Tradicionalmente todo proceso psicoanalítico supone un encuentro de Inconsciente a Inconsciente. El desarrollo de dicho proceso, depende según muchos autores, no solo de la interpretación del mundo interno del paciente , a través de las herramientas clásicas, como único camino hacia el cambio. Para ellos cuenta además el cómo se instale la díada paciente -analista, y con ello el espacio que se pueda crear entre ambos .
Asistimos en muchas ocasiones a la mudanza del analista desde una posición pretendidamente neutra en el marco terapéutico, a figurar como elemento importante en una situación sujeto a sujeto, entre los cuales se establecen formas de comunicación. La subjetividad del terapeuta entra de esta manera a formar parte como un elemento mas de este marco, según muchas corrientes contemporáneas.
Mediante la presente exposición se intenta mostrar como el trabajo con sueños favorece en gran medida dicha comunicación, desde una posición intersubjetiva, facilitando la construcción y regulación de un espacio, donde lo afectivo y lo emocional tienen también cabida junto a la palabra en proporciones variables, que procura un cometido y elaboración de forma conjunta, y que permite aproximar al paciente a su verdad como sujeto. En definitiva se intenta lograr dentro del espacio del encuentro, una dimensión que conlleve una disminución de la resistencia y que beneficie la instauración de un soporte adecuado que permita una investigación conjunta acerca del vivenciar del paciente.
Para ello, partimos de la línea mantenida por muchos autores, como J. Fosshage , que consideran el sueño como una forma de pensamiento, que contiene formas verbales e imágenes. Sus funciones, al igual que en el estado de vigilia, consisten primordialmente en facilitar la evolución, el mantenimiento ,la restauración y la reparación de la organización psicológica. Además mantienen la regulación de los afectos, sosteniendo con todo ello las prioridades motivacionales alternantes. Todo concebido como un sistema que tiene una forma específica de procesamiento.
Añade que, una de las características principales consiste, en lo que Freud ya mencionó en 1900 : “en los sueños se utilizan formas duales de cognición; modos esencialmente compuestos por imágenes que están dominados por lo sensorial y por lo lingüístico”.
Asimismo, desde los aportes de la neurociencia, hace referencia a las manifestaciones electroencefalográficas del sueño, y recuerda como en la fase REM, quedan involucradas muchas mas escenas e imágenes con una gran carga afectiva, mientras que en la fase no REM hay una mayor similitud con el pensamiento lingüístico y verbal. Agrega que, la amplitud de la fase REM es porcentualmente mucho mas alta tras el nacimiento y desde la infancia , diminuyendo proporcionalmente con la edad. Asimismo menciona que la aparición e inscripción de vivencias muy tempranas, hacen ampliar los mapas y redes de memoria neuronal.
Fosshage también diferencia dos procesos que están ocurriendo de forma simultánea: un proceso explícito que ocurre a nivel consciente y uno implícito, no consciente. En el proceso implícito y para diferenciarlo del Inconsciente dinámico Freudiano, incluye además de éste los procesos de aprendizaje, memoria y conocimiento. Estas diferencias las establece en gran mediada , tras las aportaciones de las neurociencias, fundamentalmente de los diversos tipos de memoria.
Bucci habla de que parte de estas imágenes guardan, entre otras, experiencias muy tempranas, y que están insertas en un pensamiento simbólico no verbal. Estas imágenes condensan una gran carga afectiva, que no han sido inscritas en ningún tipo de conocimiento declarativo y por lo tanto, no son transmisibles. Para muchos autores están incluidas en un tipo de memoria procedimental.
Melanie Klein ya hace referencia en “Envidia y Gratitud” a vivencias, fantasías recuerdos y emociones preverbales, que pueden ser revividos en la transferencia a través de lo que ella llama recuerdos en sentimientos (“memories in feelings”).
Muy probablemente haya una equivalencia a “lo sabido no pensado” desarrollado por C. Bollas “, o lo que Stern llama “la experiencia no formulada”.
Blechner , da un paso más allá y manifiesta que los sueños muestran todo aquello que no se puede expresar mediante las palabras es decir, todo aquello que no es verbalizable. Para él tienen la capacidad de desplegar mas elementos que la propia asociación libre.
Para Fonagy los modelos de relación preconscientes, solo pueden ser elaborados a través de la transferencia en el marco de la relación terapéutica. Finalmente y nuevamente para Stern, aludiendo a la elaboración que tiene lugar dentro del vinculo intersubjetivo, menciona que se trata de llegar a través de un proceso interactivo a lo que el grupo de Boston al que pertenece denominan “conocimiento relacional implícito” que consideran no simbólico.
