“El Psicoanálisis no es Neurociencia”

Revista del CPM número 20

Por Norberto Lloves

“…el psicoanálisis por una parte puso límites al abordaje fisiológico, y por la otra conquistó para la psicología un gran fragmento de la patología”(1).

Dr. Norberto Lloves
Docente titular de los Posgrados en Psicoanálisis de la Asociación Escuela Argentina de Psicoterapias para Graduados (AEAPG) en convenio con la Universidad Nacional de La Matanza (UNLaM) de la República Argentina.

Resumen
Ante el auge de nuevas propuestas que tienen la intención de integrar el Psicoanálisis con las Neurociencias, este escrito plantea algunas reflexiones que cuestionan este ideal de complementariedad, tomando en cuenta las diferencias de los marcos teóricos y objetivos terapéuticos específicos que sostiene cada disciplina. Si la Neurociencia se ocupa de investigar la base orgánica de la patología para un tratamiento posible, el Psicoanálisis trabaja en el orden psicológico y a través de la eficacia de la palabra.

Es en la práctica clínica, cuando se combinan ambos dispositivos, donde la diversidad de estos encuadres plantea una tensión imposible de resolver con un discurso integrador. Sostener las diferencias, es lo que hará posible un trabajo en conjunto, una convivencia posible, donde cada disciplina encuentre un espacio propio para paliar el padecimiento que la convoca, a través de su objetivo terapéutico específico.

Ante el auge de nuevas propuestas que tienen la intención de lograr una integración del Psicoanálisis con las Neurociencias, decidí escribir algunas ideas que cuestionan este  ideal de complementariedad. Ideas basadas en la experiencia de un trabajo clínico marcado por mi doble condición de médico psiquiatra, bajo el marco de la Neurociencia, y de psicoanalista. Así se fue moldeando una práctica regida por dos paradigmas con criterios teóricos y clínicos diferentes que, sin ignorar la colaboración terapéutica que puede operar con dicha asociación, también puede resultar conflictiva con respecto a los objetivos terapéuticos específicos que sostiene cada disciplina.

En el camino de reflexionar sobre Neurociencias y Psicoanálisis, vamos tratando de delimitar dos campos que se diferenciarían conceptualmente: la Neurociencia que se ocupa de investigar la base orgánica del fenómeno patológico para un tratamiento posible, y el campo terapéutico psicoanalítico que trabaja desde la materialidad con que el lenguaje nos impregna, es decir, se ocupa de determinar el tratamiento de la patología dentro del orden psicológico y a través de la eficacia de la palabra.

Claro que es en la práctica clínica donde no siempre están nítidamente definidos cuándo algo corresponde a lo orgánico y cuándo a lo anímico. Es que uno y otro se relacionan por vías que aun hoy no dejan de ser enigmáticas para la ciencia. Aunque sepamos que el cerebro es la base material de todas las operaciones psíquicas, y sea claro que sin materia gris no podemos ejercer funciones cognitivas, también es cierto que las lesiones orgánicas no siempre provocan los daños cognitivos y conductuales esperados por el conocimiento de la neurociencia, como si lo psíquico pudiera funcionar en un territorio donde no es nítido cómo se liga a su base terrenal.

Para tratar de pensar sobre estos temas, con la parcialidad que la complejidad de ellos implica, voy a ir  delimitando los campos en juego.

Sobre la Neurociencia
Bajo esta denominación se agrupa un conjunto de saberes que investigan los procesos orgánicos y fisiológicos del sistema nervioso. Es claro que los avances neurocientíficos, con la descripción de teorías neurofisiológicas, genéticas y moleculares, han experimentado un notable desarrollo en los últimos tiempos, cuya traducción más significativa se expresa en el terreno de la psicofarmacología y en el aporte de las nuevas y sofisticadas técnicas de imágenes, que permiten visualizar complejos procesos electroquímicos y anátomofisiológicos, con tecnologías como la tomografía a base de la emisión de positrones (PET), la resonancia magnética funcional en tres dimensiones (FMRI) y la tomografía computarizada a base de la emisión de fotones aislados (SPECT). Técnicas que, al abrir ventanas indiscretas, hurgan en la intimidad del funcionamiento cerebral, permitiendo lecturas e interpretaciones teóricas sobre el mismo. Así es posible teorizar sobre cambios en el desarrollo, sobre la localización de las funciones cerebrales, sobre los efectos de los tratamientos psicofarmacológicos o conductuales empleados para la cura; en fin, permiten construir una convincente teoría, a través de una observación indirecta, que funciona como evidencia científica de las complejas funciones normales y patológicas del sistema nervioso.

