efecto, ¿por qué joven, se pregunta Flournoy, para tratar a Lacan implícitamente de viejo avaro? (Lacan le cobraba caro, y había comido un plato de rosbif-mayonesa frente a él sin invitarlo»
Y poco después:
Lacan – Philosophe ? (¿Filósofo ?)
En efecto, ¿porqué filosofo? ¿Por orgullo ? ¿Para mandarme la parte y anunciar que tengo pacientes cultivados? ¿Para indicar que lamento no serlo? ¿Para señalarle a Lacan que sé que él lamenta no serlo también? ¿Por rivalidad?
En cuanto a los 800 francos, que solamente una ceja alzada de Lacan vuelve problemáticos, evocan a Flournoy lo que Pasche había dicho al mismo propósito: «¿800 francos? Debe pedirle 1000 francos para que él sepa que es alguien importante para Ud.»
¿Como Pasche podía saber de qué manera interpretaría el paciente el cambio de 800 a 1000 francos? ¿De dónde sabe que el paciente no pensará que es simple glotonería de dinero del analista o mil otros motivos que se puede uno imaginar?
La diferencia entre estos dos controles es la posición del controlador con respecto al saber. Pasche pone a su saber en posición de agente del acto, pero además, en este ejemplo, el saber del que se trata consiste en sus propios prejuicios, proyectados sobre el paciente.
Como dice Adam Phillips en «Terrors and Experts», nadie es experto en el otro. Se trata de aprender del otro y no de desplegar un saber. La verdad y el saber no son del mismo orden, no se sobreponen, no son productivos uno del otro.
Para terminar, una pequeña fábula y un apólogo:
Alban Berg, compositor vienés de la primera mitad del siglo XX fue alumno de Schoenberg, quien le enseñó la composición. Al finalizar su ciclo de estudios con Schoenberg en 1908 Berg (23 años) debía componer una pieza – algo así como una tesina -, un trabajo de fin de estudios. Decidió componer una sonata para piano de forma clásica en tres o cuatro movimientos. Escribió el primer movimiento de diez minutos y luego se quedó bloqueado: aparentemente durante un largo periodo le faltaban ideas para componer los otros movimientos. Al cabo de seis meses de sufrimiento recurrió al maestro, quien después de haber leído su trabajo le dijo: « si no encuentras inspiración, es que ya lo has dicho todo». Gracias a esta lección de Schoenberg, Berg, encaminado hacia su propio estilo, publicó una sonata en un único movimiento, por primera vez en la historia de la música.
Para poder hacer una intervención de este tipo, Schoenberg también es capaz de poner su relación al saber entre paréntesis.
Y con respecto al saber, hace muchos años una amiga psicoanalista a quien le debo mucho, dijo que hacer psicoanálisis es como trabajar un campo: a nadie se le ocurriría desmontar el arado (el saber) en pequeñas piezas sobre la tierra para trabajarla. Una tuerca no es semilla de nada. El arado en piezas sobre la tierra es perfectamente estéril. Muchos años más tarde le comenté a mi amiga que siempre tenía presente aquella metáfora del arado, y ella no recordaba haberla dicho. Y me dijo: «en todo caso, hoy diría que el arado determina los límites del campo que vamos a trabajar».
Reflexión para los años a venir….
Bibliografía
Jean Allouch (2010) «Où il y a contrôle et contrôle », intervention à la librairie Mollat de Bordeaux
Jean Allouch, « Fragilités de la psychanalyse », in Critique 800-801, Paris, 2014
Colonomos, F. et alli (1985) On forme des psychanalystes. Rapport original sur les dix ans de l’Institut Psychanalitique de Berlin 1920-1930. Paris, L’Espace Analytique, Denoël.
Olivier Flournoy, De l’amitié. Rencontres personnelles et intellectuelles avec Saussure, Freud et Lacan, Paris, Labor et Fides, 2010.
Geblesco, E. (2008) Un Amour de Transfert, EPEL.
Carlos Kessler, « Le contrôle et l’acte analytique » in Oxymoron 2.
Lacan, J., « Acte de Fondation », in Autres Écrits, Paris, Seuil, 2001.
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Ornicar N° 42.
Rath, Claus-Dieter. « L’apport d’Helene Deutsch aux questions fondamentales sur l’analyse de contrôle (1927-1935) », Figures de la psychanalyse, número 20, Paris, Erès 2010, pp. 123-138.
Safouan, M. (1975) “Vers une thèorie de la analyse du contrôle” in Lettres de l’École Freudienne de Paris, 16. p. 205-19.
Scilicet. (1976) “D’un discours à l’autre, l’instituition dite du contrôle”, in Scilicet, nº 6/7, déc. Paris, Seuil. p. 204-22.
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Notas:
(1) Y así se lo utiliza en el protocolo Minnesota adaptado luego por los programas de alcohólicos o toxicómanos anónimos – uno de los doce pasos es el de declararse culpable de ser toxicómano o alcohólico para luego pedir perdón a Dios o al prójimo.
(2) La sensibilidad con respecto al nombre según Goethe, nombre al que estamos ligados como a nuestra piel. Freud hace referencia a esto en el capítulo IV de la Traumdeutung.
(3) Los fines del tratamiento psicoanalítico. Trabajo presentado ante la British Psycho-Analytical Society, el 7 de marzo de 1962.
(4) J.Clavreul, « Interview sur le Contrôle », Patio N°2, Paris, Evel,1984