Como sabemos, desde finales del siglo pasado, hay un reposicionamiento del lugar del terapeuta, y con ello el advenimiento de corrientes distintas y cambios importantes en la técnica, que se apartan de las líneas tradicionales clásicas. Todo esto da a lugar a múltiples posiciones que entre otras, suscitan las siguientes preguntas, a la hora del insigth, del cambio y de la cura: ¿Cuenta sólo la interpretación de lo que ya está simbolizado, reprimido y formando parte del conflicto? ¿Es la palabra el único vehículo que explicita la transferencia? ¿Es el modo de relación, lo que ocurre intersubjetivamente, lo que hace incorporar todo aquello que incluso está fuera del la represión pero forma parte del sujeto sin ser consciente? ¿ Solo debemos polarizarnos hacia el conflicto, la estructura o la forma de relación ya que es lo crean la patología?¿Cuenta la implicación personal del analista? Éstas y otras muchas preguntas han motivado la adopción de nuevos emplazamientos dentro del seno de muchas corrientes psicoanalíticas.
Según el grado de adscripción, a considerar el espacio analítico también como la relación y forma de interacción entre dos sujetos, en oposición solo a una relación entre objeto y sujeto, puede ser una variante técnica más que se añade, respetando los contenidos tradicionales pero incluyendo el suceso intersubjetivo. Lentamente han ido instaurándose e integrándose variantes de esta primera opción, que cada vez dan mas importancia a los elementos relacionales, enriqueciendo con ello la experiencia terapéutica a través de la distinción de dos selfs separados y equivalentes, que intentan entrar en consonancia.
No obstante si partimos de la experiencia clínica, y observamos que es lo que procura un avance en la cura, nadie negará que muchas veces objetivamos cambios en pacientes donde no se ha utilizado excesivo material interpretativo; o por el contrario, la excesiva presencia de la palabra, no induce apenas a modificaciones. Por lo tanto nos planteamos la pregunta de qué esta pasando, en el primer caso nos sentimos de una forma optimista y en el segundo mas consternados. Aquí si coincidimos con Stern en que más allá de la palabra hay una movilización afectiva importante, que atañe a ambos componentes de la pareja terapéutica, y que se debe de tener en cuenta a la
hora de elaborar el cambio. Producción que en definitiva atañe al transcurso de la cura en sus diferentes vertientes.
Joan Coderch , afirma al respecto que, según sea el momento de la relación “la interpretación, por muy correcta que sea , puede ser vivida como una invasión, como un regalo, como una censura o cuestionamiento , o como un intento de control.” Desde esta visión, se genera un espacio de elaboración conjunta, que precisa de un entramado previo y simultáneo de un marco afectivo fiable y consistente, que facilite el cambio tras la aproximación al insigth. Esto requiere además formas de comunicación emocional, para que tenga lugar dicha composición.
Pero volvamos a los sueños y veamos de que forma pueden facilitar la creación de este espacio. Retomando a Fosshage, el sueño también constituye una sucesión de imágenes muy cargadas afectivamente, que mediante su orden dan lugar a un guión, cuyo sentido se aparta a veces de la sola comprensión verbal.
Por otro lado, estas imágenes y escenas son inicialmente propias del paciente para el que tienen un significado consciente parcial. Su sentido por lo tanto oculto, condensa productos de la represión, aspectos transferenciales, así como relacionales pero también experiencias muy tempranas, no reprimidas y no simbolizables. Estas últimas insertas en la memoria de tipo no declarativo, es decir de tipo procedimental.
Con respecto a las experiencias, se busca que finalmente adquieran presencia, incluso alejadas de la representación verbal, pero intentando además que en lo posible se instalen desarrollando toda su carga afectiva, formando parte del espacio de elaboración conjunta anteriormente mencionado. Más interesante aún resulta ser el proceso que tiene lugar hasta llegar a este punto. El trabajo intermedio de la elaboración y búsqueda de sentido de forma conjunta, ayuda a consolidar una forma de comunicación privativa del espacio intersubjetivo. ¿Pero, de que forma?
En mi opinión, cuando se inicia el relato de un sueño en cualquier momento de la sesión, contratransferencialmente cambiamos de registro. Se genera un vuelco que introduce una forma de presentar material, no muy alejado del que le precede, pero podríamos decir que volcado en estado casi puro. Pocos dudaremos en afirmar, que a medida que transcurre su relato las imágenes trasmitidas evocan imágenes propias en el analista, que emergen desde su propio mundo interno. Reverberan de Insconsciente a Inconsciente y generan escenas y asociaciones muchas veces alejadas del material manifiesto relatado. Mediante la elaboración y asociación del terapeuta , surge la expresión de una forma subjetiva de entendimiento .
