Ponencia expuesta en el
XIV Congreso del Centro Psicoanalítico de Madrid.
Málaga, 14/15 de Marzo de 2003.
Freud eligió la tragedia de Sófocles como ejemplo de los fundamentos eternos de la buena y mala relación entre padres e hijos y de la existencia universal del parricidio y el incesto en el psiquismo inconsciente.
Edipo fue un niño abandonado por sus padres biológicos y adoptado más tarde por los reyes de Corinto.
Los padres malos, Layo y Yocasta muestran sus impulsos de mutilar, matar y abandonar a Edipo. Esta fatídica relación conducirá a Edipo a realizar activamente el crimen que él debió soportar pasivamente (1).
Es decir, que el parricidio y el incesto constituyen respuestas al filicidio al cuál se vio expuesto Edipo en virtud de los actos de sus padres Layo y Yocasta.
Edipo nos muestra también una relación positiva y afectuosa con sus padres buenos, o con los aspectos buenos de sus padres adoptivos, Pólibo y Mérope, que le recogieron y criaron.
Diremos que la tragedia se inicia como un comienzo de la elaboración de los años anteriores de Edipo, que permanecieron inconscientes.
En el transcurso de la trama se derrumban las defensas maníacas que ocultaban el proceso de abandono, cayendo primero la negación de los hechos traumáticos iniciales de la vida de Edipo y después, la idealización y la omnipotencia. Cuando culmina la tragedia, Edipo cae desde su grandeza real y pasa a ser acusado y maltratado como autor del mayor crimen ante los dioses: el parricidio y el incesto. Luego partirá ciego, denigrado y expulsado de la patria, a recorrer el Hélade.
Edipo es ante todo, un desventurado niño perseguido, un niño a quién sus padres envían a morir, recordemos que al nacer sus padres además de mutilarle, perforándole los pies, ordenan a un pastor matarle o abandonarle a los tres dias de nacer.
Estas circunstancias crean el punto de fijación persecutorio al que regresará un día. Entendemos, que el parricidio e incesto, cometido por Edipo, serán la consecuencia y no la causa de la conducta de sus padres y su raíz podemos encontrarla en la identificación del niño con la actitud agresiva previa de los padres.
La negación es el mecanismo sobresaliente en Edipo, ya que lo esencial en la trama es su imposibilidad para reprimir el parricidio y el incesto que pasan a ser actuados. Actuación que encierra el odio incontrolable por los padres que lo abandonaron.
La diferencia de los niños adoptados respecto a los demás es que sus padres biológicos, no solo han tenido deseos y fantasías filicidas, que sabemos que coexisten en mayor o menor grado en todos los padres junto a sentimientos tiernos y amorosos que permiten la supervivencia, sino que esos deseos filicidas han sido actuados. Los han abandonado en la realidad.
La diferencia del adoptado no es por lo que le falta en la biología, sino por lo que le sobra como estigmatización social, y sobre todo por como estructura su mundo interno.
El doble origen del niño adoptado, padres biológicos y adoptivos, hacen de la adopción una realidad bastante compleja.
Es un niño, resultante de la conjunción del “no deseo” de los padres biológicos y del “deseo” de los adoptantes. El primero, fuente de resentimiento y hostilidad y el “deseo”, de los padres adoptivos, integrador y estructurante de su psiquismo, lo que le permitirá reconciliarse con la vida.
Generalmente el primer abandono supone para estos niños una herida narcisista, que se perpetuará si no logran resolver la situación de dolor y resentimiento, dándose una fragilidad yoica que además les situará en contra del mundo.
El niño abandonado tiene un importante duelo pendiente, ya que como decíamos se hacen presentes actuaciones filicidas de los padres originales, por lo que los niños pueden también llevar al acto estas actuaciones en forma de rechazos, fugas trastornos de conductas etc. con los padres adoptivos que son los que están cerca.
También los padres adoptivos pueden tener respuestas agresivas hacia su hijo, sobre todo si esperan al hijo “ideal” que les colmará de satisfacciones y que reparará su narcisismo dañado por su incapacidad para procrear. Esperanzas que el hijo adoptado nunca podrá satisfacer.
Así se presentan en mi consulta unos padres con su hijo adoptivo de 7 años. Una madre con una importante patología narcisista y manifiestos celos ante la estrecha relación padre-hijo, alega el siguiente motivo de consulta:
“Venimos porque es la última oportunidad que le damos a Luis para que cambie, si no le devolveremos a la casa de acogida, porque la convivencia no es como queremos, sobre todo conmigo que no es cariñoso”.