Desde la perspectiva médica de la Neurociencia, la patología es pensada como resultado de una “falla orgánica”, por lo tanto, las terapéuticas (farmacológicas, conductuales, quirúrgicas, etc.), se dirigirán a corregir dicha anomalía. La psicofarmacología será una herramienta fundamental, a través de la acción directa sobre los sistemas de neurotransmisión neuronal y, por el revolucionario concepto de  neuroplasticidad, se apostará, de modo indirecto, a influir sobre los mecanismos reguladores de la transcripción genética celular, condicionando una especie de aprendizaje biológico que, según esta tesis, tendría efectos curativos de la enfermedad.

La otra herramienta con que cuenta la Neurociencia, son las psicoterapias cognitivo- conductuales, con ejercicios de aprendizaje y condicionamiento, que reencausan el camino que la ciencia determina como correcto y sanador del comportamiento humano. Que la palabra tiene un efecto directo sobre el cuerpo, es algo que ya destaqué en un escrito anterior.(2) La prueba del efecto químico de las palabras la encontramos, por ejemplo, en las conversiones histéricas, donde una frase o un pensamiento puede afectar la funcionalidad de un órgano, pero también lo comprobamos en la vida cotidiana, cuando algunos términos oídos o leídos pueden enfurecer o apaciguar, provocar risas o llantos, y podríamos seguir con una larga lista de reacciones corporales por la acción de un simple conjunto de letras articuladas.

En este aspecto es interesante lo que está ocurriendo en el mundo de la neurociencia con el psicoanálisis, a través de la propuesta del premio Nobel Erik Kandel, quien ha publicado en el 2005(3) una teoría acerca de los efectos de la psicoterapia sobre la maquinaria neuronal, de modo similar a cómo lo produciría la medicación. De cómo la experiencia modifica lo orgánico. Es en ese texto que propone un diálogo entre la biología y el psicoanálisis, sugiriendo el monitoreo de los tratamientos psicoanalíticos por medio de estudios de imágenes cerebrales, para dar val
idez científica a los cambios subjetivos por efecto del análisis. Entiendo que Kandel sostiene un enfoque teórico donde plantea que los cambios biológicos, como efectos de la psicoterapia psicoanalítica, serían evidencia de su efectividad, sin embargo no alcanzo a comprender el interés de usar criterios de la neurociencia para darle validez al psicoanálisis.

¿Cuál es la especificidad de la propuesta del psicoanálisis con respecto a su función como psicoterapia, y cuál es el lugar de lo biológico dentro de esa propuesta?

Para pensar esta pregunta vamos a recorrer el camino que nos orienta Freud

Freud: “Un camino desde la neurona hasta la representación”
En el “Proyecto de una psicología para neurólogos”, de 1895, leemos la elaboración de un marco teórico científico que intenta dar cuenta de observaciones clínicas. En esos tiempos no estaba exenta la influencia del criterio científico positivista para formular una hipótesis de la causalidad, donde era necesario darle un sustrato material orgánico. Freud tenía una sólida formación médica y la misma se trasluce en sus escritos tempranos. Por ejemplo, en “Estudios sobre la histeria” (1893–95), se observa su formación neurológica junto a novedosos conceptos sobre los mecanismos psíquicos. Es interesante como el mismo Freud en la epicrisis del historial de Elizabeth justifica el carácter de novela que podría tener la lectura de sus historiales, aunque esté ausente de los mismos “el sello de seriedad que lleva estampado lo científico”, aclara la ventaja de vincular la historia del paciente con los síntomas que padece. Una nueva forma de pensar el relato de la patología psíquica se empezaba a escribir.

Al mecanismo psíquico lo fue construyendo en la medida que des-construye la visión orgánica. Por un lado nos encontramos con las teorías químicas de las neurosis actuales (1895), la analogía con la carga eléctrica de la suma de excitación en “Las neuropsicosis de defensa” (1894), trabajo donde además va dando cuenta de explicaciones de orden psicológico en los fenómenos histéricos, obsesivos y paranoicos. En estos mecanismos ponía en cuestión las interpretaciones degenerativas y hereditarias como causa orgánica.
En este contexto fue escrito el Proyecto, un intento de explicar la psicología y los procesos que resultan de ella en términos neurológicos. Ya en la introducción Freud nos aclara que el propósito del trabajo es “brindar una psicología de ciencia natural”, refiriéndose con ello a la presentación de procesos psíquicos intuibles, exentos de contradicción y materialmente comprobables. Su tesis básica era la de construir una hipótesis económica del aparato psíquico con dos “ideas rectoras”:

  1. La excitación psíquica como energía sometida a la ley general del movimiento,
  2. Supone un sistema nervioso cuyas unidades materiales son las neuronas.

