Al parecer hace no muchos años se descubrió o se construyó la idea de que el lenguaje creaba la realidad. Así, la realidad pasó de ser una incógnita a tener una existencia prestada. Quiere decirse que lo importante era el relato y no la realidad. O mejor aún, el relato es la realidad. Con el tiempo, poco a poco, se ha convertido en el paradigma del pensamiento de lo que se viene a denominar la extrema derecha, aunque parece que el movimiento woke también participa de este paradigma. Los paradigmas no tienen ideología, son usados por las ideologías.
La realidad del lenguaje, la realidad social y el personaje que los encarna nos permiten buscar ese factor psi siempre disimulado en el mar de las ideologías.
En el narcisismo, el discurso no es un pretexto, es una convicción. En el neurótico, la represión permite el pretexto. En el narcisismo no hay represión, por eso el discurso es nítido.
Putin quiere reconstruir la URSS, Trump quiere reconstruir América. Volver a ese paraíso originario en el que ya no estamos. El análisis de dónde estamos cede el paso a dónde queremos estar y ya estamos. En el universo narcisista, el tiempo del proyecto ya está realizado. La temporalidad está superada.
El factor psi queda, en este caso, sobradamente inmerso en la categoría diagnóstica del narcisismo. Dos narcisismos, Putin y Trump, de apariencia distinta: el primero con la imagen siniestra e imprevisible frente al otro, infantil, caprichoso y ridículo.
El componente narcisista universal se convierte en diagnóstico cuando el relato se impone a la realidad. Y ambos personajes construyen un relato que universalmente se considera falso. No es una falsedad fundada en el error interpretativo, es una falsedad fundada en la necesidad narcisista. Por eso, sus protagonistas no son unos mentirosos inmorales, son únicamente enfermos que aún no han sido reconocidos como tales. Por eso nos preguntamos ingenuamente: ¿cómo es posible que en el mundo político no se hayan construido filtros que impidan estas presencias? Pues se pretendió, no por el mundo político, pero si por el mundo psi. En 1964 la revista Fact de EEUU publicó un artículo en que se denunciaba la salud mental de Harry Goldwater, “El inconsciente de un conservador”. Este denunció a la revista y se falló, cinco años más tarde, a favor del senador que recibió 75.000 dólares.
Desde entonces lo que se denomina la regla Goldwater pone en peligro cualquier opinión sobre la salud mental de personaje público sin su consentimiento. Sin embargo se publica.

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