Madre frustrada en sus expectativas de familia feliz, que deposita en ese niño un sin fin de exigencias, entre las que se encuentran ser el salvador de un matrimonio en crisis.
La preocupación por el efecto traumático en el psiquismo de Luis ante una segunda actuación filicida a cargo de la segunda pareja de padres, me lleva a plantearme la historia de esta pareja, las anticipaciones de esta madre en el hijo fruto de sus fantasmas inconscientes. Pero sobre todo me interesa la novela familiar que construirán estos niños.
La novela familiar sabemos es una fantasía consciente que todo niño elabora a los 5-6 años y que forma parte de la herencia del conflicto edípico. En ella va a negar la escena primaria, separando a los padres. Desvaloriza al personaje paterno y le hace sufrir una castración simbólica de diversas formas. La figura materna también es modificada, se vuelve seductora y accesible permitiéndose fantasías sexuales con ellas a través de héroes sustitutos poderosos con los que se identifica (2).
Cuando el niño conoce las relaciones sexuales entre el padre y la madre comprende que “mater est certisima sed pater semper incertus”, por lo que no duda del origen materno, aceptándolo como inalterable, pero elige a otro padre al que eleva de rango. En la 2ª fase sexual de la novela familiar aparece el deseo de acusar a la madre de relaciones amorosas ocultas y desplazar así, las relaciones de la madre todopoderosa con un desconocido todopoderoso también.
Todo este esfuerzo por remplazar al padre real por uno superior es la expresión del lamento por haber perdido la felicidad de un tiempo pasado.
Como indica Freud(3) la fantasía se organiza por la reaparición de la megalomanía infantil, en un intento de vivir el edipo de un modo no conflictual, con restauración narcisista también.
Esta breve fase en el desarrollo normal infantil en la que el niño duda de su status de hijo natural, creyendo que es adoptado, surge como consecuencia de la incapacidad para tolerar los sentimientos ambivalentes hacia las figuras parentales, que su lugar de exclusión le provoca.
Esta fantasía desvela también, la utilización de la agresividad y desidealización de los padres para poder acceder a nuevos modelos de identificación , que reforzaran su autoestima y permitirán la adquisición de su identidad. Se da un despliegue pulsional que termina con la reparación del objeto.
En los adoptados esta fantasía aparece como más alcanzable porque la idealización de los padres biológicos puede ser un camino defensivo para evitar la situación de frustración y decepción frente a los padres cotidianos, lo qu
e impide, o al menos altera, el proceso identificatorio.
Algunos autores sostienen que en los niños adoptados se da una prolongación y refuerzo de la fantasía de la novela familiar lo que complicaría al adolescente identificarse con sus padres adoptivos. Pienso que la capacidad de los padres adoptivos para aceptarse como verdaderos padres sexuados y edípicos es una condición sine qua non para que pueda establecerse la filiación.
Porque no olvidemos que el deseo del hijo adoptado en contraste con el biológico es negar la adopción, estableciendo un lazo de sangre con sus padres adoptivos y así borrar la humillación que implica el hecho de haber sido abandonado.
Este hecho, mantiene en la realidad el peligro de un reabandono y la angustia también de que toda fantasía puede realizarse, exacerbándose la consabida ansiedad de separación que, como sabemos, es latente en todo niño. En el niño adoptado existe una constante abandonica; su temor básico es la repetición de una situación de rechazo y posterior pérdida. Frente a esta ansiedad se movilizan defensas que tiene como finalidad comprobar en que medida son queridos y no abandonados, pudiendo aumentar la dependencia hacia los padres adoptivos por ser los salvadores o, alejarse, rechazando todo lo que venga de ellos, expresando así, la venganza hacia sus padres originales por haberle abandonado.
El niño adoptado, como vemos, tiene una superposición de doble parejas de padres que deberá incluir en su mundo representacional y la necesidad de elaboración por tanto de una doble renuncia: ser espectador excluido, de dos escenas primarias. Estas representaciones de objeto, madre buena, mala, padre poderoso, criminal etc, producirán sentimientos ambivalentes y conflictos en las identificaciones de este hijo.