La comunicación verbal del analizado, brindando sus asociaciones, sus emociones y sentimientos, nos habilita para virar y realizar lo que podría llamarse una “contra-asociación” hacia la forma de experienciar, fantasear , y hasta de memorizar del paciente. Hasta aquí la comprensión por parte del analista de una forma de sentido. Este conocimiento ha sido extraído en parte de sus propias imágenes y contenidos, se hacen conscientes a través de sus propias capacidades para dotar de sentido lo que percibe al haber sido inducido.
Ahora el material debe ser puesto en común. La aproximación al momento elaborativo viene marcado por una característica: el paciente sabe de la verdad que contiene lo que acaba de relatar, pero no es consciente de ello, o solo parcialmente. Dependiendo de las imágenes que le devolvamos, del sentido o del material que señalemos, le capacitará para adquirir una significación de lo que esta planteando. Sin embargo, a lo largo de este proceso pondrá todo su interés en que esto suceda; negará o discutirá un sentido si no lo vive como suyo, o sobre lo que se le aporta buscará otros sentidos , hasta que llegue a una convicción subjetiva suficiente. Todo ello con espontaneidad, gran vivacidad y autenticidad, donde emerge algo sorpresivo y no esperado para ambos. Es un trabajo conjunto donde unos instantes se suceden a otros en pos de una verdad que es compartida. El terapeuta no se hace único propietario de la misma, sino que mediante su aportación subjetiva, toma parte de ella. Este hecho contribuye a generar nuevas imágenes, nuevas asociaciones y nuevas aproximaciones hacia el insigth, reforzando lo que Orange denomina un tercer espacio analítico, del que ambos, paciente y terapeuta son subsidiarios.
En realidad, el proceso sucintamente descrito, tiene mucha semejanza con el que describe Bion mediante la rêverie, donde la madre contiene y da significado a lo que el bebe proyecta de forma caótica, devolviéndolo de forma asumible para él. Los elementos beta sensoriales y emocionales son transformados en alfa y con ello los dota de presencia en recuerdos, evocaciones e imágenes. En cambio el paciente tiene en el presente, a la hora de relatar su sueño, una mayor capacidad y dotación simbólicas, que le permiten buscar sentido a sus producciones oníricas.
Desde el inicio del proceso de puesta en común, aparece una fórmula casi equivalente a un “soñar de manera conjunta” , donde el analizando induce el acercamiento e implicación del terapeuta a través de material preverbal contenido en el sueño. Se producen entonces intercambios y resonancias emocionales intensos , que generan el proceso descrito y donde seguidamente van quedando depositados en este tercer espacio común para ambos, a través de la búsqueda y encuentro de sentido, donde además se emplaza la representación y la palabra.
A partir de aquí podemos hablar de ciertas funciones y también de ciertos requisitos inherentes a este espacio.
Antes veamos un ejemplo a través del sueño de una paciente.
Acude a tratamiento por una situación intensamente depresiva.
Aporta un sueño donde ella, de forma intemporal, se ve entrando en una habitación muy oscura. En una cama en el centro yace su abuela paterna muerta. Huele a polvo y a habitación cerrada y en ocasiones se mezcla con un olor lejano a fruta madura. Reina un silencio opresivo donde solo se oye de vez en cuando algún pájaro en el jardín. Solo un pequeño rayo de luz, a veces anaranjado por el atardecer, hace que se vean sombras y claroscuros sobre una cortina raída, vieja y gastada, a los bordes de la ventana. Se acerca hacia el cadáver y nota que a veces respira y otras veces no. Vislumbra que hay gente en el fondo que no reconoce y finalmente les grita: es que no sabéis distinguir todavía lo que es muerte de lo que es vida?
Sus asociaciones hacen referencia al material a través de varias vías: su aproximación hacia la muerte, que había experimentado recientemente a través de su trastorno profundamente depresivo y la rabia que sentía porque los demás no pudieran distinguir lo que ocurría con su abuela, y que podría ser ella misma. A la vez habla del acercamiento que esta haciendo últimamente a las figuras femeninas que comienza a recordar y que para ella estaban olvidadas o desatendidas.