Freud, por  decisión propia nunca publicó este sesudo escrito.

Ahora, en el camino del cambio de paradigma, vamos ubicando que, en 1896(4), sitúa a la neurosis obsesiva como una entidad clínica asociada a la histeria: producto de un conflicto psíquico inconciente que se traduce en síntomas neuróticos como formaciones de compromiso. Bajo esta formulación el síntoma adquiere la dimensión de expresar una verdad del sujeto en lo psíquico, no una falla orgánica, despegando a esta entidad mórbida de las teorías previas que le endilgaban una causa degenerativa.

Esta precisión implica una particular representación espacial de la localización del suceso psíquico: las dos tópicas freudianas, como parte de la metapsicología, adquieren un valor lógico dentro de un sistema complejo de representaciones, con sistemas definidos por funciones, leyes que los rigen y una dinámica de intercambio económico.

Es interesante pesquisar la evolución del pensamiento freudiano en el campo de la localización de lo psíquico. En 1900, en el capítulo VII de “La interpretación de los sueños”  nos previene: “Queremos dejar por completo de lado que el aparato anímico de que aquí se trata nos es conocido también como preparado anatómico, y pondremos el mayor cuidado en no caer en la tentación de determinar esa localidad psíquica como si fuera anatómica.”(5) Para luego utilizar la metáfora del microscopio o del aparato fotográfico, para darnos una representación auxiliar de la sede de las funciones anímicas en una localidad virtual, que reformula la base material de lo psíquico. La idea sería la siguiente: cuando observamos un preparado en un microscopio, la imagen que resulta no pertenece al preparado ni tampoco al microscopio, podríamos decir, se apuntala en ellos, pero es de otro orden: es una representación de la cosa, pero no es la cosa misma.

¿Cuál es la consecuencia de desagregar la lectura de los procesos psíquicos de la materialidad orgánica?

En principio diferencia el Psicoanálisis de la Neurociencia.

Entiendo que esto no significa desmentir la base material de los procesos psíquicos, sino darle otro estatuto. Aclaro que, siguiendo a Freud, el Psicoanálisis no es un idealismo. Por ejemplo, el concepto de “apuntalamiento(6), plantea que las pulsiones parciales se soportan en ciertas funciones vitales que quedarán perdidas como tales: en el caso del hambre como necesidad de comer, se sustituye por el deseo sexual oral que puede ser satisfecho por un menú o por el deseo de comer nada de una anorexia. También tenemos el concepto de “solicitación somática” que tan bien desarrolla en el análisis de Dora(7), para pensar aquello que, desde lo orgánico, otorga una vía facilitada y contribuye a la patología en tanto adquiere un sentido y una intencionalidad en lo psíquico, como expresión de “pensamientos sofocados que pugnan por expresarse”.

En un texto de 1913, Freud le reconoce al psicoanálisis haber extraído de la consideración de “falla orgánica” (8), a una serie de operaciones fallidas, en especial, todas aquellas que observamos en la psicopatología de la vida cotidiana (olvidos, lapsus, deslices, errores, etc.) y, en el terreno de la enfermedad, a los síntomas de las diferentes neurosis y psicosis, que hasta ese momento eran objeto de estudio y tratamiento de la neurología. De allí la idea del psicoanálisis como “hijo del fracaso médico(9) de su época. Fracaso promovido por las histéricas de fines del siglo XIX, que bregaron por hacer escuchar sus síntomas como “palabra amordazada”, dando cuenta, en la origin
al lectura freudiana, de la expresión desfigurada de un conflicto sexual.

Es con el abordaje terapéutico psicoanalítico, que apunta a solucionar los síntomas explorando y analizando la intencionalidad psíquica, que la visión sobre los mecanismos de contracción de las patologías adquieren un nuevo estatuto: el de fenómenos psíquicos de pleno derecho, con un sentido a develar y una tendencia, producto de la resolución por vías indirectas de un conflicto psíquico, sexual e infantil, replanteando así el inacabado y complejo tema de la causa del padecimiento anímico.

Sin embargo Freud nos advierte que sería un error presuponer una concepción puramente psicológica de los problemas anímicos, que también hay otros factores: constitucionales, mecánicos, tóxicos y/o infecciosos, que pueden estar en la base etiológica de dichas perturbaciones. Rescatando así su famosa “serie complementaria.”

Es decir que hay un plus, un demás, aquello que no responde a la respuesta orgánica esperada por el saber médico, es más, cuestiona el saber médico y es ese plus, lugar privilegiado del sinsentido, desde los inicios, el territorio específico de la psicoterapia psicoanalítica.