Por identificación con estas imágenes, el hijo adoptivo puede sentirse odioso, peligroso y actuar este odio con sus padres adoptivos, tras lo cual el temor a la venganza de los padres cotidianos confirmaría la mala representación de si mismo como hijo indigno al que sus padres biológicos rechazaron por ser “malo”. Y puede entonces, de manera angustiosa, comenzar la búsqueda de sus padres originales, como la única salvación posible, apareciendo en ocasiones un conflicto interno entre el deseo consciente de poner fin al sufrimiento que va ligado a la ignorancia y por otro lado, el temor inconsciente de perder las protecciones unidas precisamente a esta ignorancia, porque el encuentro con los padres biológicos suele ser vivido como inquietante y peligroso, por lo que casi nunca se encuentra solución y se explica así la renuncia de la mayor parte de las búsquedas. Diría que raramente es llevada a término, y cuando se logra, es a menudo más angustiosa que satisfactoria.
Al hijo adoptado se le tiene y al biológico se le hace a partir de la unión cromosómica que reproduce el color de los ojos etc. Pero, en ambas circunstancias, la relación con los hijos se construye día a día. Adaptarse a ese nuevo sujeto extraño, desconocido que ingresa en la propia vida constituye una tarea más o menos trabajosa. Pero, aunque resulte más fácil para los padres biológicos, también sabemos es dificil querer al hijo tal como el hijo se propone ser.
¿Cuánto tiempo se tarda en querer al hijo adoptado? se pregunta Eva Giberti.(4 )
Sin duda diremos que se le quiere como hijo en cuanto se sueña con conseguirlo, pero una cosa es la función volitiva, porque es el hijo y se desea quererlo y otra cosa es desear que esa criatura nacida de una desconocida se convierta en un representante de uno que lo transcienda.
Convertir en hijo al adoptado significa poder más allá de quererlo ser capaz de hacerse cargo de sus deseos que no necesariamente van a coincidir con los de la familia. Algo que no se diferencia de lo que ocurre con los biológicos, porque también tendrán que ser adoptados, después de paridos para convertirse en verdaderos hijos.
En la actualidad, las parejas de padres candidatos a una adopción desean un bebé lo más pequeño que permita la ley, que en las adopciones internacionales es siempre mayor del año y crear así, una relación desde el principio donde comienza la relación parental. Lo que nos hace presuponer que ese niño vivirá con ellos su conflicto edipico y creará con ellos su novela familiar. Será entonces cuando el término adoptado se llenará de sentido y comprenderán más adelante lo que es la procreación y los padres biológicos.
No importa que el hijo adoptado haya sido informado sobre este hecho en su temprana infancia porque sabemos que su historia se resignificará principalmente en la etapa adolescente.
También sabemos de la crisis adolescente, con las transformaciones corporales, búsqueda de identidad y ruptura con los padres de la infancia.
¿Existe alguna singularidad en el hijo adoptado que llega a la adolescencia?.
El extrañamiento respecto a su cuerpo pudiera acrecentarse en el adolescente adoptivo por la ausencia de referentes biológicos. ¿A quién me parezco?
En cuanto a la reedición de la novela familiar, decíamos que en esta fantasía se recrean los padres ideales que hubieran deseado tener. En el hijo adoptado esta fantasía tiene asidero en la realidad, pudiendo ser investidos los padres originales con una carga de idealización equivalente a la desvalorización hacia los padres adoptivos.
El otro aspecto importante en la adolescencia es la sexualidad, los orígenes. Existe la posibilidad de desplazamiento en los adoptados de los conflictos edípicos a los padres biológicos fantasmaticos y de esta manera dejar a los adoptivos en un lugar asexuado(5) o, en el caso opuesto, en que las fantasías incestuosas pueden jugarse con mayor libertad, ya que estos padres no son los biológicos y por tanto, no se cometería incesto.
La revelación de la adopción siempre es aconsejada por los que intervienen en las filiaciones particulares como esta. Los juristas y psicoanalistas coinciden en que se mantenga el rastro. Los primeros invocan el riesgo de incesto por desconocimiento de los lazos de sangre. Los psicoanalistas insisten en el riesgo para el niño que es mantenido en la ignorancia, de presentar inhibiciones en su desarrollo intelectual.
En nuestras consultas también encontramos las dificultades escolares y los malos rendimientos académicos, que en los casos de niños adoptados vienen asociadas a la preocupación de los padres adoptantes por un posible déficit intelectual, herencia genética de unos padres desconocidos.