Las constantes alusiones sensoriales, la tenue luz, los olores, el silencio, el color evocan en mí simultáneamente una escena personal tenebrosa, oscura y sobrecogedora, que percibo mucho mas intensa en contraste con el aparente temor entre la vida y la muerte de ella como persona, y con su manifestación explicita hacia los demás y hacia mi de que quiere seguir estando viva como mujer temiendo estar muerta. Cuando le señalo
lo tenebrosa y oscura que me parece la escena se queda unos instantes en silencio. Al poco tiempo verbaliza un recuerdo muy vivo consistente en que está sentada en una silla, con los pies colgando, cuando iba de muy pequeña a visitar algunas tardes a su abuela. Ésta siempre había despreciado a su nieta y ella intentaba salir de la habitación para ir al jardín, y su madre no se lo permitía. Por ello necesitaba entretenerse mirando alrededor suyo, pero no le gustaban ni los muebles ni la decoración antigua de la habitación, produciéndole tristeza. Al cabo de unos instantes sentía un gran temor y una gran angustia, que casi la embargaban, necesitando imperiosamente ausentarse. Ingeniosamente se metía el dedo en la nariz para ser expulsada del recinto. Pero el miedo persistía, siendo además asociado a lo que muchas veces había percibido que su padre sentía hacia su abuela, definiendo a ésta como persona con poca sensibilidad, adusta y nada cariñosa. Sentía muchas ganas de correr al encuentro con su padre porque que temía perderlo.
Los elementos claramente sensoriales (la luz, el sonido, los olores, etc), que se distinguen del material que pudiéramos denominar representacional pulsional, son los que evocan en el terapeuta sentimientos y emociones distintos y discriminados de los esperados, tras las asociaciones que realiza el paciente. Las imágenes y escenas del sueño , que tienen otra carga distinta a la transferencial, cuyo contenido el paciente no es capaz de poner en palabras y que representan la vivencia y la emoción. Mediatizadas por el terapeuta aparecen asequibles para generar el recuerdo, y con ello la fantasía y el sentimiento, pero a su vez conservando toda la carga afectiva. De forma semejante a una situación grupal, donde se crea la matriz del grupo como referencia, este movimiento y su trabajo para lograrlo crean un tercer espacio común a ambos, conteniendo cada vez más elementos que instauran una comunicación particular en la díada terapéutica. De esta forma se convierte además en una referencia fundante afectiva, a la que ambos se pueden remitir las veces que se precise.
Por ejemplo, un paciente muy melancólico, sueña repetidas veces que participa en una fiesta donde todos le dan de lado y termina de cara a la pared cerca del aparato de música con una croqueta en una mano y una coca cola en la otra. Esta escena condensa, tras su elaboración, varios aspectos característicos de él: el abandono, la tristeza, la soledad, el miedo y la música como elemento de sublimación. Más adelante se añade también el castigo al estar de cara a la pared. Pero la fuerza y el contenido afectivo y emocional de dicha secuencia, fue utilizada reiteradamente como un estado característico que se evocaba cuando aparecía en el material transferencial sin necesidad de describirlo: ¿no le parece que esto alude a la escena de la croqueta en la mano de cara a la pared? En su momento obraba como una señalización, que complementaba la interpretación hacia el camino del insigth. Y como ésta, aparecían otras muchas escenas capaces de ser mas abarcativas afectivamente que la palabra sola, a la hora de ser utilizadas como referencia.
Desde esta misma perspectiva, el espacio también cumple una función de contención y regulación a través de las imágenes suscitadas. Para ello debemos internarnos en el concepto de “enactment”. Toma cuerpo a partir de 1986 a través de Jacobson, definiéndolo como aquella vicisitud por la cual paciente y terapeuta actúan dentro de una relación, generando respuestas inconscientes en cada uno, respectivamente y de forma recíproca. Si estamos hablando desde el punto de partida , donde las experiencias preverbales están inscritas en la memoria procedimental no simbolizables y no sujetas a la represión, éstas encuentran a mi entender dos caminos para ser expresadas.
Uno a través de los afectos, cuyo soporte aparece en las imágenes definidas en los sueños, y el otro mediante la actuación, según muchos autores solo posible a través del enactment. Motivo por el cual esta situación debe ser explicitada y regulada por la intensidad del intercambio, dado que muchos automatismos procedimentales pueden amenazar el tratamiento desde esta perspectiva
Vemos pues, que los sueños también colaboran en la creación de una forma de comunicación ,dentro de una relación muy circunscrita. El paciente puede vivirla como novedosa y libre, que puede ser intima, fiable y contenedora, y que además abre constantemente cadenas asociativas Si somos sinceros, coincidiremos en que cualquier espectador que potencialmente pudiera asistir de forma objetiva desde fuera a una de estas sesiones, le sería muy difícil entenderlas, dado que el contenido de la comunicación es específico y exclusivo del espacio creado entre ambos, paciente y terapeuta.
[El presente trabajo constaba del comentario de tres distintos sueños mas, con el fin ejemplificar las hipótesis mantenidas, pero no se publican con el fin de no comprometer el anonimato de las personas que los aportaron]
Por Fernando Soriano Schulz.
Miembro del Centro Psicoanalítico de Madrid
soriano1@telefonica.net
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