Desde esta perspectiva es que no acuerdo con la propuesta de Kandel, pues la  Neurociencia no puede validar al Psicoanálisis, ni este a la Neurociencia, ya que manejan dos campos diferentes, dos formas de pensamiento acerca del sufrimiento psíquico, sostenidos en paradigmas que apuntan a criterios clínicos y teóricos que no son complementarios, ni tampoco necesariamente incompatibles, en tanto se tenga en cuenta que no se dirigen al mismo objeto de estudio y esto determina una lógica distinta sobre el fin terapéutico.

Algunas diferencias fundamentales a considerar
Al discurso neurocientífico lo conduce el camino de la teoría general que la ciencia organiza, para especificar los criterios de lo normal y lo patológico, determinados por un examen semiológico, que guía la práctica clínica hacia la búsqueda de la causa orgánica. El saber sobre el padecimiento es patrimonio del saber médico, desde esta perspectiva, la responsabilidad del paciente queda circunscripta a la aceptación y cumplimiento de las indicaciones; la subjetividad del paciente queda subsumida por la falla somática, por lo tanto, el diagnóstico y la terapéutica apunta a aliviar el padecer a través de la corrección del defecto orgánico.

En cambio, el Psicoanálisis se rige por la lectura de lo singular de la presentación clínica, interesándose en la transferencia, en la estructura clínica, en la construcción de un mito sobre la historia del paciente y en el marco cultural que coloree el relato, privilegiando la responsabilidad subjetiva del analizante con respecto a su padecer. El cuerpo del que se ocupa es el cuerpo erógeno, apuntalado en un objeto en tanto perdido, ya que lo orgánico queda representado por un discurso, produciendo así un relato con el cual se trabaja. El saber sobre lo que no anda, está determinado por el saber inconciente del analizante, y será leído por el analista en tanto se manifieste en la experiencia transferencial, articulado en el discurso del paciente y bajo la ley que rige el dispositivo analítico. Desde esta perspectiva el síntoma, la angustia, la inhibición, son la oportunidad para resolver y tramitar un cambio de la posición del sujeto ante los determinantes de su estado de sufrimiento psíquico.

Para concluir: sobre la convivencia
Tomando en cuenta la diversidad de estos encuadres, considero que es en la práctica  clínica, cuando se necesita aplicar ambos campos teóricos, por ejemplo dar medicación psiquiátrica en un análisis, o la aplicación de la técnica analítica en sujetos con patología neurológica, que nos enfrentamos con una tensión irresoluble, imposible de solucionar con un discurso integrador, único. Sostener las diferencias, es lo que hará posible un trabajo en conjunto, una convivencia de marcos y propuestas clínicas distintas, donde cada disciplina encuentre un espacio propio para paliar el padecimiento que la convoca, a través de su objetivo terapéutico específico.

 

Dr. Norberto Lloves

– Psicoanalista. Psiquiatra.

– Docente titular de los Posgrados en Psicoanálisis de la Asociación Escuela Argentina de Psicoterapias para Graduados (AEAPG) en convenio con la Universidad Nacional de La Matanza (UNLaM) de la República Argentina.

– Jefe del Servicio de Salud Mental de la Obra Social del Personal Gráfico de la Ciudad de Buenos Aires.

Domicilio:
Santos Dumont 2475 9Bº – Ciudad de Buenos Aires. Argentina
TE: (0054) (11)- 4774-8987.// 155-802-1104
Mail: nlloves@ciudad.com.ar

 

(1) Freud, S.: “El interés por el psicoanálisis” (1913) Ed. Amorrortu

(2) Lloves, N.: “Entre la química de las palabras y la química de la medicación”. Psicoanálisis y el hospital Nº 33: Psicoanálisis y neurociencias. Ed. Del Seminario. 2008

(3) Kandel, Erik: “Psiquiatría, Psicoanálisis y la nueva biología de la mente” Ed. ARS Médica. 2006

(4) Freud, S.: “La herencia y la etiología de las neurosis” Ed. A. Tomo III Pág. 146

(5) Freud, S.: “La interpretación de los sueños” (1900) Ed. A. Tomo V. Pág. 529 Bs. As.

(6) Freud, S.: “Tres ensayos de teoría sexual” (1905) Ed. A. Tomo VII. Pág. 165 Bs. As.

(7) Freud, S.: “Fragmento de análisis de un caso de histeria” (1905) Ed. A. Tomo VII Pág. 37-37 Bs. As.

(8) Freud, S.: “El interés por el psicoanálisis” (1913) Ed. Amorrortu

(9) Vegh, I.: “Psicoanálisis y neurociencias: premisas para una opción” Psicoanálisis y hospital Nº 33 Ed. Su Impres. 2008