Claire Harmand(6) nos recuerda como Freud vincula la pulsión de saber con la curiosidad sexual. Los niños preguntan por el sexo, los orígenes, la vida y la muerte. Aprender y comprender forman parte de la pulsión de vida, para lo cual es necesario que el niño no esté invadido por sufrimientos debidos a traumas o duelos sin elaborar.
El niño descubre la diferencia de los sexos y siente curiosidad en cuanto a su origen, la escena primaria y trata de descubrir la sexualidad de sus padres. Pulsión escoptofilica que choca con las prohibiciones culturales y que por desplazamiento y sublimación de toda esta curiosidad irá surgiendo a lo largo del conflicto edipico, la curiosidad intelectual.
En algunos niños adoptados, el querer negar una historia que les humilla, provoca vergüenza y odio, puede originar, además de culpa, dificultades para pensar y aprender lo que en ocasiones provoca rechazo por parte de los padres adoptivos. Si el saber está prohibido, se impide el deseo y aparece la inhibición. Diferentes autores han insistido en la relación de lo no-dicho con el desarrollo intelectual o, con el bloqueo.
En
algunos niños adoptados el abandono real sufrido al que fueron sometidos les deja en un duelo que hay que ayudar a elaborar.
Tenemos que pensar que el tratamiento deberá incluir un movimiento transferencial derivado de ambos, los padres adoptivos y los desconocidos padres biológicos. Porque lo que no podemos deshacer es el hecho del abandono al que fue sometido este niño. Tampoco nos sorprenderá que estos niños tengan la necesidad de comprobar el compromiso para con ellos de sus padres adoptivos, a los que en ocasiones ponen a prueba con sus problemas de conducta, dificultando la convivencia, lo que, naturalmente, es motivo de consulta.
En algún tratamiento he podido observar el deseo en el niño de ser adoptado por la terapeuta y que entiendo representa la fantasía de que ésta, puede ser uno de los padres biológicos que viene a buscarle. Vemos aquí lo que sería el núcleo del problema en muchos adoptados, la necesidad de una imagen como hijo deseado al que se le reclama.
En psicoanalisis el concepto de objeto ha ido evolucionando y ampliándose, cuando hablamos de objeto perdido nos referimos a aquel cuya perdida fue asumida a través de la elaboración de un duelo. El objeto ausente dirá C. Malpique(7)es un objeto idealizado(bueno o malo) del que no se podrá hacer el duelo porque tiene un soporte real de existencia que es fuente permanente de conflicto. Quiero decir que existe una esperanza de reencuentro con él, que va a dificultar esa labor de duelo. No existe la posibilidad de una dependencia del objeto externo como, tampoco se puede valorar el objeto interno, por lo que no se puede llegar a reparar el objeto En este objeto, ausente por contraste con el objeto perdido, la realidad no es continente de la fantasía. La experiencia nunca es correctora, sino decepcionante porque el fallo es narcisista y no permite asumir la perdida.
En el caso de niños adoptados que logran hacer el duelo por los padres originales perdidos habrá una restauración del yo dañado y podrán tener una evolución normal junto a sus padres adoptivos. Porque no fue la perdida del objeto lo irreparable sino, más bien, la perdida del amor del primer objeto. Pérdida que puede dejar esa ausencia, esa herida narcisista, que se puede transformar en lo que se llama la búsqueda de un objeto ausente.
En el trabajo analítico, la elaboración de este duelo significará tolerar momentos difíciles de desorganización para poder establecer la relación con un nuevo objeto estable. Por el contrario la búsqueda persistente y obstinada de unión con el objeto perdido, convertido en objeto ausente, es uno de los motivos presentes en el duelo patológico.
Todo ello sitúa al terapeuta en un delicado trabajo. Por un lado ayudarle a aceptar una perdida real sin repetir la pérdida y acabar con la fantasía de que sus padres biológicos van a volver a buscarlo, pero también, ayudarle a restablecer su narcisismo herido y preservar la relación con los padres adoptivos.
Los duelos acontecidos en la primera infancia no pueden recuperarse a través del recuerdo. Exigen un trabajo psíquico basado en el saber más que en el recordar.
Porque será necesario saber para poder ser. Será necesario buscar señales para saber sobre lo ocurrido, saber del objeto de amor perdido, saber en relación al mundo y acceder así al orden simbólico.
En la tragedia de Edipo se enuncia el desconocimiento. Layo no sabia que moriría a manos de su hijo. Yocasta no sabia que cohabitaría con él. Edipo no sabia que su padre había muerto. No sabia que la reina obtenida en la victoria, era su propia madre. No sabia donde estaba la cuna de su nacimiento. Porque Edipo no sabia descifrar los enigmas de su vida.
“ Hay una historia fundamental pero en la medida en que no implica una forma cerrada de búsqueda de su sentido perdido origina discursos diversos que se engendran mutuamente”, dirá A.Green.(8)
En el mito de Edipo se plantea la comprensión psicológica de las vicisitudes generacionales, puesto que es el que liga las preguntas ¿De donde procedo? ¿Quien soy? ¿hijo de quien?. Apareciendo en primer plano la cuestión del saber. Parece que hay un factor decisivo: la reorganización del inconsciente por el deseo de saber.
Según esta versión del mito, el asesinato y el incesto, de la mano del destino, se cometen porque no se sabe. Como si el saber garantizase la vida y la aceptación de la ley.
Se nos plantea aquí la cuestión del desvelamiento del secreto de los orígenes, lo que implica que los padres adoptivos tengan que enfrentar temas como: los orígenes, la historia del abandono, la adopción. Porque el problema no está en lo que se sabe o no de todos estos antecedentes, sino la disponibilidad para hablar e informar, en tanto significa afrontar, antes de la historia del niño, el propio deseo de adoptar, la propia historia de esterilidad y su relación como pareja.
Hace algunos años, que aún todos recordamos, los padres biológicos enmascaraban la sexualidad y el placer e inventaban cigüeñas. Los padres de filiación particular, como la adopción, no deseaban informar al hijo de su situación, haciéndoles creer que habían nacido de ellos. En uno u otro caso ¿no se trata de lo mismo, de la cuestión de la sexualidad?. ¿Sexualidad de la reproducción?, ¿sexualidad del placer?.
A modo de conclusión diré siguiendo a Winnicott(9).
“Aunque la adopción resulte exitosa, siempre implica algo distinto de lo habitual tanto para los padres como para el niño “.
También concluyo que la adopción per se no es generadora de patología, pero no podemos desoír los interrogantes que nos surgen acerca de los duelos tempranos y su repercusión en la estructuración psíquica del niño. Tampoco podemos obviar la existencia de complicaciones en la etapa edipica, en la construcción de la novela familiar en la edad de latencia, ni en la búsqueda de independencia e identidad en la etapa adolescente.
Sin embargo siempre queda lugar para cierta perplejidad, cuando escuchamos las palabras de un niño adoptado enterado de su filiación particular, que al saber que su madre adoptiva esta embarazada y por tanto va a tener un hermano dice:
“Habrá que tener cuidado con mi nuevo hermanito, porque no es seguro que mamá le quiera tanto como a mi, lo tendrá que aceptar como nazca sin haberlo elegido”.
Bibliografia
1- Rascovsky, A. “El Filicidio”. Ed. Orión-1974.
2- Wieder, H “ The Family Romance Fantasies of Adopted Children”. Psychoanalitic,Q.46.
3- Freud S. “La Novela familiar del Neurótico” Obras completas Tomo IV. Biblioteca nueva.
4- Giberti, E. “La Adopción” Ed Sudamericana. B. Aires1987.
5- De la Fuente, E. “El niño y el adolescente adoptivo”, Jornadas interdisciplinarias de adopción.1997.
6- Harmand, C. “Como se motiva en el niño el deseo de aprender”. CongresoAlicante 2001.
7- Malpique, C. ”El objeto perdido, objeto ausente”. Sobre la realidad en psicoanalisis. Anuario Ibérico de Psicoanalisis. Nov. 1989.
8- Green, A. “El Complejo de Edipo en la Tragedia”. Ed Tiempo Contemporáneo.
9- Winnicott, D. “El niño y el mundo externo”. Horme B.A. 1963.
10- Garma,
E. y otros “Acerca de la identificación y la adopción” Rev de Psicoanalisis 1985.Tomo XLII.
11-Nickman, S (1985) Losses in Adoption-The need for Dialogue. Psychoanal. St. Child,40.
12-Blum, H.(1983). Adoptive parents-Generative Conflict and generational Continuity. Psychoanal. St. 38.